Aljibes, ideas que llegan como agua de mayo. El aprovechamiento del agua de lluvia en Lillo

Aljibes, ideas que llegan como agua de mayo. El aprovechamiento del agua de lluvia en Lillo

La Mancha, aunque árida en apariencia, aguarda un gran secreto en sus entrañas: su extendida red de acuíferos que hacen de lo a la vista seco un vergel. Pero estos grandes depósitos subterráneos, ampliamente explotados, demandan sedientos ser recargados. La lluvia en esta región no es sólo virtud, es necesidad. Como dice Juan Gómez Díaz, cronista de la villa, “al situarse Lillo en la zona de La Mancha, una región semidesértica, el valor del agua es importantísimo”.

Como el agua superficial es escasa (la mayoría de ríos tienen un bajo caudal y muchos de ellos son estacionales) e, incluso, no es apta para el consumo (las lagunas que dominan el paisaje son salinas), sólo quedan dos opciones: mirar al suelo o rezar al cielo. En el primer caso, la solución es ardua pero sencilla: cavar hasta sobrepasar el nivel freático del acuífero, es decir, construir un pozo. En caso contrario, aunque complementario, pueden diseñarse estructuras que almacenen el agua de lluvia. Dicho de otro modo, construir aljibes.

Los aljibes en La Mancha

El nivel freático, en el municipio de Lillo, se encuentra a unos 10 o 15 metros de profundidad fuera del casco urbano, por lo que la construcción de un aljibe es una solución menos trabajosa. Por ello, esta solución fue adoptada ya por los romanos, llegando hasta nuestros días por la extendida utilización por parte de los árabes. De hecho, la misma palabra proviene del vocablo al-Gubb, que significa La fosa.

Pero a pesar de su extensión en uso en época romana, la apuesta por el agua de lluvia tiene orígenes prerromanos, y eso a pesar de no tener una alta pluviometría (307 mm. de media anuales), con una distribución bastante uniforme entre los meses de octubre y mayo, siendo el verano una época de sequía extrema. Por tanto, la idea era poder almacenar la suficiente para contar con suministro de junio a septiembre. No obstante, la tendencia al descenso en precipitaciones se está agudizando especialmente en las últimas décadas, lo que perjudica al funcionamiento de los aljibes aún hoy en activo.

En su origen, no hay mucha distinción entre lo que sería un aljibe y una alberca. Hondonadas donde se acumulaba el agua, formando lagunillas artificiales, que eran aprovechadas en su mayoría para abastecer al ganado. Estos elementos se asociaban en general a poblaciones o caminos donde se situaban ventas y abrevaderos. En Lillo, por ejemplo, tanto en el Cerro de San Antón como a orillas del cementerio se formaban unos charcos de la lluvia de haber sacado piedra (para la vías del tren) y tierra (para los tapiales) donde la gente recogía agua para beber o dar al ganado.

Sin embargo, con el paso del tiempo, estos ingenios fueron diferenciándose, recubriendo la hondonada o excavación y dando lugar a lo que hoy conocemos como aljibes, que no son más que pozos someros que, en vez de aprovechar la escorrentía subterránea al alcanzar el nivel freático, si alimentan de la escorrentía superficial.

Desde la acequia de alimentación o “boquera” se capta el agua de lluvia ya sea desde muros de contención o vaguadas en el monte o desde una superficie de captación (en general, tejados) en las casas del pueblo. De ahí, tras el paso por un decantador que elimina los residuos sólidos, se almacena el agua en un vaso.

Esquema de un aljibe tradicional. (A) Croquis en planta de un aljibe: 1. Borquera, agüera o acequia de alimentación; 2. Decantador; 3. Canal de entrada de aguas; 4. Vaso del aljibe. (B) Croquis en perfil. Fuente: Box Amorós, M. (1995). Un aprovisionamiento tradicional de agua en el sureste ibérico: los aljibes. Investigaciones geográficas. 1995, nº 13, pp. 91-106

Por tanto, cuando hablamos de aljibes, lo primero es diferenciar entre aquellos excavados en la tierra y, por tanto, similares a pozos someros, propios de las construcciones en piedra; y los depósitos de captación del agua procedente de los tejados, con un carácter más doméstico y actual.

Los aljibes históricos de Lillo

Como destaca Juan Gómez Díaz, “los primeros datos arqueológicos que demuestran que había depósitos de agua potable se sitúan en el Cerro de San Antón, bajando por gravedad al pueblo”. Y es que en este cerro que gobierna Lillo se encuentra un yacimiento de la Edad del Bronce y, junto a él, un aljibe labrado en piedra.

De manera análoga, en el otro lado del término, en plena Sierra del Cascojo, hay otro yacimiento de la Edad del Bronce conocido como La Atalaya. En su ladera, encontramos otro ejemplo de captación histórica del agua de lluvia: el Aljibe del Manzano.  No es casualidad que encontremos los aljibes en estas elevaciones, pues los montes que rodean Lillo son cuerpos cuarcíticos ideales para albergar y almacenar agua, debido a la impermeabilidad de su roca.

Aljibe del Manzano, desde arriba. Fuente: Vestal Etnografía.

Este Aljibe del Manzano recoge el agua de escorrentía de esta ladera de la sierra, y debió ser punto de abastecimiento del poblamiento de La Atalaya. Más recientemente, al estar situado junto a la Colada de las Cojas o Senda Galiana, ha sido utilizado por viajeros, pastores y ganado. De hecho, Tomás “Cubillo” Gómez González, pastor retirado, recuerda: “el agua no la veíamos, na más que un chorro de agua que salía de la roca”. Antonia Mancheño, vecina del pueblo, apunta, como referencia a este aljibe: “cuando faltaba el agua en el pueblo, íbamos a la Sierra de Villacañas con borricos a por agua”.

Metros abajo del aljibe, se encuentran los únicos dos silos identificados en Lillo, conocidos como Silos de la Atalaya o Silos del Aljibe, probablemente asociados a este almacén de agua. Estas construcciones contaban, además, por regla general, con un desaguadero o xaguaero al final de la rampa de acceso, que conduce el agua de la lluvia a un pequeño pozo bajo la entrada que conecta con el pozo cercano o permea hasta alcanzar el acuífero.

Esquema de los Silos del aljibe. Fuente: Ermita de Virgen de la Esperanza. Yacimientos arqueológicos de Dancos (Lillo, Toledo). Elementos para su puesta en valor. Sociedad Española de Historia de la Arqueología
Silos del Aljibe. Fuente: Vestal Etnografía.

Los aljibes del pueblo

Pero, más allá de los yacimientos arqueológicos que atestiguan la existencia de estas técnicas desde tiempos lejanos, también encontramos ejemplos en el mismo casco urbano de Lillo. Como gran ejemplo destaca el Patio del Aljibe dentro de la Iglesia y Antiguo Convento de los Franciscanos y, por tanto, datado desde el siglo XVII.

Del mismo modo, vemos aljibes en muchas casas corrientes del pueblo. Sin embargo, en poco se asemejan a los que hemos citado del monte. En este caso, fueron construidas la mayoría en la década de los años 60 en edificaciones de nueva construcción, con capacidades de hasta 20.000 litros. Usando techos de uralita, se conducía el agua hasta un depósito situado en el patio, donde se trataba para poderse consumir, tanto por animales como por humanos.

Se utilizaban como depósitos de reserva para hacer frente a roturas en la canalización del agua a las fuentes del pueblo desde el Pozo del Indiano. Sin embargo, no todas las casas podían permitirse esta construcción, ya que suponía un gran esfuerzo económico para la época, siendo lo más habitual disponer de pequeños depósitos, de unos 100 litros, para abastecer al ganado.

Otra estrategia más sencilla era aprovechar el agua de la lluvia extendiendo una sábana blanca y atándola de las 4 puntas, poniendo una piedra en el centro para conducir al agua hacia un barreño, como recuerdan Antonia Mancheño Mora y Benita Valero Almagro, también vecina del pueblo.

No obstante, con la distribución de agua potable a las viviendas en los años 70, construir aljibes dejó de tener sentido, al menos desde el punto de vista práctico.

El futuro de la captación de lluvia: el acuífero como depósito

Desde la llegada del agua directamente al grifo de nuestra casas un simple gesto es capaz de saciar nuestra sed tantas veces como queramos. Este más que evidente avance social guarda una cara oscura que no solemos pararnos a pensar. Porque lo que no vemos, parece que no existe.

Cuando beber, lavar, cocinar o dar agua al ganado implicaban un gran ingenio y esfuerzo, el agua se valoraba más. Cualquier método, como la captación del agua de lluvia, era extremadamente valioso. Sin embargo, el agua llega a las casas y se considera inútil instalar captaciones de aguas pluviales en los tejados de los hogares. Y con esa decisión, las consecuencias ambientales son, a la larga, nefastas, ya que la lluvia caída en territorio urbano, si no es recogida, en general no es capaz de permear en el terreno, dejando de recargar así el acuífero.

Es posible que captar el agua directamente no tenga mucho sentido, pero en ese caso, es crucial que dirijamos correctamente la lluvia hasta el acuífero, siendo este el aljibe de nuestros días. Cada vez llueve menos y hay periodos secos más pronunciados, por lo que debemos aprovechar mejor el poco agua que tenemos disponible.

Que las comodidades no nos hagan olvidar la importancia y fragilidad de lo que tenemos. Recordemos voces como la de Tomás, apodado como “Cubillo”, que nos contaba cómo bebían de los mismos charcos donde habían estado los perros. Como él mismo decía, en aquellos tiempos “todo agua era buena”.

Referencias

  • Álvarez, J. (1576). Relaciones histórico-geográfico-estadísticas de los pueblos de España hechas por iniciativa de Felipe II: Reino de Toledo. Universidad de Castilla la Mancha.
  • Box Amorós, M. (1995). Un aprovisionamiento tradicional de agua en el sureste ibérico: los aljibes. Investigaciones geográficas. 1995, nº 13, pp. 91-106
  • Cifuentes y de la Cerra, N., del Pozo Manrique, M., Maza Vera, M., Martínez Tobarra, A., González Gómez, D., Ramia, F., Castelló, T., Lacomba, I., Sancho, V., García, F., Almenar, D., García, I., Llorens, G. La Mancha Húmeda. Confederación Hidrográfica del Guadiana.
  • Fidalgo Hijano, C., González Martín, J. A. (2015). La evolución del paisaje natural a través de la toponimia: Lillo (La Mancha, Toledo). Cuadernos Geográficos 54(2), 220-244.
  • García Martín, F. (2001). Cuevas y Silos: viviendas subterráneas en Castilla-La Mancha. Editorial Celeste. Madrid.
  • Gómez Díaz, J. (1996). Lillo, mi pueblo, su gente.
  • Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Protección del patrimonio arqueológico en el Planeamiento Urbanístico de Lillo (Toledo). Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.
  • Madoz, P. (1845-1850). Diccionario Geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar.
  • Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo (2018). Patrimonio arquitectónico e inmaterial de Lillo. Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo
  • Respuestas Generales del Catastro de la Ensenada. (1752). Portal de Archivos Españoles (PARES).
  • Sociedad Española de Historia de la Arqueología. Ermita de la Virgen de la Esperanza. Yacimientos arqueológicos de Dancos (Lillo, Toledo). Elementos para su puesta en valor. Sociedad Española de Historia de la Arqueología.
  • Vestal Etnografía S.L. (2024). El agua en la historia de Lillo, con Juan Gómez Díaz. Vestal Etnografía S.L. https://www.youtube.com/watch?v=bNC5bofLmJU&t=34s
  • Vestal Etnografía S.L. (2024). Pastoreo, pozos y norias, con Tomás “Cubillo” Gómez González. Vestal Etnografía S.L. https://www.youtube.com/watch?v=c56MkN6OLUs&t=460s
  • Vestal Etnografía S.L. (2024). La vegetación acuática en los humedales de La Mancha, con Santos Cirujano Bracamonte. Vestal Etnografía S.L. https://www.youtube.com/watch?v=TpN_LQgAyjw
El proyecto “Lillo: en busca del agua entre cuencas”, financiado por el Ayuntamiento de Lillo y la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha a través de los fondos de la Unión Europea-Next Generation UE, tiene como objetivo principal la puesta en valor de todo este patrimonio cultural, oficios y conocimientos ecológicos tradicionales asociados al ciclo del agua en el municipio de Lillo.

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