UNA BIBLIOTECA EN LLAMAS. Los parajes de Almodóvar del Pinar

UNA BIBLIOTECA EN LLAMAS. Los parajes de Almodóvar del Pinar

Un hombre de avanzada edad, con las manos arrugadas de experiencia y los ojos bordados de sabiduría, preguntaba a un joven que por qué irse tan lejos a tan extraños países si no conocía a donde llevaba el polvoriento camino que salía enfrente de su casa. ¿Sabes dónde está el Almarejo? ¿Y la Cañada de las Cruces? ¿Y la Herrá? ¿Y la Taina del Fraile? Y si sabes llegar a tierras tan lejanas ¿sabrás por qué camino se va a Barchín o a Paracuellos, verdad?

Figura 1. Almodóvar del Pinar y la vega del río Valdemembra desde Peña Alta. Fuente: Autor

Y es que hoy en día se puede viajar a cualquier parte del mundo para conocer exóticos paisajes, ancestrales tradiciones, despampanantes monumentos y a través de ellos, cargar la maleta con un sinfín de experiencias. Sin embargo, al mismo tiempo, se nos escapan los paisajes que nos rodean en el día a día, los campos que abrazan nuestras ciudades y nuestros pueblos. Sabemos pronunciar indómitos lugares en otras lenguas que solo hemos visitado una vez en la vida pero no sabemos cómo se llaman los campos que contemplamos diariamente, ni siquiera si tienen un nombre. Por ello, hemos decidido viajar a través del lenguaje y la diversidad del paisaje a uno de estos pueblos de la provincia de Cuenca: Almodóvar del Pinar.

Figura 2. La Dehesilla. Fuente: Autor

El relieve y la orografía del terreno es el primer y natural motivo para la denominación de un paraje. Los ojos dibujan un paisaje que se transforma en nombres y palabras.  Por ello, muchos de estos términos coinciden y se comparten entre distintos pueblos y sus gentes, ya que manan de la observación directa del terreno. Este es el caso de los hondos, partes del terreno que están más bajas que todo lo circundante; los vallejos, diminutivo de valle que representa un estrecho espacio de tierra entre montes por donde corre el agua; las cejas, partes superiores del monte o sierra con forma arqueada; las veredas, caminos limitados para el tránsito de peatones o ganados; los lavajos, nombre curioso para denominar una hondura en el monte que se encharcaba temporalmente o los collados, suaves depresiones en la sierra por donde se puede acceder. También otros como los prados, altillos, atalayas, puntales o cañadas.  Muchas de estas palabras van quedando en desuso actualmente y se van esfumando de nuestro repertorio lingüístico. Entonces ¿cómo llamaremos el día de mañana a nuestros campos?

 

Sin embargo, otros ya no sólo dependen de una observación más precisa sino que están aliñados con las vivencias, experiencias de las gentes que allí han habitado y aderezados con el inescrutable paso del tiempo. Y es aquí donde cada pueblo de nuestro territorio ha almacenado durante generaciones un lenguaje íntimo de variopintos vocablos para denominar los distintos rincones de su tierra. En Almodóvar del Pinar, como en tantos otros pueblos, la despoblación, el trabajo mecanizado de la agricultura y, quizás, un desinterés por parte de las nuevas generaciones han provocado que sean cada vez menos las gentes que salvaguarden estos nombres.

Figura 3. La Fuente de los Santos. Fuente: Autor

Aún resisten, sin embargo, como últimos guardianes de una antigua biblioteca en llamas Lorenzo, Antonio, Teodoro, Julio, Anastasio, Paco, Fernando, Motores, Rufino con quienes hemos conseguido caminar, ligeros de equipaje, por estos últimos nombres de unos parajes que para ellos son tan familiares como los “corrales de sus casas”. Todos estos nombres daban sentido al paisaje de Almodóvar y lo hacían estar vivo. Cada pedazo de tierra adquiría una personalidad única que le otorgaba el propio nombre. El caminar y observar estas anchas tierras era un ejercicio familiar. Uno siempre estaba en casa.  

 

Al ir viajando por estos variopintos escenarios, hemos observado cómo el propio nombre de los parajes brota de la misma naturaleza como son las plantas que se encuentran en el  terreno. Este es el ejemplo  de El Romeralazo, ladera de monte seco que hace referencia a la abundante presencia de los aromáticos romeros; el Puntal de la Berzosa que recuerda que en sus arenosos suelos creció el brezo y pinos emblemáticos como el Pino negral de los Cuatro Hermanos por sus cuatro troncos que nacen del mismo pie y se elevan valientes hacia las alturas o el Pino de las Hormigas que, solitario en mitad de un campo agrícola, nos trae el picor de una hilera de estos insectos buscando las migajas del almuerzo de los campesinos.

Figura 4. Pino de Cuatro Hermanos. Fuente: Autor

Otros nombres, necesitaban ir salseados con el ingrediente de la imaginación. Es el caso de Los calderones, piedras redondeadas abiertas con un gran agujero central donde se retenía el agua y que asemeja a grandes calderos donde cocinar; también la Herrada, o “Herrá” como llaman en Almodóvar, que puede hacer referencia a las herrumbrosas piezas de las pezuñas de las caballerías que tan frecuentemente por aquí pasarían; Piedras “Nacias” que, en mitad del cauce del arroyo de La Dehesilla forman unas grandes losas pétreas que parecen manar de las entrañas del cauce y que eran aprovechadas por las mujeres de Almodóvar para lavar las ropas o los Lavajos, entre los que encontramos el Lavajo del Oso, el de la Pedriza o el de Cuatro Hermanos.

Figura 5. Piedras nacidas. Fuente: Autor

Por otro lado, está el nombre de los parajes que han sido escritos con el paso de la historia. Aquellos que hablan de estelas de actividad social, trasiego de alpargatas en la tierra y ecos de enfrentamientos sociales. Son aquellos como la Dehesilla o la Dehesa de Abajo. Este  nombre viene definido como tierra generalmente acotada y arbolada, por lo común destinada a pastos. Esta acotación con fines ganaderos procede etimológicamente de la defensa de un lugar. Y son estos dos significados los que le dan un sentido completo a las dehesas ya que han coincidido con ser, al menos en un momento de la historia, en las zonas públicas o comunales del pueblo.  Otro ejemplo destacado es El Almodovarejo, o “Almarejo” como lo denominan las gentes de Almodóvar,  que con su coqueto nombre hace referencia a aquel mitológico poblado abandonado junto al río Valdemembra que pudo ser el origen del municipio actual de Almodóvar. Más allá de estos tres importantes parajes, son otros los que hacen referencia a personajes de Almodóvar del Pinar, como las Tainas de Juan Lorenzo, de Torrecillas, de Juan Cano o las Viñas del Alcalde, figuras que de un modo humilde, silencioso y espontáneo han quedado momificados con su nombre en los parajes del término.

Figura 6. Taina Cachorro o de Anita en el punto más alto del término de Almodóvar, el pico Cachorro. Fuente: Autor

Pero sí hay unos nombres que llaman la atención en Almodóvar del Pinar por encima del resto son los asociados al ecosistema religioso. Si fue por una mística devoción popular, una alabanza divina o  por la influencia del próspero Convento de los Escolapios que aquí estuvo hasta finales del siglo XIX no se puede ni podrá asegurar.  La cuestión es que son numerosos los parajes con nombres referentes al mundo eclesiástico o religioso. Entre ellos destaca la Fuente de los Santos, punto de gran solera e importancia para el pueblo de Almodóvar ya que pudieron ser sus aguas que brotan como manjar divino, las que proporcionaron que fuera su entorno un lugar de devoción pues encontramos la ya extinta Ermita de San Bartolomé y que por aquí pasara la Cañada Real pues sirve como abrevadero para los ganados que por aquí pasaban;  la Cueva del Fraile, donde se cuenta que en tiempos de la Guerra Civil se escondió un cura del pueblo; la Taina de los Frailes, que era el corral que utilizaban los frailes de Almodóvar para guardar el ganado o la Cañada de las Cruces, que junto al arroyo de las Cruces muere en el río Valdemembra. Aparecen otros parajes que no son mencionados como Los Frailes, el cual puede hacer referencia a las posesiones de esta congregación religiosa que estuvo asentada durante tantos años en Almodóvar; o el Vallejo de la Ermita, junto a la extinta Ermita de San Bartolomé. A ello hay que sumar las cinco ermitas de Almodóvar: las dos situadas dentro del municipio que son San Vicente Ferrer y Virgen de las Nieves, así como las situadas en el contorno del pueblo que son las de San Miguel, San Cristóbal y la ya mencionada de San Bartolomé. Espacios naturales que, mientras corre el zorro y vuela la alondra, invocan a ese misterio divino que tanta fuerza ha desarrollado en nuestros campos

Figura 7. El Almodovarejo. Fuente: Autor

Muchos más quedan por mencionar como Los Alegones, Los Talayos, Los Terrajones, Valdemoros…  Y antes de terminar no debemos olvidar el nombre de los caminos: el camino a Paracuellos, a Barchín, a Motilla, a Campillo, todos ellos apuntaban el destino contundentemente. Lo que viniera después no importaba, quedaba demasiado lejos. También aparecen otros más íntimos y familiares como el Camino de la Ceja o el Camino a la Fuente del Chillarón. En total, a través de los mapas históricos del IGN y las palabras de las gentes de Almodóvar del Pinar se han registrado una cantidad de 119 parajes.. Muchos de ellos (49 parajes) sólo aparecen en los mapas y no han podido ser confirmados por los habitantes del municipio. Otros, antagónicamente, sólo han sido mencionados oralmente y no aparecen registrados en ningún mapa histórico. Por ello, han quedado como parajes “oficiales” un total de 60. ¿Será este el último registro topográfico de Almodóvar del Pinar?

La pérdida de estos nombres, cada vez atesorados por menos gente y con menos caudal para ser transmitidos a generaciones futuras, supone el empobrecimiento de la diversidad del paisaje. La familiaridad que acogía al lugareño y la riqueza literaria que proporcionaba al forastero se apaga.  Hoy el paisaje comienza a homogeneizarse. Los monocultivos comenzaron a apropiarse de la tierra hace ya unas décadas y ahora la monocultura comienza a apropiarse del paisaje. Tras tantas y tantas generaciones, los secretos comunes que guardaba la gente, la memoria colectiva que los hacía sentirse únicos, la biblioteca de carne y hueso del pueblo están agonizando. 

 

Conocemos lo lejano, lo exótico, lo inimaginable. Pero lo cercano, lo familiar y lo tangible lo desconocemos. Un viajero contaba que en algún lugar del mundo quedó escrito que “Por su cultura se conoce a los pueblos”. Ya veremos.

Esta entrada tiene un comentario

  1. Damián Coronado

    La ciencia rural, poco a poco con la desaparición de la gente mayor, se va también un importante conocimiento, y no va volver jamás. Yo que he vivido en un Pueblo desde pequeño y que iba a segar con mi padre, conociendo un gran número de parajes, pensé en reunir la toponimia del Pueblo y explicar un poco el por qué de esos nombres, pero cada vez hay menos gente que pueda ayudarme y mi tiempo también es limitado.

    Las nuevas generaciones están en otras cosas, que ni mejor ni peor, simplemente diferentes, y cada vez se abrevian más los parajes y al final van a quedar como en Almodóvar los 60 más típicos y que si nadie los escribe desaparecerán casi todos y en un futuro puede que los llamen hasta sectores o números.

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