El viajero que venga a La Mota desde Cuenca por la nacional 420 se verá sorprendido, antes de llegar al pueblo, por unas descomunales carrascas. ¿Cómo pueden mantenerse en pie todavía y en el corazón de la Mancha agraria y desforestada unos ejemplares de tal magnitud, más propios del inmenso bosque primigenio? Son los restos de la famosa Dehesa de Mota. Casi un mito, ¡La Dehesa!
Se llevará otra agradable sorpresa cuando, continuando su camino, ascienda a la Sierra, y se tope con los molinos, braceros del viento, y, a sus pies, un amplio y heterogéneo conjunto urbano presidiendo la interminable llanura desarbolada. El balcón de la Mancha. ¡Y el vértice geodésico de la Mota! En este altozano vigilante, al parecer, hubo un castillo. Quizás un día descubramos sus cimientos.
La Sierra, la Mota o la Loma parece partir el término, pero en realidad protege al pueblo de los vientos del norte a los que durante siglos ha domesticado para la molienda de granos. Vista desde el sur, coronada por sus molinos, ofrece una hermosa estampa de fondo.
¿Quién sabe hoy en día lo que fue la Dehesa? ¿Porqué, de tantas tierras comunales, no queda ni un sólo metro cuadrado? Aquí los moteños se proveían de madera, leña y pastos. Madera recia para construir casas y templos. La leña, fuente de energía indispensable para calentarse en invierno y para cocinar todo el año. Los pastos, base nutricia de la lana, la leche y el queso. Y gruesas bellotas, sustento no sólo de las piaras de cerdos sino de la propia población humana en épocas de hambruna. La bellota era el último recurso nutritivo en muchas ocasiones. La bellotas del Quercus ilex ballota, la subespecie de carrasca de fruto más grande y dulce, eran molidas y trasformadas en harina para elaborar diferentes productos como pan, gachas y otros guisos o se comían enteras, simplemente tostadas como las castañas. En la Mancha por la bellota se mataba la gente. En 1536 los moteños se batieron el cobre con los de El Toboso y con los agentes del orden por proveerse de bellotas en términos comunes de la Orden, pero en época de veda. Aquellos grandes carrascales manchegos han desaparecido. Para muestra este botón de Mota.
Fue tanta la importancia de la Dehesa que se consideró imprescindible para la propia supervivencia del pueblo. De tal manera que la orden de Santiago, dueña de todo el amplísimo territorio al que pertenecía Mota, la cedió a finales del siglo XIV exclusivamente para uso de los moteños, pues hasta ese momento era compartida con el resto de poblaciones de la Orden. Ya desde el principio, la Dehesa sufre continuas agresiones y furtivismos por la gran necesidad que la población tiene de leñas. La Dehesa parece insuficiente. Queda escrito en las Relaciones de 1575 que los lugareños, dada la carencia de aquellas, tenían que desplazarse hasta tierras comunales de Ruidera para conseguirlas.
Las dehesas desempeñaban una función eminentemente ganadera. En Mota, como en toda la Mancha, la ganadería extensiva de ovejas fue muy importante. Bien es verdad que la agricultura predomina, pues estas planicies ofrecen en su mayoría unas excelentes condiciones para el cultivo. La ganadería complementa a la agricultura como fuente de fertilizantes, y, por supuesto, es la base de la industria lanera y del famoso queso manchego. También trashumaban los ganados de Mota y por el poniente de su alargado término discurre de norte a sur un cordel de la Cañada conquense de los Serranos.
De la cesión de la Dehesa a Mota hablan los libros de visitas de la Orden de Santiago. En las Relaciones de 1575 sólo se considera propiedad del concejo un “monte cerrado y cierto coto”, que debe referirse a la antigua dehesa. El catastro de Ensenada se refiere como propios de la villa al monte del Raverón y al Coto Carnicero (1). Cuando en 1859 estas tierras son privatizadas por la desamortización de Madoz, ya está parceladas y cultivadas casi en su totalidad. La antigua Dehesa, ahora heredad de El Raberón, es vendida en dos partes. Lucas Aguirre, el famoso y rico filántropo, adquiere una de 1289 hectáreas con 51 pedazos por 175.865 reales y Julián Izquierdo Chacón, hacendado de Mota, la otra de 813 hectáreas por 867.000 reales. Nótese la gran contradicción diferencial entre superficie y precio de una y otra parte, lo que puede expresar la superior calidad o productividad de la segunda.
Figura 3. Enrique Lillo Alarcón, historiador local y miembro de la Asociación de Amigos por la Historia de Mota del Cuervo.
La Mota es tierra de labor. En el siglo XVI, según las Relaciones, los principales cultivos son trigo, cebada y viña. El Catastro de casi dos siglos después, da una información más amplia. Lo que más se siembra es trigo candeal. Añade un importante dato, que el tizón suele afectarlo gravemente. Y también cebada, centeno, avena, azafrán, alverjas, escaña, vino y aceite. Aún es hoy muy estimado el pan de Mota y su vino cada día mejora en cantidad y calidad, gracias a nuevas variedades de vid y al riego por goteo. La viña es el cultivo mayoritario actualmente. Tierra afortunada porque “con pan y vino se hace el camino”. Y añadiríamos que, con queso manchego, para completar y darle sentido al dicho conquense: “el pan con ojos, el queso sin ojos y el vino que salte a los ojos”
Los molinos son imprescindibles en el proceso de hacer del trigo pan. De los molinos de viento no hablan nada las Relaciones de 1575, aunque sí menciona los de pueblos cercanos. Cuenta que en verano iban a moler a las aceñas de los lejanos Júcar y Guadiana y en invierno a las del Cigüela o Záncara. El Catastro de 1752 habla ya de quince molinos de viento y de uno de agua llamado Arreburra en el rio Saona que sólo muele tres meses de invierno. Madoz cuenta 18 a mediados del siglo XIX. En el XX todos se arruinan, menos el del Zurdo. Es a partir de los años 60 cuando se reconstruyen los actuales hasta sumar los siete que podemos contemplar hoy en día. Pero esto es harina de otro costal: ya no cumplen con la función utilitaria de la molienda sino con la molienda didáctica y, sobre todo, con la estética y cultural. Tres son visitables y cada sábado el “Gigante” vuelve a girar sus aspas para que el viajero se asombre de nuevo viendo lo que vieron los ojos del pasado.
Del bosque a la dehesa, de la dehesa al trigal, del trigal a la viña, de la viña en vaso y de secano, a la viña de espaldera y riego por goteo. Bosques, dehesas, labrantíos y rastrojos de trigales, azafránales, viñedos, olivares y huertas. El hombre usa la tierra como un vestido. La teje y luego la corta y la cose a su gusto. La adapta a sus necesidades y la trasforma a lo largo de los siglos. A veces es un ropaje muy cuidado, rico, variado en color y texturas. Otras, son harapos desgarrados, girones de la necesidad o de la codicia, ¿quién sabe?
No hay ríos ni fuentes, cuentan las Relaciones, pero sí pozos. Los manchegos tenían bajo sus pies un mar de agua dulce. En muchos lugares no había más que perforar a pico y pala unos cuantos metros y con un burro y una noria criar un patatar. Ahora con pozos profundísimos se puede regar cualquier cosa. Grandes zonas de La Mancha se han convertido en una gran huerta. Pero en Mota el agua se destina sobre todo a la viña por goteo.
De las tierras de Mota se extraía también el barro para sus alfares con hornos de tradición andalusí. Oficio delicado y sabio en manos de mujeres. De su pasado mudéjar nos habla el barrio de las Cantarerías. Hoy barrio entrañable y castizo, orgullo de sus vecinos, antaño casi un gueto. Goza de ermita y patronos particulares: San Agustín y la Virgen del Valle. El Catastro de 1752 nos informa de que trabajan la alfarería 23 maestros y 33 oficiales en tres hornos de cocer cántaros. Más otro, ya arruinado. Al principio del siglo XX había siete cantarerías. Hoy podemos disfrutar de su Museo y de un horno único que afortunadamente resiste.
Mucho ha ido cambiando Mota desde “que en esta villa son los edificios de casas bajas y pequeñas, y hechos de tierra y piedra” obtenidas de los alrededores. En total 400 casas y 500 vecinos “y que nunca esta villa ha tenido más vecinos que tiene” (2). Sus habitantes no dejaron de crecer desde el siglo XV hasta la actualidad con algunos altibajos. Quizás el que más afectó a Mota fue cuando en 1609 se expulsan a 255 personas miembros de 51 familias moriscas. Supone una pérdida instantánea de un 12% de población. El Catastro de 1752 contabiliza 700 casas y 850 vecinos. Madoz las recorta a 600 casas de mediana construcción, 931 vecinos y 3.705 “almas”. No le ha sentado mal a Mota el siglo veinte ni lo que llevamos de veintiuno porque de 3.024 habitantes en 1900 llega a 5.652 en 2001 y desde el 2011 no ha bajado de 6000, el sexto municipio más poblado de la provincia. Mérito de los moteños y de su privilegiada situación. Centro neurálgico, equidistante entre las cuatro capitales de provincia con territorio manchego y bien situado en rutas tan importantes como la autovía AP-36 y la N420.
El término tan humanizado, tan trabajado de Mota, aún conserva grandes espacios naturales, como en los tiempos remotos de los carrascales vírgenes: sus lagunas saladas. El viajero llega al culmen de su asombro ante la explosión de vida que encuentra en la laguna de Manjavacas. Multitud de aves vienen y van: Pagazas, malvasías cabeciblancas, avocetas, flamencos y una lista interminable de limícolas y anátidas. Hasta 40.000 aves pueden contarse en los buenos años. Entre las cuencas del Gigüela y del Záncara, nacidos en los Altos de Cabrejas junto a Cuenca, se forma un gran conjunto endorreico de importancia internacional, ecosistema único en Europa. Mota es parte imprescindible de la Mancha Húmeda, declarada Reserva de la Biosfera. Lagunas saladas de Manjavacas, Alcahozo, Sánchez Gómez, Navalengua, La Dehesilla y Melgarejo. El conjunto lagunar de Manjavacas está incluido en el convenio de Ramsar (3).
Tres fotos inolvidables se lleva el viajero de Mota. Una colosal carrasca en medio de la llanura cultivada. Siete molinos de aspas volanderas, como brazos de gigante, sobre la Loma. Y un crepúsculo encendido mirándose en el espejo de Manjavacas, mientras, al levantar vuelo, estallan en llamas los plumajes de los flamencos.
(1)Sobre las tierras de propios o del común del concejo dicen:
– Las Relaciones topográficas: “Que los términos de propios que esta villa tiene es un monte cerrado y cierto coto que se da al obligado de las carnes”.(Capítulo 45 del cuestionario).
-El Catastro de Ensenada: “Un monte llamado El Raverón de mil cuatrocientas fanegas de tierra que al presente está inculta de las tres calidades y antiguamente se arrendaban juntamente con el Coto Carnicero para pastos y hoy no se ejecuta por dejarse para monte tallar en virtud del orden de su Majestad expedida en el año pasado de 1748 para conservación de Montes y Plantíos” (Pregunta 23 del cuestionario)
(2)Relaciones topográficas de 1575.
(3)El Consejo Internacional del Programa Hombre y Biosfera (MaB) de la UNESCO declara una Reserva de la Biosfera por sus grandes valores tanto de biodiversidad como de equilibrio esa biodiversidad y la población humana. El de Ramsar es un “Convenio relativo a los Humedales de Importancia Internacional especialmente como Hábitat de Aves Acuáticas”. Viene a ser un tratado entre los estados, aprobado en Ramsar (Irán) el 2 de febrero de 1971. Y respondiendo a la normativa europea el conjunto de Manjavacas se acoge también a figuras de protección legal como Zona de especial protección de las aves (ZEPA), Lugar de interés comunitario (LIC) y a la Red Natura 2000 de lugares o ecosistemas de la Comunidad Europea de tal valor o interés natural que hay que restringir las actividades para preservarlos.
BIBLIOGRAFÍA:
–Relaciones de pueblos del obispado de Cuenca. Julián Zarco Cuevas. Excma Diputación Provincial de Cuenca.1983.(Traslación de la Relaciones Topográficas de Felipe II, 1575.).
–Catastro de Ensenada. https://pares.mcu.es/Catastro/
–Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar (1846-1850). Pascual Madoz. https://www.bibliotecavirtualdeandalucia.es/
-Las desamortizaciónes eclesiástica y civil en Mota del Cuervo. Félix González Marzo. Mota del Cuervo y su historia. Actas II Jornadas de Historia local. Oscar Bascuñán Añover y Francisco Alía Miranda (coordinadores). 2011.
- https://historiademota.com/articulo.aspx?ID=40. 135 años de historia. Libros de visitas de la Orden de Santiago. Enrique Lillo Alarcón.
- https://historiademota.com/articulo.aspx?ID=108. La guerra de la bellota entre la Mota y el Toboso, octubre del año 1536. Enrique Lillo Alarcón
- https://historiademota.com/articulo.aspx?ID=36. Expulsión de los moriscos de la Mota. Enrique Lillo Alarcón.
– Las cantarerías de la Mota. Enrique Lillo Alarcón.
–Cantareras de Mota del Cuervo. Las magas del barro. Jimena González Gimena, Eustory Iberian Competition. 2022.https://eustory.es/project/cantareras-de-mota-del-cuervo-las-magas-del-barro/
El proyecto “La memoria de la lana en Mota del Cuervo” ha sido desarrollado por Vestal Etnografía, y financiado por la Diputación Provincial de Cuenca y el Ayuntamiento de Mota del Cuervo.
Amante de la naturaleza. Agente medioambiental de la CH Júcar