El Puente de Cristinas (Pajaroncillo, Cuenca) sirve de vado al Río Cabriel. Mostraba un evidente deterioro y el Ayuntamiento solicitó subvención económica a la Diputación de Cuenca para solucionar sus evidentes patologías en el año 2018. La arquitecta encargada fue Marta Olalla Montalbo, la empresa constructora Arguicar, S.L. y nosotros dirigimos el obligado estudio arqueológico.
El puente se emplea como camino vecinal, como hito de rutas de senderismo y como vía pecuaria. El desarrollo de su planta es recto, con un ancho de casi 4 metros, dos pretiles de medio metro de ancho, rematados por albardillas semicirculares. Tiene dos ojos y un tajamar entre ellos. Está constituido por piezas de cantería fina (en caliza) y sillarejos (en rodeno). A ambos lados presenta dos estribos también dotados de albardilla.
Las patologías principales se localizaban en las albardillas, que estaban derruidas, además de sufrir otros desprendimientos en sus salidas en los extremos. Las bóvedas de las roscas estaban también seriamente agrietadas. El último pavimentado de la infraestructura era un vertido de asfalto bastante grueso que había afectado a los elementos históricos generando presiones, empujes y pesos no previstos.
“Cristinas” es el nombre del paraje en el que está este puente. Dejando al margen las no fundamentadas alusiones a su origen “romano”, la obra de la estructura que hoy conocemos es una promoción de los Padres Dominicos del Convento de Santa Cruz en Carboneras de Guadazaón[1]. Así lo anuncia una inscripción conservada en una de las piedras constitutivas de su estructura. Desafortunadamente, los dos últimos años de esa inscripción están borrados (15??), pero la obra es puramente renacentista. En algunas fuentes[2] se define a la estructura como “gótica”, pero reúne características impropias de los puentes medievales de las centurias anteriores. Tiene dos ojos de arcos rebajados y tajamares, además de sendos pretiles o albardillas a ambos lados, combinando las premisas de una cantería escuadrada y bien encajada de calidad en sus partes tectónicas más básicas (arcos/tímpanos y tajamares) con otra más irregular de sillarejos concertada. La cantería fina de los arcos es de caliza, mientras que el resto es de piedra rodena, lo que le confiere una policromía indiscutiblemente consciente.
En centurias anteriores se construía empleando una cantería tosca combinada con la mampostería, que confiaba más en la trabazón mediante mortero de cal que en encaje matemático de los sillares de las roscas y en el empleo de los cálculos derivados de la curva catenaria. Además adolece de arcos apuntados también típicos en las centurias del medievo gótico[3]. Independientemente de que se desconozcan las dos últimas cifras de la inscripción fundacional, el contexto constructivo del área conquense desde principios del S. XVI denota un empleo universal de la ingeniería del Renacimiento[4] que retoma los usos estéticos y técnicos teorizados en época romana[5].
La mayor parte de sus piezas presentes pertenecen a dicha fase fundacional (Fase I), pero también se han distinguido reparaciones (Fase II) con materiales preindustriales que pueden ser tanto de la Edad Moderna como de la Contemporánea, además de presentar una fase de asfaltado más reciente (Fase III), antes del momento de deterioro actual que se ha solucionado (Fase IV).
Por sus morfología unitaria actual, se ha de valorar que la expresión “rehacer” explícita en la mencionada inscripción se refiere no a una reparación del puente, sino a que éste sustituye a otro anterior preexistente (Fase 0) y del que nada podemos decir de su morfología. En todo caso, la posición que ocupa el Puente de Cristinas sobre el Río Cabriel coincide con el paso de una de las vías romanas definidas como de paso en la Provincia[6] (concretamente con la número XXXI del Itinerario de Antonino), además de un itinerario entre Cuenca y el Levante reconocible en la descripción de Al-Idrisi[7], un camino real en tiempos cristianos y una vía pecuaria principal utilizada en época reciente. El estudio de la caminería histórica de Jesús López Requena es ilustrativo en muchos de los mapas sobre la vinculación entre Cuenca-Aragón-Levante a través de Cañete y las localidades que circundan el paraje[8]. El uso como paso obligado en éstos y otros contextos de la historia medieval, moderna y contemporánea han sido siempre destacados en las valoraciones geoestratégicas concretas de las publicaciones específicas sobre la historia del Puente de Cristinas que hasta ahora se han hecho[9]. Por ejemplo se cita en ellas la presencia de una herrería, de un molino “de Cristinas” y de circulación de la madera. La obra estadístico-geográfica de Pascual Madoz lo nombra explícitamente como “Cristinas”, al enumerar los puentes del Cabriel en esta parte[10], donde también se dice que fue construido a “mediados del siglo último”, lo que ha de sugerir la fecha aproximada de una reparación hacia el año 1750.
Se han seguido a pie de obra los progresivos trabajos desarrollados por la empresa contratista. Gracias al desbroce y poda de los árboles que existían en los alrededores de la estructura se ha podido corroborar la interpretación de la infraestructura y también corregir algunos de los supuestos en los que estábamos finalmente equivocados por la presencia de vegetación.
Al levantar las unidades de asfalto reciente han aparecido en el centro del puente los restos del pavimento empedrado antiguo. Se ve en este tramo una distribución racionalizada en cuadros, separando los distintos sectores por piezas mayores a las que rellenan los centros. El dibujo es más funcional que decorativo, además de apreciarse irregularidades en él y que entendemos como producto de reparaciones lógicas por el constante tránsito de caballerías, carros-vehículos y personas durante siglos. Es muy difícil que la totalidad de los cantos sean los originarios del S. XVI o, por lo menos, que permanezcan en su posición original. En la cara superior de las piezas (de cuarcita) se aprecia el pulimentado del paso constante.
Puesto que esta unidad estaría tomada con cal, muy deteriorado el ligante, generaría filtraciones que volverían a dañar la rosca de uno de los ojos del puente. Por ello y porque habría resultado imposible déjalo visto para hacerlo transitable sin atentar contra su integridad, se ha resuelto cubrir (previa protección) con el nuevo pavimento.
Para corregir el agrietamiento mencionado y evitar el colapso, se ha “cosido” literalmente el puente de una parte a otra mediante un sistema de anclajes (lo describe la arquitecta en su respectiva memoria). Éstos han tenido que afectar a la albardilla por ambos lados, pero se ha evitado zanjear el pavimento original. Se han aprovechado tales acciones como catas, comprobando la continuidad de mortero y fábrica entre el arco de cantería y las albardillas de ambos lados.
La obra ha sido fiel a la propuesta original y ha conservado todos y cada uno de los elementos arquitectónicos de relevancia arqueológica. Se han suprimido todos los elementos atribuibles a la denominada Fase III (S. XX, con materiales industriales). Queremos destacar la preocupación del equipo de obra por intentar buscar y restituir las piezas de la barandilla pétrea original. Se han encontrado múltiples piezas de la misma y se han reubicado según su punto de procedencia más lógica. Para ello se han desbrozado partes del río y se ha buceado en las partes más profundas.
Pese a que las patologías eran incluso más serias de lo previsto, la obra ha reforzado la tectónica y corregido la tendencia que abocaba a su ruina más o menos cercana. Además hemos obtenido datos nuevos, concretamente sabemos que el puente conservaba pavimento de cantos rodados en su centro y se ha demostrado que mantenía la mayoría de sus elementos originales, a excepción de ciertos segmentos de las albardillas.
[1]Esta institución, a su vez, relacionada con el Panteón de los Marqueses de Moya, única estructura superviviente del complejo. Vara Izquierdo, C. y Martínez Peñarroya, J. (2015): La iglesia del convento de Santa Cruz, panteón de los Marqueses de Moya (Carboneras de Guadazaón), Cuenca. Los reinos peninsulares en el siglo XV. De lo vivido a lo narrado. Encuentro de investigadores. En recuerdo a Enrique Toral Peñaranda y Manuel Urbano Pérez Ortega. Andújar, 20 y 21 de marzo de 2015 (C. Moya, dir.). Ayuntamiento de Andújar y Asociación Cultural Enrique Toral y Pilar Soler, Andújar: 295-308.
[2]García Guinea, M. A.; Pérez González, J. M. y Cortés Arrese, M. A. (2009): Enciclopedia del románico de Castilla-La Mancha. Vol. II. Fundación Santa María La Real, Aguilar de Campoo: 104-105.
[3]Fernández Casado, C. (1980): Historia del puente en España. Informes de la Construcción. Vol. 32, nº 317.[1]
García Barrón, L. (2001): Fundamentos físicos de la construcción medieval: arcos y puentes. La técnica de la Arquitectura Medieval (Graciani, ed.). Universidad de Sevilla, Sevilla: 133.
[4]Finales del S. XVI, atribuido a Pedro Juan de Lastanosa.
[5]Durán Fuentes, M. (2004): Técnica y construcción de puentes romanos. Elementos de Ingeniería Romana. Libro de Ponencias del Congreso Europeo “Las Obras Públicas Romanas”. Tarragona, noviembre de 2004. TRAIANUS. http://traianus.rediris.es
[6]Palomero, S. (1987): Las vías romanas en la Provincia de Cuenca. Diputación Provincial de Cuenca.
[7]Consultada edición de 2015, de la Fundación Aquae: páginas 48-89.
[8]López Requena, J. (2014): Cartografía histórica de la provincia de Cuenca. Olcades, Cuenca.
[9]Destacar las dos siguientes, que han sido de gran utilidad para el presente trabajo:
- López Marín, M. (2015a): El Puente de “Cristinas”, una joya arquitectónica que se debe restaurar y proteger. Parte II. Moya, enero de 2015: 7-9.
- López Marín, M. (2015b): “El Puente de Cristinas…” Parte II. Moya, julio de 2015: 7-9.
[10]Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España, Pascual Madoz (1846).