Húelamo y sus aguas

Húelamo y sus aguas

 Walmu se levantó en la empinada ladera junto al peñón vigía, para guardar y defender las aguas del Júcar y avizorar las entradas y salidas por la vega. El peñasco es como un ojo escrutador enclavado en las defendidas alturas. Porque Huélamo existe por el agua y para el agua. El Júcar no sólo tiene importancia local, sino que trasciende hasta los confines del mar, hasta las ricas huertas de Levante. Al Andalus perfeccionó la agricultura de Roma sobre todo en el regadío, mediante azudes y acequias, muchas de ellas todavía activas, y domesticó el rio para llevar desde aquí hasta las mismas atarazanas los troncos del mejor pino laricio de la Península destinados a la construcción naval y a la de grandes edificios. El Júcar se hizo imprescindible y Huélamo un punto estratégico de primer orden para su defensa. Huélamo es como es y está donde está por el agua.

Aguas arriba, el Júcar es todavía un riachuelo, un cauce niño de aguas escasas y trasparentes. En Huélamo se hace adulto.

Aguas transparentes del río Almagrero. Fuente: Autor

 El royo Almagrero, tras ir encajonado en un tramo inaccesible de rocas horadadas como chimeneas o claraboyas fantásticas, escenario geológico irreal de La Bodega, entra en término de Huélamo, y aquí le nacen los hontanares en un prodigio de musgos y barreras de toba. Tras el manantial de los Chorros, brotando del propio lecho, los espectaculares Manantiales de los Prados de la Sierra del Agua y las fuentes de Santa María, el Almagrero se convierte en el rio de la Herrería de los Chorros o Royo Herrero.   El nombre le viene de aquella primitiva siderurgia que durante siglos permaneció aquí y del agua que mana a raudales. Sus aguas abundantes ya comienzan a tomar matices verdosos de una intensa trasparencia que le dan categoría de ser uno de los hábitats fluviales mejor conservadas de toda la Serranía. Depositaria de una flora y fauna destacada, fue declarada Reserva Natural, la valoración medioambiental más alta que se puede dar a un rio.

  Según el Catastro de la Ensenada, a mediados el siglo XVIII Miguel Franco, de Orihuela de Albarracín (así se llamaba entonces Orihuela del Tremedal en Teruel), es el dueño de la herrería y, además, de un martinete de hierro y otro de cobre, un mesón y una tienda de comestibles donde se abastecen los pueblos de alrededor. La Herrería es la primera aldea castellana que encuentra el que viene de Aragón.

 Próximo a unirse al Júcar trascurre bajo dos puentes: el de la carretera actual a Tragacete y el bien mantenido y transitable del camino antiguo, donde radicaría el puerto seco o aduana interior. Es tal la importancia del Royo de la Herrería que se podría decir que el Júcar es el afluente porque aquel le suma más agua que éste lleva y de una calidad muy superior.

Nacimiento y manantial de los Chorros. Fuente: Autor

 Continua el Júcar bajando más contento que unas pascuas al verse tan mejorado de repente, cuando recibe la corriente pura, recién nacida, de la Fuente de la Serna, una de las más potentes también del Alto Júcar. Nace a los pies de un peñasco con cuatro surgencias que se apresuran a aunarse y pasar por debajo de la carretera de Valdemeca. Da idea de su relevancia el hecho de que, en sus tiempos, moviera un molino, un batán y posteriormente una fábrica de luz. La dehesa de la Serna, de antigua alma ganadera, tiene fuentes con abrevaderos como la del Rodeo con un gamellón y la del Chopar con tres.

  Los últimos kilómetros del río Valdemeca son de Huélamo y en tierras de Huélamo confluye con el Júcar aumentándole de una manera sustanciosa el caudal. Pero antes de ello el Valdemeca ha recibido el Royo Valdonarre y algunos manantiales como el de Fuencaliente, tan estimado que fue deseado y pretendido por una embotelladora, la fuente del Sargal, los manantiales de la cerca del Maza, la fuente de las Barrosillas donde al parecer hubo otra herrería. El Valdonarre se engorda con las tres fuentes de su mismo nombre o la de la Tía Faciosa, bajo una hermosa peña.

Paraje de la fuente de la Serna. Fuente: Autor

 Aportaciones temporales recibe el Júcar por su margen derecha del barranco de la Tía Francisca y el Valdeosillos con el nacimiento homónimo cerca de su cabecera y la solitaria Fuente de Menga próxima al Júcar, en medio de bancales y tierras de cultivo hoy totalmente yermas y poblándose de monte.

  La fuente Valdelatas da origen al arroyo así denominado, conocido también como Valdeosos. Poco después de la confluencia con el Valdemeca, donde los amplios prados de La Serna se cierran y el rio se estrecha acercándose al pueblo, es el Júcar retenido por la renombrada presa del Molino. Este azud, todavía en buen estado de conservación y con su moderna escala para peces, nutría el milenario molino de Huélamo, algunos riegos y hasta hace poco una piscifactoría.

 El Júcar después de pasar bajo el puente que nos eleva al pueblo, recibe por la derecha al caudaloso y apresurado Royo Pajarón que da continuación al Royo de los Navarejos o de las Chorreras desde la Dehesa del Masegar y la Serrezuela de Peñarrubia. El Royo de Los Navarejos, nacido en la fuente del Hornillo, es un cauce montaraz de corriente saltarína sobre las represas de toba que sus aguas calcáreas han ido levantando en el álveo. Se le añaden la fuente del Prado del Masegar, la de la Chorrera, enclavada entre dos cantiles como si la estuvieran pariendo, la de la Umbría de Juanlabrá y la fuente de los Navarejos.  Cuando el Royo Pajarón vislumbra la vega, comienza a atravesar una amplia extensión yerma de antiguos cultivos, antes de diluirse en el Júcar bajo la fascinante estampa del pueblo.

 Pasado éste por la margen izquierda damos con el Royo de las Salinas. No puedo aguantar las ganas de hacer aquí una digresión filológica y decir que en la Serranía los arroyos son “royos”, del mismo modo que las aceras de las calles eran “ceras”. Al contrario, por cierto, de los aparatos de radio que entre nosotros eran “arradios”. Y es que los serranos somos así, le damos la vuelta a lo que sea con tal de llevarle la contraria al que tenemos enfrente. El Royo de las Salinas ya declara que por aquí en su momento las hubo, como las hubo en el arroyo Salado de Tragacete o las hay todavía, aunque en desuso, en el arroyo de las Salinas de la dehesa de Valtablado, tributario del Almagrero, muy cercano a Huélamo, pero ya en Teruel. Al Royo de las Salinas de Huélamo van las aguas de las fuentes del Pajarillo, del Espolón, de las Nogueras y de las Canales. En la de Las Nogueras se toma el agua del pueblo y esto le permite ayudar a otras como la del Pozuelo o resucitar una fuente estratégica que se secó como la del Milano. En Cañá del Zorico que va a dar al Royo de las Salinas encontramos la fuente del Rincón, junto a antiguas tierras de labor hoy entregadas al monte.

 El barranco de El Horcajo es un vallejo generoso en aguas, prados y pinos. Por aquí nos topamos con la fuente de la Tocona donde se establecieron en su momento unos viveros, hoy inexistentes. Dispone de un caño de hierro, un gamelloncillo y el aljibe que daba servicio a aquellos. De dichos viveros procedían los pinos que repoblaron importantes superficies en las cabeceras del Horcajo y Royo de las Salinas. La fuente del Horcajo, una de las más hermosas de Huélamo, nos deleita con sus seis tornajos de madera, dispuestos graciosamente en cuesta y en zigzag.  Y las fuentes del Alto de la Umbría del Horcajo y la de la Raiz (o Larray).

Fuente del Horcajo. Fuente: Autor

 Al Royo de los Ceños, que viene a dar al Barranco del Horcajo un poco antes de que éste desagüe  en el Júcar, va la fuente de los Chustales o de la paridera de la tia Casimira.

 La fuente Barranco da nombre y principio al arroyo homónimo y no muy lejos encontramos la fuente Secreta. Sólo por las denominaciones tan sugestivas merece la pena repasar algunas de las innumerables fuentes de Valdemeca y señalar que la mayor parte de ellas eran aprovechadas para huertos, aunque fuera uno sólo si su caudal no daba para más.

 Una segunda presa para riego tenía el Júcar de Huélamo en la Venta de Juan Romero cuando esta aldea estaba repleta de vida. Procedente del término de Cuenca y Beamud entra en el de Huelámo el Royo Pedregoso un poco antes de su afluencia. Aunque ya están fuera, no podemos dejar de recordar la fuente y el Molino de Juan Romero. La fuente, situada en un área recreativa muy agradable de la Cañada Real; y el molino, aunque privado y en recinto vallado, digno de convertirse en un museo por su perfecto estado de conservación. 

Fuente de la Venta de Juan Romero. Fuente: Autor

Fuentes próximas al Júcar: la de los Arrieros, la de Menga, la de los Gamellones, la del Pantasmo (de caudal inapreciable pero de inquietante nombre) y la fuente Navar, Junto a la carretera de Tragacete: la del Huerto, la del  Pie o la Cuadrá también conocida como la del  huerto del tío Primo.  Sobre el camino de Las Majadas la de la Barga, de frontal de piedra y tres largos abrevaderos de madera.

Huélamo no sólo tiene sus fuentes en medio de los montes o junto a los cauces, las tiene en cualquier parte, incluidas las cunetas de carreteras y caminos.  El propio pueblo ya nació cerca de ellas, incluso las metió dentro de sus calles. La del Milano, subiendo desde la vega, como descanso y refresco del arduo ascenso, la fuente del Collado cerca del cementerio. Dentro del pueblo la de la Plaza, con su largo pilar donde abrevaban las caballerías, la de la Virgen del Pilar, la de la Parra y la del Camino Ancho. Y prolongando el paseo, ¡cómo no! la del Pozuelo, espacio ameno y frondoso, para disfrutar de su agua, su sombra y su frescor sobre todo las mañanas y tardes de verano.

Fuente de la plaza de Huélamo. Fuente: Autor

  Huélamo, afortunado en aguas, (1) no saca ya hoy en día mucha prosperidad de ellas, porque todas las entrega. Las regala en el embalse de la Toba para generar energía a los de Madrid, y en el de Alarcón a los regantes y usuarios de Albacete, Valencia, Alicante o Murcia. Como hemos visto no siempre fue así: molinos, regadíos, batanes, herrerías y martinetes, una piscifactoría, el trasporte fluvial de la madera.  Aguas provechosas del Júcar que, además, criaban un pescado tan exquisito que el dueño de la villa se daba más que satisfecho con las veinticuatro empanadas de trucha que cada año le enviaban en pago de sus títulos de propiedad.

 Hubo tiempos, pues, en que los ríos y sus aguas dieron su fruto sabroso aquí. Dieron vida. Todo la actividad industriosa o agrícola fue llegando, lamentablemente, a su fin.  Pero estos rios, royos y manantiales, aunque muchos de ellos venidos a menos, ahí siguen, como el arpa de Bécquer.

  • En el capítulo 23 de las Relaciones Topográficas de 1576 leemos “Que (el término de Huélamo) es tan abundoso de aguas que no hay otra cosa si(no) fuentes y royos y rios, como está dicho en el capítulo veinte de los nombres y rios, y que las fuentes que hay es grande el número y tan cristalinas y dulces que parece que no pueden ser mejores en el mundo, frías como el mármol de verano y agosto, y calientes de invierno como un baño

 

BIBLIOGRAFÍA:

-Relaciones de pueblos del obispado de Cuenca. Julián Zarco Cuevas. Excma Diputación Provincial de Cuenca.  Cuenca, 1983. (Trascripción de las Relaciones Topográficas de Felipe II).

Este artículo forma parte del proyecto “Huélamo, cuna de las maderadas del río Júcar”, desarrollado por Vestal Etnografía, y financiado por el Ayuntamiento de Huélamo y la Diputación Provincial de Cuenca.

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