Lillo,  puerta norte de La Mancha.

Lillo,  puerta norte de La Mancha.

Los llanos predominan en Lillo, pero no caminaremos siempre sobre una planicie uniforme e interminable. El llano de Lillo tiene dos hermosos caprichos de la orografía. Un humilde Olimpo privado en el cerro de San Antón y una serrezuela, frontera de pueblos, compartida con El Romeral, Tembleque y, sobre todo, con Villacañas. Es la Sierra del Coscojo o del Romeral. Si un día se aplanaran estas elevaciones, Lillo no sería el mismo. Enriquecen su biodiversidad y su paisaje. Impulsan la armonía y la imaginación. La armonía de conjugar la habitual horizontalidad con una verticalidad inesperada. La imaginación interrogante de “¿qué puede haber allá arriba?”  y la de “¿qué se verá a tus pies desde lo alto?”. Un relator del siglo XVIII dice que desde el cerro se veían “en tiempos aguanosos” trece lagunas (1). Realmente se ofrece una de las mejores vistas de La Mancha. Otear los llanos y las lagunas desde la cumbre de San Antón da aire y vuelo de ave. En lo alto, una ermita antigua y unos molinos de viento modernos que a Don Quijote lo hubieran hecho salir corriendo. El término de Lillo ocupa la vertiente norteña de la Sierra del Coscojo y trepa hasta el vértice geodésico del Romeral. Y se aproxima tanto a Villacañas que casi se entromete en sus casas.

Lillo y el Cerro de San Antón desde la laguna de Altillo Chica. Fuente: Autor

  A Lillo en el llano se le van los ojos tras del cerro de San Antón próximo y en el horizonte suroeste a la Sierra del esparto y la coscoja que la cartografía desmenuza en varias: Sierras del Mapa, de la Rinconada, del Manzano, del Cascojo, de la Mina Honda, del Castillo y de la Mina Cabila.

  Y, entre otras formas de relieve, lomas y lagunas. Lomas con avutardas. Lagunas con flamencos. Lillo es manchego y tiene un pie en la Mesa de Ocaña. Mayormente su término pertenece a la cuenca hidrográfica del Guadiana y a la Mancha. Hay, sin embargo, una pequeña porción que se adentra en la del Tajo y en dicha altiplanicie. Tierra seca de cereal, olivas y viña. Lagunas salobres de agua efímera y manto de sal resplandeciente.

    A la Sierra del Coscojo vamos por el camino de Guadalerzas. Antes de llegar nos topamos con la vía férrea de Madrid-Andalucía-Murcia, junto a la que Lillo tuvo estación. Otro ferrocarril, heredado de la Guerra, tuvo Lillo: el tren de Negrín, interesante y efímero.

   La toponimia en Lillo nos ofrece una riqueza de archivo verbal, de copioso contenido natural y humano.  Podemos saber qué vegetación brotaba de esta tierra, dónde hubo una cueva, un pozo o una huerta y a quienes pertenecieron. Mucho de lo que el tiempo borró se quedó escrito en mapas y en los labios de los que lo siguen mentando.

Mapa de 1884 de Lillo y sus parajes. Fuente: IGN

 A pesar del evidente poco cuidado que, en Lillo, como en tantos otros lugares, se ha tenido en la conservación de los edificios tradicionales, es agradable darse un garbeo por el pueblo y disfrutar de la imponente iglesia, de la presencia evocadora del convento franciscano y entrar en el casino para aspirar con el olor del café el aire dormido en partidas interminables y discusiones políticas de un pasado congelado que parece revivir en su interior. Y allegarse a la plaza del Rollo para contemplarlo airoso, resucitado de su ruina, y poder apreciar, todavía hoy, la espléndida joya que tuvo que ser.

Plaza Mayor de Lillo y su iglesia. Fuente: Autor

La iglesia parroquial es un edificio grandioso, impresionante y sorprendente en un pueblo. Parece una catedral de turrón. La grandeza exterior impone. El interior, a pesar de la cal, embelesa. Su tremenda y hermosa torre. La filigrana del oscuro chapitel sobre los dieciséis arcos de su campanario. El coro renacentista de Covarrubias. La rejería gótica y plateresca. La bóveda de crucería, sus pilares refinados, la abundancia de capillas. En la de los Mártires, cuatro atlantes evitan que se desplome la cúpula sobre nuestra cabeza. Nos desconcierta como si se hubiera colado un fuerte soplo de paganismo en el íntimo recinto católico. 

Plaza Mayor de Lillo y su iglesia. Fuente: Autor

  En la plaza, la Casa Grande con destacadas rejas, con su torreón. Nos sugiere siglos guerreros defendiendo el paso cubierto a un corralón agropecuario.

  Se conservan dos ermitas en uso y dos ruinosas de las ocho que llegaron a levantarse. A finales del siglo XVI se datan seis: Ntra. Sra del Rosario, San Antón, Santa Eugenia, San Sebastián, Santa Quiteria y San Vicente. De estas sólo resiste la de San Antón culminando el cerro de su nombre, la del Rosario es pura ruina. De las restantes, ni rastro. Se construyeron dos más tarde. La de Vera Cruz (o de Monroy), hoy abandonada, y la de Ntra Sra de la Esperanza, la principal, levantada sobre las raíces de Lillo: el despoblado de Dancos.

Ermita de Ntra. Señora de la Esperanza en el paraje de Dancos. Fuente: Autor

   El convento franciscano ha sido una institución importante en Lillo y fuera de Lillo. Desde aquí partían sus frailes a predicar por los pueblos de toda la región. No puedo olvidarme del padre Alcaraz, lector de teología, que se desplazó a Villar del Águila (Cuenca) en la cuaresma de 1795. Allí conoció a la beata místico-erótica Isabel Herráiz. Allí atendió durante años las necesidades del alma y del cuerpo de su hija espiritual. Y allí se perdió. Dieron pie y cuerpo a uno de los procesos más sonados de la tardía Inquisición. Y el fraile acabó arrastrando una cadena perpetua en una prisión de Filipinas. Su cofrade Fray Juan Antonio de Lillo representa la otra cara de la moneda conventual. Llegó a ser obispo en aquellas mismas islas. Y es que la relación del convento franciscano de Lillo con el archipiélago filipino fue continua y profunda.


 Convento milagrero, según leemos en las Respuestas de Tomás López: “El primer guardián (del convento) fue fray Juan de Madridejos o de San Andrés predicador, el cual siendo antes presidente absoluto en el año de (1)639  presenció y testificó el casso siguiente: Que cayó un hombre de la obra de cuarenta pies de alto de la última esquina del nicho y no se hizo mal alguno. Se fue a su cassa por su pie y a los dos dias se puso a jugar a la pelota, cuyo milagro aprueba sin dificultad dicha fundación”.

Convento de los Franciscanos de Lillo. Fuente: Retazos de nuestra memoria, Ayuntamiento de Lillo

   En 1576, según las Relaciones, la villa de Lillo “está cercada de una muralla de tapias de tierra por algunas partes caída, y se va reparando”. Lo habitan unos 800 vecinos dentro de unas 450 casas. Y “que la mayor parte comúnmente de las casas y edificios de esta villa son de tierra y yeso labradas; la tierra y yeso están en esta villa, y parte de la teja y madera se traen de sierra de Cuenca y otras partes, que está a las veinte leguas de esta villa.”

  El Catastro de Ensenada en 1752 aporta el dato de que existen 425 casas “en que se incluyen algunas bóvedas que sirven de habitación”. Y unos 650 vecinos. Según Madoz, a mediados del siglo XIX tendría 4.806 habitantes lo que supondría el máximo histórico. Por aquel entonces era cabeza de partido judicial. En 1950, aún vivían en Lillo 4.175 personas. En la década de 1960, como una riada, nos arrastra, con un desplome poblacional, la emigración. En 1996 el padrón había bajado hasta los 2.892. En 2023 a 2.518.

Familia pastora almorzando entre salicones. Fuente: Retazos de nuestra memoria, Ayuntamiento de Lillo

  Lillo siempre fue agrícola y ganadero. Las Relaciones Topográficas dan una escueta información: “Al vigésimo sexto capítulo se responde que es tierra de labores, aunque no es muy fértil; lo principal que en ella se coge es vino y trigo y cebada”. El Catastro de Ensenada amplia datos y menciona: trigo, cebada, centeno, avena, vides y olivos, además de salicor y zanahorias. En 1788 se anota en el cuestionario de Tomás López: “En todo su término se hallan algunos olivares, viñas, tierras para candeales, tranquillón, cebada y avena. Lo más del terreno es salitroso y lo que produce más en el día es de salicor, en cuya especie y cultivo trabajan demasiado sus vecinos.” Y mediado el siglo XIX destaca, según Madoz, la producción de: “Trigo, cebada, avena, salicor, vino, aceite, y sobre todo la abundantísima de zanahorias, de las que puede sacarse azúcar por su dulce tan esquisito”. La zanahoria hizo famoso a Lillo en el siglo XIX hasta el punto que al lillense Venancio González, cuando era ministro, se le representaba en la prensa con el estereotipo que en Madrid se habían forjado de aquellos muchos vecinos de Lillo, que habitualmente iban a la capital a venderlas: Un señor subido en un burro con un manojo de zanahorias en la mano. Y rotulaba: “el ministro de Lillo”.  

  La ganadería extensiva de ovejas y cabras fue durante siglos el otro pilar económico de Lillo. Unas 12.000 ovejas data el Catastro de Ensenada. En 1990, hace cuatro días, aún quedaban 5.000 y 500 cabras. En el año 2.000 el Censo General ganadero de la Consejería de Agricultura hace constar en Lillo 2.657 cabezas de ovino y 406 de caprino. El Censo Agrario 2020 del INE contabiliza un total de 1.621 entre ovejas y cabras. Sin comentarios. Cerca de Lillo haciendo mojón con Corral de Almaguer transcurre una importante vía pecuaria: la Cañada Real Soriana. Esta no nos la quita nadie. Porque es Dominio Público inalienable, inembargable e imprescriptible.

Cañada Real Soriana con Lillo a la izquierda y el Cerro de San Antón al fondo. Fuente: Autor

  Es llamativa la cantidad de hijos ilustres de Lillo. Ya en las Relaciones Topográficas de Felipe II la respuesta más larga, y con diferencia, es la que trata de los personajes notables aquí nacidos: “Al trigésimo octavo capitulo se responde que en la dicha villa ha habido y hay personas ilustres por letras, oficios y virtud como fueron:..” y a continuación transcurre una larguísima relación de todos ellos. Un canciller de Castilla, obispos y catedráticos, capellanes y confesores reales, altos funcionarios y militares… Y desde el siglo XVI hasta aquí la lista se ha ampliado gloriosamente. Estaba aún por nacer el famoso teniente general Juan Senén de Contreras, héroe de la Guerra de la Independencia, y, cómo no, el ministro de las zanahorias, Don Venancio González.

(1) Respuestas al cuestionario de Tomás López. 1788.  Biblioteca Digital Hispánica / Biblioteca Nacional. https://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000013269&page=1

BIBLIOGRAFÍA

  • Mi pueblo. Su gente. Juan Gómez Diaz.
  • Relaciones topográficas de Felipe II. Relaciones histórico-geográfico-estadísticas de los pueblos de España hechas por iniciativa de Felipe II: Reino de Toledo., Universidad de Castilla la Mancha. http://biblioteca2.uclm.es/biblioteca/ceclm/Libros/Reltoledo/rel9.pdf
  • Catastro de Ensenada. https://pares.mcu.es/Catastro/
  • Cuestionario de Tomás López. Biblioteca Digital Hispánica / Biblioteca Nacional. https://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000013269&page=1
  • Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Pascual Madoz. Tomo X. Madrid. 1847.
  • Patrimonio arquitectónico e inmaterial de Lillo. Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. Toledo, 2018.
  • La evolución del paisaje natural a través de la toponimia. Concepción Fijano Hidalgo y Juan Antonio González Martín. Cuadernos geográficos nº 54 pp. 220-244. 2015.
  • Instituto Nacional de Estadística.  https://ine.es/
  • Instituto Geográfico Nacional Mapa 1:25.000.   www.ign.es
El proyecto “Lillo: en busca del agua entre cuencas”, financiado por el Ayuntamiento de Lillo y la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha a través de los fondos de la Unión Europea-Next Generation UE, tiene como objetivo principal la puesta en valor de todo este patrimonio cultural, oficios y conocimientos ecológicos tradicionales asociados al ciclo del agua en el municipio de Lillo.
Escudo_Lillo

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