La palabra y el lenguaje es una característica esencial que nos define como especie. Solo el canto de algunos pájaros y algunos pocos ejemplos más se asemejan a la comunicación que ha desarrollado a lo largo de la evolución el ser humano. Sonidos, letras, sílabas, palabras e idiomas que han conformado un sinfín de escenarios culturales a lo largo del mundo. El lenguaje como seña de identidad.
Si al coger un globo terráqueo, escogiéramos al azar un punto y nuestro dedo se posara en Quintanar del Rey, encontraríamos simplemente en el propio nombre del municipio una propia autenticidad lingüística que nos invita a viajar en el tiempo y en el espacio. Diferentes momentos históricos que hicieron del ir y venir de generaciones sobre este pedazo de tierra en un nombre, de nuevo, una identidad.
El final o coletilla del nombre podría estar más o menos claro, esta tierra pertenece o pertenecía a un rey. Y así es. Felipe II fue el que se encargó en 1561 de otorgar la independencia a esta antigua aldea que pertenecía a Villanueva de la Jara. Si el objetivo fue propiciarles favores o privilegios a sus vecinos y vecinas o si simplemente era resultado de una estrategia para cobrar más impuestos y así sufragar los inasumibles gastos de sus guerras a lo largo y ancho del mundo, nunca quedará claro. Quizás ambos motivos.
Pero si el apellido de Quintanar del Rey adquiere un significado claro y conciso para cualquier lector, es comprensible que con el nombre ocurra todo lo contrario. ¿Qué significa Quintanar? Incluso si preguntamos hoy en Quintanar del Rey sobre su significado, es posible que las respuestas sean diversas y variopintas. Pero tras una ficticia encuesta, tres podrían ser las habituales: el silencio, al compás de un levantamiento de hombros; el origen del pueblo, con orgullosa voz y la revista sobre curiosidades vecinales, en tono curioso. Y las tres encierran razón y explicación de tres momentos históricos.
El silencio. Esta etérea y definitoria respuesta muestra la desconexión que el ser humano, en ocasiones, entabla con su propio lenguaje. Palabras comunes, diarias, omnipresentes en nuestra conversación que carecen de sentido y significado para aquel o aquella que las nombra. Y eso ocurre con la palabra Quintanar.
Y, ¿qué tiene que ver Quintanar con el origen del pueblo? Pues muy sencillo, todo. Un quintanar es un grupo de quinterías o “quintanarejos”, es decir, pequeñas casas de barro y paja enjalbegadas de cal y con techumbre de carrizo o atocha donde se realizaban diferentes faenas agrícolas. Y ese fue el comienzo de Quintanar, humildes hogares que fueron conformándose en una pequeña aldea. Primero pertenecientes al Marquesado de Villena y al Señorío de Alarcón. Desde 1476 a Villanueva de la Jara y finalmente, en 1561, declarada como Villa independiente bajo el reinado de Felipe II, momento que toma su actual y monárquico apellido. Como detalle, en las Relaciones Topográficas que este monarca realiza en 1575, se describen las quinterías encontradas en diferentes pueblos manchegos como “…con sus tejados de teja aunque la mayoría de carrizo y atocha”. Las quinterías eran representación de un modo de vida agrícola, chozas blancas que como motas de algodón en la vasta extensión de terreno agrícola alegrarían la vista del pasajero o viajante, quizás también los ojos de aquel caballero de la triste figura y Sancho Panza. Junto a ella y bajo el debilitante sol se arremolinarían carros, cuadrillas de hombres y mujeres, espuertas, dos pares de mulas y sudor. Extenuante sudor. También, algarabía, cantos y plegarias en la época de vendimia y recolección.
Y por último, otras quinterías, esta vez una revista. Y es que “Quinterías” con mayúscula fue la revista que perfumó calles y conversaciones durante una década en Quintanar del Rey, más precisamente entre 1983 y 1992. Una época reciente de nuestra historia donde no cesaba el murmullo referente a la democracia y los nuevos tiempos. Pero también un crudo silencio ante el pasado político y un portazo a los modos de vida asfixiantes y tradicionales, es decir, a las herramientas que antecedieron a la transformación agrícola, a las costumbres, a los bailes, a las expresiones… El mundo y sus pueblos estaban deseosos de avanzar hacia delante. El futuro estaba en las capitales. Es por ello, que cuando hoy abrimos cualquiera de los treinta y dos números de la revista de Quinterías, contemplamos la importancia y valor de aquel trabajo que desarrollaron curiosos y activos culturales que, siendo de Quintanar o no, reivindicaron ese legado cultural e histórico que encierran sus calles y campos para acercarlo y entregarlo a sus gentes. Cuatro veces al año aparecía esta revista trimestral que tratando diferentes temáticas como la historia del municipio, poesía y temas de actualidad, fue convirtiéndose en un referente. Sus andanzas terminaron en 1992 tras haber sido publicados más de treinta números. Desde entonces es quizás el mejor punto de referencia para comprender el pasado, presente y futuro de Quintanar del Rey. También para comprender su origen, es decir, conocer el significado de una quintería. Quizás el acto más interesante pues con la propia palabra se intenta llenar el silencio que provoca el desconocimiento. Y qué decir si encima la revista se llama Quinterías.
Tras levantar el dedo sobre el mapa que señala Quintanar, el pensamiento no ha viajado solo en ese espacio que dibujan las fronteras, regiones y comarcas, también ha viajado a través del tiempo. La etimología o procedencia del nombre Quintanar del Rey explica su significado histórico y su forma geográfica. Es adentrarse en diferentes períodos históricos donde sucesivas generaciones han moldeado el territorio. Es desandar hasta regresar al momento en que en sus campos eran sólo salpicados por un conjunto de quinterías o casas de campo labriegas de barro, paja, cal y carrizo para posteriormente, observar cómo mientras el pueblo iba creciendo y se levantaban casas blasonadas y ermitas, también se desarrollaba un halo de silencio. Un silencio que se fue apoderando de aquel profundo y humilde pasado. Hasta que casi cinco siglos después la revista “Quinterías” se encargó, en un acto de modesta heroicidad, rescatar este nombre que viene de cuna y que se encargó de la recopilación de la información del pasado y el presente. Treinta años después, es una joya testimonial.
La palabra “quinterías” define la historia de Quintanar del Rey. También el halo de silencio que le acompaña. La palabra y el lenguaje de un lugar describe su propia vida y nos ayuda a conocer quienes somos e imaginar un futuro acorde a nuestros recursos. A veces son conocidos y en otras ocasiones, es necesario que una generación de hombres y mujeres se encarguen de no perder estos saberes populares e inherentes al pueblo y transmitirlo a sus gentes. Quintanar del Rey es el fruto de quinterías y Quinterías. Una misma palabra, una en minúscula y otra en mayúscula, para designar dos momentos en la historia de Quintanar del Rey. Una misma palabra que toca trinos de esperanza sobre el silencio.
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Vestal busca recuperar aquellos saberes ancestrales en riesgo de desaparición, así como poner este patrimonio etnográfico al servicio de la población de una manera atractiva, sirviendo de cimiento para el turismo cultural y la repoblación rural.