El carrizo (Phragmites australis)

El carrizo (Phragmites australis)

 El carrizo, cañavera o cañota no es sólo una alta hierba, es una muchedumbre de hierbas altas. Alto y extenso herbazal, a veces interminable, hasta que la profundidad o la corriente del agua lo ahoga o la ausencia de ésta lo seca. No hay plantas de carrizo solitarias. El carrizo no sabe vivir en soledad. Forma normalmente verdaderos ejércitos en columnas a lo largo de cauces o en formaciones extensas en lagunas y humedales. Pero si estiráramos de un tallo hasta que afloraran las raices nos daríamos cuenta que los tallos aéreos y verticales son brotes anuales de un interminable tallo horizontal subterráneo y permanente. Y es que el carrizo es un carrizal. Puede suceder que todo el amplio conjunto sea una sola planta. Por tanto, no es que no le guste estar solo, es que él mismo es su poblada compañía. 

  El destino del carrizo está ligado inexorablemente al sol, al agua y al viento.

  Sol, cuanto más mejor. Teme a la sombra como a la muerte. Bajo ella se clarea hasta volverse escaso o desaparecer.

 Agua siempre, pero ni demasiado profunda, ni demasiado movida.  No hay mejor testigo o delator  del agua que el carrizo. Ya de lejos proclama un rio, charca, laguna y cualquier terreno más o menos humedecido, al menos durante una parte del año.

Figura 1. Carrizo invernal en la laguna de Ballesteros (Cuenca). Fuente: Autor

  El viento es el mensajero fecundador del carrizo. Las flores vistosas, de grandes pétalos coloreados y dulces fuentes de néctar, acarrean un coste muy elevado para las plantas, pero necesario para llamar la atención de los animales polinizadores y atraerlos. Las flores del carrizo no necesitan alimentar a nadie en pago de sus servicios, porque es el viento quien las poliniza, Y el viento se conforma sólo con unos estambres dóciles a su impulso. Las masculinas anteras de los estambres son muy gruesas y cargadas de polen y se balancean sobre unos filamentos finos y temblones ante la más suave de las brisas. Y en los femeninos estigmas, largos y peludos, el polen volandero, ligero y liso, queda adherido con mucha facilidad para iniciar su descenso hasta el ovario.

  Los tallos jóvenes destacan por su verdor entre los secos de color pajizo del año anterior. Van creciendo y creciendo hasta engullirlos y hacerlos desaparecer. Culminan en  espigas  cárdenas o pardas, incluso negruzcas, que, al madurar, se convierten en grandes y densos penachos rubios.

   La gran espiga, compuesta por innumerables espiguillas, parece no tener flores sino solo un plumero decorativo. Y es que son tan poco visibles, entre la infinidad de hojillas plumosas y  secas escamas prolongadas en largas fibras, que cuesta trabajo y una buena lupa detectarlas. El grano del carrizo es alargado, minúsculo y finillo. Poco pan podríamos cocer con él.

  El plumero es suave y delicado como una caricia, pero las correosas hojas, amenazantes como agudísimas espadas, te hieren las manos. Constan de una vaina o funda que rodea y cubre el tallo de nudo a nudo y de una lámina  estrecha larga y puntiaguda que es la hoja propiamente dicha. Separando vaina y lámina vemos unas fibrillas blancas  como flecos de encaje.

Figura 2. Penacho de carrizo. Fuente: Autor

 Gran poder vegetativo y altísima capacidad de dispersión. Sus interminables e invasivos tallos subterráneos ocupan en poco tiempo grandes superficies, sin dejar espacio a otras especies. La infinidad de simientes son diseminadas por el viento, el agua y las abundantes aves que allí habitan o acuden. Goza, además, de una  considerable resistencia a las temperaturas y a los diversos suelos, incluso a la salinidad del agua y a la desecación temporal de los humedales.

  Pertenece a la familia botánica más importante, quizás, en la alimentación y en la historia de la humanidad: las gramíneas. Gramíneas de la paja, del grano y de la harina, los cereales: trigo, cebada, arroz, maiz, mijo, sorgo…..base de la alimentación humana en todo el planeta.  El cultivo de cereales dio origen a la revolución agraria del Neolítico que, a su vez, conformó la acumulación de riqueza y de poder y el surgimiento de ciudades, clases sociales, terratenientes y desposeídos, iglesias y monarquías, el inicio en definitiva del mundo en que vivimos.

  Los tallos de las gramíneas son cañas, por tanto están huecos a tramos separados por nudos. Desde la minúscula cañeja de un rompesacos hasta las enormes tuberías de un  bambú. Leemos en  Andrés de Laguna: “Dicen los que vienen de la India que se hallan en aquellas partes unas cañas tan gordas que suele de cada cañón de ellas hacerse una suficiente barqueta para llevar tres hombres holgadamente” (1). El carrizo conquense si pasa de un centímetro de diámetro es rabiando, y aunque  puede alcanzar excepcionalmente  hasta los 3 metros de altura, lo normal es que no sobrepase uno y medio o dos.

 Gramíneas suelen ser las que forman las praderas y sabanas de todo el mundo, ricos ecosistemas donde habitan las grandes manadas de herbívoros, como ñúes o bisontes.

 Carrizales encontramos en nuestras lagunas, como la de Uña, Manjavacas, Marquesado y Tovar, en el conjunto lagunar del rio Moscas y de Ballesteros aquí a vistas de Cuenca, y a lo largo de ramblas y arroyos de poca agua y poca corriente de toda la provincia, muchos de ellos cauces que se excavaron o se modificaron con las concentraciones parcelarias.

Figura 3. Laguna de Uña recubierta en su parte izquierda por un denso cañaveral. Fuente: Autor

En estos cauces reprofundizados y con  un nuevo trazado rectilineo y sin vegetación ribereña arbórea, el carrizo se ha puesto a trabajar sin descanso para restaurar un hipotético nivel natural. Crece el carrizo muy espeso dentro del lecho.  Tras una riada, el carrizo queda aplastado  y en gran parte aterrado. Por tanto, se eleva el fondo. Al verano siguiente rebrota y se forma de nuevo una masa de tallos jóvenes encima de la anterior, esperando una nueva avenida, y así sucesivamente, hasta una segura colmatación.  Por eso los labradores solían hacer quemas para evitarlo. Esta actividad está prohibida hoy en día y no hay más remedio que  recurrir a la intervención periódica de maquinaria pesada. Una solución probablemente definitiva sería repoblar de arbolado autóctono las márgenes, pero no suele ser bien acogida por los propietarios de las parcelas colindantes.

  Muy importante ecológicamente como hábitat de aves. Algunas de ellas se han especializado en los amplios y densos carrizales: vemos los carriceros y carricerines (ya su nombre lo dice todo) agarrados diestramente a las cañejas, el ruiseñor bastardo, las invisibles polluelas y rascones delatados por la agitación que provocan en tallos y penachos,    buscarlas unicolor, bigotudos, fochas y gallinetas de agua, escribanos palustres…. La mayoría de las aves del carrizal son casi invisibles y muchas veces la única manera de detectarlas es por el canto. El carrizal es uno de los hábitats naturales que más protección e invisibilidad ofrecen a sus habitantes.

  No es sólo una planta hermosa y ornamental sino muy valorada para múltiples aplicaciones, motivos más que suficientes para haber sido profusamente introducida en tantas latitudes que se ha convertido en una de las más cosmopolitas. 

  Muy usado en sus tiempos en Cuenca para confeccionar los cañizos. Muchos hemos nacido y nos hemos criado en casas con techos y tabiques de carrizo y yeso, pues, además de abundante y gratuito, era un buen aislante térmico.

   Con  él se tejen persianas, esteras, sombrillas, cercas  y pantallas visuales en vallados.

   Con sus densos penachos bien atados en el extremo de un palo se confeccionaban escobas.

  Quienes no podían agenciarse un costoso colchón de lana se acostaban  sobre un jergón de carrizo que aún era más barato que el de paja.

  Tratando sobre la escritura entre los antiguos, don Pero Mexía nos revela:“Y es de saber que no usaban escribir con pluma, sino con péndola de caña muy delgada o carrizo, y hoy día hay algunos que escriben así” (2).

  Como asimila bien la materia orgánica y otras sustancias contaminantes de las aguas residuales, se considera un buen filtro verde y por tanto se aprovecha como tal en las estaciones depuradoras.

Figura 4. Carrizal en el río Gritos. Fuente: Autor

  Con las cañas del carrizo se puede fabricar celulosa y, cómo no, el mástil de las zambombas navideñas, como aquellas que nos preparaba el abuelo con la botija del gorrino.

  Hay quien cuece, como si fueran espárragos, los brotes tiernos y quien se endulza con el jugo de los tallos jóvenes solidificado como un caramelo, reminiscencia de su exótica pariente la caña de azúcar.

  Topónimos en Cuenca relacionados con esta hierba no nos faltan: Cañaveras, Cañaveruelas, Cañizares, El Cañizar, Cañete. Al fin y al cabo la tenemos en todos los pueblos.

 El carrizo, como otras cañas, representa muchas veces lo hueco, lo vacío, la inutilidad y la falta de valores y a aquellos seres humanos carentes de raciocinio o sensibilidad. Pero también simboliza la flexibilidad y la supervivencia desde una aparente fragilidad ante las agresiones de fuerzas muy superiores. Así nos amenizaba Esopo con aquella fábula en que un torbellino descuaja una carrasca y no puede, sin embargo, tronchar un simple tallo de carrizo.

  El dios Apolo castiga al rey Midas por apreciar éste más la música de la rústica flauta del Pan, dios de los pastores, que la de su refinada y aristocrática lira. Así que le hace crecer unas enormes orejas de burro que Midas intenta ocultar. Sólo su peluquero está al tanto de esta humillación, pero es obligado, bajo pena de muerte, a guardar silencio. No pudiendo soportar el peso de tanta responsabilidad, el peluquero va a un carrizal, hace un agujero en el suelo húmedo y allí, tendido, acerca los labios y, en voz bajísima, deposita el secreto:

-”Midas tiene orejas de burro, Midas tiene orejas de burro”.

Tapa el agujero y se marcha.

Pero el carrizo es tremendamente inquieto y, sobre todo, muy mal guardián de secretos, así que cada vez que sopla el viento, el carrizal se pone como loco a propalarlo con voz recia por los cuatro puntos cardinales (3).

(1) Dioscórides traducido y comentado por Andrés de Laguna Cap. XCIIII y p.70

(2) Silva de varia lección. Pero Mexia. Tomo II. p.18,

(3)El rey Midas en un personaje mitológico muy popular, conocido sobre todo por la leyenda que resumimos a continuación.. En compensación por haber ayudado a Sileno, miembro destacado en el  cortejo del dios Baco, éste le concedió su deseo más ardoroso que terminó por convertirse en una cruel pesadilla: convertir en oro todo lo que tocara. Pero  al ir a comer o beber todo se metalizaba. Hambriento y sediento con todas sus riquezas, imploró al dios que lo devolviera a la normalidad. Se liberó, por indicación del dios, lavándose en el rio Pactolo, que desde entonces hasta hoy arrastra entre sus arenas pepitas de oro.

BIBLIOGRAFIA:

-Supervivencia en la naturaleza . Lorenzo Mediano y Carlos Donoso. Integral. Barcelona. 1985.

-Flora Ibérica.  Real Jardín Botánico, CSIC. Santiago Castroviejo.Volumen  XIX (II). Madrid, 2021.

-Guía de INCAFO de las Plantas útiles y venenosas de la Península Ibérica y Baleares. Diego Rivera Núñez y Concepción Obón de Castro. Madrid, 1991.

-Silva de varia lección. Pero Mexia. Cátedra. Letras hispánicas. Madrid, 1989.

-Pedacio Dioscórides Anazarbeo, acerca de la materia medicinal y de los venenos mortíferos. Traducido y anotado por Andrés de Laguna. Amberes 1555. Biblioteca Digital Hispanica. Biblioteca Nacional de España.

-Diccionario de la Mitología clásica. VVAA. Alianza Editorial. Madrid, 1981.

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