La ingeniería vernácula de Gestalgar: un recorrido por su patrimonio hidráulico

La ingeniería vernácula de Gestalgar: un recorrido por su patrimonio hidráulico

Podría definirse el concepto de ingeniería vernácula como una simbiosis entre los factores culturales y bioclimáticos. Como el ejemplo de adaptación de una comunidad a un entorno con una tecnología apropiada.

Por tanto, para comprender la complejidad del patrimonio hidráulico de un municipio como Gestalgar, es preciso establecer las bases de esos factores culturales o históricos, así como los medioambientales.

A las faldas del Alto del Gaspar, en pleno meandro del río Turia, se encuentra el actual pueblo de Gestalgar. Pocos metros antes, tras el Estrecho de los Azudes, el río se amansa, lo que permite el desarrollo de una economía agrícola más productiva.

En este contexto, tres fueron los poblamientos que llegaron a desarrollarse, en diferentes etapas de la historia, en el municipio. En la margen izquierda del río, la actual villa de Gestalgar, siendo probablemente de origen andalusí, denominada como Algar en época medieval. En la margen derecha, frente al pueblo, donde hoy no queda población, se desarrolló la primigenia villa iberorromana de Los Yesares, pasando a denominarse como Xest en la etapa andalusí, y despoblándose finalmente. Por último, aguas abajo, también a la margen derecha, La Andenia, pegada al municipio de Bugarra.

Foto de Gestalgar desde Los Yesares, destacando el meandro que el Turia dibuja a su paso. Fuente: Vestal.

Las acequias para regar

Pues bien, cada poblamiento (también denominado como alquería en época andalusí) conlleva un sistema de aprovechamiento de aguas para el riego y la mejora de la productividad agrícola. Cada sistema de acequias está diseñado para una comunidad de riego. 

El inicio de este aprovechamiento humano del agua está en el Acueducto de los Calicantos, de origen romano. Sin embargo, se trata de un proyecto inacabado.

Centrándonos en los tres poblamientos originarios de Gestalgar, es sin duda el de mayor importancia el sistema de acequias de la margen izquierda, donde está actualmente el pueblo. “Se trata de un sistema hidráulico claramente andalusí”, remarca Víctor Manuel Algarra, arqueólogo responsable del Catálogo de Bienes y Espacios Protegidos de Gestalgar. Esto se confirma en el Diccionario de Madoz, del siglo XIX, pues dice que “el terreno es bastante quebrado en general; pero consigue una pequeña vega que se fertiliza con las aguas del Turia o Guadalaviar que corre de O. a SE., y se toman por medio de una presa o azud, obra de los árabes”. Es andalusí por el sistema arborescente en el que una acequia madre ramifica el agua mediante brazos, haciendo más eficiente el riego, pues distribuye mejor el agua en todas las parcelas. No obstante, la primera referencia documental aparece ya en el siglo XVI.

Siguiendo el acueducto romano, pero a una cota inferior, se encuentra la acequia madre, la Acequia del Lugar. Tomando el agua mediante un azud (presa) en la garganta aguas arriba conocida como Estrecho de los Azudes, conduce el agua hasta las faldas del núcleo urbano. Como recuerda Joaquín Martínez Sánchez, vecino del lugar, “el agua se cogía donde la central, donde hicieron los de antes un azud”. Se refiere a la Central Hidroeléctrica de “Portlux”, a la salida de este estrecho, frente a Peña María. En un primer tramo, la acequia discurre paralela a la Senda de Peña María, para acabar en el Huerto de la Señoría, antiguo huerto perteneciente a la casa señorial, que guarda la tipología de los huertos cerrados medievales. Tras ello, se encuentra un segundo tramo donde la acequia se bifurca en múltiples brazos de riego mediante el uso de partidores. Se trata de tres brazos principales, que riegan las subpartidas de Bajo Molino, Molino del Manco y La Hoya. Este sistema permitió regar históricamente 29,6 hectáreas, relegando el núcleo urbano al espacio situado encima de la Acequia del Lugar.

Tramo de la Acequia del Lugar, a su paso por la Calle Trinquete, en el año 1940, a la derecha de la imagen. Fuente: "Gestalgar, imágenes y memoria de un pueblo", trabajo desarrollado por la Asociación amigos y amigas de Gestalgar.

Se trataba de un sistema de riego a manta conducido por acequias labradas en tierra. Posteriormente, la acequia tradicional fue hormigonada para evitar filtraciones, así como se ha ido implantando, en los últimos años, el riego por goteo. Esto ha provocado el abandono de la acequia madre, así como parte de la degradación de las huertas tradicionales.

Respecto a los poblamientos de la margen derecha del Turia, destacan las históricas Acequias del Rajolar y del Olivar. Pese a que en este caso no hay evidencias claras, todo indica que este sistema de riego tiene también un origen andalusí, conectando con la población de Xest, heredera de la villa romana de Los Yesares.

Por último, La Andenia, esa antigua alquería lejos del castillo que aún es zona de importantes cultivos. En este caso, la protagonista es la Balsa de la Andenia. Capta el agua del propio acuífero a través de un manantial que surge de la Umbría de la Andenia. Tras almacenar el agua en la balsa, la distribuye por todas las huertas del lugar, delimitadas por el Turia al norte. Tan fértil e importante fue este paraje, que sobrevivió a las despoblaciones producidas con la conquista cristiana y, sobre todo, con la expulsión de los moriscos, viéndose favorecida por ventajas fiscales por parte de los señores de Gestalgar para evitarlo.

Balsa de la Andenia. Fuente: Vestal.

En resumen, unos sistemas de riego milenarios, que han sido fundamentales para la población hasta hace apenas unas décadas. Como anécdota, es curiosa la función del sereno en esta tarea en Gestalgar. Como recuerda Fina Herráez Sánchez, vecina, la gente ponía en la puerta rayas o piedras para avisarle para que le despertara a la hora que querían ir a regar. Una función crucial en tiempos en los que el despertador era el sol o el gallo.

Los molinos para comer

Si algo hace único a los sistemas hidráulicos andalusíes es el máximo aprovechamiento de las aguas captadas. Pues no sólo alimentaban huertas. También otros ingenios como molinos hidráulicos, fundamentales para convertir el cereal en la buscada harina.

En la influencia de la Acequia del Lugar tres molinos llegó a haber, citados por Madoz en el siglo XIX, quedando sólo uno de ellos reconocible: el Molino de la Concepción. Aunque se cita por primera vez en el siglo XVII, es probable que sea de origen medieval. Por otra parte, dos molinos más llevaron a existir: el Molino del Manco y el Molino de Martín.

Fachada del Molino de la Concepción. Al fondo, puede observarse el Castillo de los Murones. Fuente: Vestal.

Sólo dos mencionan los vecinos de Gestalgar. “Estaba el Molino del Tío Martín y el del Tío Pepe”, recuerda Joaquín. El Molino del Manco, hoy desaparecido, debía situarse cerca del Puente Viejo, en la zona donde el Turia forma un gran meandro.

Hoy sólo queda como testigo el Molino de la Concepción, con muchos elementos propios que recuerdan el sistema de molienda tradicional, como la rampa de entrada de agua o la muela volandera, las cuales eran con probabilidad extraídas de la Sima del Muro.

Los lavaderos para lavar

Otro elemento crucial se integra en este sistema hidráulico: el lavadero. En concreto, dos lavaderos llegó a tener Gestalgar alimentados por la acequia. Uno de ellos el que aún sigue en pie, en el paseo de Los Chorros, reformado tras la riada de 1957; el otro, construido posteriormente en el Camino del Puente, está ya desaparecido.

Antiguo lavadero, en la década de 1950. Fuente: "Gestalgar, imágenes y memoria de un pueblo", trabajo desarrollado por la Asociación amigos y amigas de Gestalgar.

Era habitual que las mujeres fueran a diario a limpiar los utensilios de cocina, tanto a los lavaderos como, en ocasiones, a la propia acequia. Sin embargo, para lavar la ropa era normal que se desplazaran hasta la Fuente Grande, aprovechando que el agua de esta salía más templada. Como recuerda Fina, los lunes solían ir allí cargadas con sus palanganas y la merienda que tomaban mientras esperaban que la ropa secara. También era habitual que lavaran allí las tripas del cerdo tras la matanza, dada la temperatura del agua.

Paraje de la Fuente Grande visto desde la otra orilla del río. Fuente: Vestal

La riada de 1957 destruyó el lavadero, obligando a las mujeres a desplazarse a un pequeño estanque de un barranco cercano para fregar los cacharros. Sin embargo, al poco tiempo pudo recuperarse este importante espacio de socialización. Finalmente, la llegada del agua a las viviendas terminó por sepultar el uso de este lugar.

Las fuentes para beber

Pero más allá de regar, moler o lavar, no debemos olvidar la función elemental del agua: hidratarnos. En este caso, el agua de la acequia no es la mejor. Se necesita contar con el filtrado del subsuelo. Hay que recurrir a los manantiales del pueblo.

Para que el ganado abrevara por los montes cercanos había varias posibilidades, como el Aljibe de Corchichillas, el Pocico Paulín, la Fuente Murté o la Fuente Martín.

Sin embargo, para consumo humano, y cerca del pueblo, tres eran las fuentes principales. La de Peña María, más retirada; la de San Juan; y, sobre todo, la ya mencionada Fuente Grande. Hoy en día, es esta última la que usa el Depósito de agua “El Motor” para elevar el agua hasta el depósito de las Eras, desde donde se realiza la distribución domiciliaria del agua. Antes de que llegara a todas las casas, iban las mujeres con los cántaros a las propias fuentes mencionadas, así como a la Fuente del Chorro, junto al Lavadero, donde se canalizó.

Acequia del Lugar a su paso por el depósito de agua “El Motor”. Fuente: Vestal.

Las Centrales Hidroeléctricas para iluminar

La entrada en el siglo XX, en la modernidad, se hizo de la mano de la electricidad, una auténtica revolución industrial y social. En muchos lugares, molinos harineros, batanes o martinetes cambiaron sus tripas para alojar turbinas y generadores con la que producir esta electricidad. En el caso de Gestalgar, se trataron de nuevas construcciones que no iban a desaprovechar la fuerza del río Turia. En particular, dos fueron (y son, pues siguen en funcionamiento) las centrales minihidráulicas de Gestalgar: la Central Hidroeléctrica de Portlux y la Central Hidroeléctrica de La Papelera.

Central Hidroeléctrica de Portlux, con Peña María al fondo. Fuente: Vestal.

La primera de ellas, de Portlux, instaurada en el año 1931, se sitúa a la salida del mencionado Estrecho de los Azudes, no muy lejos de la toma del agua para la Acequia del Lugar o de la Presa Vieja. Es curioso, no obstante, que el azud de la propia central se sitúe alejado de la misma, en el límite municipal con Chulilla.

Respecto a la segunda, conocida como La Papelera, se terminó de construir en 1951. Su ubicación, sin embargo, está en el otro extremo del municipio, junto a la Andenia. Pero la captación de aguas, es decir, su azud, está aguas arriba del pueblo, cerca de las ruinas del Acueducto de Calicantos, conduciendo el agua por la margen derecha del río, recorriendo los parajes de El Rajolar, el Rincón, el Olivar y, finalmente, la Andenia.

Un ejemplo de adaptación a un medio. El caso de los barrancos suburbanos

La arquitectura hidráulica de Gestalgar es ejemplo, sin duda, de adaptación a un terreno. Su configuración andalusí, con la importancia de la acequia madre como responsable de la ordenación urbanística, ha propiciado el respeto y separación del núcleo urbano y la zona productiva (e inundable). Sin duda, el emplazamiento de la acequia determinó la ubicación del poblamiento, relegado a la ladera no fértil, aunque protegida de los vientos del norte y encarada al sur, aprovechando al máximo la energía solar. La vega, zona fértil e inundable, se destinaba al cultivo irrigado, evitando, en caso de riada, que las viviendas (y vidas humanas) se vieran afectadas.

Como gran ejemplo de adaptación en un contexto de expansión demográfica caben destacar los barrancos suburbanos. En los siglos XVIII y XIX, al producirse un crecimiento poblacional, hubo necesidad de ampliar el casco urbano. Dada la propia orografía del lugar, se considera como más viable la ampliación hacia el oeste, hacia las Eras. Sin embargo, entre medias del casco urbano original y la ampliación cruzaban dos barrancos que bajan desde el Alto de Gaspar, el cerro sobre el que se asienta Gestalgar. Para solventar ese obstáculo se decidió canalizar ambos barrancos mediante unos túneles abovedados. Dejaron espacio para que el agua pudiera seguir su curso, desembocando en el Paseo de los Chorros, bajo la acequia. En la actualidad, estas aguas se canalizan hasta el propio río. “Nos metíamos por el túnel a jugar”, recuerda Fina al hablar sobre estos barrancos suburbanos.

Barrancos suburbanos de Gestalgar. Fuente: Vestal.

En definitiva, está especie de protoalcantarillado surge bajo una premisa básica: la escorrentía producida por fuertes lluvias se va a producir periódicamente, con lo que se requiere un diseño adaptado a esta realidad. Encementar por donde el agua va a bajar nunca es buena idea. Los antiguos, con muchos menos medios, parece que ya lo sabían.

Referencias

  • Algarra Pardo, V. M., Navarro Pérez, M., Álvarez Ortiz, M. (2015). La casa de la Andenia. De alquería a masía en el territorio agrícola de Gestalgar (La Serranía-Valencia). General de Ediciones de Arquitectura.
  • Algarra Pardo, V. M., Navarro Pérez, M. (2021). Catálogo de bienes y espacios protegidos de Gestalgar. Gestalgar.
  • Esquilache, F. (2021). La distribución tradicional del agua del río Turia entre las acequias de la Huerta de Valencia: Un sistema de origen bajomedieval. Historia Agraria, 85, pp. 71-97.
  • Hermosilla Plá, J., Ferrer Morales, A. J., Esteve u Doménech, V., Morales Hernández, A. J. (1993). Utilizació de recursos hídrics al Turia mitjà: tram de Gestalgar-Bugarra-Pedralba. Lauro, Quaderns d’història i societat. Número 7.
  • Madoz, P. (1845-1850). Diccionario Geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar.

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