Los paisajes semiáridos, frecuentes en lugares del sur de Europa, quedan supeditados a aquellos sitios donde el agua está disponible. A oasis que favorecen la vida.
Como los egipcios se precipitaban hacia el gran Nilo, lo propio han hecho, a lo largo de la historia, la habitantes del sureste de la península ibérica. Pero en este caso a un cauce mucho más humilde: el del río Segura.
Una arteria de fertilidad que ha favorecido el cultivo en sus riberas. Pero que, además, gracias al ingenio humano, ha podido crear extensas huertas que han afamado este territorio desde antaño. Y si algún lugar destaca por encima del resto, ese es el Valle del Ricote. Una comarca conformada por los municipios de Archena, Ojós, Ricote, Ulea y Villanueva del Río Segura, a los que podrían añadirse localidades unidas históricamente como Blanca, Abarán e incluso Cieza.
Sin embargo, de todas ellas, sólo una se encuentra apartada del cauce del propio río: Ricote, la que da nombre al valle. Su emplazamiento, alejado de las frecuentes crecidas del Segura, aseguró que su huerta e infraestructuras se mantuvieran más estables a lo largo de los años, lo que favoreció, en el siglo XIV, que la mayoría de la población del valle se situara allí.
La historia de la arquitectura del agua en Ricote
No obstante, en una región en la que la pluviometría anual apenas supera los 200 l/m2, es necesario adaptarse para sacar el máximo rendimiento. En el caso de la huerta de Ricote, el manantial de la Fuente Grande, con un caudal de 11 l/s, es aprovechado de la siguiente forma: al inicio del manantial, el lavadero, aprovechando el agua más limpia (usando, claro está, jabones ecológicos que no perjudiquen el posterior riego); tras ello, los sistemas de molinos; más tarde, comienza el sistema de riego, embalsando el agua por la noche para conducirla durante el día por un sistema de acequias que reparten el agua entre todas las huertas; por último, las acequias de desagüe que conducen el agua sobrante por su cauce natural en busca del río Segura.
Este sistema resumido de aprovechamiento del agua disponible, hoy impensable, ha sido utilizado desde el comienzo del poblamiento humano en esta región. De hecho, el sistema hidráulico de Ricote está datado ya en el siglo VIII, desde comienzos de la etapa andalusí. Estos nuevos habitantes favorecieron el desarrollo de cultivos de regadío de especies originarias de climas subtropicales, como el limón, la naranja o el albaricoque de Damasco, que dependían de esta irrigación para poder medrar. El cultivo de secano, con los cereales, la vid y el olivo como protagonistas, quedó relegado al Campo de Ricote, en el otro extremo del municipio, lejos del pueblo.
Sin embargo, este sistema hidráulico fue ampliándose según se vió empujado por el crecimiento demográfico. La segunda de las acequias madres de Ricote se vió impulsada por este fenómeno. A finales del siglo XIV, en la etapa mudéjar bajo el control de la Encomienda de la Orden de Santiago, Ricote es el pueblo más importante de toda la comarca, con la máxima extensión de superficie de regadío, siendo la cabeza administrativa de la encomienda. Testigo de ello es la hoy en ruinas Ermita de Nuestra Señora de las Huertas, pues está documentado que el edificio fue mezquita durante el periodo mudéjar.
Posteriormente, en la etapa morisca del siglo XVI, Blanca se convierte en la localidad más importante de la comarca. No obstante, sigue contando Ricote con la mayor superficie de riego, con 104,78 ha (937,2 tahúllas) registradas a mediados del siglo XVIII, más de un cuarto de todo el espacio hidráulico de la comarca. En aquel entonces, el olivo era el que dominaba estas huertas, siendo la mitad de la plantación. Cabe destacar el cultivo de moreras para la seda, industria hoy completamente desaparecida en la región.
A la zona principal de riego nutrida por la Fuente Grande y otros manantiales (Las Balsas, Balsa del Paúl, Pocico del Manco, balsas de La Hoya, Paco Pestaña, Vial y Los Clasos) había que añadir otras más humildes en el mencionado Campo de Ricote, como La Facarola, con apenas media hectárea; o Agua Bermeja, manantial secado en la década de los 60 del siglo pasado.
El sistema de acequias
Acercándonos al sistema de acequias y riego tradicional de Ricote, la Fuente Grande, sin duda, es el manantial principal, al que se añadirían otros más humildes ya mencionados. De la Fuente Grande surge la conocida como Acequia Madre, que recorre toda la huerta hacia el este, en busca del Segura. A partir de ella, multitud de pequeñas ramificaciones de acequias se desvían a derecha e izquierda para alcanzar la mayor superficie de regadío posible. A lo largo de su camino por las huertas, recoge el agua de otros manantiales más pequeños (Las Balsas, Balsa del Paúl y Pocico del Manco).
Sin embargo, otras muchas surgencias de este oasis ricoteño no estaban siendo aprovechadas. De ahí la creación de una Segunda Acequia Madre, que recogía las aguas de las balsas de La Hoya, Paco Pestaña, Vial y Los Clasos.
La Acequia Madre estaba formada por dos hilas (hileras) de agua. La primera de ellas (Hila del Molino) tomaba el agua de la Fuente Grande. La segunda, la Hila de la Balsa, recoge sus aguas de la Balsa del Molino, que acumula el agua de la Fuente Grande durante la noche. Esta balsa, conocida como Balsa del Concejo en el año 1613, fue una solución para que los ricoteños no tuvieran que regar de noche.
Así, en vez de aprovechar un caudal aproximado de 11 l/s durante 24h, utilizaban 22 l/s durante las 12h del día, aprovechando la luz solar. Esas 12 horas son desde las 6 de la mañana a las 6 de la tarde, dejando la noche para recargar la balsa.
El riego se repartía entre todos los horticultores y horticultoras de Ricote, dividiéndose las horas que podían regar. Como relata Jesús Quesada Moreno, horticultor local, los propietarios se juntaban la noche anterior para distribuirse las horas de riego, según lo que le correspondiera a cada uno. El reloj de la torre de la iglesia, hoy guardado en la parte de abajo del antiguo ayuntamiento, era esencial, pues permitía establecer los momentos de cambio de riego en una época en la que la gente no tenía reloj. Recuerda Rita, vecina del lugar, que la división de horas se realizaba cada 14 días, correspondiéndole a cada propietario la cantidad que pagara. Como muchos de ellos no tenían más que media hora cada 14 días, juntaban varios turnos para regar 2 horas cada 2 meses. Como el reloj no marcaba los cuartos, aquellos que sólo disponían de 15 minutos tendrían que regar mínimo cada 28 días.
La división del caudal se hacía mediante los Partidores. El principal de ellos es conocido como el de La Romana, pues realiza la primera gran división de la Acequia Madre. Se trata de estructuras de división del caudal mediante la apertura o cierre de compuertas. Mediante ese sistema, era conducida el agua a aquellas parcelas deseadas, según a quién correspondiera esa hora de riego.
Mención especial tienen las Ceñas, ingenios hidráulicos usados tradicionalmente para extraer el agua de pozos. Conocidas en otros lugares de la península como Norias de riego, su funcionamiento es sencillo: un animal de tiro giraba activando una rueda horizontal engranada a otra vertical armada de cangilones que elevaban el agua del subsuelo. En Ricote, hoy no queda ninguna de ellas, y nadie las recuerda, pues dejaron de ser utilizadas hace siglos. Sin embargo, se conoce la existencia de al menos tres: la Ceña de las Balsas, la Ceña del Maestrillo y la Ceña de los Anselmos.
Por último, el agua sobrante de las acequias se desaguaba hacia el Segura. Era aquí, en la zona más baja de las huertas, donde las mujeres se acercaban tradicionalmente a limpiar los utensilios de cocina, antes de que se distribuyera el agua por las casas.
Sin embargo, todo este sistema utilizado en la región desde el siglo VIII sufrió un cambio radical en la década de 1960: el Postravase Tajo-Segura.
Desde el Azud de Ojós, se derivó un canal a través del Estrecho de Solvente para aumentar la superficie de riego. Concretamente, 30 l/s de agua más. Así, en el año 1972 se calcularon 188,2 ha. de riego, casi el doble de las existentes dos siglos (y 20 años) atrás. Esta abundancia de agua fue definitiva para que el limonero fuera el cultivo dominante en estas huertas.
Además, tuvo su repercusión en el sistema de acequias tradicional, pues la Segunda Acequia Madre fue interrumpida e inutilizada, así como favoreció el hormigonamiento de los tradicionales canales de tierra, evitando así filtraciones.
Lavadero y molinos de Ricote
No hay mejor paraje donde contemplar toda la huerta de Ricote que desde su alto, desde el Lavadero y los Molinos. En primera instancia, el Lavadero Público, la zona de lavado más importante del municipio, ya mencionado en el año 1614 como “El Labador”. A pesar de que diversas Ordenanzas dejan claro que se podía lavar en cualquier acequia, era este el paraje más apreciado. La razón es sencilla: al encontrarse en el punto más elevado, cerca del manantial, sus limpias aguas eran las más idóneas para esta labor. Además, como recuerdan las vecinas de Ricote, “el agua de la fuente salía templada, lo que ayudaba a lavar”. Es interesante el detalle presente en las Ordenanzas del año 1919, donde se especifica que “las ropas procedentes de enfermos, que lo eran por contagio o epidemia, sólo se podían lavar desde el paraje de Lionero hacia abajo”. Como es lógico, labores de lavado de utensilios de cocina o, por ejemplo, limpiar las tripas de la matanza, se realizaban en las zonas más bajas, a fin de no contaminar el riego.
Y junto a este lavadero, el elemento imprescindible para la vida: el molino harinero, responsable de asegurar nuestro alimento base, el pan. Concretamente, dos molinos harineros: el Molino de Arriba y el Molino de Abajo (o Molino Viejo).
A finales del periodo mudéjar, en el año 1494, ya se tiene constancia de la existencia de un molino propiedad de la Encomienda de la Orden de Santiago. En concreto, se refiere al Molino de Abajo (Viejo). Un siglo después ya se documenta la existencia del contiguo de arriba. Sin embargo, la expulsión de los moriscos en el siglo XVII, con el consiguiente decrecimiento poblacional, ocasionó la ruina de estos edificios. De hecho, a mediados del siglo XVIII, en el Catastro de la Ensenada, sólo se menciona uno de ellos: “en esta Villa y su término hay un molino harinero situado en el pago de su nombre que es propio de la Encomienda a quien renta 665 reales de vellón anuales”. Además, se mencionan otros tres molinos de aceite, que eran de sangre. Es decir, eran accionados por la fuerza de animales de tiro. En el siglo XX, con la expansión demográfica de la zona, se recuperó el funcionamiento del segundo molino.
Otras aguas de interés
Más allá del claro protagonismo de la huerta cuando hablamos de agua en Ricote, han existido otros elementos destacables en la estrategia de adaptación de un pueblo a un paisaje semiárido.
De manera anecdótica, cabe destacar el Pozo de Nieve situado en el Barranco del Pozo, dirección hacia el Campo de Ricote. A pesar de que los vecinos y vecinas de hoy en día ya no lo recuerdan, está documentada su existencia como almacén de nieve, recurso fundamental para la conservación.
Otro ingenio ha sido, sin duda, la utilización de aljibes. Es necesario aprovechar al máximo la lluvia en un territorio donde escasea. Aun no contando con aljibes tradicionales en el monte, sí había en muchas de las casas del pueblo. Josefa, vecina del pueblo, recuerda cómo la recogían en su casa para ser usada en el corral, principalmente para dar de beber al ganado doméstico (gallinas, animales de labor y algunas cabras era lo habitual). Muchas casas también contaban con pozos propios con los que suplir estas necesidades del corral.
Pero principalmente cabe destacar el papel de las fuentes del pueblo, donde las mujeres se acercaban con sus cántaros para proveerse del agua necesaria para el consumo humano. Especialmente la Fuente Buena, principal manantial histórico de vecinos y vecinas, conocido antiguamente como “La Tahali”, nombre derivado del beréber “tahala” (fuente), lo que indica el remoto origen de este manantial.
Un oasis en medio de un yesar
¿Cómo un pueblo, situado sobre un monte yesífero con escasa vegetación, con apenas 200 l/m2 de lluvia anuales, ha sido la envidia de las huertas en nuestro país? Y todo ello alejado de cualquier río…
La Sierra de Ricote, frente al pueblo, tiene gran culpa de ello. Manantial de vida, multitud de surgencias de agua brotan aquí y allá.
Pero, ante todo, ha sido la excepcional adaptación a un entorno de las poblaciones que allí se han establecido. Desde comienzos de la época andalusí hasta el día de hoy, ricoteños y ricoteñas han aprovechado de la manera más eficiente toda el agua disponible. De una sola fuente surgen lavaderos, molinos y un excepcional sistema de balsas y acequias que han regado la extensa huerta de Ricote. Pero también con aljibes y otros pozos que han complementado las necesidades hídricas de la vecindad.
Pues Ricote es un oasis, sí, pero también es un pueblo que lo ha sabido atesorar.
Referencias
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- Campos y Fernández de Sevilla, F. J. (2010). Los moriscos en las “Relaciones topográficas” de Felipe II. Anuario Jurídico y Económico Escurialense, XLIII (2010) 413-430 / ISSN: 1133-3677
- Díaz Ortín, R. (2007). Estudio del paisaje cultural del valle de Ricote (Murcia).
- García Avilés, J. M. (2024). Sostenibilidad de la huerta tradicional. Análisis particularmente aplicable al valle de Ricote.
- Legado Vivo. Ruta de la Huerta de Ricote. Obtenido de https://rutadelahuertadericote.blogspot.com/
- López Moreno, J. J. (2015). Las huertas del valle del Ricote en los periodos mudéjar y morisco (siglos XIII – XVII). Aproximación a través de la arqueología hidráulica. Historia e historiografía de la expulsión de los moriscos del valle del Ricote. Murcia. Universidad de Murcia.
- López Moreno, J. J. (2018). Elementos hidráulicos arcaicos de las huertas del valle de Ricote. Un patrimonio para interpretar su paisaje morisco. XXIV Jornadas de Patrimonio Cultural de la Región de Murcia.
- Madoz, P. (1845-1850). Diccionario Geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar.
- Respuestas Generales del Catastro de la Ensenada. (1752). Portal de Archivos Españoles (PARES).
- AA. (2005). Murcia y el Agua: Historia de una pasión. Asamblea Regional de Murcia – Real Academia Alfonso X El Sabio.
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