La cultura que pocos querían pero que todos necesitaban
Es complejo hablar de judíos y que el lector no interprete en esas palabras algún tinte ideológico. Es complejo por todo. Por las ideas preconcebidas de momentos pasados, por las ideas de momentos actuales, o simplemente porque es una palabra que todos hemos oído siempre, pero pocas veces nos paramos a profundizar más en que consiste. Pero si encima hablamos de judíos en España, centrándose en este caso en la Edad Media, el tema se vuelve un poco más engorroso. A todos nos suenan que en España había judíos, que se dedicaban a actividades poco escrupulosas según algunos, y que fueron expulsados por los Reyes Católicos. Pero detrás de esas generalidades, existió una cultura asentada en la Península desde antiguo que aportó no pocos avances al progreso social del momento. Que el lector se abstenga de hacer un juicio moral de la comunidad judía comparándola con la actual. Cada época tiene lo suyo.
Antes de centrarnos en nuestra provincia, decir que durante el dominio musulmán los hebreos eran, al igual que los cristianos, tolerados en sus ritos y costumbres, ya que pertenecían a gente del Libro (Dhimmi), aunque si bien eran tolerados también tenían la obligación de pagar más impuestos y no podían optar a ciertos cargos. Y durante los primeros siglos de los reinos cristianos españoles esta tolerancia también era amplia. El concepto supremo de Toledo como ciudad de las tres culturas no es sólo propagandístico, aunque también es cierto que no fue la única ciudad que pudo presumir de ese título. Hasta el siglo XIV se puede decir que las tres culturas vivieron en relativa buena convivencia, cada una con su propia legislación y tribunales, o conviviendo en barrios propios, pero sin excesivos contaos de violencia. La prohibición y mala imagen que tenían los cristianos sobre ciertos oficios que no fueran manuales hizo que los judíos ocuparan profesiones especializadas como la medicina, la aritmética, artesanía, contaduría, recaudación de impuestos….un excelente canal de conocimiento recogido en las esferas musulmanas y transmitidas al mundo cristiano.
A partir de mediados del siglo XIV las cosas cambiaron, y una sucesión de guerras civiles en Castilla, junto con el cambio de dinastía a los Trastámara o episodios traumáticos como la Peste Negra, hicieron que los judíos fueran vistos de otra manera. Unas veces culpándolos de la propia Peste, y otras por la recaudación de impuestos y sus trabajos como prestamistas, hicieron de la ira contra los judíos una tónica popular generalizada. Hasta su cénit en 1391, en el famoso Progrom, que acabó con buena parte de las aljamas castellanas y llevaron a miles a convertirse al cristianismo. (Figura1)
La provincia de Cuenca, y su capital, no fue ajena a todos estos acontecimientos, es más, fue un área con gran presencia de judíos en sus poblaciones. Municipios como Huete, Uclés, Cañete, Valdeolivas o la propia Cuenca -entre otros-, tuvieron entre sus calles importantes aljamas. En el caso de Cuenca capital es significativo del papel del pueblo judío en una ciudad castellana. Estaban instalados en la parte alta de la ciudad, lo que en su día sería el alcázar y que ahora se correspondería con la zona de Mangana. Tenían su propia muralla y puertas, algo habitual en las juderías, y la sinagoga se identifica con el edificio que luego ocupó la iglesia de Santa María de Gracia, demolida a principios del siglo XX. Fue sin duda una de las más afectadas por las revueltas de 1391, quedando casi extinta para deterioro posterior de la sociedad conquense.
Otra de las más importantes aljamas de la provincia fue la de Huete, que en el siglo XV llegó incluso a ser una de las más destacadas de toda Castilla. Ya tuvo su importancia en el famoso Padrón de Huete en 1290, realizado por el rey Sancho IV para saber cuánto era exactamente el cómputo de impuestos que pagaban los judíos en toda Castilla. La aljama de Huete sí sobrevivió a las revueltas de 1391, llegando incluso a acoger familias huidas de otros lugares, y convirtiéndose durante el siglo XV quizás en el principal centro judío de la provincia. Sus actuales y famosas fiestas de Mayo, San Juan y Santa Quiteria, mucho tienen que ver con la importancia de la población judía de aquel entonces.
La expulsión de los judíos de España es quizás uno de los episodios más negros de nuestras pasadas épocas. Con ellos se fueron unos oficios difícilmente sustituibles en un momento donde la ciencia calaba en las principales Cortes europeas. Muchos apellidos actuales derivan de la conversión forzosa de judíos, o de la misma expulsión. Un gráfico ejemplo es el escritor y Premio Nobel Elías Canneti, descendiente de judíos emigrados de nuestra Cañete conquense. La enorme presencia de este pueblo en nuestras tierras se deja notar hasta en los ríos, como el claro ejemplo del manchego Valdejudíos.
La evolución de las sociedades y el paso del tiempo hace que las perspectivas cambien, y en este caso, el papel de los judíos -luego llamados sefarditas por venir de Sefarad, su término para la Península Ibérica- en nuestra historia ha sido bastante cambiante. Revueltas, altercados, conversiones o expulsiones, pero también médicos, astrónomos, matemáticos, economistas o literatos hacían de este pueblo un ejemplo de la riqueza cultural que tuvieron nuestros reinos en la mal enfocada Edad Media. Entender este concepto en la actualidad se hace harto complejo, pero es necesario precisar en la diferencia de épocas. Hablar sobre judíos siempre parece ideología, pero aquí hablamos de historia.
Para saber más
- Romero Saiz, M. (2019): Guía de la Judería de Cuenca, Alfonsípolis, Cuenca.
- Romero Saiz, M. (2013): Las juderías de Cuenca y Guadalajara, Alderabán, Cuenca.
- Ruiz Gómez, F. (1993): “Aljamas y Concejos en el Reino de Castilla durante la Edad Media”, Espacio, Tiempo y Forma, 6, Madrid, pp. 57-78.
- Villegas Díaz, R. L. (1996): “ Para una historia de la judería de Huete. Datos y documentos”, MEAH, 45, pp. 101-133.