De todos es sabido que la Edad Media es una consecución de siglos que muchas veces se estudian mal, con prisas y sin mucho más miramiento que aprenderse reyes y batallas sin un orden claro, todo ello dentro de un marco histórico conocido tradicionalmente como la Reconquista y cuyo nombre aún genera ciertos recelos.
Nuestra tierra de Cuenca no fue una excepción en todos estos procesos, tampoco en batallas y en consecución de reyes que pasaban por aquí con sus ejércitos. Tiempo hay de analizar de forma detenida una época tan dilatada en el tiempo y tan importante para nuestra provincia en todos los aspectos, pero el título de este artículo hace referencia a un episodio donde sí hay batallas, asedios, algún que otro rey y esa imagen cinematográfica de una España de moros y cristianos. Hablamos del asedio almohade de Huete en el año 1172 [1].
Los siglos XI y XII no fueron precisamente una época estable en cuanto a política y territorio entendemos, y sobre todo en el ámbito musulmán, donde la surgencia de los famosos reinos de Taifas hizo de su territorio un polvorín de familias e intereses. Los almorávides, llegados a la Península a finales del siglo XI, no fueron capaces de frenar el avance cristiano y de unificar su territorio. Y ante esta situación, junto con una supuesta relajación religiosa, surgieron los almohades, rigoristas del Islam y la yihad que provenientes del Magreb entraron a la Península para intentar encauzar la situación tanto religiosa como militar. El objetivo de los almohades era restituir el rigor religioso y volver a refundar un Estado musulmán centralizado, por eso no tuvieron problema en atacar tanto a cristianos como a musulmanes para conseguir su objetivo.
Durante ese periodo las tierras de Cuenca no se libraron de esa inestabilidad, centrada principalmente en dos polos que fueron protagonistas durante estas décadas: Uclés y Huete. Las dos estaban consideradas como ciudades medias, es decir, mas importantes y con más población que la propia Cuenca por aquel entonces, y eran puntos estratégicos clave para defender el territorio entre los ríos Tajo y Júcar. Uclés ya vivió una importante batalla en el año 1108 cuando los almorávides, en su deseo de atacar Toledo, atacaron esta plaza. En la batalla, que supuso una importante derrota cristiana, el rey Alfonso VI perdió a su único hijo varón, por tanto sucesor al trono, Sancho Alfonsez [2].
En el caso de Huete, este pasaría a manos cristianas en torno al 1150 bajo Alfonso VII, pero pocos años después, en el 1164, los cristianos también protagonizaron una batalla en sus cercanías, en este caso entre ellos mismos. Dos familias se disputaron algo tan simple, pero a la vez tan importante como fue la custodia del joven rey Alfonso VIII. La familia de los Lara y la de los Castro.
Este es el escenario que presenta la tierra de Cuenca en el momento en el que los almohades deciden intervenir: Uclés bajo la Orden de Santiago, Huete como base de operaciones de disputas nobiliarias por el poder y Cuenca aún musulmana pero asediada por los cristianos.
La importancia del asedio de Huete como evento histórico es que está recogido tanto por las crónicas cristianas como por las musulmanas, de ahí el detalle que se conoce del transcurso de los acontecimientos. Dentro de estas, las crónicas de Abú Marwan Abd al-Malik son las que más detalles contienen.
Según estas, a finales de junio el califa Yacub Yusuf partió del norte de África con la intención de poner orden en la Península, tanto en los reinos musulmanes como para tomar la iniciativa en el campo de batalla contra los cristianos. La elección de Huete no fue baladí, ya que era la ciudad más oriental y por tanto fronteriza y sus defensas estaban muy dañadas de la batalla entre los Lara y los Castro.
El día 9 de julio llegó a Huete la avanzadilla del ejército almohade al mando de Abu Said, hermano del califa, que se estableció en las cercanías de la ciudad y realizó las primeras escaramuzas contra los ataques cristianos que salieron a defender la ciudad. Aguardaron hasta el día 12 de Julio que llegó el califa con su ejército y el resto de tropas (entre ellos estaba Abú Walid ben Rusd, más conocido como Averroes), atacando ese mismo día la zona de los arrabales y las partes contiguas de las murallas, que quedaron prácticamente a merced de los musulmanes. El campamento almohade no se montó muy lejano a la ciudad, previsiblemente en la parte norte de la muralla (aún hoy el paraje se denomina Las Tiendas) y donde se dispuso todo el plan de ataque con el fin de asaltar los muros de la ciudad y su posterior conquista.
Al día siguiente, miércoles 13 de julio, el ejército se dispuso a atacar la ciudad de Huete, la cual estaba mal defendida y con las murallas dañadas desde la batalla de 1164. Ante el ataque, los cristianos “fueron derrotados, huyeron todos al momento, […] y sobre las murallas no quedó ni un solo cristiano, pues abandonaron su defensa para hacerse fuertes en la alcazaba”. El ataque almohade fue por tanto un éxito enorme en los inicios de la batalla, obligando a los cristianos a refugiarse en lo alto del Cerro del Castillo entre los muros de éste. Mientras tanto los almohades arrasaron la ciudad y la zona urbana ocupada entre las murallas y la alcazaba: “las iglesias de los cristianos fueron derribadas y cogidas nueve campanas”.
La exitosa entrada a la ciudad se unió a la pasividad de los almohades a la hora de rematar la partida, ya que volvieron al campamento y esperaron acontecimientos, quizás, y con mucha probabilidad a que Huete capitulara sin condiciones sin llegar a desarrollar más lucha. Se apostaron centinelas para evitar la salida de los cristianos a por agua a la vez que los almohades recorrieron las tierras cercanas en busca de víveres.
La situación se mantuvo así hasta los días 16, 17 y 18 de julio. Durante estos dos primeros días se sucedieron fuertes vendavales que ya presagiaban malas noticias en forma de lluvia. Las tiendas musulmanas sufrieron importantes daños debido a los vientos, y el día 17 y 18 de Julio las tormentas fueron tan torrenciales que provocaron la práctica inutilización del campamento almohade y de las tierras circundantes, lo que evitó el ataque. Como contrapunto, esa misma tormenta llenó los aljibes y depósitos cristianos que les permitirían en caso de asedio aguantar más tiempo.
Esta tormenta cambió el curso de la historia de Huete al menos durante estas décadas. El día 21 de Julio, cuando ya los almohades no sabían cómo actuar, fueron avisados por Manrique de Lara de que el rey Alfonso VIII estaba camino de su auxilio, por lo que levantaron el campamento y se dirigieron hacia Cuenca.
Así es como Santa Justa y Rufina, cuyo santoral es el 19 de Julio, “intercedieron” para evitar el asedio almohade de Huete.
A modo de anecdotario, y como enlace y prueba documental de esta batalla, está el descubrimiento en la Mezquita Al-Qaraqiyin de Fez de una campana (usada actualmente como lámpara) llevada a esta mezquita como trofeo de guerra por parte de los almohades, una de las famosas 9 campanas obtenidas en el ataque a la ciudad de Huete.
Bibliografía
[1] Almonacid Claveria, J. A. (1986): “De Huete a Cuenca con los almohades en 1172. Antecedentes para la conquista de Cuenca”, Cuenca vol. 28, p. 7-38.
[2] Salas Parrilla, M. (coord.) (2008). La Batalla de Uclés (1108) contra los almorávides. Su contexto histórico. Ayuntamiento de Uclés.