Imagen de cabecera: Ilustración de las “Cencerrás”. Vicente Blasco Ibáñez
Es una costumbre, afortunadamente ya en desuso, que consistía en acompañar a unos novios especiales para el pueblo: un viudo y una viuda, un viudo y una soltera muchos años más joven que él, dos solterones mayores o dos personas que se llevaran gran cantidad de años. Los acompañantes iban provistos de enormes cencerros, bombos, tambores, botellas de anís vacías, sartenes, latas y toda clase de instrumentos de percusión que emitieran mucho ruido y desagradable. El acompañamiento consistía en dar la tabarra o la monserga algunos días antes y después de la boda para celebrar “a lo burro” el feliz casamiento. Si lograban coger a los novios el día tan celebrado, les hacían un montón de fechorías como subirlos en un carro y pasearlos por el pueblo al son de la “cencerrá”.
Mientras recorrían el pueblo, iban dando grandes gritos y cantando letras como estas:
– ¿Quién se casa? -Juan, el Escarcha
– ¿Con quién se casa, o contra quién? – Con Luisa, la Blasa
– ¿Qué le va a dar? – Un candil roto
– ¿Para qué? -Para que le hagan una foto.
O coplas y disparates como estos:
Entre ambos amantes
juntan cuatrocientos años
el novio es un chopo viejo
la novia ristra sin ajos.
Los padrinos de esta boda
ya saben su obligación:
subir al altar los novios
no caigan de un tropezón.
Dos viejos muy setentones
se casaron anteayer
y luego dirán que el juicio
se adquiere con la vejez.
– ¿Quién se casa? -Mercedes.
– ¿Con quién? -Con Pepete.
– ¿Pa qué? -Pa que le toque el clarinete.
– ¿Quién se casa? ¿Quién se casa?
-La Tranca. – El Bernabé
– ¿Con quién? – ¿Con quién?
-Con el Cristino – Con la Moñete
-Pues que le toque el chumino. -Pues que le toque el ojete.
– ¿Quién se casa? -El Cojo
– ¿Con quién? -Con la Roberta
-Pues que le meta la muleta,
si le falta la herramienta.
Por supuesto, cuanto más se enfadaba el nuevo matrimonio, más fuertes se hacían los estribillos y la “cencerrá” duraba más tiempo.
Si el novio se unía al festejo convidando a los mozos del pueblo, las cencerrás eran más pacíficas y suaves. Pero si no, se volvían más fuertes y algunas veces llegaban a las manos, e incluso otras veces a garrotazos o con tiros de escopeta y alguna muerte, desgraciadamente.
Esta costumbre estaba inspirada en el repudio que la sociedad les hacía a las personas que se casaban dos veces. Las segundas nupcias o los matrimonios desiguales eran considerados como ejemplo de desatino por parte de quien lo realizaba. Y, el pueblo, burlándose del que se casa dos veces, o de viejo, reprobaba también los matrimonios desiguales por edad o dinero. El saber popular aconseja: “Cásate y tendrás mujer; pero si enviudas, no te cases otra vez”.
La cencerrá, como costumbre de casi toda la geografía española, pervivió por la tolerancia de las autoridades civiles, la pasividad de las autoridades eclesiásticas y por contar, en muchos casos, con el beneplácito de los novios. Fue prohibida en todos los siglos comenzando por el siglo XIII, después con Carlos III y castigada en el Código Penal en 1870. A principios del siglo XX aún seguía vigente en distintas partes de España como en Huete, donde se acostumbraba a pasear a los novios en carro y con palio grotesco. Hoy día, ha desaparecido por el pensamiento más progresista de las personas, por la despoblación en los pueblos y porque los mayores suelen juntarse y no casarse, para evitar pagar más impuestos a Hacienda.
En el Quijote se describe una cencerrada en el capítulo 46, pero no porque fueran a casarlo. Donde sí se narra una cencerrá es en el libro Platero y yo de Juan Ramón Jiménez, lo cual demuestra la popularidad de esta antigua costumbre. Ya en 1693, el Diccionario de Ayala decía: “Cuando un viejo se casa con una niña o un mozo con una vieja, o dos viejos o alguna viuda por tercera o cuarta vez, la gente popular acostumbra a darles chascos la noche de bodas, haciendo ruido con sartenes y hierros viejos o cencerros”. Vicente Blasco Ibáñez publica “La Cencerrada y otros cuentos “a finales del siglo XIX. Julio Caro Baroja escribe sobre este asunto en el artículo “El Charivari en España. Vida y muerte de la cencerrada en España”, donde ofrece datos de las diversas regiones españolas en 1901 y explica la etimología y las leyes que la prohibían.
Yo no he visto ninguna cencerrá en mi pueblo en mis sesenta y dos años de existencia. Mis padres me contaron que sí vieron alguna y mis abuelos lo recordaban con mucha alegría y un poco de malicia. Seguro que a algún lector de este artículo sí le han contado una cencerrá de su localidad. Esperemos que esta costumbre no reviva o si revive se transforme en algo más positivo y de festejo popular o folclórico, con consentimiento de los novios.
Para saber más
- Caro Baroja, J. (1980). El charivari en España. Historia, 16(47), 54-70.
- Artículo de la Revista de Folklore nº 21 de la Fundación Joaquín Díaz escrito por José Luis Alonso Ponga, en 1982
- Artículo escrito por Manuel Fernández Grueso en 2013 en el blog del Ayuntamiento de Villar de Cañas (Cuenca).
- VALLEJO Y GUIJARRO, M. L. (1978). Costumbres populares conquenses.
- Blasco-Ibañez, V. (1893). La cencerrada y otros cuentos.