Ossa de Montiel en el espacio

Ossa de Montiel en el espacio

Viniendo desde la Mancha conquense tomamos en Villarrobledo la carretera CM-3123. En un momento dado desaparece la llanura inmensa y con ella los extensos viñedos y los rastrojos de cereal. Queda atrás la amplitud agrícola de La Mancha y la tierra se encrespa en lomas hirsutas de matorral y chaparros. Entramos en el Campo de Montiel. Se entreveran pequeños campos de cultivo con el monte de carrasca y romero. Llanos alomados con vocación serrana que nos conducen a Ossa.

 Su caserío es bajo y casi plano, ahondándose ligeramente, como escurriéndose hacia la vega leve del Alarconcillo. Bajando hasta la iglesia y la plaza del ayuntamiento nos percatamos de que Ossa no desciende, sino que, nacida en el hondo, más bien ha ido aupándose por la suave ladera fluvial hasta asentarse en el altiplano y luego ha ido creciendo y caminando por la carretera de las lagunas. Como si le fueran estirando hacia ellas.

Mapa siglo XVII donde aparece indicada Ossa de Montiel, La Ossa. Fuente: IGN

No busques en Ossa una población monumental. La humildad de sus principios y de su largo pasado ensalzan su presente emprendedor.  No hay una gran edificación que destaque, ni civil, ni religiosa. Ossa no es nobiliaria, ni clerical. Ossa es, desde sus raíces, pueblo jornalero y trabajador, apegado a la tierra como la mejorana y el romero. Poco tiene que ver la Ossa de Montiel actual con La Osa destrozada por la guerra de Comunidades que describen las Relaciones Topográficas de Felipe II. El caserío de Ossa ya no es miserable, como allí se describe, sino digno y agradable, sencillo y aseado, discreto y acogedor. Amplia extensión de casas de una y dos alturas. Calles rectas y suficientemente anchas.

   Buscamos por encima de los tejados la torre de la iglesia y no hay manera de encontrarla. ¿No hay iglesia en Ossa? ¡Pero si en cualquier pueblo de Castilla lo primero que salta a la vista es el campanario y el corpachón del edificio eclesial! Pues bien, no hay plaza de la iglesia, ni alta torre, ni gran iglesia. Hay un discreto templo parroquial como ermita o sencillo santuario. Un austero frontón por espadaña con dos vanos arqueados y simétricos con sendas campanas y, sobre ellos, un tercero más pequeño y vacío. Su cúspide rota se agracia con un frontoncillo geminado y coronado con una cruz de hierro. La portada se reduce a un arco románico de piedra de sillería enmarcado parcialmente por un fino alfiz, único lujo que lo embellece.  Sobre éste, en posición asimétrica, un extraño ventanillo con cuatro sillarejos como de antigua casona de vecinos. Interior diáfano y ojival de artesonado austero a dos aguas. El sencillo templo no está bajo la advocación de la Virgen, ni de ningún santo de primer orden como San Pedro, Santiago o San Juan, sino de la santa pecadora María Magdalena, que secó con sus cabellos los pies de Jesús, ungidos con sus lágrimas de arrepentida. Y tampoco hay conventos. El clero de Ossa siempre se redujo al cura.

Iglesia de María Magdalena en los añis 40. Fuente: Ruidera Treasures (https://ruideratreasures.es/iglesia-santa-maria-magdalena-ossa-de-montiel/)

  El cementerio se vincula con el pueblo con un fúnebre cordón umbilical formado por cipreses. Hacen guardia a lo largo del paseo en una mezcla de parque lineal y camino funerario. Señalan la meta inexorable que a veces olvidamos por obvia. Nadie puede decir en Ossa que no le han marcado correctamente la dirección de su destino. Los cipreses te lo dejan claro.

  En un parquecillo encontramos el rollo de la Villa. ¿Aquí colgaban los despojos de los ajusticiados?  Pues no. Aquí no. Este es una réplica del verdadero. El auténtico no se encuentra en parque, calle, plaza, ni en lugar público, sino en un domicilio particular. Ahora bien, los dueños están encantados de mostrarlo a los curiosos. Como curioso es que una columna jurisdiccional que representaba a la autoridad y a su poder punitivo quede en el ámbito íntimo e inerme de un hogar.  

 Llaman la atención los humilladeros de Ossa. Humilladeros actuales en formato antiguo, coronados por la ensangrentada cruz de la Orden de Santiago. Homenaje al largo pasado santiaguista.

  En el umbroso Jardín de la Glorieta se esconde la fuente antigua de Los Caños. Ya dejaron de venir las mozas con sus cántaros y botijos, con sus burros y aguaderas. Hoy clausurada, ha sido la fuente de toda la vida. Fuente de piedra noble, subterránea. Hay que bajar escalones para alcanzar el agua y respirar el aire dormido del pasado. Al frescor del agua se unía el de la entraña de la tierra. Cerca, cruzando el Alarconcillo, Ossa ha levantado un complejo lúdico al modo romano: un anfiteatro taurino, las termas de sus piscinas municipales y un campo de fútbol que podría semejarse al circo.

Fuente antigua de Los Caños. Fuente: Autor

  Ossa es mucho más que el pueblo. Lo primordial de Ossa lo creó, en principio, la naturaleza. Luego el hombre lo acomodará a sus necesidades, a veces sumándole historia y literatura, a veces restándole autenticidad. 

 Ossa no es un pueblo nuclear o centrípeto, es un cometa expandido con dos brazos paralelos que desde el pueblo se alargan hasta volver a coincidir en la laguna de San Pedro: la carretera de las lagunas y el arroyo Alarconcillo.

 Ossa se prolonga por la carretera en el polígono ganadero, la urbanización de la Ossa Menor, la cueva de Montesinos y finalmente en las construcciones riparias de las lagunas.

  El arroyo Alarconcillo enlaza el pueblo con el molino del Tobar, con el castillo de Rochafrida, con la ermita y casas de San Pedro y finalmente con la apoteosis de las lagunas. Alimentó a través de su caz y su balsa el molino del Tobar, hoy todo en ruinas, con sus dos piedras arrancadas y tiradas como despojos de una batalla. En Rochafrida circunda la muela peñascosa que nace como un tallo grueso o un surtidor de roca sosteniendo los cimientos supervivientes y los despojos de la fortaleza medieval. El arroyo se enrosca en un foso defensivo y funda un humedal a su alrededor como un anillo arbolado, verde y frondoso, donde hubo huertas. Y, a su ribera, bajo el peñón, entre la floresta de chopos y fresnos, sauces, jazmines silvestres y cornicabras, olvidada, la Fontefrida de la tórtola viuda.

  Ossa es el romancero que canta al castillo de Rochafrida con su doncella Rosaflorida y a la fuente de Fontefrida. Es la leyenda cervantina de Ruidera y sus hijas, del mago Merlín y del conde Montesinos por el que aquella doncella desprecia a siete condes y a tres duques de Lombardía.

Castillo de Rochafrida sobre el valle del Arroyo Alarconcillo. Fuente: Autor

  Ossa es el Parque Natural de las lagunas. Uno de los más importantes y hermosos fenómenos cársticos de Europa.  De quince, nueve y media pertenecen a Ossa. Allí se levantaron molinos harineros, algunos de los cuales se trasformaron en fábricas de luz. Contemplamos con tristeza cómo siguen viniéndose abajo las del Ossero, Ruipérez y Santa Elena. Al pasar junto a ésta nos sorprende una pareja vocinglera y chirriante de rabilargos, ave extraordinaria, endemismo ibérico, que no habita en ningún otro lugar del mundo, sino en esta parte de la península. 

  Ossa es la cueva de Montesinos. Alrededor de la abertura, la caliza adquiere una policromía tejida por los líquenes que viene a representar otra alucinación de grises azulados, azules celeste, verdes oliva o esmeralda, amarillos de limón y plátano, azufrados, anaranjados  y ocres dorados, rojos cinabrio o tonos carnosos, pardos y negruzcos, matices terrosos y submarinos. Hoy la entrada es más accesible que la que encontró Cervantes: “…cuya boca es espaciosa y ancha; pero llena de cambroneras y cabrahigos, de zarzas y malezas, tan espesas y intrincadas, que de todo en todo la ciegan y encubren”. Don Quijote se ha hecho ensogar para bajar a las entrañas de la sima encantada y Sancho, preocupado, quiere quitarle la idea.

– “Mire vuestra merced, señor mio, lo que hace: no se quiera sepultar en vida, ni se ponga adonde parezca frasco que le ponen a enfriar en algún pozo. Sí, que a vuestra merced no le toca ni atañe ser el escudriñador desta que debe ser peor que mazmorra.

-Ata y calla –  respondió Don Quijote – , que tal empresa como aquésta, Sancho amigo, para mí estaba guardada.” 

Cueva de Montesinos. Fuente: Autor

 Ossa es sus campos de cereal y sus segadores abatidos por el rayo. El 26 de julio de 1963 cinco segadores sorprendidos por la tormenta, la mayoría jovencísimos, se refugiaron bajo la carrasca que no les protegió de la muerte. Esta misma carrasca que ahora nos cobija a nosotros y a un monumento funerario de piedra. Sobre un alto pedestal oscuro destacan, blancas, una cruz culminante y una estela inscrita con los nombres y edades de los desafortunados.   

 Ossa es su monte oloroso de espliego, romero y mejorana, de esencias destiladas para oler bien y curar, de enebro de la miera pastoril, de la carrasca de carboneros y leñadores.

 Ossa es su ermita moderna de San Pedro sustituta de la mozárabe, o quizás visigoda, demolida en 1943. Hay fotos que nos hacen sentir cierta añoranza sin conocerla y nos queda el resquemor de que quizás pudiera haber sido salvada.

 Junto a ella, la Venta del Celemín, de vocación cervantina, ha tomado el blanco y el añil manchegos en una aproximación también al hidalgo y a su patria. Muchos pueblos se disputan el escenario de las andanzas del caballero de la Triste Figura. En Ossa no hay discusión, la novela detalla los parajes reales llamándolos por su nombre: Cueva de Montesinos, Lagunas de Ruidera. Realidad trasformada, eso sí, como espacio de fantasías mágicas.

Laguna Lengua. Fuente: Autor

  San Pedro, además de la ermita, tiene en Ossa un vértice geodésico, una cumbre de tierra cultivada, la Cabeza de San Pedro, y hasta “un par de huevos”. La ermita a los pies de la Cabeza y, entre medias, un par de peñascos desnudos que el humor de los que vienen en romería han bautizado sin ningún complejo. “¡¡Vivan los huevos de San Pedro!!”, gritan las devotas con una cadencia modulada de partitura popular. Es el vítor que mejor representa el carácter socarrón de Ossa. Es un vítor iconoclasta, heterodoxo, de un pueblo respetuoso con sus tradiciones, no clerical, ni aristocrático, un pueblo alegre, vital, independiente y trabajador que ha prosperado por su esfuerzo y sus manos hacendosas, pueblo de carboneros y miereros, de cabreros y leñadores, de granjeros, queseros y destiladores de hierbas montaraces. Pueblo que supo adaptarse a los tiempos modernos y amparándose en la única riqueza que le ha sido pródiga: la naturaleza, ha sabido encontrar en el turismo un recurso valioso y de futuro.

¿Fue el destrozo de la guerra en el siglo XVI, y sus consecuencias dolorosas durante tanto tiempo, lo que marcó el alma recia y vitalista de este pueblo que tuvo que hacerse e inventarse a sí mismo en una tierra sin pan y sin vino?

Ermita de San Pedro Sahelices en los años 20 del siglo XX. Fuente: Autor

BIBLIOGRAFÍA:

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