ALCALÁ DE LA VEGA, TIERRA DE LOS BEN ZENNUM

ALCALÁ DE LA VEGA, TIERRA DE LOS BEN ZENNUM

Castillo de Alcalá de la Vega

Origen

Hablar de Alcalá de la Vega es hablar del río Cabriel. Su término municipal está dividió en dos partes, como si fueran dos vegas hidrográficas con aguas del mismo caudal. Una hoz, de gran belleza natural, le marca el camino de una historia importante. El agua abajo y la cima arriba, conforma el punto neurálgico de lo que fue la gran fortaleza de los Hawara bereberes, la que impuso su ley allá en el siglo IX, independizándose del Califato de Córdoba y creando feudo entre Huélamo, Cañete, Alcalá y Uclés.

Sin embargo, un tiempo antes de que Nuestra Señora de Alcalá tuviera ermita en el lugar, incluso de que los musulmanes de Aqaqla, ondearan bandera, un asentamiento visigodo debió definir su estampa, deahí esas estelas funerarias con crismón que allí aparecieron. Sobre lugar romano, en eso del Castellar y vías romanas para sacar mineral de Henarejos y el Cubillo, visigodo en la Ermita y sus aledaños, islámico por lo mucho dicho y escrito, en Corral Redondo y los Castillejos, o cristiano cuando aragoneses y castellanos lo conquistan y repueblan, en esos otros lugares de Tesoro Lucas, Dehesa Vieja o la Talayuela, todo este término es rico en yacimientos y huellas de una historia pasada.

Por eso Pedro II de Aragón en 1210 impone su ley, mientras las tropas del Arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada ocupaban los castillos de Serreilla, Mira y Santa Cruz, anexionándolos a la diócesis de Albarracín. De esto mucho supo y así nos contó el investigador Niceto Alcalá Hinarejos.

Según al-Idrisi “a tres jornadas hacia Oriente de Cuenca, a tres jornadas de Albarracín y a tres jornadas de Alpuente” los árabes construyeron el castillo de al-Qala que fue el primero de la Kura de Santaberia al mando de al-Samh ben Zenum en un primitivo asentamiento cristiano visigodo. Las ruinas que se asoman a la superficie, y las del castillo, con su torreón, su patio de armas, sus murallas, sus aljibes y cortados en las rocas, hacen adivinar su importancia.

El Dikr dice: “Este lugar es un gran castillo inaccesible que conserva trazas de su pasado, una de las cuales es un pozo situado en la parte alta del lugar al que se accede por dos escaleras una para bajar y otra para subir…, las puertas del castillo están horadadas en la roca.” Fue en este castillo de Quelasa, Aqabat al-Hawwarin o de al-Qala, donde se entrevistaron en el verano de 872 el Emir Mamad I y Salayman ben Zenum, más tarde nombrado gobernador de la cora de Santaveria.

Zurita dice: “Pedro II de Aragón recibe un préstamo de Sancho el Fuerte de Navarra y con la ayuda de los templarios, en 1210, conquistó los castillos de El Cuervo, Castellfabil, Ademuz y Serreilla hasta ser servido el Gran Maestre del Temple, don Pedro de Monteagudo“. Tal vez, el castillo de Aqaqla fuera también presa de su dominio.

Edad Media y Moderna

Pero al margen de conquistas legendarias, de lugares de privilegio, de ilustres hombres de armas, tal cual Abderramán, los Azagra, Pedro II, Alfonso II o el mismísimo Arzobispo Jiménez de Rada, este lugar mantiene un alto contenido de misterio por eso de si pudo ser Serreilla o Quelatza donde los embarques de madera por su río se pudieran producir, y así sus gentes lo elevan con cierto orgullo, tal vez en demasía, pero consentido. La duda sigue ondeando en sus piedras.

Durante la Edad Moderna, el Marquesado de Moya instaurado por los Reyes Católicos en la familia Cabrera y Bobadilla mantuvo este lugar como otros 35 pueblos dentro de su jurisdicción. La Guerra de las Comunidades afectó a sus habitantes y mantuvo, si cabe, en revuelta constante a todos los vecinos del marquesado.

En el Censo Real de Castilla, del siglo XV, figura con una población de 109 vecinos, de los que 101 son pecheros, cinco hidalgos y tres son clérigos.

En 1587, según la Visita pastoral, se dice que tiene iglesia parroquial y pila bautismal común para Algarra y Alcalá y sus feligreses son 130 vecinos, perteneciente a la Mayordomía de Moya.

En la de 1665 se dice que este lugar tiene dos ermitas, una que tiene la advocación de Nuestra Señora de Alcalá y la otra de San Bartolomé, estando ambas en muy buen estado de conservación.

Edad Contemporánea

Esta población, pese a ser del Marquesado de Moya, según el Censo del Marqués de la Ensenada de 1752, su mayor hacendado es el marqués de Cañete, perteneciendo dicho censo al Partido de Cuenca con 60 vecinos pecheros, 10 jornaleros, 3 pobres, 11 viudas y 4 menores.

Cuando te adentras en su caserío llegas a la plaza donde una casona marca la línea del poder y en el otro lado, su iglesia dedicada a la Asunción con su capilla en el interior adornada de esa virgen del Remedio en una cúpula rebajada.

La torre es muy digna y medieval en su construcción con esos cuatro huecos de campana y sus hileras de aspilleras donde se marca la importancia que tuviera en su momento.

Nuestra Señora del Remedio tiene patronazgo y se le atribuyen numerosos milagros.

Sin embargo, estos herederos de los primeros bereberes de nuestra península son gente honrada, dedicada a sacar ese pan de la tierra árida y, presurosa de querer progresar, porque así me lo dice Rufo, su alcalde, cuando le hablo de sus fiestas, sus toros, su ermita, su torre desdentada o su río Cabriel.

Alcalá lo guarda todo. El recuerdo del cáñamo tan recurrente en muchos años, los “melaos” como consecuencia de ello y de los cañamones como turrón especial en época de Navidad, tal vez, esa agua que sus numerosas fuentes desgranan, la de la Alberca, la de la Mesta, esa de los Recueros o Fuente Águeda, recordando, las quintadas, el gorrino de San Antón, la Cerrá y las dos añadas, el Pósito y no sé cuántas cosas más. Pero, en la gente mayor resuena eso de “Todas las Marías son dulces como un caramelo y yo, como soy goloso, por una de ellas me muero; porque en la cruz de la erilla canta la zorra, pobres gallinas de la Pelona”

Y ya no quiero pasar página sin antes alardear de mi amistad con Florencio Martínez, el escritor. Hombre de gran cultura, regada en sus críticas literarias que tanto dijera el ABC de antaño y que sigue produciendo en verso y pluma. Sus poemas al Cabriel dormido rezuman añoranza y amor por su pueblo, por sus gentes, por su tierra, donde el Alamotejo, el burro de Cancio, la niña Felisa, el acordeón de Mónico o el camionero Rosendo le dan sílaba, pero yo me quedo con ese que dice:

“Pueblo de sol y moscas en verano; un Edén sin adanes y sin evas, ni otro pecado que agotar las brevas y comulgar las peras odaliscas.”

Paisaje urbano de Alcalá de la Vega.

Esta entrada tiene 2 comentarios

  1. Delfino

    Gracias a Miguel, Niceto y otros muchos por encontrar para estos pueblos un lugar en la historia.
    Gracias !!!

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