Ricote: voz inmortal de nuestro pasado morisco

Ricote: voz inmortal de nuestro pasado morisco

A la villa de Ricote y a su Valle, también llamado Valle de los Moriscos, los hizo famosos Cervantes al conceder su nombre al personaje que representa en el Quijote a todos aquellos descendientes de los musulmanes españoles que fueron expulsados de su tierra a principios del siglo XVII. El comerciante Ricote personifica en él y su familia el drama histórico del destierro a perpetuidad de la población morisca. Una de las mayores tragedias humanas, socioeconómicas y culturales de la historia de España.

¿Por qué Cervantes apellidó Ricote a su morisco? Porque Ricote fue uno de los lugares de mayor concentración morisca de España y el último de donde fueron desterrados.  El destierro definitivo de los moriscos conmocionó a muchos compatriotas, entre ellos seguramente a Cervantes, y supuso la ruina para regiones enteras de Aragón y Castilla, incluido el Valle de Ricote. La expulsión de los moriscos sucede entre 1609 y 1614, precisamente cuando Cervantes está escribiendo la segunda parte del Quijote.

Episodio Ricote y los peregrinos. Grabado: "E.A. Tilly" / "Pellicer"

A los musulmanes que vivían históricamente bajo el poder de reyes cristianos se les denomina mudéjares. Del mismo modo que los cristianos que habían vivido bajo los reinados moros reciben el apelativo de mozárabes. El último reino musulmán de España fue el de Granada, que perduró hasta 1492. En el resto de la península subsistía una población mudéjar cada vez más asimilada a la cristiana, tras conquistas de los siglos XII y XIII principalmente.  

En 1502 en Castilla y en 1525 en el reino de Aragón todos los mudéjares son obligados a bautizarse o a irse de España. Casi todos optan por quedarse. De tal manera que dejan de ser oficialmente musulmanes para ser considerados cristianos. Se les designaba como “cristianos nuevos de moro” y despectivamente “moriscos”, término que finalmente se impuso.  Ahora bien, ellos pensaban que esto del bautismo sería un simple trámite y que una vez bautizados iban a verse libres de molestias. Al menos dentro de la intimidad de sus casas. Ellos intentan seguir viviendo en gran parte como lo habían hecho hasta entonces, hablando su lengua árabe y conservando vestidos, gastronomía, fiestas y costumbres tradicionales.

Traje de casa de las mujeres y niñas moriscas de Granada por Christoph Weiditz (1529) Fuente: Germanisches Nationalmuseum Nuremberg

Pronto se van a dar cuenta que su problema no era sólo de índole religiosa, sino que el objetivo final de los poderes seglares y clericales era hacerles perder su integridad cultural y que adopten de una vez por todas la lengua y las costumbres castellanas en un proceso de aculturación y de homogeneización social totales. Hay una voluntad clara de borrar todo lo que de alguna manera se asocie a la cultura andalusí.

La andalusí había llegado a forjarse como una gran cultura propia, muy diferente a la del norte de África y de otros países islámicos. Aquí habían confluido elementos musulmanes (en cuanto a religión) y árabes (en cuanto a la lengua) con elementos ibéricos e hispanorromanos. Una gran civilización hispánica que durante siglos estuvo a la cabeza de Europa. El primer Renacimiento europeo tuvo lugar en Al Ándalus desde donde se transmitió la ciencia, las matemáticas, la astronomía, la botánica, la filosofía grecolatina a todo el occidente cristiano.  Y es que la cultura árabe e islámica ya traían dentro de sí un rico bagaje grecolatino. Incluso la propia religión musulmana era de raíz cristiana y judía, nacida presuntamente para regenerar el cristianismo original. No olvidemos que Abraham y Jesucristo son profetas islámicos y que la Biblia es un texto sagrado del Islam.

Traducción al árabe del Dioscórides. Fuente: Germanisches Nationalmuseum Nuremberg

Al principio quisieron transformar a los moriscos en castellanos mediante la evangelización y luego a base de prohibiciones cada vez más estrictas. La Inquisición es especialmente dura con ellos. El momento álgido llega en 1567 cuando se promulga la Pragmática Sanción en la que se pretende borrar de un plumazo todas las identidades moriscas, incluido el uso de su lengua oral y escrita.

Francisco Núñez Muley, morisco culto, descendiente de príncipes nazaríes, miembro de la corte española desde los Reyes Católicos hasta Felipe II, fue defensor de su pueblo y al mismo tiempo del cristianismo como religión morisca. Un año antes de la Pragmática, Núñez Muley había intentado evitarla elevando al presidente de la Real Cancillería de Granada un Memorial en el que, desde el catolicismo, aboga por la conservación de los demás rasgos culturales de los moriscos. En su Memorial, con una sensatez y racionalidad asombrosas, se queja amargamente del maltrato y vejaciones a las que se ven sometidos. Y cómo existen otros muchos pueblos en el mundo que rezan al Dios cristiano en árabe: “Paramos cada día peor y más maltratados en todo y por todas vías y modos, así por las justicias seglares y sus oficiales como por las eclesiásticas; y esto es notorio y no tiene necesidad de se hacer información dello. ¿Cómo se ha de quitar a las gentes su lengua natural, con que nacieron y se criaron? Los egipcios, syrianos, malteses y otras gentes cristianas en arábigo hablan, leen y escriben, y son cristianos como nosotros.” Él razona que lo mismo que catalanes y gallegos (y vascos, añado yo) tenían sus idiomas, maneras de vestir, música y costumbres propias, y se les respetaba, también del mismo modo se les podría respetar las suyas a los naturales de Granada. Al fin y al cabo, eran todas particularidades regionales dentro de España.

Danza morisca por Christoph Weiditz (1529). Fuente: Germanisches Nationalmuseum Nuremberg

A pesar del Memorial y de otras defensas en este sentido de gente poderosa, la pragmática es aprobada. Inmediatamente estalla la sublevación morisca y comienza la guerra de las Alpujarras que durará dos años. Hay que tener en cuenta que los moriscos granadinos no conocen en su mayoría la lengua castellana y que el plazo de tres años que se les daba para que la aprendieran y para que dejaran de usar el árabe natal, tanto hablado como escrito, era llevarlos a la desesperación. Las exigencias de la pragmática van también a detalles sin importancia como la prohibición del uso de la alheña (jena) para adornarse, o a cuestiones de higiene como el cierre de baños, o prohibición de bailes, música o instrumentos musicales que poco tenían que ver con la religión. Una vez vencidos, los granadinos son desterrados y diseminados por muchos puntos de la península, entre ellos el Valle de Ricote. Aquí coincidirán con los viejos moriscos, que habitaban el Valle desde el siglo VIII como andalusíes y luego, tras la conquista castellana desde 1243, como mudéjares. Hay grandes diferencias entre unos y otros porque los granadinos mantienen intacta su cultura, su lengua y su religión, mientras los moriscos viejos ricoteños han sufrido ya un proceso de aculturación importante.

Panorámica de Ricote tomada en 1889. Fuente: The Book of History. A history of all nations from the earliest times to the present. Volumen 6, Nueva York, 1915.

Los moriscos se dedicaban fundamentalmente a la agricultura, a la artesanía, a la medicina y al comercio. Los había con un alto nivel económico. Nadie se manejaba como ellos en el regadío. Da fe de ello el antiguo refrán: “Una huerta es un tesoro si el hortelano es un moro”. Los andalusíes habían desarrollado mucho los riegos con una maravillosa red de azudes y acequias que en gran parte se han mantenido hasta ahora mismo, había introducido las abundantes norias e infinidad de variedad de cultivos y frutales. Habían reglamentado el uso racional del agua y los turnos de riego. El Valle de Ricote es un buen ejemplo de ello.

La intolerancia se recrudece y, conforme pasan los años va cundiendo la idea drástica y tremenda de que hay que expulsarlos de España. Se va aplazando la medida durante los reinados de Carlos I y Felipe II por el apoyo económico que los moriscos aportan a la corona y la posición en contra de la nobleza beneficiaria del trabajo morisco, pero llega un momento con Felipe III en que la presión de quien quiere echarlos es muy superior a la de los que se oponen. Los propios señores o caballeros castellanos o aragoneses para los que trabajaban, intentaron evitar su expulsión y los apoyaron mientras pudieron. Sabían perfectamente, como después ocurrió, que su expulsión supondría la quiebra de ellos personalmente y de todo el reino en general. Se decía: “El que tiene moro tiene oro”. Pero se les expulsa. El Valle de Ricote pierde un 50% de su población. Hasta la segunda mitad del siglo XIX Ricote no levanta cabeza. Valencia, por su parte, había perdido un tercio y Aragón un sexto.

Expulsión de los moriscos en el puerto de Denia (1612 - 1613) por Vicent Maestre

El drama y el dolor humano que supuso la expulsión no se puede expresar de mejor modo que con las conmovedoras palabras que Ricote le dirige a su paisano y amigo Sancho Panza:

“Doquiera que estamos lloramos por España; que, en fin, nacimos en ella y es nuestra patria natural. En ninguna parte hallamos el acogimiento que nuestra desventura desea, y en Berbería y en todas las partes de África donde esperábamos ser recibidos, acogidos y regalados, allí es donde más nos ofenden y maltratan. No hemos conocido el bien hasta que le hemos perdido, y es el deseo tan grande que casi todos tenemos de volver a España, que los más de aquellos, y son muchos, que saben la lengua como yo, se vuelven a ella, y dejan allá sus mujeres y sus hijos desamparados: tanto es el amor que la tienen; y ahora conozco y experimento lo que suele decirse: que es dulce el amor de la patria…”.

Los moriscos no son sólo historia pasada. Emociona saber que algunos de sus descendientes en Marruecos o Túnez todavía mantienen viva su memoria. Siguiendo la estela que en 2015 reconoció la nacionalidad española a los sefardíes, descendientes de los judíos españoles expulsados en 1492, hay moriscos descendientes de los que fueron expulsados entre 1606 y 1613 que han solicitado ese derecho. Es emocionante observar cómo unos y otros mantienen los rasgos físicos nuestros. Y cómo muestran llaves antiguas diciendo que son las de las casas que aquí dejaron sus antepasados y que las han guardado y transmitido durante siglos de padres a hijos.  

Referencias:

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