Ha sido aspiración constate de cuantos se interesan por la agricultura patria que las Diputaciones y los Ayuntamientos, dada su influencia directa en la provincia y localidades, intentasen marcar una senda científica, siquiera fuese elementalísima, a los agricultores de cada provincia y de cada municipio. Algo de esto se ha conseguido con la organización de las “semanas agrarias” y con la de “cátedra ambulante”, que con tan grande resultado está recorriendo los pueblos de Galicia.

Todo ello va a recibir un gran impulso de modo que, aun sin estar en contacto directo con los productores, llevará a todos los centros industriales elementos científicos de gran valor. Nos referimos al establecimiento de laboratorios de Química, de Ciencias Naturales o de Biología, aplicadas a la agricultura, y a las industrias derivadas de ella, como la ganadería, la piscicultura, la avicultura, la sericicultura, etc.

Es lógico pensar que estos laboratorios sean instalados, no en las capitales, sino allí donde las necesidades de las industrias agrícolas lo demanden con mayor urgencia.

Debemos esperar mucho de estos centros de investigaciones y de aplicación científica, no solamente por los beneficios materiales que produzcan, sino por algo más importante que eso, cual es que, merced a ello, se despertará en todos lo que de la madre tierra viven un gran interés hacia esos problemas, hacia esas investigaciones, hacia esas relaciones de la ciencia y el trabajo agrícola.

Mucho es dado esperar también de ese interés, traducido en iniciativas privadas, en disposiciones de Corporaciones Provinciales y Municipales, para que cada región pueda ofrecer el espectáculo de poseer el mejor laboratorio y los agricultores que trabajen más científicamente, y que, por lo tanto, produzcan más y mejor.

Por esta vez el Estado, al crear esas Juntas con tan interesante misión, han cumplido sus deberes.