Carmen Caamaño, Gobernadora civil de Cuenca

Carmen Caamaño, Gobernadora civil de Cuenca

Carmen Caamaño Díaz fue la primera y única mujer que ha sido gobernadora civil en Cuenca. Aunque lo fuera por poco tiempo, desde 1938 a marzo de 1939, con el final de la guerra civil y la victoria de Franco. Los avances conseguidos con la República en los derechos políticos de las mujeres no solo se detuvieron, sino que sufrieron una involución considerable. El caso de Carmen Caamaño es un ejemplo de ello.

Solo había habido una mujer gobernadora en España antes que ella, la abogada socialista Julia Álvarez Resano, diputada a Cortes, que fue nombrada gobernadora de Ciudad Real en 1937. Carmen ocuparía la jefatura en el gobierno civil de Cuenca en 1938 y continuaría hasta marzo de 1939 cuando embarazada, a punto de nacer su hijo, tuvo que huir hacia Alicante buscando la manera de salir de España para evitar la represión de los vencedores.

En las costas de Alicante, entre la multitud de republicanos vencidos que buscaban como ella un lugar en los barcos que llegaban en su auxilio, encontró a su marido. En estas circunstancias nació su hijo. No pudieron emprender el camino del exilio, fueron detenidos antes y llevados a prisión. Carmen fue condenada a 20 años y un día por la Ley de Represión del Comunismo y la Masonería. Pasaría más de siete años presa, primero en la cárcel de mujeres de Ventas, en Madrid, luego en la de presas comunes de Cáceres, de la que recuerda haber pasado por la celda de castigo.

Había nacido en Madrid el 4 de noviembre de 1909, y se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad Central. Siendo estudiante formó parte del núcleo fundacional de la Juventud Universitaria Femenina, junto a María de Maeztu y Clara Campoamor, y también frecuentó el Lyceum Club, aquella asociación feminista que dio una cultura superior a las mujeres de esta Generación del 27, muchos menos conocidas que sus coetáneos masculinos. En este ambiente intelectual se desenvolvió asistiendo a conferencias y demás actividades culturales en el Ateneo y la Residencia de Estudiantes. Más tarde, con el advenimiento del República, participaría en las Misiones Pedagógicas que llevaban esa cultura a los pueblos.

Carmen fue más política y reformadora que su marido, el pintor Ricardo Fuente Alcocer, el señor de Caamaño, denominación que ella señala irónicamente en alguna entrevista al recordar que era más conocida que él. Juntos frecuentaron los ambientes artísticos de la capital. Él trabajaba de dibujante en el periódico El Sol.

Carmen, de estudiante, militó muy activamente en la FUE, Federación Universitaria Escolar, el movimiento estudiantil de tendencia republicana opositor a la dictadura de Primo de Rivera y fue secretaria general del UFEH, Unión Federal de Estudiantes Hispanoamericanos. Como representante de esta organización fue elegida para asistir al Congreso Internacional sobre Educación que se celebró en Costa Rica en 1931, en el que ella era la única mujer entre los congresistas.

 En 1929 fue detenida en la Dirección General de Seguridad y encarcelada en la cárcel de Quiñones, junto a Pepita Callao, acusadas de la decapitación del busto de Alfonso XIII del Paraninfo de la Universidad Central. Las sacaron de prisión las abogadas Victoria Kent y Clara Campoamor.

Ese mismo año ingresó en el Centro de Estudios Históricos con don Claudio Sánchez Albornoz y en el Archivo Histórico Nacional. Comprometida con la defensa de la República, durante la guerra, formó parte de la Junta de Incautación y Defensa del Patrimonio Artístico.

Durante la guerra, concilió su trabajo de archivera con el voluntariado en el Socorro Rojo Internacional donde conoció a Dolores Ibarruri. La admiración por esta mujer la llevaría a ingresar más tarde en el Partido Comunista. Actividad que continuó en la cárcel cuando fue detenida al terminar la guerra y después, también en la clandestinidad, cuando salió de ella.

A su salida de la cárcel, en 1953, volvió a formar parte de la Asociación Española de Mujeres Universitarias y continúo su militancia comunista en la clandestinidad. No sería hasta muchos años después cuando pudo recuperar su puesto de funcionaria en el Archivo Histórico, condición que le había sido retirada al ser detenida. Tras un expediente de depuración volvió a su trabajo en los años sesenta.

Como todas las biografías dicen de ella:  “debe ser considerada una pionera y militante destacada en la lucha por los derechos de la mujer”.

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