Al aproximarse al mundo de los ingenios hidráulicos en La Mancha y, en especial, en Lillo, lo primero que cabe pensar es en su imposibilidad, debido a la falta de ríos con un suficiente caudal permanente que atreviesen el término. Y esto no es algo nuevo, debido a las incesantes sequías y riegos desmesurados. Ya en el siglo XVI, en las Relaciones Topográficas de Felipe II, se preguntaba sobre ríos y fuentes, a lo que los habitantes de Lillo respondieron lo siguiente: “se responde que de aguas dulces para la gente se provee de ciertos pozos media legua de esta villa, y de esta no hay mucha abundancia, hay en el pueblo y cercano de él muchos pozos de agua y muy someros que no es dulce. Vase a moler el pan a los ríos sobre dichos a los más cercanos, y traen agua, y en todo tiempo al río de Tajo”.
Y es que, río o no, el pan ha de molerse. En algunos parajes manchegos, esto se solucionó con la fuerza del aire, invento que se implantaría en Lillo tardíamente, ya en el siglo XIX, estando hoy completamente desaparecido. En otras ocasiones, se implantaron tahonas accionadas con la fuerza de burros y mulas, pero la eficiencia del agua o el aire, que no demandan comida ni precisan descanso, no tiene rival. Estos molinos de tracción animal eran más empleados para la obtención del aceite o en la molienda del yeso, en este caso usando una era. De hecho, en el Catastro de la Ensenada, a mediados del siglo XVIII, ya se mencionan dos molinos de aceite, propiedad de Nicolás Monroy y de Pablo de Lara, tratándose lo más seguro de tahonas de tracción animal.
Entonces… ¿cómo se molía antes? La respuesta es clara, arrendando o comprando molinos en las inmediaciones que sirvieran para dar este esencial servicio a la población. El Arroyo de los Tesillos (o de Santa María) en el norte y el río Riánsares en el sureste eran, se quiera o no, también propiedad de los lilleros y lilleras.
Los molinos del Riánsares
Este hoy humilde riachuelo, en ocasiones identificable sólamente por el cartel que encontramos al cruzarlo por la carretera, albergó multitud de molinos a lo largo de su cauce, con especial relevancia en los pueblos de Villacañas o Corral de Almaguer, a pesar de no acarrear suficiente agua en los años secos. Y, como se mencionó anteriormente, algunos de estos ingenios tuvieron relación con Lillo, al ser propiedad de vecinos del pueblo. De hecho, ya en el Catastro de la Ensenada se remarca la existencia de un molino en este río. Pero la historia proviene de mucho antes.
Probablemente, el más destacado de ellos ha sido el Molino del Tejado o Molino Tejada, mencionado ya en el año 1511 y en el 1555 como parte de la Orden de Santiago, a la que pagaba tributo, concretamente, tres fanegas de trigo al año. El mencionado Catastro de la Ensenada señala que su propiedad recae en don Nicolás de Monroy de Lillo, nacido el 14 de octubre de 1714 en Lillo, y donde fue regidor en 1741 y alcalde en 1743, 1748, 1753 y 1766. Es decir, una de las familias ilustres lilleras de la época. A raíz de un manuscrito de don Gorgonio García Ibáñez en el año 1864, conocemos que a mediados del siglo XIX sigue funcionando el molino (es de los pocos ya en esa época) y su propiedad es aún de los Monroy. De hecho, durante mucho tiempo, incluso tras su desaparición, el camino que lo unía con Lillo, se denominó Camino al Molino de Tejada y a la senda que lo cruzaba paralelo al río como Carril de Monroy.
Al norte del molino de Tejada, estaría el molino El Quadrado o El Cuadrado, propiedad de don Manuel Ochoa de Lillo en el año 1752. El topónimo cuadrado o quadrado hace alusión a una medida agraria. En el mencionado manuscrito del año 1864, se menciona el molino como propiedad de una capellanía de un vecino de Lillo. Sin embargo, en esta época se menciona como arruinado. De nuevo, uno de los caminos que dirigían al Riánsares, denominado como Camino del Cuadrado, nos señalan la ubicación aproximada de este edificio.
Dos molinos más guardan relación con Lillo. El llamado de Pinzagorras (o Pinzazorras), construido a finales del siglo XVIII y propiedad de don Tomás Collado Peralta de Lillo en el año 1864. Este vecino ilustre, dueño de la Casa Grande hasta su muerte en 1930, proviene de una larga estirpe de lilleros y lilleras que portaron el apellido Collado. Por último, cabe destacar el molino de Paúles, pues a pesar de no conocerse propiedad asociada a algún vecino de Lillo, es mencionado ya en 1555 en el límite de la Orden de Santiago, de San Juan y el Arzobispado de Toledo, aunque perteneciendo a la capilla del comendador de la Orden de Santiago, Juan de Ayllón. Este punto está en el mojón que separa los municipios de Villa de Don Fadrique, Villacañas y Corral de Almaguer, y muy cercano al que define Lillo, siendo, históricamente, tierra de frontera de las dos órdenes militares mencionadas, así como del Arzobispado de Toledo y, por tanto, terreno de continuo conflicto.
Este último molino de Paulés (o Pablés, como lo recuerdan muchos vecinos y vecinas) estuvo en uso hasta época muy reciente, siendo habitual en los años 50 y 60 que la gente se desplazara allí para moler su grano. Era regentado por Reyes Sesmero Córdoba y su familia.
Todos ellos fueron desapareciendo debido, fundamentalmente, al impacto que tenían sobre el riego de los cultivos aledaños.
El batán, un ermitaño del norte
Si para moler el pan los vecinos de Lillo miraron al sureste, no fue así para dar consistencia a sus paños. Al norte, alejado del núcleo de población, un arroyo surca el límite municipal en busca de su padre el Tajo. Se trata del Arroyo de Santa María o Arroyo de Tesillos, y en su ribera se alojó el único batán del que se tiene constancia en Lillo: el batán de Carahorma, del que hoy se conservan dos casas utilizadas como aperos de labranza, así como un pequeño patio arbolado que las une.
Hay multitud de topónimos que nos indican su existencia, como Cerro del Batán, Manantiales o Fuentes del Batán y el Camino que va a el Vatán o el Carril del Batán. Sin embargo, al conversar con vecinos como Tomás “Cubillo” Gómez González, no recuerdan la existencia de este batán, por lo que tuvo que dejar de estar en activo, como mínimo, desde antes de la Guerra Civil.
Este batán, uno de los pocos de toda la Mesa de Ocaña, se encuentra en la cuenca del río Tajo, contrastando con el resto de elementos hídricos del municipio (en especial las lagunas y el Riánsares) que forman parte de la cuenca del río Guadiana. Es Lillo, sin duda, tierra de fronteras, tanto las históricas antes mencionadas como naturales.
El Canal de Guadarrama. Dejando a los molinos sin trabajo
Pero todos estos ingenios hidráulicos podrían haber quedado destruidos mucho antes, sin llegar siquiera a conocer el siglo XIX. Diseñado en 1785 por el ingeniero Carlos Leamur, el Canal de Guadarrama es una clara muestra de las intenciones reformistas de la España de Carlos III, el conocido déspota ilustrado.
El objetivo de este descomunal proyecto era unir Madrid con el mar. De haberse finalizado, hubiera sido sin duda un revés para el afamado tema de The Refrescos, Aquí no hay playa. Se buscaba unir el río Guadarrama con el Guadalquivir mediante una serie de canales navegables que facilitaran el comercio internacional de la capital del país. Nuestro propio Panamá.
Tres grandes cuencas hidrográficas confluían en este proyecto: Tajo, Guadiana y Guadalquivir. Por ello, era necesario realizar dos canales de distribución (Tajo-Guadiana y Guadiana-Guadalquivir) para salvar las diferencias de nivel del terreno. En la primera divisoria se encuentra Lillo. Para conseguir el agua suficiente que alimentara el canal, se planificó una presa en el Riánsares, a la altura de Corral de Almaguer, aprovechando la totalidad del caudal del río, dejándolo seco aguas abajo y, por tanto, imposibilitando la existencia de molinos en su ribera.
La idea era recoger todo ese agua y transportarla mediante una acequia, de unos 25 km. de longitud, hasta la Balsa de Tembleque. Esta acequia cruzaría el término de Lillo por el sur.
Una obra faraónica que, aunque quizás bienintencionada en pro del aclamado progreso, fue una suerte que finalmente no se realizara, pues probablemente hubiera implicado una serie de consecuencias sociales y medioambientales que estaríamos sufriendo a día de hoy. Generaciones que hubieran tenido dificultades en sus necesidades diarias, como el riego, el abastecimiento de agua o la molienda del grano. Si el “progreso” mata vidas, quizás no es tanto progreso.
Referencias
- Álvarez, J. (1576). Relaciones histórico-geográfico-estadísticas de los pueblos de España hechas por iniciativa de Felipe II: Reino de Toledo. Universidad de Castilla la Mancha.
- Benito Ruano, E. Visita de las villas y lugares del Arzobispado de Toledo (1435).
- Cifuentes y de la Cerra, N., del Pozo Manrique, M., Maza Vera, M., Martínez Tobarra, A., González Gómez, D., Ramia, F., Castelló, T., Lacomba, I., Sancho, V., García, F., Almenar, D., García, I., Llorens, G. La Mancha Húmeda. Confederación Hidrográfica del Guadiana.
- Fidalgo Hijano, C., González Martín, J. A. (2015). La evolución del paisaje natural a través de la toponimia: Lillo (La Mancha, Toledo). Cuadernos Geográficos 54(2), 220-244
- Gómez Díaz, J. (1996). Lillo, mi pueblo, su gente.
- Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Protección del patrimonio arqueológico en el Planeamiento Urbanístico de Lillo (Toledo). Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.
- Koldo Lizarralde Elberdin, K. Madoz y su Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico.
- Madoz, P. (1845-1850). Diccionario Geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar.
- Mendoza Arellano, J. L. Estudio histórico-geográfico sobre la primera salida de Don Quijote de La Mancha. https://www.academia.edu/10317712/ESTUDIO_HIST%C3%93RICO_GEOGR%C3%81FICO_SOBRE_LA_PRIMERA_SALIDA_DE_DON_QUIJOTE_DE_LA_MANCHA
- Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo (2018). Patrimonio arquitectónico e inmaterial de Lillo. Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo
- Respuestas Generales del Catastro de la Ensenada. (1752). Portal de Archivos Españoles (PARES).
- Rojo García-Lajara, R. (2022). Artefactos y construcciones industriales en la historia de Corral de Almaguer. Primera Parte: Molinos de Agua.
- Sánchez Sánchez, J. (2010). Ingeniería hidráulica en La Mancha. el sueño ilustrado de navegar por Despeñaperros frente al sueño de irrigar la mancha. Los canales del Gran Prior y de Lemaur. Facultad de Ciencias Sociales de Cuenca. UCLM.
- Vestal Etnografía S.L. (2024). El agua en la historia de Lillo, con Juan Gómez Díaz. Vestal Etnografía S.L. https://www.youtube.com/watch?v=bNC5bofLmJU&t=34s
- Vestal Etnografía S.L. (2024). Pastoreo, pozos y norias, con Tomás “Cubillo” Gómez González. Vestal Etnografía S.L. https://www.youtube.com/watch?v=c56MkN6OLUs&t=460s
- Vestal Etnografía S.L. (2024). La vegetación acuática en los humedales de La Mancha, con Santos Cirujano Bracamonte. Vestal Etnografía S.L. https://www.youtube.com/watch?v=TpN_LQgAyjw
El proyecto “Lillo: en busca del agua entre cuencas”, financiado por el Ayuntamiento de Lillo y la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha a través de los fondos de la Unión Europea-Next Generation UE, tiene como objetivo principal la puesta en valor de todo este patrimonio cultural, oficios y conocimientos ecológicos tradicionales asociados al ciclo del agua en el municipio de Lillo.
Vestal es una consultoría que apuesta por el fomento del turismo cultural en el medio rural.
Vestal busca recuperar aquellos saberes ancestrales en riesgo de desaparición, así como poner este patrimonio etnográfico al servicio de la población de una manera atractiva, sirviendo de cimiento para el turismo cultural y la repoblación rural.