El taray (Tamarix canariensis)

El taray (Tamarix canariensis)

La laguna del Taray de Quero recibe su nombre propio del único género arbóreo que la habita.   No hay muchas plantas, y menos árboles, que puedan soportar la alta salinidad de estos humedales. El taray tolera dosis de sal superiores a las del mar, como las que se dan frecuentemente en las lagunas salobres de la Mancha.

Tarayes cercanos a la ribera del Gigüela. Fuente: Autor

 Estos vegetales especializados  reciben el calificativo de halófilos, palabra de origen griego, que en castellano traduciríamos por “aficionados a la sal”. Si bien las plantas en general  necesitan determinadas sales, en exceso como aquí ocurre, mueren.  Las que sobreviven se lo tienen que agradecer a una innata capacidad para eliminarla. Disponen los tarayes en la superficie de sus hojillas  de glándulas que la acumulan y la expulsan a través de sus poros.  Tiene más sal el taray en las células de sus hojas que la que hay en el suelo que habita. Las hojas de los tamarices, como las hierbas del género Limonium tan abundantes en las lagunas de Quero y de la Mancha, pueden aparecer durante el dia cubiertas de una capa gris de cristales de sal y por la noche y al amanecer mostrarse frescas y verde brillantes debido a la absorción de la humedad atmosférica por parte de esa sal superficial. Mucha de ella cae al suelo y así se  impide el arraigo de otras especies que le podrían hacer la competencia.

   Sembrar sal era entre los pueblos antiguos un rito esterilizador para dejar sin futuro al vencido. Tras haber arrasado sus casas hasta los cimientos y quemado sus cosechas, se escenificaba una siembra simbólica de sal. Al hacerlo quedaba patente la voluntad  que el vencedor tenía de impedir que el enemigo volviera a cultivarla.  

     Tenemos lagunas próximas a la del Taray que también reciben su denominación de otras especies vegetales asociadas a la salinidad. La laguna Albardiosa de Lillo toma su nombre del albardín (Lygeum spartum). La del Salicor de Campo de Criptana del salicor o barrilla como se denomina a varias especies, Salsola soda, Sarcocornia fruticosa y otras,  de las que se extrae la sosa.

Formaciones de tarayes en la ribera del Gigüela. Fuente: Autor

    La agricultura intensiva con el uso continuado de abonos químicos está llevando a muchas tierras a un proceso de salinización importante. Los laboratorios agronómicos  se han puesto a investigar variedades de cultivos que puedan adaptarse. La contaminación por nitratos y otras sales en embalses, arroyos y ríos ha propiciado la expansión de tamarices a costa de especies de ribera como los sargatillos o sauces arbustivos.

     El Riánsares y el Gigüela son ríos salinos por naturaleza y en las lagunas endorreicas, como la laguna Grande de Quero, se acumulan por evaporación tales cantidades de sal de higuera o amarga (sulfato de magnesio) que desde la antigüedad se han estado explotando.

  El taray requiere mucha luz solar. Y suelo algo húmedo y permeable. Es muy resistente a las enfermedades y a las plagas. Si aguanta la sal, aguanta casi cualquier cosa. No el frío excesivo. Le hacen poca gracias las alturas. Lo encontramos en la orilla del mar y en muchos lugares del interior pero más allá de los 800 m de altitud es cada vez más raro. Fácil de cultivar mediante estaquillas  y de rebrotar tras talas o incendios, es eficaz como cortavientos, para fijar dunas,  para sujetar taludes arenosos, márgenes de cauces y terraplenes o para  regenerar  tierras degradadas.

Tarayes cercanos a la ribera del Gigüela. Fuente: Autor

 El taray necesita terrenos que drenen bien. Tiene raíces muy largas que le posibilitan alcanzar el agua allí donde se encuentre y mantiene perfectamente el tipo ante el azote del viento, como han podido comprobar a lo largo de muchos años los jardineros de San Sebastián. Tenían éstos un serio problema en el famoso parque Alderdi Elder situado junto a la playa de la Concha. Todas los árboles de cualquier especie que allí plantaran eran abatidos por los fuertes  vientos cantábricos.  A finales del siglo XIX probaron con tamarices y fue mano de santo. Hasta hoy.  

   El taray se agrupa en bosquetes más o menos espesos: los tarayales. Si hay poca agua el tarayal aparece más aclarado, si hay mucha, como a veces ocurre en las riberas de los embalses, pueden proliferar y adquirir una densa masa de brotes que prosperarán, o no, según se mantengan los niveles del agua, cosa rara, pues nuestros embalses fluctúan tanto que las plantas leñosas  muchas veces nacen y luego se  pierden.

Tarayes en un camino lagunar. Fuente: Autor

 Los tarayes reciben diferentes nombres en castellano. La toponimia nos descubre los usos verbales de cada tierra. El vocablo “taray” se lleva más en La Mancha, de ahí la laguna del Taray en Quero y el río y la laguna del Taray Chico en Las Pedroñeras y Las Mesas. Hacia el norte se suele usar más “tamariz”, así la lagunilla de Tamariz en Fuentes, no lejos de Cuenca, o las lagunas recuperadas de Tamariz de Campos en Valladolid. Y hacia el sur la denominación suele ser “taraje” así la laguna del Taraje en Doñana, o el Tarajal, un barrio de Málaga y un paraje costero de Ceuta famoso por la tragedia de 2014 (1). En algunas zonas de la cornisa cantábrica usan el término “tamarisco” lo que ha llevado a muchos a cambiarle el nombre por “tamarindo”, un frutal del trópico americano con el que no tiene absolutamente nada que ver. Confusión que saca de quicio a los amantes de los tamarices.

      El taray es un arbolillo o arbusto grande con uno o varios troncos. Si lo normal es que alcancen los dos o tres metros de altura pueden superar los ocho o diez.  Normalmente están inclinados y enredados. Adquieren formas caprichosas. Es tanta la variedad que no hay dos tarayes iguales. La corteza es negruzca con grietas de fondo rojizo. Las ramillas recientes son verdes y luego se vuelven de color rojo oscuro o pardas con tonos encarnados. Las hojillas son escamas minúsculas que como las tejas  se van solapando unas con otras, cubriendo alrededor las ramillas. Se parecen algo a las de la sabina. Al contrario que ésta, las pierde en otoño tras adquirir unos tonos marrones.

Tarayes con sus inflorescencias. Fuente: Autor

 Las flores, blancas y rosadas, serían inapreciables si no se juntaran en vistosas espigas densas y multitudinarias. Su abundancia confiere al taray una gran hermosura primaveral. Aún se vuelven más llamativos cuando fructifican y las espigas aparecen envueltas en pelusa blanca, como la de los chopos. Se sirven del mismo truco para diseminar las semillas. Esos pelos les permiten salir volando o flotar en el agua para colonizar nuevos territorios.

     Ahora bien, hay una profunda diferencia entre chopos y tamarices. Y es que hay chopos machos y chopos hembra.  Y sólo las hembras producen simientes y pelusas. Sus órganos masculinos o femeninos no tienen pétalos, pues son fecundados por el viento. Todos los tamarices son hermafroditas y echan pelusas. Tienen flores con los órganos masculinos y femeninos juntos. Cada florecilla está provista de pétalos y de glándulas de dulce néctar para atraer a los insectos polinizadores.

Espiga en flor de taray. Fuente: Autor

  La leña del taray era muy estimada en sus tiempos para alimentar los hornos de tejares, caleras y  yesares.  Incluso en carpintería. Es rico  en taninos. Con sus hojas y, sobre todo, con su corteza se hacen infusiones para cortar las diarreas.

    Dice Andrés de Laguna a la glosa de su traducción del Dioscórides: “Tiene el tamarisco virtud de mundificar y cortar con alguna adstricción, por donde conviene mucho a las opilaciones de higado y de bazo y es un soberano remedio contra la hidropesía. Léese en autores auténticos que si diéremos siempre a beber y comer en algunas artesas de tamarisco a los puercos, y después los matáramos, los hallaremos sin bazo.” (2).

Leyendo a Cervantes siempre se aprende sobre los usos y costumbres de su tiempo, incluidos los medicinales con plantas. Así sabemos, aunque expresado en clave de humor, de la fama para la salud que se le daba al “agua de taray” y de que setenta años era en aquellos tiempos, una edad ya muy avanzada.

Rufián:  (…) ¿De qué murió?

Trampagos:     ¿De qué? De casi nada:

                         Los médicos dijeron que tenía

                        malos los hipocondrios y los hígados,

                        y que con agua de taray pudiera

                       vivir, si la bebiera, setenta años. (3)

Espigas con los frutos de taray. Fuente: Autor

Y en la Flora de José Quer, además de conocimientos ya tradicionales encontramos otros del momento en el que escribe: ”En muchos países fabrican vasijas torneadas de madera de taray, y con el continuo uso de beber en ellas el agua los que padecen obstrucciones del bazo, logran deshacerlas;…..Las flores pasan por antihistéricas. Finalmente la sal que se extrae de las cenizas del taray, es una sal neutra, de que se sirve la medicina para desobstruir en las calenturas intermitentes y otras enfermedades con muy buenos efectos.”  Y en nota a pie de página, añade: “…..De qualquier modo que esto sea , en España, donde se quema tanta leña de taray, debería pensarse en aprovechar las cenizas para la extracción fácil, y poco costosa de aquellas sales, como lo hacen los franceses,que las venden por mayor en la famosa feria de Baucaire.” (3).

Tarayes con sus frutos. Fuente: Autor

Se considera que hay seis especies autóctonas de tarayes pero a los profanos todas nos parecen la misma. De hecho los botánicos se las ven y se las desean para distinguirlas a simple vista y tienen que recurrir a la lupa o al microscopio para intentar detectar las diferencias específicas en detalles como la inserción de los estambres en el disco del néctar, la forma de las anteras y otras minucias inapreciables. Pero en la laguna del Taray la principal especie, según Santos Cirujano, uno de los mayores especialistas tanto en tamarices como en las lagunas de la Mancha, es la Tamarix canariensis.

La Tamarix mannifera es un tamariz de Oriente Medio que cuando le pica la cochinilla Coccus maniparus segrega una sustancia azucarada, considerada por muchos el maná bíblico y que hoy como golosina turística se vende en aquellos paises.

  (1)Tragedia del Tarajal. El 6 de febrero de 2014, 15 inmigrantes se ahogaron intentando llegar a tierra española, hostigados por la policía de uno y otro lado de la frontera.

  (2) p 72, Pedacio Dioscórides por Andrés de Laguna.

  (3)Entremés del rufián viudo llamado Trampagos   de Miguel de Cervantes Saavedra.

https://www.cervantesvirtual.com/  

 (4) p .352, Continuación de la Flora Española o Historia de las Plantas de España que escribía Don Joseph Quer,  Tomo VI. Madrid. MDCCLXXXIV.

BIBLIOGRAFÍA:

-Plantas acuáticas de las lagunas y humedales de Castilla-La Mancha Real Jardín Botánico del CSIC y JCCM,  Madrid,2002. Cirujano, Bracamonte, Santos & Medina Domingo, Leopoldo

Biblioteca Digital del RJB del CSIC

Flora Ibérica. Plantas vasculares de la Península Ibérica e Islas Baleares. Vol. III. Real Jardín Botánico, CSIC. Madrid, 2006.

 

Pedacio Dioscórides Anazarbeo, acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos. Traducido y anotado por Andrés de Laguna. Amberes 1555. Biblioteca Digital Hispanica. Biblioteca Nacional de España.

 

Continuación de la Flora Española o Historia de las Plantas de España que escribía Don Joseph Quer,  Tomo VI. Madrid. MDCCLXXXIV.

(Flora Española o historia de las plantas que se crían en España. José Quer Martínez. 6 Tomos. Madrid. 1784. Biblioteca Digital Real Jardín Botánico, CSIC).

 

Los bosques ibéricos. Una interpretación geobotánica. VVAA. Ed. Planeta 1998.

 

Entremés del rufián viudo llamado Trampagos   de Miguel de Cervantes Saavedra.

https://www.cervantesvirtual.com/

 

Flora Literaria del Quijote. Alusiones al mundo vegetal en las obras completas de Cervantes.     Ramón Morales Valverde.  Instituto de Estudios Albacetenses   “Don Juan Manuel”  de la Excma. Diputación  de Albacete.

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