Hoy, al pasear por nuestros montes despoblados, relegados prácticamente a la caza y el esparcimiento, nos topamos con unas estructuras ruinosas que nos retrotraen a otros tiempos: las tainas. Estas humildes construcciones nos conducen, a las almas sensibles y creativas, a un cuento interminable de vidas hoy impensables. Sus muros de piedra, ya desprovistos de significado, nos relatan historias con siglos de antigüedad.
Pero no todo el mundo lo ve así. Para la mayoría no dejan de ser unos pedruscos mal amontonados en medio de la nada, probablemente molestos para las actividades que quieran desarrollar en el monte. La globalización y, con ello, la alienación respecto a nuestro entorno, ha producido una sociedad amnésica e inhábil, con una enorme falta de capacidades para desenvolverse en el medio natural. Porque en aquellos montones de piedra se atesoran infinitos conocimientos en la actualidad prácticamente extintos.
Estos conocimientos ecológicos tradicionales, desarrollados a lo largo del tiempo a través de la experiencia, están adaptados a la cultura y el medio ambiente de una comunidad. Son los saberes necesarios para obtener los recursos vitales del colectivo, siempre del entorno en el que se encontraban. Entonces sí que todo era kilómetro 0.
Las tainas, humildes refugios de pastores y rebaños, se reparten a lo largo y ancho de todos los montes de nuestro país. En uno pocos metros cuadrados se atesoran ingentes conocimientos que han ligado al ser humano y la naturaleza: la piedra como elemento constructivo, el uso de la madera como estructura, el yeso o la cal como argamasa para asegurar los muros, las tejas para impermeabilizar los cobertizos o la elaboración de puertas con argollas, todo con materiales de cercanía, son sólo algunos de estos saberes.
Las tainas, como los conocimientos asociados a ellas, han evolucionado a lo largo de los siglos, adaptándose a las nuevas circunstancias. Por ello, al analizar dichos conocimientos se entremezclan intuiciones prehistóricas con habilidades más propias de las primeras revoluciones industriales.
Olmeda del Rey y Las Valeras no son ninguna excepción en nuestro país, conservando aún hoy varias tainas herederas de la otrora numerosa cabaña ganadera.
Usos centenarios
El uso ganadero en esta región del país se remonta miles de años atrás. Por tanto, la construcción de estos corrales donde guardar al ganado, con una arquitectura neolítica, también.
Tanto Olmeda del Rey como Valera de Arriba y de Abajo tienen una larga tradición ganadera. El Catastro de la Ensenada, de mediados del siglo XVIII, es la primera foto fidedigna sobre la realidad de nuestra nación. Como es lógico, estos municipios son zonas con clara preponderancia del sector agropecuario, siendo más del 80% de sus vecinos trabajadores del mismo. Aproximadamente tres cuartas partes del territorio eran superficie pastable, siendo los valores estándar del resto de pueblos de la Serranía media.
Atendiendo a lo descrito en dicho catastro, destaca la presencia de trabajadores de la manufactura textil, con al menos 19 tejedores y 6 cardadores entre todos los pueblos estudiados. Por tanto, aún en ese siglo había un procesamiento de la lana obtenida del ganado en el propio territorio, sin necesidad de trasladarlo a polos industriales textiles de mayor envergadura, como la ciudad de Cuenca.
Por otro lado, encontramos 17 carpinteros y 8 herreros, profesiones que se mantuvieron hasta prácticamente la llegada del siglo XXI. Sin ellos, la construcción de las tainas, tal y como las conocemos, no hubiera sido posible.
Oficios que hicieron posibles los refugios de pastores
Una amalgama de profesiones configura estas construcciones. La carpintería, con sus vigas, puertas y demás elementos era fundamental. Valiéndose de los árboles de la zona (en especial, la madera de pino y carrasca), construían y se calentaban. Para los pilares, en algunas de ellas era usada la madera de sabina, dada la resistencia de estos troncos. Para las vigas y puertas, era el pino el gran protagonista, quedando relegado el uso de la encina como combustible para la lumbre. Para poder usar todo aquello, era fundamental la existencia de carpinterías que, como ya se ha recogido, tienen presencia desde al menos al siglo XVIII, extendiéndose hasta la actualidad. En particular, sigue destacando Valera de Abajo, que en 2018 contaba con más de 90 negocios relacionados con este oficio (principalmente con la elaboración de puertas). En Olmeda del Rey, tras hablar con Remedios Rubio, vecina de la localidad, se confirma la existencia de carpinterías en este pueblo hasta hace apenas unas décadas.
La herrería, por supuesto, era otro de los oficios auxiliares fundamentales. Clavos, argollas o bisagras son solo algunos de los ejemplos, a los que habría que sumar elementos necesarios para el cuidado del ganado, como cencerros o herramientas para marcar a los animales. Los conocimientos de fundición y forja del hierro aún eran atesorados por los vecinos. Tanto es así, que hasta hace pocos años aún seguía en funcionamiento una herrería en Olmeda del Rey (hoy ocupada por una nave).
Tres elementos más eran necesarios para configurar estas majadas: piedra, teja y yeso o cal. La piedra, según lo hablado con pastores retirados del lugar, era obtenida directamente del lugar donde se construía la taina, sin necesidad de recurrir a canteras cercanas. Se trata de un terreno con gran erosión, con muchas zonas donde asoma directamente la roca madre, lo que favorece esta práctica. Estas eran colocadas mediante el sistema de mampostería contando, en ocasiones, con argamasa para asegurar la unión. Estas argamasas han sido tradicionalmente los morteros de cal o de yeso, siendo sustituidos más recientemente por el cemento. En las tainas de este lugar el protagonista es, sin duda, el mortero de yeso, debido a la presencia de yesares en las cercanías. En Valera de Abajo, dirección hacia Valverde del Júcar, aún hoy se conservan las ruinas del horno, alimentado por la cantera a sus espaldas. Del mismo modo, en Olmeda del Rey, aunque mucho más humilde, existía uno pasando el cerro de la Horca y a los pies del Cerro San Cristóbal, cerca del paraje del Verdinal.
Por último, las tejas, necesarias para impermeabilizar casillas (casa del pastor) y cobertizos. Las mismas se estropean con facilidad, por lo que las tareas de retejo eran continuas, utilizando aquellas elaboradas en la cercanía. Como detalla Jesús, alias “El Pollete”, pastor retirado de Olmeda del Rey, las obtenían de un tejar que se encontraba en Valera de Abajo, junto a la carretera. Unido a ello, si nos fijamos en la toponimia, en mapas de los años 30 del siglo pasado encontramos un paraje denominado como la “Cañada del Tejar”, frente a las ruinas de la ciudad romana de Valeria, lo que puede indicar la presencia en algún momento histórico de alguno en esta zona.
Cómo aprovechar el ganado
Pero no sólo son necesarios conocimientos para construir las tainas. También lo son para tratar adecuadamente el ganado y, por supuesto, obtener el máximo rendimiento de él.
Una necesidad típica, aún hoy en día, para la buena salud de un ganado, es la aportación extraordinaria de la sal en la alimentación de los animales. Esto es fundamental para favorecer el crecimiento, desarrollo y reproducción de las ovejas. Jesús “El Pollete”, pastor retirado, recuerda cómo traían la sal del cercano pueblo de Monteagudo de las Salinas, apenas a veinte kilómetros de Olmeda del Rey.
Pero si algunos oficios quedan recalcar, que han continuado hasta apenas unas décadas y hoy han desaparecido, son todos aquellos relacionados con los subproductos de la ganadería: carne, leche y, sobre todo, el textil.
Saber cómo sacrificar y pelar un cordero era un conocimiento común por los vecinos (especialmente, las vecinas), así como los tiempos en los que era deseable (principalmente, cuando dejaban de ser fértiles o de producir leche). Por supuesto, también era común conocer la producción de derivados lácteos, como el yogur o el queso, que permitían obtener alimentos con mejor conservación.
Por último, en lo relativo a los conocimientos textiles, ya se ha comentado cómo había al menos 19 tejedores y 6 cardadores a mediados del siglo XVIII. Sin embargo, es más que probable que existieran otras profesiones relacionadas, como los curtidores (en el Catastro de la Ensenada ya se menciona que en Valera de Abajo había 10 zapateros y profesiones afines, donde se incluía la de curtidor) o los bataneros. En referencia a esto último, hay dos parajes que, según detalla la toponimia, podrían haber sido sede de esta actividad. En Olmeda del Rey encontramos el paraje conocido como “El Batán”, pero aún más reseñable es el caso de Valera de Arriba, pues al comienzo de la hoz encontramos la “Rinconada del Batán”, donde aún observamos restos de un antiguo molino harinero sobre un caz junto al río Gritos. Dado el nombre del lugar, no es descabellado imaginar un uso batanero del molino en siglos anteriores.
Saberes y resiliencia
Algo aparentemente tan simple como una taina y la actividad ganadera que en ella se realizaba implica una gran serie de conocimientos que nos conectan con nuestro entorno, con múltiples oficios asociados a ellos.
Los grupos que los atesoraban conseguían ser autónomos, valiéndose de los recursos de su alrededor. Esto proporciona resiliencia a una comunidad, siendo más resistentes a cambios económicos o sociales que puedan producirse. Hablar de estos saberes es hablar de libertad, resiliencia, independencia y, también, adaptación al cambio climático.
En una época de grandes cambios y tremendas dependencias, esta cultura es más necesaria que nunca. Los recursos ahí siguen. Sólo urge recuperar los conocimientos que nos permitan aprovecharlos.
Vestal es una consultoría que apuesta por el fomento del turismo cultural en el medio rural.
Vestal busca recuperar aquellos saberes ancestrales en riesgo de desaparición, así como poner este patrimonio etnográfico al servicio de la población de una manera atractiva, sirviendo de cimiento para el turismo cultural y la repoblación rural.
En Fuentes existen también un elevado número de tainas, tinás o barracas protegidas en la carta arqueológica. De hecho las obras de mantenimiento deben realizarse sin modificar su aspecto exterior. Sería interesante organizar alguna ruta de senderismo para visitarlas. Hablaremos sobre el particular. Un saludo y enhora buena por esta interesante publicación.