Hoy, La Mancha es conocida, entre otras cosas, por sus quesos, motor de la economía de la región. Para su obtención, su protagonista principal: la oveja manchega. Esta raza ovina se caracteriza por una gran producción láctea, de ahí su destino quesero.
Las razas de los animales domesticados han sido moldeadas por el ser humano en función de sus intereses, de lo rentable económicamente. En la mancha se apostó por el queso y tenemos la raza manchega, al igual que en la vecina comarca de la Alcarria se busca una mayor rentabilidad de sus carnes, derivando en la existencia de la oveja alcarreña. A pesar de su innegable origen rústico y autóctono, poco queda en ellas de sus antepasados salvajes.
Prueba de la selección artificial es el dominio de otra raza en otros tiempos, también en las tierras manchegas: la merina. Durante la Edad Media, y hasta prácticamente el comienzo de la Edad Contemporánea, el comercio lanar y de textiles era uno de los sectores económicos principales de Castilla, debido a la cantidad y calidad de las lanas de estas ovejas. Fue a raíz de la decadencia de esta actividad económica, principalmente a partir de los siglos XVII y XVIII, cuando comenzó la sustitución de esta raza por otras para uso cárnico o lácteo (de manera general, en aquellos siglos se utilizaba la palabra “churra” prácticamente como contraposición a merina).
Los ganados
Centrándonos en Mota del Cuervo, ya en el siglo XVIII mucho del ganado no era lanar, lo que no significa que la lana, aunque no fuera merina, no fuera utilizada para la elaboración de capas brutas (llamadas albornoces, similares a pesadas capas impermeables) que eran utilizadas por viajeros o pastores. En especial, el ganado estante, que en aquel entonces rondaba las 5.000 cabezas, estaba destinado mayormente a la obtención de carne y leche. Sin embargo, el trashumante era, en su mayoría, utilizado para la obtención de tejidos de lana. A raíz del Catastro de la Ensenada (1752), se identifican en Mota unas 9.820 cabezas de ganado ovino, divididas de la siguiente manera: 5.500 ovejas, 2.750 corderos (menos de 1 año), 1.069 borregos (1-2 años), 278 primales (2-3 años) y 223 carneros. De todas ellas, 5.061 eran ovejas trashumantes, que reunidas en hatos de unas 800 cabezas marchaban con la llegada del invierno en busca de mejores pastos sureños.
Para adentrarnos en realidades más recientes, es crucial escuchar a sus protagonistas, a los pastores. Hablando con Máximo Izquierdo Carranza “Masi”, nos introducimos en la realidad ganadera de la segunda mitad del siglo XX, en la que existían al menos 8 ganados diferentes, sumando más de 3.000 cabezas de ganado en La Mota. En el Censo Agrario de 1999 se muestra la existencia de 525 unidades ganaderas ovinas, que corresponden a unas 5250 cabezas de ganado.
Figura 1. Máximo Izquierdo Carranza “Masi”, pastor jubilado de Mota del Cuervo.
Sin embargo, lo que está claro es que los ganados eran, en general, pequeños, teniendo como máximo 500 ovejas cada uno. Nombres como los Ofrasios, los Miguelitos, Petera, Cholives, El Bolo, El Niño o Bernardino se repiten como ecos al recordar a los protagonistas de aquellos tiempos ganaderos.
Ganaderos con pastores a su cargo que cada amanecer se levantaban para dar vida a aquellos ganados. Vidas de sacrificio, sin descanso, que hacían posible la puesta en marcha de la industria textil. Ayudar a los corderos a obtener el calostro, adquirir la sal necesaria en las tiendas del pueblo o buscar prados frescos y sombríos en las calurosas tardes de verano, con el ganado recién esquilado, era una tarea incesante. Pero sin ella, ¿qué sería de nuestros tejidos?
Los Pastos
Esta cabaña ganadera precisaba de zonas donde poder pastar. En el mencionado catastro, se menciona que el 33,28% de la superficie total del término sería el espacio pastable, siendo tierra de inculto y baldío. Sin duda, son las tierras existentes al norte del término municipal, en la desaparecida Dehesa de La Mota, dentro de la Comunidad de Pastos de la Orden de Santiago de Uclés. Mencionados sus límites en las Visitaciones a La Mota de la Orden de Santiago de 1394 y 1416, eran: por el norte la Cañada de Tovar, continuando hacia el sur por el Camino de Los Hinojosos, cerrando al sur con el fin del monte y al este por el Camino de La Puebla del Aljibe. El centro de la dehesa era atravesado por el Camino de Belmonte. Ya en el siglo XVI, con las relaciones topográficas de Felipe II, no encontramos referencias concretas, apareciendo registros de nuevo en el siglo XVIII, pero con diferente denominación. Más allá de toda confusión y discrepancia, lo claro es que es a mediados del siglo XIX, con la desamortización de Madoz, cuando desaparecen los últimos retazos de la antigua dehesa.
Sin embargo, los pastos y encinares, aunque la tierra se fraccione y cambie de propiedad, continúan su camino. Orgullosos, han decidido no apartarse de su tierra. Por ello, la llamada en otro tiempo Dehesa de La Mota es hoy lugar de pastos, aún con otros nombres. La Casa Gilabert, la Huerta Mena, el Raberón, el Tuerto del Barbás o el Rebosero son sólo algunos ejemplos de los parajes sustitutos de la histórica dehesa.
Pero no sólo el término del norte era lugar de pasto. Cualquier tierra de inculto o parcela no válida para cultivo era aprovechada por el ganado. Dirección a Pedro Muñoz, en el límite provincial, existían lugares para encerrar las ovejas, lo que indica el uso de esos parajes. También en las inmediaciones de Manjavacas, en el Giminillo, parcela de pinos piñoneros donde también había ganados hace apenas unas décadas.
Otras dehesas históricas cercanas, ya fuera del término municipal, son El Ardal, con 400 almudes de superficie, en San Santa María de Los Llanos o la dehesa de pastos comunes de la Orden de Santiago llamada Zaharrón, en Los Hinojosos. De hecho, existe un pleito en 1728 en el que los vecinos de Mota del Cuervo denuncian el cierre del pasto común por los capitulares de Los Hinojosos, ganando el juicio los habitantes de Mota.
Y no sólo eran aprovechados estos pastos por ovejas. En estas regiones, con gran importancia agrícola y de transporte comercial, los animales de labor eran numerosos. Sólo en Mota del Cuervo, encontramos a mediados del siglo XVIII unos 540 jumentos (asnos) y 246 mulas, algunas de las cuales eran también trashumantes. Tanto es así, que el origen de la familia de esquiladores de la zona, los “Canutos”, se encuentra en el esquileo de mulas.
El Refugio
Hoy podemos desplazarnos por todos los prados en apenas unas horas, cómodamente sentados en el coche. Sin embargo, los pastores no lo tenían tan fácil. Los desplazamientos, más aún acompañados de cientos de animales, eran más costosos. Tanto es así, que en ocasiones debían dormir el raso. Pero, si tenían la ocasión de refugiarse, no la desperdiciaban. Por ello, encontramos los chozos, refugios de piedra y arena de planta circular y sin encalar. Anexos a los chozos, encontramos corrales que hacían la función de juntar y proteger al ganado.
Dispersos por el término municipal de Mota del Cuervo podemos encontrar varios de estos ejemplos, unos en estado ruinoso, como “El Ciervo” o “El Churrascas”, y otros en perfectas condiciones de conservación y dignos de visitar, entre los que destacan los situados al norte del término: el “Chozo Garito”, el “Chozo de los Almirones” o el “Chozo Morrete”, entre otros. Al centro y sur del término, encontramos otros como el “Chozo del Mudo” o corrales como los corrales de Tranca, de Ortega, de Telés, del Maestro o del Bizco.
El Esquileo
Como se mencionó al principio de este artículo, la mayoría del ganado, históricamente, no ha sido lanar, lo que quiere decir que la raza predominante no ha sido la merina desde, al menos, el siglo XVI. Sin embargo, la lana obtenida de la oveja manchega también puede utilizarse para la industria textil, como es el caso de Mota del Cuervo. Mucho más bruta y gruesa, ha sido utilizada mayoritariamente a lo largo del último siglo para la elaboración de mantas para las mulas.
Para poder abrigar a las mulas era, por tanto, fundamental extraer la lana de las ovejas. Cada año, con el fin de la primavera, anticipando los calores estivales, llegaban un peculiar grupo de personas a los pueblos: los esquiladores.
Conversando con Juan Arcangel Fernández Villaescusa, de la familia de los “Canutos”, esquiladores tradicionales de Mota del Cuervo, nos explica cómo en algunos lugares la llegada de los esquiladores era motivo de fiesta, pues era habitual que se acercara mucha gente a verlos trabajar, y que el ganadero aprovechará para invitar a un festín, con cordero y vino incluido. Estaban un total de 2 meses esquilando, desde finales de abril, en la zona de Mota principalmente, a principios de julio, desplazándose a la zona de Guadalajara.
Figura 4. Juan Arcángel Fernández Villaescusa, de la familia apodada como “Los Canutos”, tradicionales esquiladores de Mota del Cuervo y alrededores.
El origen de esta familia se remonta al padre y el tío abuelo de Juan, que comenzaron esquilando mulas y más tarde ovejas, utilizando las tradicionales tijeras. Con el paso de los años, las nuevas generaciones fueron relevando a sus padres, llegando a estar Juan junto a sus dos hermanos durante 16 años esquilando por la zona, ellos ya con maquinilla propulsada con gasolina, lo que les permitía desplazarse allí donde se encontrara el ganado, ya fuera estabulado en naves o dispersado en chozos situados en medio del monte.
Llegado el día de esquileo, lo primero era trabar (atar) las ovejas, uniendo las patas traseras y delanteras. Esto era función de los pastores, que utilizaban originalmente un cordel de esparto (de pleita hecha por ellos mismos), que se mojaban antes de ponerlas para evitar dañar a la oveja. Esta práctica, hoy extinguida, era considerada obligatoria años atrás.
Tras ello, empezaba el esquileo propiamente dicho. Lo primero era abrir los cabos, tanto en el cuello como en las patas, para empezar después un primer careo, pasando desde las patas al lomo de uno de los laterales. Más tarde, tras abrir la parte del lomo, se giraba al animal para comenzar el segundo careo, con el que se finalizaba el proceso. El objetivo era que todo quedara como una manta, llamada “caballón”, que se anudaba dando lugar al vellón, lo que facilitaba su transporte. Era el vellón lo que se vendía a la fábrica, donde empezaba el proceso “de las mantas”.
Mantas necesarias para unas mulas en un mundo que aún no conocía la existencia de máquinas agrarias o tractores. Esquiladores que eran fundamentales para obtener la materia prima, la lana. Pastores indispensables para cuidar del ganado. Ovejas, en definitiva, imprescindibles para abrigar a esas mulas.
BIBLIOGRAFÍA:
- Relaciones de pueblos del obispado de Cuenca. Julián Zarco Cuevas. Excma Diputación Provincial de Cuenca.1983.(Traslación de la Relaciones Topográficas de Felipe II, 1575.).
- Catastro de Ensenada. https://pares.mcu.es/Catastro/
- Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar (1846-1850). Pascual Madoz. https://www.bibliotecavirtualdeandalucia.es/
https://historiademota.com/articulo.aspx?ID=40. 135 años de historia. Libros de visitas de la Orden de Santiago. Enrique Lillo Alarcón.
EL PROYECTO «MEMORIA DE LA LANA» ESTÁ DESARROLLADO POR VESTAL ETNOGRAFÍA Y FINANCIADO POR EL AYUNTAMIENTO DE MOTA DEL CUERVO Y LA DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CUENCA.
Vestal es una consultoría que apuesta por el fomento del turismo cultural en el medio rural.
Vestal busca recuperar aquellos saberes ancestrales en riesgo de desaparición, así como poner este patrimonio etnográfico al servicio de la población de una manera atractiva, sirviendo de cimiento para el turismo cultural y la repoblación rural.