El lenguaje de la estepa

El lenguaje de la estepa

Abarcar en un artículo como este la llegada del lenguaje indoeuropeo a la Península Ibérica, haciendo inevitablemente referencia a su origen, es inconcebible. Por eso se postula como una breve semblanza de las teorías tradicionales, por un lado, y novedosas, por otro, con el objetivo de incitar al lector a ahondar en la amplia bibliografía relativa al tema.

Son numerosos y amplios los campos de estudio enfocados a conocer los orígenes y dispersión del indoeuropeo. Sin embargo, concretamente, y no solo por ser el campo de actuación más moderno, la revolución del ADN Antiguo está cambiando radicalmente las perspectivas del estudio del pasado humano. Y está apoyando o desechando ciertas hipótesis.

Paisaje estepario. Fuente: Pixabay

La hipótesis anatolia

Sin ir más lejos, esta nueva metodología ha rechazado la tradicional teoría de Colin Renfrew, quien proponía que la homogeneidad lingüística existente en Eurasia era fruto de la expansión fuera de Anatolia desde hace 9000 años los mismos pueblos que difundieron la agricultura.  Renfrew creía que la práctica agrícola otorgaba una superioridad irrechazable para los cazadores-recolectores del viejo continente (Renfrew, 2003), que acabarían imponiendo su lengua: el indoeuropeo. No obstante, la lingüística comparada (vide infra) y la genética han dejado de lado esta hipótesis, moviéndose el epicentro del origen del indoeuropeo hacia latitudes más frías.

La hipótesis esteparia

David Anthony (Anthony, 2007) propuso una teoría que, si bien ha pasado de puntillas en la literatura científica en castellano, hoy en día goza de una gran popularidad tras ser parcialmente confirmada con los análisis de ADN Antiguo. La hipótesis de la estepa o de los kurganes -nombre que reciben los grandes túmulos de enterramiento-, ya propuesta por Gimbutas (Gimbutas, 1991), sostiene que el origen del Protoindoeuropeo (en adelante, pIE) se encuentra al noroeste del mar Negro, en las estepas póntico-caspias.

Anthony propone, siguiendo la estela de Gimbutas y Mallory (Mallory, 1989), que las lenguas indoeuropeas provienen de esta determinada zona geográfica basándose en el siguiente argumento: que todas las ramas existentes de la familia de lenguas indoeuropeas desde la Europa atlántica hasta la India y exceptuando las de Anatolia -y por tanto inhabilitando la hipótesis anatolia de Renfrew-, que tienen una divergencia más antigua, poseen un vocabulario común para hablar de carros -incluyendo términos para nombrar ejes, varas de arreo y ruedas-. Las lenguas anatolias, estudiadas a través de las tablillas de barro cocido de yacimientos de la zona, no comparten el vocabulario relacionado con carros y ruedas que tienen en común todas las lenguas indoeuropeas que se hablan hoy en día. De ahí la inevitable búsqueda en términos puramente arqueológicos de los orígenes del carro, la rueda y la domesticación del caballo.

Un ejemplo que puede ayudar a comprender el problema es el siguiente: si leemos en un texto o encontramos en el registro arqueológico un disco duro, podremos decir con seguridad que ese documento o ese estrato son posteriores a 1978 -fecha de invención de tal aparato-. Lo mismo ocurre con las palabras compartidas por las lenguas indoeuropeas. Por lo tanto, y partiendo de la base de que el lenguaje es el reflejo de una cultura material determinada, se vuelve fundamental conocer las fechas de invención de la rueda y sus derivados.

. Extensión aproximada de la estepa póntico-caspia

Cambios imposibles sin el caballo, la rueda y el carro

Esta hipótesis no satisface el problema -quizás irresoluble- del origen del pIE, sino que confirma que el pueblo yamnaya ya hablaba una lengua indoeuropea que expandieron con sus migraciones. Es básico el estudio tafonómico de las mandíbulas inferiores de los caballos antiguos para hallar restos de uso del bocado de las riendas, que hoy en día, junto a las estadísticas de tamaño y la edad de fallecimiento, son el método de estudio para la domesticación del caballo y su uso como medio de transporte. El estudio del registro arqueológico parece indicar que el caballo salvaje fue domesticado en las estepas póntico-caspias; área cuyas poblaciones mesolíticas y neolíticas ya estaban acostumbradas a cazar y relacionarse con estos équidos: la presencia de restos de caballo en basureros es mucho más alta que en el resto de Europa y Próximo Oriente. Con más razón, si es en esta zona donde se encontraba el auténtico caballo (Equus caballus), no onagros (Equus hemionus) o Equus hydruntinus, más comunes en Anatolia y en el creciente fértil (Anthony, 2007).

La invención de la rueda y el carro parece situarse también en nuestra zona de trabajo. A pesar de que existen evidencias documentales de la palabra “carro” o “carreta” en el templo de Eanna de Uruk y haberse fechado el nivel de incendio alrededor del 3700-3500 AEC -aunque parece haber un error de datación-, las primeras muestras del uso de estos instrumentos se encuentran en la estepa póntica, los valles del Volga y del Rin (Anthony, 2007).  

Diferencias entre el desgaste en los premolares inferiores segundos (PS2) de un caballo doméstico (izquierda) y de un caballo salvaje (derecha) debido al uso en el primero de un bocado. Fuente: Extraído de Anthony (2007) y editado por el autor.

La erradicación del cromosoma Y peninsular

La Península Ibérica ha sido un hervidero de poblaciones y cruces genéticos desde que tenemos constancia de ellos. Ya se conocía nuestro parentesco con poblaciones del Norte de África a través de vínculos culturales, aunque hoy en día se confirma con la aplicación de nuevas técnicas. Se sospechaba la llegada de poblaciones con genes procedentes de Anatolia que además traían, entre otras cosas, la agricultura. No solo documenta la genética los vectores de cambio, sino también las continuidades genéticas como ocurre en el País Vasco, cuyos habitantes no han sido tan afectados por el cruce genético como el resto de peninsulares desde la Edad del Hierro.

Si bien sobre esto se ha teorizado desde antiguo, y la disciplina genética viene a apoyar o desmentir hipótesis de toda clase, también esta arroja luz sobre campos desconocidos: la existencia de poblaciones fantasma -que han debido existir, pero de las que no tenemos restos materiales- o migraciones insospechadas. Es el caso de la llegada de poblaciones con ancestros en las estepas póntico-caspias a la Península Ibérica durante el final del Calcolítico y el inicio de la Edad del Bronce.

Análisis genéticos en numerosos individuos de esa época datados mediante radiocarbono, indican el reemplazo genético de casi el 40% de la población ibérica. Más agudo es el cambio sobre el cromosoma Y de las poblaciones ibéricas previas a la llegada del gen de la estepa, que fue prácticamente eliminado. Este patrón indica que los genes masculinos esteparios prevalecieron sobre los masculinos anteriores. ¿A qué se debe? Esta pregunta es la que permanece sin respuesta, si bien las hipótesis son variadas: la llegada de mayor cantidad de población masculina con gen estepario; la eliminación sistemática de los hombres que habitaban la península con anterioridad o, incluso, que a estos se les impidiera reproducirse. Existe un caso que ejemplifica la problemática. Los individuos enterrados en Castillejo del Bonete (Ciudad Real) muestran que el hombre tenía una ascendencia genética esteparia, mientras que la de la mujer está relacionada con las poblaciones del Calcolítico ibérico (Olalde, 2019). Es clave continuar la investigación para comprender mejor qué sucedió también en yacimientos como el Cerro de los Moros en Castillejo de Iniesta (Domínguez Solera, Torres Martínez, & Muñoz, 2019), destruido por un incendio más o menos por esas fechas, o en el Alto del Romo[1] (Vicente Navarro et al., 2007), un yacimiento con una cronología similar probable, pero con un patrón de ocupación totalmente distinto.

Vistas generales del Cerro de los Moros y sus aterrazamientos. Fuente: Santiago David Domínguez-Solera.

¿Por qué triunfó el Indoeuropeo?

Los lenguajes preindoeuropeos parecen haber sido abandonados por la estigmatización de los miembros de los grupos sociales que las mantenían. Es decir, que el poder y el prestigio lo mantenían las sociedades con estas nuevas lenguas, y que probablemente provenía del control sobre la crianza del caballo, quizás manteniendo los mejores sementales y por tanto regulando sus intercambios; la capacidad de recorrer distancias y controlar más territorio está directamente relacionada con la domesticación del caballo. Otros dos motivos pueden ser considerados: la existencia de juramentos sagrados para la mentalidad indoeuropea que, unido a la mutua obligación de hospitalidad -entendida como paraguas social solo para ciertos individuos- y que están bien documentadas en las sociedades de la Edad del Hierro y con probabilidad en la Edad del Bronce -como parecen indicar las aventuras de Odiseo y Telémaco por las islas griegas-. Y, por último, el uso de funerales como teatros políticos para ciertas familias con prestigio y riqueza (Anthony, 2007: 341-343).

Conclusiones

Queda mucho, pues, por saber sobre este tema. El camino desde la estepa es largo y, sin embargo, está aquí. Resta completar el puzle y dar explicación a los problemas que se nos presentan: ¿cómo llega el gen estepario? ¿por qué desaparece el 90% del cromosoma Y de la Península Ibérica alrededor del año 3000 AEC? ¿qué relación tienen con el Campaniforme? ¿son los yacimientos del Alto del Romo y del Cerro de los Moros muestras de diferentes modos de vida en la misma época y, si es así, lo es por la llegada del genoma estepario?

[1] En proceso de publicación.

BIBLIOGRAFÍA

Anthony, D. W. (2007). The Horse, The Wheel and Language. Princeton University Press.

Domínguez Solera, S. D., Torres Martínez, J. F., & Muñoz, M. (2019). El castro de “El Cerro de los Moros” (Castillejo de Iniesta, Cuenca) y la “castrificación” de la Manchuela Conquense. Arqueoweb, 50-77.

Gimbutas, M. (1991). The Civilization of the Goddess. Harper Collins.

Gimbutas, M. (1997). The Kurgan Culture and the Indo-Europeanization of Europe. Edited by. M. R. Dexter and K. Jones-Bley. Journal of Indo-European Studies Monograph 18. Washington, D.C.: Institute for the Study of Man.

Mallory, J. (1989). In search of the Indo-Europeans: language, archaeology, and myth. Thames & Hudson.

Olalde, I. (2019). The genomic history of the Iberian Peninsula over the last 8000 years. Science 363, 1230-1234.

Renfrew, C. (2003). Arqueología y Lenguaje. La cuestión de los orígenes europeos. Crítica.

Vicente Navarro, A. et al (2007). El Yacimiento Campaniforme del “Alto del Romo” (Tarancón, Cuenca). ARSE 41, 37-73.

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