ALCOHUJATE

ALCOHUJATE

Recuerdo en mi agradable estancia a horas de hacer Pregón de fiestas que este lugar siempre me llamó la atención por eso de tener un nombre tan singular: Alcohujate y, para otros de antaño, Alcobujate.

Sin duda, sus tierras son demasiado antiguas pues al lado, la gran Ercávica en término de Cañaveruelas, nos abre el dominio romano en plenitud poderosa. El Guadiela, su río, nos crea el paisaje y lo hace con elegancia, adornando a ese Tajo, su padre, al que le fluye con agua cristalina y que lejos deja para luego morir en él como afluente.

No sé de cuándo ni cómo tiene el nombre este lugar, pero cierto es que de tiempo de moros puede venir al añadir al artículo al el de cohujate como monte cortado y es que, montes hay tres bordeando el valle que ocupa el lugar, tres y uno de ellos, el más solemne por historia bien llamado Cerro Pelao donde sigue recordándose ese caminar de los novios en momentos de declaración amorosa ese 1 de mayo a comerse las tortas de pelao, hechas en el horno de leña.

Allí, en la cima, unos restos de atalaya te ofrecen misterio de su fundación. Bien, por proverbial condición, pudo ser esa torre vigía en tiempos de moros cuando por aquí avistaban las tierras poderosas de la Wabda o Huete moruna, cabecera de dominio.

Moros y cristianos, luchas por reconquistar los dominios bajo la cruz y la luna, donde también interviniese el Cid que, algunos, los más atrevidos, dicen que por aquí pasase para reencontrar fuerzas perdidas.

Luego, los avatares del tiempo nos trajo a don Juan Manuel, el infante que escribiese ese conde Lucanor, porque él por herencia dominó estas tierras llamadas del Infantado en el siglo XIV y entre ellas, Castejón, Torralba, Buendía, Cañaveruelas y Alcohujate, para tiempo después, por avatares de heredades, fuese doña María de Albornoz la que dueña se hiciese.

Según el Censo Real de Castilla del año 1591, este lugar de Alcohujate tenía 164 vecinos, de los que 161 eran pecheros y 3 clérigos.

Unos años antes, el Visitador del Obispado hizo mención de su actuación y nos relata que la iglesia tiene dos altares, sin retablos y con una caja donde está la Virgen. El capellán es el bachiller Medina y un presbítero llamado Bernáldez y nacido en Valladolid. No hay capillas y hay un despoblado llamado “Gascomuelo”, del cual se obtienen los diezmos.

Un siglo después, el visitador nos relata que tiene parroquia dedicada a la Natividad de Nuestra Señora, que es lugar real y que tiene 150 vecinos, siendo el cura Diego Benito, natural de Montiel. Tiene una ermita dedicada a Santa Ana; y lo curioso es que afirma tener 8 clérigos de misa, algo muy poco común.

En el siglo XVII hay dos Cofradías importantes en Alcohujate: una es las Benditas Ánimas, la cual regenta Clemente de Mayorga; y la otra la Cofradía de los Mozos de Nuestra Señora del Rosario, siendo Priostre Clemente de las Heras.

En 1572, el Censo del marqués de la Ensenada nos dice que el mayor hacendado del lugar es D. José Vázquez Garay, que tiene la población un vecino que es noble de los 89 que censa.

En el siglo XIX hay una barca para el servicio de pasajeros que es propiedad de D. Manuel Briones Cárdena, propietario que pide poner otra barca en Albendea; posee el lugar, una fábrica de aguardiente con alambique, una presa de aceite y tiene veterinario, herrero, solador, sastre y quincallero. El monte más grande es el de Los Mandados y es propiedad del municipio. Es localidad perteneciente al Reino.

Pero este lugar es de buena gente, de esa buena que sabe devocionar a sus Cristos o Cristillos como singulares patronos, colocados en una especial y bella capilla de su parroquial dedicada a la Natividad de la Virgen, restaurada de hace poco tiempo, pero que tiene una estructura solemne. Nos dicen que ya en el siglo XVII era una iglesia principal en la comarca, donde no hay retablo pero sí una caja donde está Santa María. Nos cita ese despoblado que algunos vecinos reafirman y que llaman “Goscoñuelo” del cual sus diezmos corresponden a la fortaleza de Casasana.

Bóvedas de arista en su interior, capillitas para albergar a la Virgen del Carmen y Jesús Nazareno, coro de ascenso y arriba, un órgano restaurado.

La portada del edificio con Santa Bárbara, patrona de infantería, de los truenos y tormentas, rinde culto a la pleitesía de tiempos neoclásicos, con pilastras jónicas y frontón triangular que le hace sencilla y solemne.

Aquí hay muy buena gente, y eso lo sabe Julián López Razola porque él bien lo define. En Santa Tecla, fiesta de solemnidad por los días de agosto, se hace Pregón y por eso yo lo hice, se baila en verbena junto a la iglesia y ayuntamiento y las Peñas se juntan para alardear de amistad y jolgorio; pero también en los inviernos, en ese diciembre, sus Cristos reciben festejo solemne en esas imágenes pequeñas de barro que les representan y que, encontrados en un paraje cercano, allí se les venera con altar y devoción.

Las Quebrás como paraje, los Mandados como monte de cría de buenos Quercus, la Cofradía de nuestra Señora de los Desamparados –ya sin cuenta- , la cruz procesional de plata del XVIII, las rutas de senderismo y sus gentes, al lado de su Cruz de Mayo, sus Cristillos y Santa Tecla, abren pueblo hospitalario y abierto al progreso.

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