Una mirada histórica a Uña

Una mirada histórica a Uña

En el corazón de la Serranía de Cuenca, sobre el colchón que proporciona la vega del río Júcar y entre las imponentes muelas de Valdecabras y la Madera, se encuentra el municipio de Uña. El pueblo brota del arroyo del Rincón como una isla olvidada de su natural laguna. El bello paisaje del entorno aglutina toda la idiosincrasia de la Serranía de Cuenca: agua, madera y piedra. Su historia es de tacto de lana y de aroma de pino. 

Su pasado es tan incierto como su propio futuro. Por su bella y estratégica ubicación, llena de recursos naturales, pastos para el ganado, agua para las huertas y madera para los crudos inviernos, es plausible que siempre acogiera poblaciones desde tiempos prehistóricos. Sin embargo, su primera señal tangible histórica son las tumbas antropomórficas situadas en la ladera de areniscas de Peñarrubia que, ante la falta de estudios arqueológicos que determinen su edad y estado, se establecen como tumbas cristianas de época visigoda.

La historia de Uña aglutina toda la idiosincrasia de la Serranía de Cuenca: agua, madera y piedra. Fuente: De la Toba a Villalba por un canal. Francisco José Rodriguez Martí

Tras la conquista cristiana, en 1177, el rey Alfonso VIII comienza la repoblación de todas estas zonas serranas de Cuenca con población norteña. Esta zona de propicios pastos entre primavera y otoño, hizo incentivar el pastoreo y asentar poblaciones ganaderas. Por otro lado, los gélidos inviernos, obligaban a practicar la trashumancia hacia otras zonas del sur. Esto, tras la creación de la Mesta, en 1273, queda instituido a través de la Cañada Real Conquense, donde viajarían los ganados trashumantes de Uña. Durante el siglo XIII y XIV, Uña fue parte del señorío de los Albornoz, familia ilustre de  grandes propietarios de señoríos y tierras conquenses. De este mismo siglo, data la iglesia de San Miguel Arcángel. 

El linaje Albornoz se extingue cuando Beatriz, última titular del señorío, se casa en 1403 con Diego Hurtado de Mendoza y dota de todas sus tierras en la Serranía al Señorío o Mayorazgo de Cañete, creado posteriormente en 1442. Su hijo Juan Hurtado de Mendoza, II señor de Cañete, rindió pleitesía y cobró las “prestameras” de estas tierras en 1493. De esta época, un documento dice que “la gente de a caballo que desde Cuenca vinieron hasta Uña derribaron catorce pajares como vil venganza por no pagar su deuda ese señor, don Juan Hurtado.” Uña forma parte como Villa del Marquesado de Cañete en su creación en 1530 y gozó de ciertos beneficios.

Escudo de los marqueses de Cañete.

Uña, al igual que la mayor parte de la Serranía Conquense, se nutría de sus dos elementos por excelencia: la lana y la madera. Estas dieron su mayor fama, como a la capital y a los pueblos serranos, durante los siglos XV y XVI. El vecino municipio de Huelámo, mencionado en las Relaciones Topográficas de Felipe II, era una de los municipios con mayor cabezas de ganado. Uña, aunque no tenía cordeles ni veredas, era copiosa en pastos y nutría de ganados a la cercana Cañada Real Conquense lo que la convertía en un importante núcleo ganadero. Fue la época también de grandes maderadas que bajaban por el Júcar hacia Cuenca y la Mancha. Como ejemplo, el arroyo de la Madera fue de gran importancia para nutrir de troncos el Júcar antes de seguir su paso aguas abajo. Por último, sus fértiles tierras junto al Júcar y la laguna, eran una fuente de cereales, hortalizas y frutales.

Al igual que Cuenca, fue la época dorada y poderosa de Uña. De sus pastos y sus ganados, se producía una de las más finas lanas de la sierra y de sus aguas, bajaban los más firmes troncos. La iglesia de San Miguel Arcángel, que acoge la figura del patrón San Roque, es restaurada el siglo XVI y de estas fechas datan sus tres ermitas: San Roque, San Sebastián y la Magdalena.

Al final de la edad de oro de la ganadería conquense, de la que Uña y su entorno, tomaron parte, encontramos las palabras que Sebastián de Covarrubias dedicó a Uña  en su Tesoro de la lengua castellana o española en 1611. (1) Este minucioso texto, dibuja y colorea un tiempo perdido en la historia de Uña: la laguna y su mitológica isla flotante, los altos riscos, el rincón, los arroyos, la fuente del Azabache y su pasado como villa del Marquesado de Cañete. Elementos emblemáticos, algunos olvidados, otros aferrándose a no serlo. Un documento único. 

La gran crisis ganadera y la consecuente textil, hundió la economía de Cuenca y de toda la Serranía en la primera mitad del siglo XVII. Para ilustrar esta decadencia no hay mejores documentos que la obra “Restauración de la abundancia en España” de Don Miguel Caja de Leruela en 1631 y el “Memorial” que Don Alonso Muñoz, cabeza de la cuadrilla de Mesta de Cuenca, presentó al Consejo en 1649.

Un invierno en Uña con Peña Rubia y la laguna. Fuente: De la Toba a Villalba por un canal. Francisco José Rodriguez Martí

Un siglo después, en 1752, el Catastro de la Ensenada muestra las consecuencias de esta larga crisis. Para estas fechas, Uña cuenta con 30 vecinos (2) y no cuenta con trabajadores en la industria textil. Perteneciente a las Tierras de Cuenca, las zonas de pasto ocupan un 75% del territorio (3), mientras que el otro 25 % era agrícola. De aquí, comprendemos la aún pertinente fuerza ganadera que mantenía la Serranía y en este caso, Uña. El ganado era mayoritariamente ovino y de raza churra, zurca en aquel entonces. Esto muestra uno de los efectos de la crisis ganadera, la paulatina desaparición de la oveja merina, y por ello, de la lana. 

 

También era de gran importancia la explotación de recursos minerales en el entorno como queda reflejado en que Uña, a finales de siglo XVIII, poseía una de las diez fábricas de hierro de la provincia cuyos productos “sin competencia, abastecían los mercados de ambas Castillas, Aragón, Valencia y buena parte de Andalucía”. También cales, yesos, carbones y ese siempre color azabache, procedente de los estratos de lignito, que ha impregnado la historia de Uña.

La histórica entrada a Uña: el puente romano.

Esta grave crisis se fue extendiendo agónicamente durante el siglo XIX, dejando estos municipios y parajes serranos como remotos lugares que, aunque con gran cantidad de recursos, iban siendo apartados de los procesos históricos y socioeconómicos. En 1836 desaparece, tras una larga decadencia y la nueva demanda por lanas sajonas, el Concejo de la Mesta y con ella, un pedazo titánico de la historia. Sobre Uña dice José Moros y Morellon, en 1864, que “gozó en otro tiempo de cierta celebridad por su gran comercio en maderas, que ha decaído considerablemente, y por su laguna abundante en aguas y ricas truchas” y del arroyo de la Madera menciona que “este afluente es digno de atención, si se considera que ha habido años que han bajado por él 30.000 maderos procedentes de los montes inmediatos.” 

Una jácara popular a inicios del siglo XIX del poeta humorista D. Gregorio Francisco de Salas refleja el modo persistente de vida en la Serranía:

En la Sierra hasta el más niño

Es tacaño á la verdad,

Pues come con mezquindad

Y viste con desaliño.

Tiene la casa hecha un guiño ,

Pues es su oficio primero

Ser un pobre carbonero,

O guardador de gorrinos ;

Y así tiene entre dos pinos

Escondido su dinero.

En el Nomenclátor del libro “Noticias Conquenses” de Torres Mena (1878), se refiere a Uña como Aldea del Ayuntamiento de Valdecabras, Partido de Cuenca, con una población de 48 vecinos, 228 almas o habitantes. Escribe que “son sus frutos como de Sierra, y á espaldas una gran Laguna donde se pesca gran cantidad de truchas, paga cada año 39.483 maravedises (1.160 rs.).” 

El siglo XX trajo uno de los puntos calientes de la historia de Uña: la construcción del canal de la Toba al Salto de Villalba. Esta faraónica construcción además de alterar el paisaje hidraúlico por completo y triplicar la capacidad de la laguna natural de Uña, significó durante la década de los años 20 un propulsor socioeconómico en el pueblo. El canal se comenzó en 1924 y unía el nuevo embalse de La Toba con la Hidroeléctrica del Salto de Villalba.

La laguna inundando las históricas huertas en 1926. Fuente: El canal de la Toba a Villalba.

Sin embargo, fue un oasis en el desierto. La mecanización en la agricultura, la desaparición de la ganadería tradicional y el fin de las maderadas por el río Júcar, han ido convirtiendo a Uña en un pueblo irreconocible con su pasado. Hoy en día, Uña cuenta con una población envejecida de 89 habitantes y su motor socioeconómico es el turismo. La cuña de la despoblación ha ido levantando la costra de la historia y despegando los conocimientos de tantas generaciones que han poblado este entorno. Su futuro, es un misterio.

Como ejemplo del fin de un proceso histórico, de un legado inmemorial lleno de tradiciones, como lucha de la memoria y la vida del municipio de Uña dejamos el texto encontrado sobre la viva roca en la Hoz de Garcielligeros: “Día 2 de marzo de 1983 es el día del señor pero yo aquí estoy de pastor, Máximo de la Hoz Arribas, adiós Peña de las Covatillas”. Como los versos de Cernuda: la vida con la historia tan dulces al recuerdo.

Construcción del canal con el pueblo de Uña al fondo. Fuente: De la Toba a Villalba por un canal. Francisco José Rodriguez Martí

(1)“Uña, villa en el obispado de Cuenca, y aunque es pequeña tiene cosas muy notables; entre otras una laguna muy grande, con tanta abundancia de truchas, que están perpetuamente saltando sobre el agua. Los pescadores entran a pescar en unos pedazos de troncos de una pieza a manera de artesas y la laguna es hondísima. Tiene otra particularidad, que parece mentira: una isla con hierba que se apacienta en ella ganado, y algunos arbolicos; esta corre por toda la laguna, siendo llevada de los vientos. Está fundada en cierta manera de piedra esponjosa, que es como toba. (Ovidio, lib. 15 Metamor., por cosa maravillosa cuenta de las islas Simplégades que en un tiempo vagaron sobre el mar agitadas del viento). Tiene un valle angosto, que de una parte y de otra están los riscos muy altos, y a plomo y se va a dar a un rincón, a donde estos peñascos se juntan; debajo dellos, salen diferentes arroyos y fuentes, y dellas manan las truchas que van a caer a la dicha laguna. Tiene más una fuente que llaman del Azabache, que verdaderamente no difiere del azabache que se labra si no es en ser blando; y tengo para mí que quitándole los costrones de encima, se hallaría el azabache fino, pero no se ha intentado por no estragar la fuente, cuya agua dicen ser de muy buen sabor y saludable. Esta villa es de los marqueses de Cañete, y aunque tienen otras de más vecindad y autoridad, esta, a mi parecer, deberían estimar en mucho.”

(2) Corresponde a un total de 120 habitantes aproximadamente. Como vecino sólo se contaba el cabeza de familia.

(3) Zonas de pasto mencionadas son: la Solana de Uña, la Muela de la Madera, el Puntal de Pajarero, el Pinpajarón y la muela de Pan Crudo. Otros espacios pastables, según terrenos propios, eran Garcimijeros y El Terminillo, con unas 2000 Ha. Estos dos parajes, incluidos en el actual MUP 151, significan una parte muy importante del pasto. Otros parajes son la Dehesa Boalar, Dehesa del Rincón del Juez y el Quinto de Umbría.  

(4) Memoria sobre la inundación del Júcar en 1864

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