José Navarro Castilforte nacido en El Pedernoso el 3 de marzo de 1912, engrosa la terrible lista de conquenses deportados a los campos nazis, es uno de los 98 hombres de nuestra provincia que conoció el horror del nazismo. Su historia se gestó en Cuenca, y está vinculada a la de la provincia de Granada, en nuestra tierra su nombre resuena en los ecos del olvido; en Orce, localidad granadina donde residió, le pusieron su nombre a una calle en su honor antes de que sus ojos se cerraran para siempre.
José fue hijo de un ilustre de El Pedernoso, Miguel Navarro Romero natural de Huércal (Granada), que en 1910 fue contratado en la población manchega como director de la banda municipal. No solo su padre era músico, sino que su primo, Eduardo Castilforte, compuso varias canciones que gustaba de tocar con su clarinete, una de ellas, “Aire Serrano” Miguel la llevó hasta Orce, donde hoy sigue sonando por sus calles ya que los orceños la han tomado como un himno local [1].
Fue en El Pedernoso donde Miguel Navarro conoció a su mujer, Francisca Castilforte Frías, donde se casaron y el lugar donde nacieron sus tres hijos: Rafaela, Miguel y el pequeño José. En 1922, Miguel Navarro es designado director de la Banda Municipal de Orce cerca de su Huércal natal y allí se traslada la familia, residiendo en la calle 5 de junio. José con el paso de los años aprendió el oficio de guarnicionero junto a su hermano.
En octubre de 1936 José se casó con Pilar Muñoz Castelar, y poco después nació su primogénito. José combatió en la Guerra de España en el Ejército Popular de la República, alistado en la XII Brigada Internacional, en 1938 sabemos que sus funciones eran las de ayudante de comisario político con el rango de alférez. Tras la caída de Catalunya, en el éxodo masivo de combatientes y civiles conocido como “La Retirada”, se refugió en Francia, en Orce quedaron su mujer y su hijo. Tras cruzar la frontera los republicanos fueron desarmados y llevados a campos de clasificación, paso previo para ser trasladados a los campos de concentración improvisados por las autoridades galas en las playas de las localidades costeras, “los campos de arena” fueron el triste refugio de cientos de miles de republicanos durante muchos meses, tratados como indeseables la república francesa hacinó en unas condiciones deplorables a nuestros combatientes y civiles; sin instalaciones salubres, sin condiciones sanitarias, sin apenas comida y fuertemente vigilados tras las alambradas por tropas senegalesas.
En mayo de 1939 José, recluido en el campo de Barcarés desde donde solicitó asilo a México, a través de la Embajada de México en París; al igual que José Navarro son decenas de miles los republicanos que intentan por todos los medios conseguir una plaza en los barcos que van a partir de Francia con destino a distintos países del continente americano. Sin embargo, José no tuvo la fortuna de poder cruzar el Atlántico, sino que se vio al igual que unos 60000 españoles forzado a enrolarse en una Compagnie de Travailleurs Espagnols, unidades de trabajadores militarizados que en su gran mayoría fueron destinados a labores de construcción de elementos defensivos. La II Guerra Mundial se había declarado el 1 de septiembre de 1939, y Francia necesitaba mano de obra a disposición de la guerra y que supliera a los franceses que habían sido reclutados en labores agrícolas e industriales. El 1 de diciembre de 1939 sale del campo de Argelés enrolado en la 126 CTE, una compañía en la que hubo más conquenses, entre ellos curiosamente, otros dos hombres de El Pedernoso, Joaquín Molina Molina y Manuel Molina Martínez.
En junio de 1940, cuando Alemania invadió Francia José cayó prisionero del ejército del III Reich el 20 o 25 de junio en la localidad de Chateau – Gontier e internado en el campo de prisioneros de guerra provisional de Châteaubriant, poco después trasladado al Stalag nº 100 en Hazebrouck (Francia) y al cierre de éste en diciembre de 1940 trasladado al Stalag X-B en la localidad alemana de Sandbostel. Conviene recordar aquí que en estos recintos de internamiento (campos de prisioneros o Stalag) se cumplía la legislación vigente respecto a los prisioneros de guerra, y los republicanos fueron tratados por sus captores en igualdad de condiciones que el resto de prisioneros de otras nacionalidades. Los franceses, belgas o ingleses que cayeron prisioneros de la Werhmacht (ejército alemán) en ese verano de 1940 pasaron todo el periodo de la guerra internados en estos campos; sin embargo, los republicanos españoles a los pocos meses de ser hechos prisioneros empezaron a ser separados de las demás nacionalidades, interrogados por la Gestapo (policía política del III Reich) por sus actividades durante la Guerra de España y transportados en vagones de carga hacía un futuro incierto.
Así es como desde agosto de 1940, y especialmente a partir de la visita de Serrano Suñer en septiembre a Alemania para preparar el encuentro de Franco y Hitler en Hendaya, los españoles pasaron a ser Rotspanier (Rojos Españoles) y por tanto enemigos del Reich. En hechos, esto se tradujo en la deportación al peor campo de concentración nazi, Mauthausen, un campo de categoría III destinado a presos de no retorno, es decir, aquellos que no eran reinsertables en la sociedad y, por tanto, su destino era morir allí.
El día 3 de marzo de 1941 entró en Mauthausen, junto con otros 4 conquenses más en un convoy de unos 250 republicanos; despojado de todas sus pertenencias, tras el rapado del vello de todo el cuerpo llega la desinfección y la entrega del traje rayado. En el pecho un triángulo azul invertido que en los códigos del campo marca a los apátridas, en el centro del triángulo una S (Spanier) y junto a este, el nº 3596, su nombre desde ese momento y hasta el día de la liberación. José Navarro Castilforte ese día de marzo perdió toda su identidad, solo era un prisionero más, una víctima más, un número más en la lista de miles de republicanos españoles que plagaban el campo en aquello días de 1941. Su nombre consta en los registros de operaciones quirúrgicas del campo de 1942, el 12 de enero y el 7 de julio.
Mauthausen era una máquina de asesinar perfectamente engrasada, en la que los trabajadores esclavos tenían como principal ocupación el trabajo en la cantera del campo que con sus 186 escalones que debían subir y bajar cargados de piedras varias veces al día; quizá decir que la alimentación era escasa sea decir mucho, las condiciones sanitarias e higiénicas eran nulas, y los malos tratos eran tan habituales como el frío, el hambre y el miedo. Tener un oficio podía ser un pasaporte para salir de la cantera, y José lo tenía, se dedicaba a arreglar las botas de los SS y también tocaba el bombardino en el campo. Durante un periodo que no podemos determinar (probablemente desde septiembre del año 1943 hasta agosto de 1944) fue destinado a un subcampo exterior de Mauthausen, donde las condiciones fueron mucho mejores que en el propio campo principal, en Bachmannig se trabajaba en un aserradero.
La liberación del campo tras más de 4 años de internamiento y perder a miles de compañeros dentro de aquellos muros, llegó el 5 de mayo de 1945. José Navarro estaba en el campo principal, en la barraca 4 cuando llegó el ansiado día en que las tropas norteamericanas cruzaron las puertas de entrada del campo de Mauthausen bajo la pancarta hecha la noche anterior por los republicanos españoles “Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas libertadoras”. Era muy tarde para los 4500 republicanos que dejaron sus vidas tras esas alambradas y las del anexo campo de Gusen.
José, al contrario que la mayoría de supervivientes que se quedó definitivamente en Francia, regresó pronto a España, en 1948 volvió a Orce y se reunió con su mujer y con su hijo, paradójicamente a residir en la calle Franco. No hemos podido saber si padeció algún tipo de represalia de las autoridades franquistas, ya que estando a miles de kilómetros de Orce, el régimen del dictador Franco le incoó un Expediente de Responsabilidades Políticas en 1940. En su casa, junto a su familia que pronto se vio ampliada con dos hijos más, José regresó a su oficio de talabartero junto con su hermano.
2 años antes de que José muriera en 1996, el Ayto de Orce puso su nombre a una calle, si aquí en Cuenca en pleno S.XXI resulta un trabajo titánico conseguir el mínimo reconocimiento individual o colectivo para nuestros deportados, quizá haya que mirar hacia el sur buscando inspiración en lo que lleva hecho ya 30 años, honrar a quien es un héroe de nuestro país.
Ana Esteban García
ARMH Cuenca