Las Valeras es un solo municipio desde 1971 cuando se aúnan los de Valeria y Valera de Abajo. Fueron nombradas en sus principios medievales Valera de Suso y Valera de Yuso, las pobres hijas venidas a menos de la Gran Valeria romana. Más tarde las conocimos como Valera de Arriba y Valera de Abajo, términos que actualizaban aquellos otros sinónimos ya obsoletos. En 1959 la de Arriba, la primogénita, heredó el milenario nombre de su madre.
Situada en un gran promontorio calizo entre el rio Gritos y el arroyo Zahorras, Valeria fue una importante y monumental ciudad amurallada. Sus quebradas columnas, sus desgastados capiteles, sus esculturas descuartizadas y sus hermosas ruinas que no terminaron de caer o que fueron excavadas, así lo demuestran. Y así lo atestiguan también por escrito grandes historiadores antiguos como Plinio o Ptolomeo. Fue fundada o quizás refundada a principios del siglo I a. C. por la República romana.
Valeria era el centro de un amplio territorio conquistado. Aquí vendrían los campesinos y trajinantes de toda la provincia valeriense y de otras de Hispania a vender, a comprar y a gestionar diversos asuntos, entre ellos los administrativos. Desde sus rústicas aldeas y poblados de tapial de yeso y de piedra basta con techumbres de paja, llegaban y se quedaban boquiabiertos ante las grandes construcciones de piedra cincelada y cubiertas de grandes tejas con antefixas ornamentales, calles y plazas pavimentadas y pobladas de esculturas sobre pedestales que parecían moldeadas por los dioses a los que representaban con frecuencia. Por eso los romanos construían con tanta grandiosidad. ¿Quién se atrevería a desafiar el poder de Roma? Los pastores y aldeanos, los rústicos labradores y hacheros, los humildes artesanos, se encontrarían empequeñecidos bajo los pórticos de enormes columnas y los refinados capiteles del foro y del ninfeo, de la basílica o de la curia. Asombrados transitarían por el grandioso escenario de la fuente de las Ninfas, en medio de cascadas y surtidores de agua sonora sobre sus cabezas, frente a las “tabernae” (tiendas, bares y talleres) donde los afortunados podrían comer, beber y adquirir infinidad de mercancías.
La Valeria actual, construida en los aledaños de la romana, aprovechó sillares y materiales de las ruinas. No heredó su grandeza, pero sí su dignidad, una dignidad más sencilla y humilde, acorde con los nuevos siglos. Su plaza mayor es amplia, hermosa y agradable. La flanquea un Ayuntamiento porticado y una iglesia llamada curiosamente de la Sey (catedral) porque la Valeria visigoda tuvo obispos. Es una joya esta iglesia románica, ampliada y reformada en el siglo XVI. De este tiempo procede el hermoso artesonado y la torre con su pasadizo. En el interior, como un ojo expectante, el Pozo Airón, consagrado a este dios celtíbero de las aguas y del Inframundo, nos observa desde tiempos anteriores a Roma. Aprovecharon los cristianos del siglo XIII, constructores del templo, muchas piedras de la Valeria pagana. Cuando no hace mucho se retiró el deteriorado revestimiento de los pilares aparecieron embutidas ante los ojos atónitos de los albañiles fustes de columnas y capiteles preciosos. Aquí eligió su lugar de descanso eterno bajo su propia figura esculpida, Hernando Ruiz de Alarcón, el señor de Valera.
La Valera de Abajo, primero artesana y luego industrial, ingeniosa, pragmática, sin lirismos, esteticismos, ni florituras es la imagen del trabajo, la voluntad férrea, la capacidad de adaptación con todo en su contra. Población extraordinaria y diferente en una provincia envejecida y agrícola. El pueblo que supo conservar y desarrollar el arte de la madera. Con muchos pueblos como Valera, Cuenca sería un emporio. ¿Qué milagro descendió de los cielos para generar una actividad tan increíble en un pueblo tan pequeño? Cerca de la centena de industrias madereras, actualizadas con las últimas tecnologías, son actualmente la herederas aquellas domésticas carpinterías artesanales de los abuelos. Quizás la población de España con más industrias per cápita. Aquel carácter familiar ha continuado, sin embargo no es obstáculo para que las puertas y ventanas de Valera se conozcan en toda España y en muchos países a donde se exporta.
Según el Catastro del Marqués de la Ensenada a mediados del siglo XVIII, Las Valeras vivían de la agricultura y la ganadería. Se cultivaba principalmente cereales (trigo, cebada, avena, centeno y escaña) y leguminosas (garbanzos y guijas). Y por supuesto azafrán, cáñamo y nabos. También viña y algo de olivo en Valera de Abajo. Ya no había por aquel entonces en esta zona oveja merina, todas eran churras. Unas tres mil seiscientas con trescientas cabras en Valera de Abajo y tres mil con ochocientas en la de Arriba. Lo que indica el terreno más fragoso y propicio para la cabra de ésta. Estos datos son en su mayor parte válidos hasta mediados del siglo XX y podrían con mucha certeza retrotraerse hasta 2000 años atrás.
Madoz, mediado el siglo XIX, nos trasmite que Valera de Arriba “consta de 300 casas de mediana construcción distribuidas en calles empedradas y una plaza regular”, frente a las “200 casas de pobre construcción inclusa la casa del ayuntamiento” y “calles irregulares y mal empedradas” de Valera de Abajo. En habitantes y riqueza, aunque ya por poco, aún es más importante Valeria, que, además, tiene 286 vecinos con 1187 habitantes frente a los 274 y 1090 respectivamente de Valera de Abajo.
Muy pocos años después (1860), según el censo oficial, Valeria es ya superada en 17 habitantes por Valera. En 1900 constan 919 y 1173 respectivamente. En 1940 925 y 1467. En 1960 814 y 1692. En los 60 el desplome demográfico de Valeria, como la de todos los pueblos de la Serranía de Cuenca, es brutal. En diez años Valeria pasa de 814 a 437 mientras que Valera se mantiene en 1573. En 2021 hay un censo de 61 habitantes para Valeria por 1421 de Valera. Tremendo.
La pobre Valeria no sólo es la hermana pobre y venida a menos sino que agoniza. Valeria sigue la tónica normal de los pueblos serranos y es Valera la asombrosa y heroica excepción en una Serranía que muere.
El río Gritos es el alma de Las Valeras. Bajando desde la ancha vega de La Olmeda en cuyo término nace, recibe las aguas que manan en El Pocillo donde se emboca la Hocecilla de Valeria, Hoz de la Cueva de San Miguel u Hoz de la Pililla, paraje excepcional donde admirar vegetales de hábitat umbroso como el arce de montpellier, madreselvas y ruscos, y aves escasas como el picogordo y el águila real. Tras la Fuente de Valdelagua y La Puente Nueva el Gritos se encaja y ahonda en la gran Hoz bajo las ruinas. Hoz de Valeria, última hoz de la Serranía, una de las más hermosas. A pesar del frecuente tránsito humano por la carretera emparejada con el río y las risqueras, reúne valores ornitológicos de primer nivel: alimoche, buitre, águila perdicera, búho, halcón peregrino, treparriscos, acentor alpino, collalba negra, chova piquirroja, torcecuello, roquero solitario y avión roquero. ¡Ojo! Estos últimos, a pesar de la proximidad física y onomástica, ni son parientes ni trinan rock.
El río en lo hondo y en lo alto los llanos esteparios, pastizales ahora repletos de matas de romero y de sabina negral en proceso de lenta recuperación tras los siglos de sobrepastoreo. En las altas solanas del páramo abundan las tainas ya abandonadas, pero no mudas, porque nos siguen hablando de un pasado fructífero muy reciente de intensa actividad ganadera. La alondra de Dupont, las currucas rabilargas, collalbas, mochuelos, cogujadas y colirrojos son testigos de ello.
La Hoz del río Gritos y los páramos de Las Valeras están declaradas Zona de Especial Protección de las Aves (ZEPA) y Lugar de Interés Comunitario (LIC), importantes figuras de protección a escala europea.
La Hoz, antes de despedirse, nos regala la vista imponente del Pico la Muela. En su lomo hubo casas defendidas por el abismo. ¿Quién diría que bajo el césped de su suave y limpio pasto duermen cimientos de casas inaccesibles levantadas desde la Edad del Bronce? Vemos restos de los dos únicos y complicados accesos. El de arriba haciendo acrobacias entre dos precipicios, nos deja ver los surcos tallados durante siglos sobre los peñascos por las llantas de hierro y madera de los carros. El de abajo conserva un lienzo de muro ascendente y algunos escalones, deteriorados más por el paso del tiempo que por el de los transeúntes. Bajo el Pico la Muela, viejos olivos y, entre las peñas de la umbría, grupos de almeces, árbol de las imprescindibles horcas y bieldos de madera.
Y al poco se amansa y humaniza el río Gritos entrando a otra ancha vega junto al caserío de Valera de Abajo. A punto de cerrarse ésta en la Hocecilla, el Gritos recibe al rio de Piqueras, el otro río de Valera. No quiere morir todavía el Gritos sin jugar con la roca. Así moldea y atraviesa la Hocecilla y a partir de ahí se prepara para unirse al embalse de Alarcón en tierras de Valverde. Acaba la Hocecilla de Valera y aparecen Los Yesares, cerros carcomidos por las extracciones, con las ruinas de sus hornos explotados hasta no hace mucho. Inmediatamente vuelve a ensancharse el río en la vega de Mezquitas, término ya de Valverde. En el caserío de Mezquitas el río Gritos se hace embalse cuando las aguas están altas. Si no lo están, como es lo más frecuente, el río llega a Valverde e incluso, en épocas de extrema sequía, hasta el mismísimo Júcar.
Las grullas vienen en noviembre a invernar al embalse y se van en marzo a sus hogares de cría en Laponia. Pasan y gruyen sobre nuestras cabezas, a veces sin ser vistas.
La cueva de la Judía, enclavada en la Sierra del Monje, es una joya para el hábitat de varias especies de murciélagos, uno de los enclaves más importantes del centro peninsular, junto con la cueva de los Morciguillos de Valdeganga para la invernada y cría de quirópteros. Declarada Microrreserva y Lugar de Interés Comunitario.
El pueblo de Las Valeras sabe valorar su pasado y cada año lo rememora. La Valeria agonizante renace en verano y se viste de romana para celebrar por todo lo alto su “ab Valeria condita”. ¡Qué mejor fecha conmemorativa que la de su remoto nacimiento! Valera de Abajo, por su parte, estalla en pólvora, fuego y emociones compartidas los primeros días de enero. Recrea lírica, prosaica y estruendosamente aquellos tiempos no tan lejanos cuando fuimos moros y cristianos.
Las Valeras. Valeria. Hoz del Gritos. Historia y naturaleza. Atraso y desarrollo. Un lejano pasado glorioso. Después, siglos de altibajos. El futuro no puede perderse en Las Valeras, por algo sus gentes gozan el epónimo de “valerosos”.
Amante de la naturaleza. Agente medioambiental de la CH Júcar
Relato muy bien estructurado muy interesante y muy didáctico…..felicidades
La cueva de los morciguillos esta en Tórtola, no Valdeganga
Tienes razón. La cueva está en el antiguo término municipal de Tórtola, perteneciente al actual de Valdetórtola.
Muchas gracias.