La Mancha, la nostálgica llanura donde reposa el peso del firmamento. Inmensa como un mar en barbecho y limitada como un corral de la imaginación. Su situación, estómago y riñón de la península ibérica, ha sido motivo que sobre ella se digirieran grandes episodios de nuestra historia. La Mancha es un cruce de caminos, un campo donde encontrarse viajeros que vienen y van hacia las sierras; una ristra de posadas y ventas; un punto de comercio donde se confunden sabores y aromas; un paso trashumante donde se forma un coro inentendible de balidos. La Mancha es confluencia para la vida y la imaginación. El escenario donde vestirse de hidalgo caballero y destejer la narrativa de la rutina.
Mota del Cuervo, balcón manchego, ha rasgado sus vestimentas con este trajín histórico. Así quedó marcado en la Guía de Caminos de 1705. Sus habitantes, acompañados por sus burros y mulas en sus faenas rutinarias, compartían con el ir y venir obstinado de viajantes y forasteros. Aquellas sombras que, entre ventas y posadas, deambulaban por los caminos polvorientos con sus mercancías, enseres, o sueños.
A ser un cruce de caminos y viajeros hay que sumar que, por la ausencia de cauces cercanos, constantes y caudalosos, Mota del Cuervo nunca pudo desarrollar en plenitud otros oficios textiles como el lavado, la tintura o la batanadura. Por ello, se aferró a un trabajo doméstico, elaborado al cobijo de los muros blancos y terrosos de las casas y corrales. De ahí que, fuera el arte de tejer el que se desarrollara y fuera estandarte de la historia textil de Mota del Cuervo. Tanto caballerías como gentes cubrían sus trabajosos cuerpos con telas que fabricaban los vecinos y vecinas de Mota. Tejidos entramados en la urdimbre del artesano telar.
Era este bastidor el encargado de convertir el hilo en tejido y, por tanto, la operación que daba al paño sus características esenciales. El telar es un baile de pies y manos que hacen bailar y jugar a los hilos de la urdimbre y la trama entre pedales, peines y lanzaderas… Más fríamente es un campo insondable lleno de técnica, saberes y detalles. El proceso es parsimonioso. El primer paso, y considerado previo, es preparar la urdimbre, es decir, la superficie de hilos longitudinales que dará el color y textura base al tejido. Curioso es que el verbo “urdir” en Mota del Cuervo también era utilizado para la cantarería, oficio tan identitario de este lugar. La urdimbre, que podía a estar formada hasta por dos mil hilos, era el campo donde labraba el hilo de la trama, el cual era movido por una lanzadera. Así, la urdimbre descansa como un mar mientras la trama la cruza como un rayo de sol. Hasta que se inventó la lanzadera volante, en 1733, eran necesarios dos personas, los “lanzaires”, para pasar los hilos de la trama por la urdimbre. Con este nuevo objeto, se permitió elaborar tejidos más anchos y, lo más importante, por sólo un trabajador. Tras horas colmadas de paciencia y sabiduría, el proceso termina con las últimas cadencias de los pies con los pedales y de las manos con la lanzadera, al ritmo en que los hilos se entraman en la urdimbre. El resultado: una sinfonía textil, una pieza maestra y compacta.
También es de indispensable interés destacar el oficio de tejer a mano con aguja. Este trabajo atesorado por las mujeres en el ámbito doméstico se destinaba a la elaboración de prendas de vestir para la familia o un ámbito local pequeño. Calcetines, bufandas, jerséis o, como relata aún hoy, Ángela Contreras, elásticas, una tela resistente y calorífica para combatir el frío. Pero, ya sea con telar o con aguja, en Mota del Cuervo destacan tres productos textiles a lo largo de su historia: albornoces, elásticas y mantas.
Fue a través del Catastro de la Ensenada, en 1752, donde se comenzó a desentrañar los secretos textiles de Mota del Cuervo (1). Contaba entonces el pueblo con ocho maestros tejedores quienes tenían la función de vigilar en todo momento que el paño tejido tuviera una contextura uniforme y rupturas de hilos y vigilar las faltas que se cometieran en la trama. Pero lo más llamativo es que contaba que “casi todos los vecinos de esta villa tanto presbíteros como seculares de cualquier estado que sean tejen en sus casas algunas telas de albornoces para el consumo y vestimento propio y de sus familias y vendiendo cada uno por medio de prensadores aquellas varas que les sobran de dicho consumo.” Por tanto, la tela de albornoz era a mitad del siglo XVIII un elemento esencial en Mota del Cuervo. La cuestión es, ¿qué eran los albornoces?
Aunque no aparece en documentos anteriores al siglo XV, su voz árabe muestra su añeja edad. Era una capa cerrada más corta por delante que por detrás, con una capucha cuadrada que formaba un todo con el resto de la prenda. Quizás su mejor definición procede del Diccionario de autoridades de 1726-1739 (2) donde se define como “una tela de lana, fuerte, utilizada para capotes con capucha y que servía para defenderse de la lluvia y la nieve”. También indica que no se teñía por lo que sus colores eran los de la misma lana, blancos, pardos o ambos. Pero su principal característica era la impermeabilidad de lo que su esencia es ser capa de camino, vestido de viaje. No es casualidad en una tierra que era cruce de vidas y caminos.
Atendiendo de nuevo al Catastro de la Ensenada, estas capas de albornoz serían a mitad del siglo XVIII un elemento esencial en Mota del Cuervo pues siguen mencionándose la elaboración de albornoces, al menos hasta el 1859. Sin embargo, la llegada del siglo XX, cambia el uso de la lana. Desaparecen paulatinamente la elaboración de albornoces y sólo permanecen las mantas. Estas mantas de lana, seguramente ya se habían ido fabricando anteriormente pues eran telas duras, resistentes e impermeables como el albornoz. Además, su uso era cotidiano y necesario ya que era el abrigo de las caballerías, especialmente para las mulas en las actividades agrícolas. En una sociedad agrícola, la mula era motor de subsistencia para las familias y su estado y protección, razón de vida. Estas mantas, sin teñir, mantenían los colores de la misma lana. Pardas, blancas o generalmente jugando con ambos colores en el telar. La urdimbre parda, pues la trama blanca. La urdimbre blanca, pues la trama parda. Y, en numerosas ocasiones, jugando con ambos colores y creando cenefas o dibujos simétricos.
En el anuario de 1931 aparecen referenciadas las fábricas de mantas de Marcelino Cano y Victoriano López. Tras el cierre de ambas, pocos años después, fue la familia Cobo quien heredó y atesoro el conocimiento y la técnica de la elaboración de mantas de estas viejas fábricas. En el pequeño taller situado a la salida del pueblo se salvaguardó el trabajo de la lana. Primero mediante la fabricación de mantas artesanales, hasta que la llegada de los tractores y la nueva maquinaria revolucionó el paisaje agrícola. La mula, convertida en innecesaria, y junto a sus fatigados suspiros fue condenada a desaparecer y como consecuencia, también sus mantas. Ramón y Teodoro se reinventaron y comenzaron en la elaboración de alfombras y moquetas.
Figura 5. Ramón Cobo Pedroche, artesano de la lana y propietario retirado de la fábrica de hilos de lana en Mota del Cuervo. De aquel hilo, durante generaciones han obtenido mantas para las mulas, así como alfombras.
Pero también, la velocidad vertiginosa del mercado y la historia volvió a ejercer su fuerza devastadora. Y al mal tiempo, buena cara, pues todo este conocimiento y legado ha seguido transmitiendo de generación en generación hasta hoy en día. La familia Cobo Zarco con Ramón, Jesús, Eva María, Leopoldo, Teodoro junto a Arancha y Óscar López han ido entramando un hilo de innovación en la urdimbre tradicional de la lana. Un proyecto familiar que une todas las etapas de la manufactura tradicional textil, desde el esquileo a la hilatura, con una visión amplia y global con el objetivo de salvaguardar el valor y la pureza del hilo y la lana. Con especial interés en la raza merina, estandarte castellano durante la época dorada de Castilla. Una forma renovadora para mantener viva la llama textil y lanera de Mota del Cuervo.
Ya no son mulas ni viajeros los que cruzan estos senderos manchegos. El viento, el sol y la lluvia afectan de otro modo. Pero, Mota del Cuervo sigue siendo tierra de ingenio y un cruce de caminos para el pensamiento. Por ello, para protegernos de la intemperie que trae la incertidumbre de estos tiempos, es necesario cubrirnos con una manta de esperanza hecha con hilos de lana de la tierra. No sólo por lo que ha significado como alma castellana y motor de nuestra historia, sino también por la memoria de nuestras generaciones pasadas, hombres y mujeres que tejieron, con la trama del esfuerzo sobre la urdimbre de los días, lo que hoy somos.
(1) “casi todos los vecinos de esta villa tanto presbíteros como seculares de cualquier estado que sean tejen en sus casas algunas telas de albornoces para el consumo y vestimento propio y de sus familias y vendiendo cada uno por medio de prensadores aquellas varas que les sobran de dicho consumo. Y lo que les produce es imposible de averiguar porque no es una actividad regular ni estable. Y hace una valoración total a efectos de alcabalas.”
(2) “tela de lana, que se labraba sin teñir, y que tenía la hilaza de la urdimbre, trama o ambas, de estambre muy torcida y fuerte a manera de cordoncillo, de la cual usaban los moros para capotes con capilla, o capirote para defensa de las nieves, aguas y malos temporales […] se usa también esta tela, y mantiene el mismo nombre, aunque algo adulterada o viciada en la calidad, aunque la tela que sirve para capotes, comúnmente se llama Barragán”.
BIBLIOGRAFÍA
- AHPZ, Domingo Montaner, 1628, f. 383v. En este folio se anotó: Item dos jubones de albornoz sin mangas biejos.
- AHPZ, Juan Moles, menor, 1618, f. 983v. En este folio se inventario: Ittem una ropilla de albornoz plateado vieja.
- Guía de caminos de Pedro Pontón en 1705.
- Diccionario de Autoridades. 1726-1739. Real Academia Española
- Catastro de Ensenada. https://pares.mcu.es/Catastro/
- Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar (1846-1850). Pascual Madoz. https://www.bibliotecavirtualdeandalucia.es/
EL PROYECTO «MEMORIA DE LA LANA» ESTÁ DESARROLLADO POR VESTAL ETNOGRAFÍA Y FINANCIADO POR EL AYUNTAMIENTO DE MOTA DEL CUERVO Y LA DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE CUENCA.
Vestal es una consultoría que apuesta por el fomento del turismo cultural en el medio rural.
Vestal busca recuperar aquellos saberes ancestrales en riesgo de desaparición, así como poner este patrimonio etnográfico al servicio de la población de una manera atractiva, sirviendo de cimiento para el turismo cultural y la repoblación rural.