En un rincón de Saelices, de cuyo nombre sí me acuerdo, no ha mucho tiempo que se divertían entre sus paredes infantas de España, toreros ilustres, famosos de Hollywood y folclóricos nacionales. Lo hacían en una antigua finca conocida como Villa Paz, nombre heredado de la que fue su antigua dueña, la Infanta Paz de Borbón. Su historia guarda aquellas décadas de fiestas y affaires entre entre lo más granado de la esfera social y gente de la farándula que marcaba el salseo de la España franquista.
La finca de Villapaz se encuentra en un rincón entre Saelices y Segóbriga, en un rico monte de caza poblado de encinas y robles que ya desde el siglo XIX fue noticia a nivel nacional. La finca original fue comprada por la reina María Cristina de Borbón, aquella viuda de Fernando VII que tuvo a su bien casarse con el “ilustre” hijo de Tarancón Agustín Muñoz, más conocido como Duque de Riánsares -lo de “ilustre” da para otro artículo-. La enorme finca, entre dimes y diretes, pasó a la herencia de las nietas legales de María Cristina, es decir, a dos de las hijas de la ya entonces reina Isabel II -en concreto a Eulalia y Paz de Borbón-, pero los hijos del matrimonio entre la reina madre y el taranconero también querían parte del pastel. Después de largos juicios, la finca quedó en propiedad de las chicas Borbón, dividiéndose en dos con el río Gigüela como frontera. Al norte, la parte de El Castillejo quedó para Eulalia; al sur, la parte de Villapaz quedó para Paz.
Eulalia no cuidó mucho de su finca, que poco a poco fue abandonándose y con ella su principal edificio, el conocido como Castillo de Luján -recientemente restaurado por la Diputación Provincial-. Tanto el castillo como la casa de la finca sufrieron abandonos y expolios, una dejadez unida a la desunión de la propia Infanta con su familia, con la que apenas tuvo trato a partir de finales del siglo XIX y fue prácticamente repudiada por su sobrino Alfonso XIII (Figura 1).
No pasó lo mismo con la parte de su hermana Paz, que levantó en su parte de la finca un palacio con su nombre, la conocida como Villapaz. Casada con el príncipe bávaro fijó su residencia en Múnich, pasando buenas temporadas en su finca conquense cuando venía por España, siendo también frecuentada por Alfonso XIII en sus días de huida de la capital -como curiosidad decir que pasaba por la casa de la finca de su tía repudiada, que está en el mismo camino-. Durante la Guerra Civil la casa de la finca sirvió como hospital a las Brigadas Internacionales de la Brigada Lincoln, uno de los varios hospitales brigadistas existentes en la zona.
Pero su fama y esplendor no deriva de la Casa Real ni de ser hospital, que también, sino de ser la famosa finca del torero Luis Miguel Dominguín y el centro de los eventos sociales de la España de los años 50 y 60. Buena parte de la esfera social de Madrid y Hollywood pasaron por esta villa. Hubo bodas, como las del famoso torero Antonio Ordoñez y Carmen, la hermana de Luis Miguel Dominguín, creando un nuevo linaje taurino que llegará hasta los Rivera Ordoñez; o la boda del propio Luis Miguel con Lucía Bosé, que se habían casado previamente en Las Vegas por lo civil y tuvieron que casarse por la iglesia para que su matrimonio se viera legal en España. Toda la farándula española pasó, se enamoró, se casó o se separó entre las habitaciones de la finca.
Pero si se hizo famosa la finca fue por el paso de lo más granado de Hollywood y de la sociedad americana. La Dolce Vita de los actores americanos en el Madrid de los años 50 tuvo en la plaza del tentadero de Villapaz otro sitio donde disfrutar del ocio. Aprovechando rodajes de películas, actores o actrices como Sofia Loren, Audrey Hepburn o Truman Capote pasaban por la finca saeliceña para hacer sus famosas capeas. Pero si destacamos un personaje es Ava Gadner, conocida actriz que mantuvo un intenso romance con el torero y que tuvoen esta finca un picadero para algo más que para torear vacas bravas. El camino de Villapaz se convirtió en un auténtico desfile sin alfombra roja (Figura 2).
Y también vinieron astronautas, como Charles Conrad -que más tarde tripularía el Apolo XII-, que en una visita a España y junto al embajador americano se pasaron por Villapaz, capote en mano, para lidiar alguna que otra vaquilla. Tanto la prensa escrita del momento como el NO-DO dieron buena cuenta de todas estas visitas.
Una finca que actualmente ha caído en el olvido para muchos vecinos de la comarca, que incluso desconocen su existencia, pero que hasta hace bien poco fue el centro de la vida social del Madrid de los años 50 y 60 y que anteriormente perteneció a la familia real. Unas paredes con mucha historia que intentamos pincelar aquí. Ojalá tener un traductor para poder saber todo lo que las paredes esconden.