Quero es una cruz de caminos trazada hacia los cuatro puntos cardinales.
Vienes por el norte desde la Villa de Don Fadrique atravesando el llano interminable, de recto horizonte, antes y después de cruzar el río Gigüela y el paraje arbolado de la ermita de San Isidro. Y de repente, en un espacio ya periurbano, de naves agrícolas, dos molinos de viento, dos depósitos del agua y un santuario resplandeciente en su blancura, te encuentras al borde de un largo escalón bajo el que se reposa el pueblo y su laguna. Hasta que no llegas al santuario de la Virgen de las Nieves no ves Quero. Y al llegar ya estás en él. El declive se convierte desde la ermita en una ancha costanilla arbolada, con dos niveles. Es la calle de la Virgen. Por aquí desciende la Vereda hasta Pozo Duz ya en el llano y luego gira a la derecha evitando entrar en el centro del pueblo (1).
Viniendo por poniente a lo largo de la carretera de Villafranca se aprecia un relieve algo más alomado. Y allá, muy lejos a tus espaldas, tras Madridejos, Consuegra y Puerto Lápice, las estribaciones de los Montes de Toledo. Tras pasar la trinchera y las vías del ferrocarril se abre un panorama nuevo. Ante tus ojos, la laguna y Quero. La laguna domina todo el espacio a tu derecha hasta llegar al pueblo. Quero está agachado escondiéndose entre el arbolado. Pueblo reverdecido frente a su blanca laguna de la sal. Sólo la iglesia quiere sobresalir discretamente entre el caserío. Lo que sí resalta es un mamotreto blanco como la sal de la laguna y descomunal en su volumen. Un prisma rectangular mastodóntico. La mayor edificación de Quero, que deja a su iglesia parroquial a la altura del betún, no tiene huecos, ni ventanas, ni tejado. Está más en el mundo de la geometría que en el de la urbanística. Y al llegar al pueblo, en el panel de una rotonda, nos encontramos al bravo Don Quijote arremetiendo contra un molino de viento ante la mirada temerosa de Sancho.
Estas son las entradas imprescindibles de Quero. La de La Villa de Don Fadrique te lleva al santuario de la patrona y al salto orográfico que dio probablemente nombre al pueblo. La de Villafranca hermana a Quero con su laguna. La carretera de Miguel Esteban nos lleva a donde nace el sol y el sol poderoso del mediodía nos señala la de Alcázar.
Quero es un topónimo latino que enlaza con el Quer alcarreño y con los Querforadat, Queralt y Querol catalanes. El término latino hacía referencia, al parecer, a un promontorio o elevación de piedra. ¿Se refería, acaso, al escalón de roca blanca sobre el que se elevan los molinos de viento y en cuyo interior se excavaron los silos? Pocos desniveles orográficos, sin embargo, hay en el término municipal de Quero. La cota más alta (Cerro Gordo con 691 m) sólo sobrepasa en cuarenta y tantos metros a la más baja (646 m en la zona del Gigüela por Vadoancho).
Cualquiera pensaría que estas casas-cueva son lo más antiguo del pueblo. Pues no. El Quero histórico está abajo, alrededor de la iglesia y la plaza de la Villa. Los silos fueron excavados por familias muy pobres en el siglo XIX. Su escasa antigüedad y su estructura sencilla no les merma el interés etnológico. Los molinos de viento se levantaron siglos después de que el Caballero de la Triste Figura cabalgara por estas tierras. Uno de los molinos y uno de los silos fueron restaurados y musealizados en 2006. Su visita es imprescindible.
Aquí, junto a un humilladero anterior, se levantó en 1648 la nueva ermita para la Virgen de las Nieves. Por entonces este lugar, hoy ya parte del pueblo, era campo.
Junto a la vereda y a la ermita, una bóveda solitaria por encima de los silos (2). Desde aquí te sorprende una curiosa escena: aupado sobre un tejado un borrico está a punto de rebuznarle a una familia de cigüeñas. Es la obra de un escultor humorista. El enorme nido, con sus aves en plena cría, culmina una elevada plataforma artificial sostenida por un poste de metal.
Desde Pozo Duz enfilas la calle Real el Pozo, que nos lleva a la plaza de la villa. Pozo Duz lo dice todo. Agua dulce, más valiosa que el oro entre tanta salobre. Localizado en la vereda para suministro de ganados trashumantes, su agua se conducía también hasta la fuente de la Plaza. Vas viendo y bebiendo por las calles de Quero en fuentes modernas y funcionales que completan el alivio de las sombras que dan los olmos de la cuesta de la Virgen o los plátanos de la plaza de la Villa.
Quero es amante de los árboles, de las fuentes y de sus tradiciones.
Cómo se agradece en los largos días de calores este aprecio que los quereños han demostrado plantando árboles a diestro y siniestro en una tierra sin bosques. Las moreras a finales de mayo revientan de frutos que los tordos y las tórtolas turcas devoran. Y queda bajo ellas una alfombrilla pegajosa de jugos azucarados.
Quero de calles anchas y agradables trazadas a escala humana, limpias, sencillas, luminosas. Casas de dos plantas, portones de madera tachonada, rejas y balcones. En Quero podemos disfrutar de la tradición manchega, perdida ya en muchos pueblos, de los muros encalados y zócalos de azul añil intenso. Casas blancas y azules donde el sol y el mar confluyen como un exotismo del Mediteráneo oriental o norteafricano. Pero no nos engañemos. Esta tradición es tan manchega, por no decir más, que griega o tunecina. Un añil alucinante bajo la blancura cegadora. Los colores y la luz de un pueblo de la Mancha. Un modo higiénico de embellecer muros de pobres y toscos materiales, como piedras sin labrar, adobes o tapiales de barro o yeso. La cal mata los gérmenes. El zócalo de color disimularía las salpicaduras de polvo y lodo en calles sin pavimentar.
La plaza de la Villa es el corazón del pueblo. Y en él reitera por todo lo alto su apego cervantino. Una gran fuente de amplio estanque, ahora seco, contiene sobre pedestales al caballero enamorado y a su idolatrada Dulcinea, forjados en metal. A una distancia que la hace inalcanzable, Don Quijote la observa fijamente con unos ojos como platos admirando la hermosura de la moza de El Toboso. Ella, en jarras e indiferente al arrobo con que su amante platónico la contempla, mira hacia otro lado. Difícil lo tiene el caballero para arrimarse: sin agua se estamparía los sesos, con ella es muy probable que se ahogara porque no hay ningún documento que acredite su habilidad natatoria. De cualquier modo, no hay que preocuparse: el caballero es absolutamente casto. (3)
El ayuntamiento moderno de 1977 se corona con un reloj que supo conservar del antiguo una torre metálica de 1884 que alberga en su base una sonora campana. Las horas se marcan contundentes y rotundas. Rompen el devenir soñoliento de Quero. Y despiertan su silencio dormido. Fue una donación de la empresa constructora del ferrocarril y de la estación del pueblo para que los quereños no perdieran su tren.
Confluyen en la plaza de la Villa muchas calles de nombres históricos: la calle del Salero Real, calle Real del Pozo, calle Audiencia, Alcázar y la calle Empedrada. Hay calles próximas tan evocadoras como la del Sol o la Luna, de la Botica Vieja. La calle Empedrada, breve y principal arteria, nos lleva al otro corazón de Quero: la plaza de la Iglesia, arbolada como un oasis. Su nombre ya expresa la jerarquía preeminente que era ser, por antonomasia, la calle pavimentada, quizás la única en ese momento, del pueblo.Y en ella, entre hermosas casas de vecinos, la ermita de la Soledad y el Museo de la Palabra. La de la Soledad es más bien un oratorio o capilla sencilla, de rústica espadaña, emparedada entre medianiles.
El Museo de la Palabra es el buque insignia de la Fundación César Egido Serrano “cuyos fines son la promoción del arte y la utilización del diálogo para lograr la paz entre las diferentes culturas y religiones”. Entre otras propuestas y actividades convoca el Concurso Internacional de Microrrelatos que va ya por la VII edición. El Museo de la Palabra fue inaugurado en 2009. Un edificio jovenzano y deslumbrante con la estética de un antiguo palacio clasicista. Junto al palacio, a modo de fortaleza medieval de mucha menos altura, una muralla y un torreón almenados. La muralla se abre por un arco conopial. El torreón, incrustado al muro del palacio y protegido bajo su gran alero, se asoma por una ventana en ajimez de estilo neogótico. Debajo de ella leemos en castellano, inglés, árabe y hebreo: “La palabra es el vínculo de la humanidad”. El Palacio y la fortaleza de Quero, jugando con el tiempo, son los defensores de lo más sagrado que define al ser humano: la palabra y el diálogo.
La Iglesia parroquial, siglo XVII, es de mampostería, sencilla, de pueblo más bien humilde si la comparamos con las de otros pueblos limítrofes, de torre discreta y pórtico escueto, sostenido en dos columnas dóricas. No le podía faltar al campanario su nido de cigüeñas. El interior, de una sola nave, transmite una desahogada sensación de amplitud y de profundidad en la altura.
El cervantismo se lo debe Quero, en gran parte, a Alfonso Ruiz Castellanos, quien estudió la obra de Cervantes para rastrear las señales que fue dejando el autor sobre la controvertida patria del hidalgo. Hay una ruta ilustrada y entretenida con ocho estaciones donde engarzar las calles de Quero con los textos. En abril pasado ha tenido lugar la VIII edición de la Semana Universitaria y Cervantina (del 18 al 24 de abril de 2024) denominada “Querote 24” haciendo honor a la tradición por la que tanto hizo Alfonso en cuya memoria se celebra. Dentro de la Semana han tenido lugar el VI Congreso Cervantino Nacional y el VI Certamen Nacional de Relatos “Querote Alfonso Ruiz Castellanos”.
Quero es Querote y quiere ser la patria de Alonso Quijano el Bueno. Cervantes no diría que no (ni que sí).
(1) Se trata de un ramal izquierdo de la Cañada Real de Soria. Por aquí se incorporaban otras vías procedentes de Alcázar de San Juan y de las Serranías de Guadalajara, Teruel, y Cuenca.
(2) Bóvedas y silos. Los silos están excavados bajo tierra, las bóvedas tienen una parte bajo tierra y otra aérea cerrada mediante una bóveda de obra.
(3) Estas figuras fueron creadas por el escultor ya fallecido Eloy Teno. Este artista cordobés estuvo hasta su muerte afincado en Campo de Criptana y mucha de su obra está en Castilla la Mancha.
BIBLIOGRAFÍA:
-Quero: una villa manchega en la historia. Alfonso Ruiz Castellanos (Madrid,1956-Alessandria, 2015). Dip. Prov de Toledo. 2000.
-Historias mágicas, cervantinas e inquisitoriales. Alfonso Ruiz Castellanos. Dip. Prov. de Toledo. 2008.
–https://cronistaalfonsoruizcastellanos.blogspot.com/
-Instituto Geográfico Nacional. https://www.ign.es/iberpix/visor/
Amante de la naturaleza. Agente medioambiental de la CH Júcar