En Villaconejos de Trabaque hay un camino llamado Sendilla del Peral. Al lado norte hay una piedra hincada, de unos 30 cm de altura por 20 de ancha, que tiene en el centro una cruz. Observándola con mucha atención se comprende que debió ser hecha con gran esmero a punta de navaja u otra herramienta más apropiada, tanto por lo perfecta que está como por lo bien que se conserva.
Se llama a esta piedra “La cruz del peregrino”, y tiene mucha historia escrita, aunque no se conoce quién la tiene guardada o si no la conserva nadie. Solo hay datos de ella, conservados por tradición, de padres a hijos y aún abuelos.
Se cuenta que un hombre anduvo mucho tiempo por aquellos parajes, vestido como con un hábito de monje y que decía ser peregrino. Un día apareció muerto y alguien lo recogió para sepultarlo, poniendo en este sitio la piedra descrita, tanto para recuerdo como para que alguien, al pasar por aquel sitio, rezara, como es antigua costumbre, una oración por su alma.
Para incrementar el misterio, de esta misma senda se dice que, en tiempo de Alfonso VIII, por aquí se dio una gran batalla que ganó un sobrino del Cid, y que fue uno de los mejores capitanes de aquellos tiempos, llamado Albaidáñez. Derrotó a los moros, dejando el camino lleno de cadáveres, por lo cual se le llama la Senda de la matanza, que es el trayecto del Camino Real (Camino de Córdoba), según está escrito.
También está escrito que, al verse aniquilado el ejército cristiano, el jefe del mismo dispuso el grueso de la columna para retirar el fondo monetario y del mejor macho romo. Le cargaron dos cofres de monedas de oro que llevaban para gasto de las tropas, y una escuadra de escogidos soldados salieron escoltando el tesoro para ponerlo a salvo.
No se sabe qué camino cogieron, pero se supone que fue la Sendilla del Peral para llegar al camino de Cañamares, o el de la Senda de la Zorra a fin de desorientar a los enemigos.
Es tradición que, al empezar a repechar la sierra, la caballería empezó a sudar por el gran peso de la carga. Antes de llegar a la mitad de la cuesta ya casi no podía andar. Pelearon con el animal, ayudándole lo que pudieron, pero se les agotó y cayó muerto reventado.
Los soldados entonces transportaron aquellos pesados cofres y los llevaron a unos barrancos de dicha sierra para guardarlos. Los enterraron, quedando muy bien tapados, y señalaron el sitio con tres puntos y distintas distancias, siendo uno de ellos la Peña del Arca, que está en el camino de Cañizares, sitio llamado El barranco, hacia la mitad de la falda.
Esta operación la efectuaron entre tres oficiales de la confianza del jefe de la columna, que tuvo que quedarse al mando de ella. La leyenda no consigna los nombres de los tres oficiales que realizaron el trabajo de guardar el tesoro.
Como la batalla seguía encarnizada, creyeron que con uno que quedara guardándolo, los otros dos podrían volverse para ayudar a los suyos en el combate que se estaba librando. Entonces sortearon y el que sacó el número uno quedó guardando el tesoro, para dar cuenta de él y dar fe del sitio donde quedaba al jefe de la columna, cuando pudiera venir a recogerlo, o alguno en su nombre, con el nombramiento y autorización correspondiente.
Así lo juraron. Los dos oficiales restantes marcharon a ayudar a sus compañeros en el combate, quedando el que sacó el número uno, responsable del tesoro escondido. Él, al no presentar la documentación necesaria, según se acordó, respetaba el juramento de fidelidad, como buen servidor de su jefe y de su patria. Por tal motivo, estaba dispuesto a seguir sacrificándose, hasta morir si era necesario, con la voluntad de Dios, para guardar el secreto.
Es creencia general en Villaconejos de Trabaque, que el peregrino dejó escritas sus memorias, entregadas a dos personas de su confianza; pero no se sabe a quién encomendó el secreto de su misterio, por el que consintió morir según lo había jurado.
Se sigue creyendo que el famoso tesoro sigue enterrado, cuyo secreto el peregrino se llevó a la tumba, cuyo recuerdo perdura por la cruz que lleva su nombre. Una vaga esperanza se tiene en que alguien pueda aclarar este misterio y encontrar los datos que dejó escritos el penitente y fiel peregrino…
Adaptado de Leyendas Conquenses. Tomo IV, de María Luisa Vallejo, ed. 1ª.
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