Sumidos hoy en una profunda crisis, los mercados municipales luchan ferozmente por sobrevivir. Mientras que en las grandes ciudades se inclinan por convertirse en centros más bien hosteleros, con tintes más de bar que de tienda, en muchos pueblos el mercado recuerda la conexión entre las poblaciones de la comarca, y blinda la existencia de la venta ambulante, necesaria en los lugares donde no hay de todo ni a todas horas.
En Belmonte aún se puede saborear esta comarca cada lunes, con productos que ofrecen comerciantes de toda La Mancha. Se puede pasear entre sus galerías en busca del alimento necesario. Pero lo que hoy vemos poco tiene que ver con el mercado tradicional, el existente hasta hace apenas unas décadas. Pues se celebraba igual, todos los lunes, pero a la intemperie y sin electricidad que alargue la existencia de los congelados.

Hasta la construcción del edificio actual, el mercado se hacía en diversas plazas del pueblo, como en la Plaza del Rollo (o de la báscula), en la Plaza del Pilar o en la Plaza Mayor de Belmonte. En los años 70, se decidió trasladarlo extramuros, entre los cimientos de la antigua judería de Belmonte, sobre los restos de la Iglesia de Nuestra Señora de las Nieves, probablemente construida, a su vez, sobre la antigua sinagoga.

Así es como el mercado recuperó, sin saberlo, sus sabores sefardíes, pues el origen del comercio en La Mancha no puede entenderse sin el papel que ejerció el pueblo judío.
Los judíos, Belmonte y el comercio
La historia del pueblo judío no ha sido fácil. La intolerancia y el genocidio se apoderó de nuestras sociedades, especialmente a partir del siglo XIV, haciendo desaparecer a este pueblo de su tierra natal, Sefarad, a finales del siglo XV, a partir de la orden de expulsión de los Reyes Católicos.
La presencia de este pueblo en tierras ibéricas se remonta, al menos, al dominio romano de la península. Tras el paso de visigodos y árabes, continuaron viviendo bajo el yugo de los diferentes reinos cristianos, agrupados en juderías (barrios propios) que los diferenciaban del resto. En Belmonte se confirma su presencia desde finales del siglo XIV, cuando muchos judíos huyeron de Cuenca debido a los pogromos (masacres de judíos) del año 1391, marchando hacia Huete o a poblaciones del Marquesado de Villena, donde les fue permitido asentarse (en aquel momento, Belmonte era una villa de dicho marquesado). Sin embargo, es posible que su presencia se remonte siglos atrás.

No obstante, su importancia no radica en su número, si no en sus ocupaciones, pues fueron principalmente arrendadores, prestamistas y comerciantes. Debido a varios factores, como la educación o restricciones religiosas, es notable la intensa actividad económica de este pueblo durante la Edad Media, siendo los encargados de la recaudación de impuestos reales, además de participar de manera activa en casi todas las ferias y mercados que se producían en la Corona de Castilla.
Hay datos que atestiguan esta realidad. Mediado el siglo XV, se tiene constancia de una disputa entre el Concejo de la Villa de Belmonte y los Hijosdalgo que en ella residían sobre su privilegio de exención de tributos. Esto llevó al Estado de los Hijosdalgo a aliarse con otros grupos sociales marginados de la política local, como el Estados de Mercaderes manchegos (que eran familias de judíos o judeoconversos) para negociar sus privilegios tributarios e intentar acceder a los concejos, hasta ese momento vedados a dichos Estados.
Así la situación, en el año 1447, Don Juan Pacheco, Señor de Belmonte y Marqués de Villena, permite a los tenderos que formen parte del Concejo, pudiendo llegar a desempeñar oficios como la alcaldía, la alguacilía y los regimientos. De este modo, se ganó el favor de los comerciantes de Belmonte, fuertes aliados. La mayoría de ellos, judíos.
Por tanto, llegamos hasta finales de la Edad Media, al siglo XV, con una población belmonteña donde convivían las 3 culturas de manera más o menos pacífica. Los judíos, principales comerciantes, vivían extramuros, en la judería situada tras el paso de la Puerta de la Estrella, también conocida como de Monreal o Toledo. Los restos de su templo se esconden en las profundidades del mercado.

El origen del Mercado Franco de Belmonte
Es en este contexto en el que aparece el privilegio de celebrar todos los lunes un Mercado Franco en la villa de Belmonte. Pero, ¿qué significa esto de mercado franco?
En el contexto medieval, en el que las tierras corresponden a un señor, las actividades comerciales tenían cargas impositivas, como el derecho de portazgo y/o pontazgo (pago por el paso por caminos o puentes) o la alcabala (impuesto sobre mercancías vendidas). Pues bien, un mercado franco estaba exento de dichos pagos, lo que fomentaba la actividad mercantil. Era, por tanto, un privilegio que otorgaba el señor a la villa.
Casi todas las ciudades castellanas constituidas como villas contaron con este privilegio una vez por semana desde la Baja Edad Media. En Belmonte, su origen se remonta al periodo en el que esta villa se independiza del Señorío de Alarcón, durante la Primera Guerra Civil Castellana. En 1361, Pedro I desgaja el territorio de Belmonte de la jurisdicción de Alarcón, siendo confirmado este privilegio por su hermanastro y rival, vencedor de esta guerra civil, Enrique II, en el año 1367. Este hecho se confirma de nuevo en las Cortes de Toro de 1371, detallándose del siguiente modo: “…por faser bien et merçet a vos el conçeio de la villa de Belmonte, aldea que fuestes de Alarcón, porque seades más rricos e más honrados… tenemos por bien quel dicho lugar de Belmonte sea villa sobre sí de aquí adelante, e que no seades tenudos de obedecer la iustiçia e iurisdiçión e sennorío de Alarcón cuya aldea ella fue. E que en la dicha villa de Belmonte que ayades por fuero el Fuero de las Leyes de que usan en la villa del Castillo”.
Por tanto, más allá de la confirmación de villa independiente de Alarcón, se le conceden por Fuero las Leyes del Castillo de Garcimuñoz. Dado que esta villa vecina disfrutaba ya de un privilegio de mercado franco, es probable que el mercado de los lunes naciera durante estas fechas, viéndose reforzado por el aluvión de judíos que llegaron a estas tierras en las décadas posteriores.
En el año 1398, se concede la villa a Juan Fernández Pacheco, nuevo Señor de Belmonte, respetando este los fueros y privilegios de los que gozaban los villanos del lugar.

Curioso es el documento que regula las Condiciones del Mercado Franco de los Jueves en el Castillo de Garcimuñoz en el año 1456, de seguro similares a las disfrutadas por Belmonte cada lunes. En primer lugar, confirmaban su condición de mercado franco, pues “todas e quales quier personas que vinieren a vender quales quier mercadurias e otras cosas que en qual quier manera se vinieren a vender a la plaça de la dicha villa el dicho dia jueues que sean francos e que non paguen alcauala alguna asi el que vendiere commo el comprador”. Es decir, los mercaderes y compradores estaban exentos del impuesto de la alcabala.
Por otro lado, se establece que se ha de salir a la plaza donde se realice el mercado para disfrutar de dicho privilegio, ya que “han de sallir todos a la plaça e que los que non sallieren que non han de gozar de la dicha franqueza e han de pagar la dicha alcauala”. Además, se confirma que esta exención sólo se produce el jueves (el lunes en el caso belmonteño), teniendo que pagar la alcabala si se vendiera la noche anterior: “quales quier mercadurias a la dicha villa vinieren el dia de antes del dicho jueues que sean tenidas de non vender nin abrir para vender, quier sea de dia quier sea de noche, nin lo apalabrar, e si algo de lo suso dicho iziere o se le prouare que sea tenido de pagar la dicha alcauala el vezino o otra persona que lo apalabrare o conprare”.
Por último, cerrando las ordenanzas que rigen el funcionamiento del mercado, se recalca la importancia de este como privilegio y zona franca: “todas e quales quier personas que vinieren a vender quales quier mercadurias e otras cosas a la dicha villa el dicho dia jueues que sepan que no han de ser presos nin prendados nin enbargados a ellos nin a sus cosas e mercadurias todo el dicho dia jueues por debda nin debdas que deuan por ninguna nin alguna manera, asi por virtud del priuillegio que la dicha villa tiene commo por la dicha franqueza del dicho dia jueues, porque a la dicha villa plaze que le sea guardado entera mente et por estatuto que sobre ello agora nueua mente faze”. El mercado era territorio neutral.
Del medievo al siglo XX. Una historia de altibajos.
El entendimiento del siglo XVI viene marcado por las Relaciones Topográficas mandadas hacer por Felipe II. En el año 1579 se recogen las de Belmonte, definiendo esta tierra como: “llana y propria para labranzas. Pan no se coge mucho; y cógese mucho vino, cuasi todo tinto; gástalo la Sierra de Cuenca y tierra de Huete. Cógese algún aceite. Provéese de pan de los pueblos vecinos, en los cuales se coge mucho, como son Pedroñeras, Socuéllamos y Villarrobredo. Ganados cabañiles hay algunos. No tiene sal, y junto a ella se hace mucho salitre; provéese de sal de piedra de la mina de Iniesta, que está de aquí quince leguas”.
Sin embargo, no se encuentra referencia al mercado franco de los lunes, aunque lo más probable es que se deba a la falta de parte de estas Relaciones, pues sólo se responde hasta la pregunta 44, siendo habitual que se referencie el mercado más adelante. Sí se mencionan varios mercados francos de la comarca, como el de Villaescusa de Haro, celebrado todos los lunes; el de San Clemente, cada jueves; o el de El Toboso, también cada jueves.
Ya en el siglo XVIII, en el año 1787, Mateo López, en sus “Memorias y relaciones históricas, topográficas, civiles y eclesiásticas de la ciudad de Cuenca, de su obispado y provincia”, menciona por primera vez de manera explícita el mercado de Belmonte: “tiene mercado franco todos los lunes, y con este motivo la situación del pueblo, y sé que siempre ha tenido y tiene comercio de dos Lonjas famosas al por mayor”. Además, reafirma que en esta época tiene dos privilegios de feria, en San Andrés y en San Miguel, esta última existente al menos desde la independencia de Belmonte del Señorío de Alarcón, en el siglo XIV.
Sebastián Miñano y Bedoya, ya en el año 1827, confirma la existencia de “un mercado semanal los lunes, adonde acuden para proveerse de lo más necesario, y dar salida a sus granos, los labradores de todos los pueblos del circuito”. Madoz, años más tarde, menciona que “se celebra todos los lunes un mercado que llegó á ser famoso durante la guerra de la Independencia y algunos años después: pasada esta época, ha quedado bastante reducido por el contraste que le hace el de Quintanar de la Orden, sit. en mejor punto por cruzarle la carretera que dirije de Madrid á Valencia: las especulaciones de aquel se reducen á la compra y venta de cereales y otros art. de primera necesidad”. Según avanzaba el siglo XIX, el mercado de Belmonte perdía importancia, pero aún era importante para exportar el cereal sobrante, así como importar vino, bacalao, aceite, arroz, legumbres y frutales. Era un elemento crucial para asegurar una dieta equilibrada en la población belmonteña.
No obstante, parece que su importancia en la provincia remonta en las siguientes décadas, ya que Torres Mena, en sus Noticias Conquenses del año 1878, menciona que “de los mercados que antiguamente se conocían en muchos pueblos de la provincia para satisfacción de las necesidades ordinarias por la gente de las comarcas respectivas, sólo conservan una importancia relativa los que se celebran los lunes en Belmonte, los jueves en Tarancón, los viernes en Sisante y los sábados en Valverde del Júcar. Constituyen el fondo mercantil de todos ellos, los granos y demás productos agrícolas de cada comarca; algunos utensilios y manufacturas ordinarias de las industrias del país también; los frutos y legumbres de las huertas de Valencia y Murcia, según las estaciones; los artículos ultramarinos más comunes, y algunos géneros tejidos, en la clase de algodón mayormente”. También destaca la Feria de San Miguel de Belmonte en septiembre, por el “comercio de ganados mular y asnal principalmente”.

Como menciona Madoz, en el mercado semanal se exportan cereales y se importan frutas principalmente. El mercado es, en palabras de Torres Mena, el único tinte industrial en un Belmonte eminentemente agrícola.
A pesar de sus altibajos, este mercado sobrevivió a la entrada del siglo XX, siendo referencia en los pueblos de la comarca (y el antiguo partido judicial del que era cabeza) aún tras los efectos sufridos por la despoblación rural en la segunda mitad de siglo. En la década de 1970 se abriría una nueva etapa en su historia, en busca de sus orígenes.
El edificio del Mercado
La modernidad se apoderó de nuestros campos y nuestras vidas según avanzaba el siglo XX. La yunta dio paso al tractor, la bombilla enterró la importancia de la cera y el camión sustituyó a los arrieros y carreteros que cada lunes arribaban a Belmonte. Nuevas posibilidades, como el uso de la luz o la estandarización de las cargas y descargas, implicaron nuevas necesidades. Era el momento de abandonar las plazas, donde se había realizado el mercado durante seis siglos, y construir un edificio que albergara este privilegio.
En el año 1972 se compra el terreno donde construir el Mercado Municipal de Abastos. Un solar en ruinas sobre el que se había situado la Iglesia de Nuestra Señora de las Nieves, destruida en el año 1811 durante la Guerra de Independencia, pues la iglesia fue usada por los franceses como caballeriza y terminó destrozada. Era el testigo de la cristianización de la antigua judería en el siglo XVI, tras la expulsión de los judíos, pues fue construida sobre los cimientos de la antigua sinagoga.

En el año 1979 se finaliza la construcción y el nuevo mercado está en marcha. Las calles han dado paso a los pasillos y los tenderetes a los puestos. Según la Ordenanza Municipal actual, hay pequeñas tasas anuales por la ocupación de un puesto en el mercado, siendo en general mercaderes de la comarca quienes llegan cada lunes a vender su género, en general frutas, verduras y congelados. Sin embargo, también indican que “se suspende cualquier tipo de venta ambulante fuera de la establecida en el Mercado Municipal a excepción de las acordadas por el Ayuntamiento con motivo de la celebración de alguna jornada o fiesta que requiera la exposición y/o venta de productos alimenticios”, así como que “la venta ambulante de productos alimenticios cuya reglamentación lo permita solo podrá realizarse durante el Mercadillo municipal de los lunes”. Podrían haberse copiado de las Condiciones del Mercado Franco de los Jueves en el Castillo de Garcimuñoz en el año 1456. Cambiamos mucho y muy rápido, pero lo que nos sustenta permanece en el tiempo.
Aún hoy este mercado nos espera junto a la Puerta de la Estrella recibiéndonos en la que fuera antigua judería, rememorando y atesorando una gran historia que se remonta más de 600 años en los que el mercado de los lunes ha sido pieza fundamental en la alimentación de belmonteños y belmonteñas. El bacalao en salazón para el ajoarriero, las frutas para decorar los dulces o el vino con el que hacer la cuerva para festejar son aún a día de hoy un patrimonio de valor incalculable. Todo gracias a un mercado con sabores sefardíes que ha nutrido y todavía nutre las tripas y el alma de este histórico rincón manchego.

Referencias
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