Esta es la segunda parte de un acercamiento a los históricos aprovechamientos hidráulicos de Ossa de Montiel. Una parte que arranca a finales del siglo XIX. En particular, a partir de lo visto en el primer mapa del IGN del año 1888.
Una etapa donde se encendieron las primeras bombillas en el pueblo. Una época en la que la electricidad se convirtió en protagonista. Y en la que la fuerza del agua dejó de usarse exclusivamente para moler el grano. Las centrales hidroeléctricas empezaban a nacer.
Pero, ¿por qué era tan codiciada esta nueva energía eléctrica? Las ventajas son varias, pero destacan dos de ellas: es fácil de transportar y es fácil de transformar en cualquier otro tipo de energía (mecánica, térmica, química, etc.) según la necesidad final.

Pues España empezaba a dar a luz a las primeras centrales hidroeléctricas en los años 80 del siglo XIX, comenzando una auténtica burbuja que no pararía hasta los años 60 del siglo XX.
En un inicio, se trataban en su mayoría de minicentrales hidroeléctricas que no superaban los 5.000 kW de potencia, destinadas a la producción de alumbrado en las poblaciones cercanas. Además, con la llegada de la Primera Guerra Mundial escaseaba el combustible, por lo que la energía hidráulica fue imponiéndose a la térmica en la generación eléctrica.
En aquellos albores del siglo XX no era posible transportar la electricidad grandes distancias, dado que se utilizaba solamente corriente continua, por lo que muchas de estas primeras centrales pertenecían a autoproductores próximos a los centros de consumo. La llegada del transformador a corriente alterna modificó esta realidad, pues posibilitó transportar la energía eléctrica a las grandes ciudades, con gran demanda, lo que fomentó la creación de grandes compañías hidroeléctricas que fueran capaces de abastecer este consumo. Según avanzaba el siglo, las instalaciones eran de mayor tamaño. El gigante luminoso no paraba de crecer.

Es en este contexto en el que una serie de negociantes ponen sus ojos en las Lagunas de Ruidera, pues los desniveles creados por las barreras tobáceas parecían haber creado rincones pensados para la generación hidroeléctrica.
Seis fueron las centrales que llegaron a existir en las lagunas: El Ossero, Ruipérez, Santa Elena, San Alberto, Miravetes y San Luis. Sólo las tres primeras pertenecen al término de Ossa de Montiel.
El Ossero y Ruipérez, ejemplos de renovación
El Ossero y Ruipérez fueron las primeras centrales hidroeléctricas que encontramos en las Lagunas de Ruidera. Además, comparten buena parte de su historia.
En aquellos primeros años del siglo XX, un empresario llamado Julián Navarro, propietario de la compañía Centrales Eléctricas Navarro S.A., adquiere algunos molinos y batanes en desuso para transformarlos en centrales hidroeléctricas. En particular, adquiere cuatro, aprovechando sus históricas concesiones de agua (pues todas las lagunas eran privadas menos la Concejos en aquellos años) y ampliándolas. Las 4 nuevas centrales, asentadas sobre antiguos molinos, fueron: el Ossero, Ruipérez, Miravetes y San Luis. Las dos primeras en Ossa de Montiel.
La primera de ellas, la Central Hidroeléctrica de El Ossero, se sitúa al comienzo de la Laguna Conceja, en el límite municipal con Villahermosa, en el paraje donde se situaban el caserío y molino harinero homónimos. Este lugar es también sabido como “la isla del molino”.

Nace como una central de muy baja producción, con apenas 130 kW de potencia, resultado de un salto de 13 metros sobre una sola turbina Francis. El agua para dicho salto era recogida del río Pinilla y conducida mediante un acueducto.

Fue la última de las centrales hidroeléctricas de Ossa de Montiel en entrar en funcionamiento, recibiendo la concesión de aguas para comenzar a funcionar en el año 1927, con un caudal de 1.600 l/s. Frenó sus máquinas en el año 1972.
Años antes de transformar El Ossero, Julián Navarro construye la Central Hidroeléctrica de Ruipérez, en lo que fue un histórico molino harinero, entre las lagunas Tomilla y Tinaja. Aprovecha el antiguo caz que desviaba las aguas de la Laguna Tomilla, en la zona conocida como Baño de las Mulas, hacia la izquierda del río para su funcionamiento.

Se trata de una central mayor que la de El Ossero, pues tenía una potencia de 500 kW y un caudal en concesión de 3.000 l/s, casi el doble. Para ello contaba con dos máquinas de producción arriba y otra de menor potencia en el sótano.
Inició su funcionamiento en el año 1914, aunque con una potencia mucho menor (un pequeño salto de 5 metros). Por ello, se amplió, comenzando su máximo rendimiento a partir del año 1924, y cesando su actividad en el año 1976.
Sin embargo, el molino sufría repetidas inundaciones procedentes de la gran cantidad de agua de la Laguna Tomilla. Cuando esto sucedía, el molino tenía que parar su funcionamiento hasta que las aguas de la Laguna Tinaja (donde vertía la Tomilla) bajaran. Al construir la central hidroeléctrica, y con el objetivo de evitar este fenómeno, decidieron horadar la barrera travertina que une la Laguna Tinaja y la de San Pedro, construyendo el canal conocido como Chorro de las Minas. De ese modo, el nivel de agua de la Laguna Tinaja siempre se mantendría bajo, evitando que se inundara la central.

Con estas centrales, sumando Miravetes y San Luis, además de otras en Casas de Benítez, la compañía Centrales Eléctricas Navarro S.A llegó a suministrar de electricidad a Socuéllamos, Villarrobledo, La Roda, Tomelloso y Ossa de Montiel.
Santa Elena, pionera eléctrica de las Lagunas de Ruidera
Con anterioridad a El Ossero y Ruipérez, y un origen bien diferente, se instaló la Central Hidroeléctrica de Santa Elena, gemela de la de San Alberto, aunque esta última ya en el municipio de Ruidera.

Su historia viene ligada a la de la propiedad de las lagunas. En particular, la de las siete lagunas pertenecientes a la Orden de Santiago, vendidas en el año 1821 a Tomás Ballesteros, producto de la desamortización durante el Trienio Liberal. Las lagunas eran: Tinaja; Redondilla; Lengua; Salvadora; Santos Morcillo, antes conocida como Ibáñez; Batana, antes Berrucosa; y mitad de la Colgada.

Décadas después, en el año 1899, Alberto Bosch, ministro y alcalde de Madrid, compra a los herederos cuatro quintas partes de las Siete Lagunas de Ruidera, con la intención de comenzar su explotación hidroeléctrica. Tras su fallecimiento en 1900, su mujer, Elena Herreros y su yerno, Francisco Rodríguez Sedano, fundan la Sociedad Comandita “Sedano y Compañía”. Por otro lado, Francisco Rodríguez Sedano compra en el año 1905 la Laguna de San Pedro por catorce mil pesetas, aportándola a la Sociedad.

Con ello, comienzan a planificar la construcción de las centrales de San Elena (en honor a Elena Herreros) y San Alberto (en honor a Alberto Bosch). En el caso de la primera, se construye un canal de casi 4 kilómetros de longitud que toma las aguas de la Laguna de San Pedro para dirigirlo hasta la central, construida entre las lagunas Batana y Colgada, donde Tomás López mencionaba la existencia de un molino a finales del siglo XVIII. En particular, el agua se dirigía a una cámara de presión, desde donde caía (Salto de San Pedro) 40 metros hasta la sala de máquinas equipada con dos turbinas Francis.

En el año 1909 comienza a funcionar esta novedad, con una potencia de 400 kW y un caudal de agua de 1.500 l/s en principio (año 1902), ampliado a 3.000 l/s en el año 1920.
La historia de los propietarios de las Siete Lagunas, más la de San Pedro, así como de las centrales mencionadas, es convulsa. En el año 1915, se vende a una compañía recién fundada llamada Energía Eléctrica del Centro de España, con capital francés. En 1927, estos lo venden a su vez a Luis de Figueroa y Alonso Martínez, que constituye la compañía Eléctrica Centro de España. En 1952, pasaron a ser propiedad de la Sociedad Anónima Eléctrica Centro de España. Dos décadas después, en 1972, la propiedad recayó en Unión Eléctrica Madrileña S.A. (posteriormente conocida como Gas Natural Fenosa). Fue en este año cuando la Central Hidroeléctrica de Santa Elena dejó de funcionar.
Las centrales de la Sociedad Comandita “Sedano y Compañía” (y propietarios posteriores) alimentaron de energía a las poblaciones de Alhambra, La Solana, Membrilla, Manzanares, Valdepeñas, Villanueva de los Infantes, Fuenllana, San Carlos del Valle y Villahermosa.
El pinchazo de una burbuja. ¿Hay futuro para la minihidráulica?
Apenas seis décadas conformaron el nacimiento y muerte de las tres centrales hidroeléctricas de Ossa de Montiel. De la inauguración de Santa Elena en 1909 al cierre de Ruipérez en el año 1976. 67 años pueden parecer pocos, pero hubo familias que durante toda su vida de esto vivieron, niños y niñas que nacieron en las casas de los operarios, ancianos que en ellas murieron.

A partir de mediados del siglo XX, el desarrollismo de nuestro país hizo incrementar enormemente la demanda de electricidad en los núcleos urbanos, lo que favoreció la proliferación de grandes centrales hidroeléctricas y térmicas, en detrimento de la minihidráulica (menos de 10 MW), menos rentable, condenada desde entonces a desaparecer.
Esta tendencia, apoyada por las administraciones, ocasionó la desaparición de los pequeños productores, favoreciendo la aparición de un oligopolio. El bajo precio del petróleo también influyó en su desaparición, con la proliferación de grandes centrales térmicas.
Si bien es cierto que la crisis del petróleo de los años 70 derivó en un replanteamiento de la industria energética de nuestro país, volcando la mirada en los recursos renovables y autóctonos, llegó tarde a las Lagunas de Ruidera. El abandono y falta de competitividad de las centrales existentes las condenó a su cierre. Así, en apenas 4 años, se cerró un capítulo de la historia donde reinaba la ilusión por producir electricidad de manera distribuida, por pequeños propietarios y utilizando los recursos autóctonos.
Los estertores continuaron unos años más. En los años 80, el recién creado Parque Natural de las Lagunas de Ruidera rechaza la posibilidad de recuperar el funcionamiento de las centrales hidroeléctricas modernizadas debido a su impacto hidrológico. Y aunque la minihidráulica esté comenzando su recuperación desde los años 90, no parece ser este el futuro de El Ossero, Ruipérez o Santa Elena. Estructuras con gran potencial condenadas a verse arruinar.
Referencias
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Vestal es una consultoría que apuesta por el fomento del turismo cultural en el medio rural.
Vestal busca recuperar aquellos saberes ancestrales en riesgo de desaparición, así como poner este patrimonio etnográfico al servicio de la población de una manera atractiva, sirviendo de cimiento para el turismo cultural y la repoblación rural.