En todos los pueblos de la provincia de Cuenca, y principalmente en los menos poblados, existía la costumbre de que cuando un chico se hacía novio de una chica de otro pueblo, tenía que sufragar una invitación a todos los mozos de esa localidad, como forastero que era. Cuanto más rica fuera la familia de la prometida, mayor era esa especie de rescate que debía pagar por ella.
Muy pocos se atrevían a resistirse a pagar esa invitación, porque si no lo hacían … ¡menuda se liaba, menuda venganza se tomaban los mozos del lugar!. Lo más normal era que lo llevaran en procesión entre todos y lo bañaran en el pilón de la plaza del pueblo, en el lugar poco saludable que existía en casi todos los pueblos, donde metían su morro o se abocicaban los burros y las mulas de los agricultores para saciar su sed.
Hoy día, como la Cuenca despoblada no tiene jóvenes y hay mucha más educación y civilización, se ha ido perdiendo poco a poco esta costumbre de la “contribución” por llevarse un forastero a una chica del pueblo.
En Cuenca y en los pueblos mayores, esta costumbre se ha ido extendiendo a las peñas y a los círculos de amigos de las novias, cuyos pretendientes siguen pagando la patente con el fin de “caer bien” e integrarse.
Lo echaban al pilón de la fuente.