La arquitectura popular se caracteriza por un enfoque mental en el que apenas hay lugar para la afectación o la frivolidad. Es la arquitectura del sentido común.
Carlos Flores López.
Arquitectura popular española.
(Madrid, 1973), 18
Estamos ante las construcciones más antiguas. Una simple oquedad ha sido refugio de infinidad de civilizaciones. Cuando no hay recursos humanos y los materiales escasean, la mente humana siempre tiende a la supervivencia y la optimización por lo que cualquier cavidad se convierte en un lugar de asentamiento. Más si cabe si el ser humano empieza a horadar y modificar la cueva a su gusto. Es el comienzo del trogloditismo (1) que se basa en la modificación del terreno para satisfacer las necesidades básicas de vivir. En primera instancia, estaba asociado a la caza y posteriormente pasó a la agricultura y ganadería.
Se daba en lugares donde el medio geológico les era favorable y éste era el caso de Lillo. El paisaje no es muy rocoso, por lo que estas cavidades no se encontraban de forma natural. En cambio, sí que era un terreno muy favorable para modificarlo. Esto hacía que a la hora de construir algo, en muchos casos, supusiera menos esfuerzo y recursos horadar en el terreno que hacer un levantamiento. Esto es debido a que por un lado, las rocas sedimentarias formadas hace millones de años han terminado teniendo un carácter margoso y yesífero, dando como resultado en la actualidad un terreno más blando. Por otro lado, esta zona estaba bajo lo que llamábamos Mar de Tetis por lo que, a la vez, mucho de este terreno ha estado durante mucho tiempo sometido a presiones muy altas, que han hecho que las calizas presentes en la zona, hayan formado una serie de lastras de piedras muy compactas y resistentes que, al llegar a ellas en las excavaciones, hacen que el terreno no se desmorone. Y por último, su composición arcillosa hace que el terreno tienda a ser impermeable y que estas rocas no se empapen. Eso sí, el mayor problema es el nivel freático que a veces ha hecho que éstas se llenen de agua contribuyendo a su abandono, sellado y desaparición.
Otra característica inseparable del concepto ha sido siempre su desarrollado sentido de la convivencia y comunicación. Los contactos y relaciones personales entre sus diversos componentes muestran una pluralidad y calor que está empezando a perderse en las nuevas formas de vida que poco a poco parece ir imponiendo la megalópolis.
Carlos Flores López.
Arquitectura popular española.
(Madrid, 1973), 7
La mayoría de ellas nos cuentan que fueron construidas en el campo y que, en su origen, estuvieron asociadas al uso ganadero y agrícola. Servían como descanso, tanto de los labradores como de los ganaderos y animales en las largas jornadas de pastoreo y siembra, en las que era imposible regresar al pueblo para resguardarse de las inclemencias del tiempo. También para el almacenaje de grano (de ahí lo de “silo”). Además, también tenían una función social ya que muchas veces las personas que las frecuentaban se reunían por las noches, a cantar y compartir conversaciones y anécdotas.
A medida que su distancia a los núcleos de población se reducía, hubo quienes adaptaron las casas-cueva para uso doméstico. Al ser una construcción popular, suele tener varios nombres y es que aparecen tanto casa-cueva, silo o simplemente cueva. Se utilizan indistintamente aunque hay una ligera sutileza y es que si está excavada de forma más horizontal, estaríamos hablando de una casa-cueva, si la verticalidad cobra protagonismo se puede decir que es más un silo y de forma genérica cueva, que se usa indiscriminadamente generalizando ambas.
Es verdad que su construcción requiere cierto grado de pendiente del terreno y en Lillo, al ser generalmente llano, no encontramos tantos. Aun así, hoy en día podemos ver algunos restos ubicados aprovechando cualquier orografía del terreno y sobre todo en las faldas de las montañas. El Catastro de Ensenada en 1752 aporta el dato de que existen 425 casas “en que se incluyen algunas bóvedas que sirven de habitación”.
En esta zona siempre han habido unos inviernos y veranos muy largos con temperaturas extremas, y unas estaciones intermedias de primavera y otoño muy cortas, de apenas unas semanas en el mejor de los casos. Todo ello fomenta que estás construcciones se construyeran cobijándose en el terreno, que permitía aliviar esas temperaturas extremas. Aprovechaban la inercia térmica(2) del terreno haciendo que se mantuviera una temperatura media agradable a lo largo del año de entre 15-21 grados, muy cerca del confort térmico.
Son conocidos los Silos de Villacañas, que se han empezado a poner en valor en estos últimos años, y gracias a ello hoy en día conocemos más sobre este tipo de construcciones de gran valor etnográfico. Sumado al gran interés de esta localidad por preservar esta forma de construcción tradicional, se inauguró en 2018 el Museo Municipal del Silo. En él encontramos una serie de ejemplos de algunas viviendas hechas con esta técnica y que estuvieron habitadas hasta principios del S.XX. Una demostración del ingenio del ser humano para sobreponerse y sobrevivir en plena Mancha, contra temperaturas extremas y la escasez de recursos. Unas construcciones que hoy en día llamaríamos “bioclimáticas” pero que ya existiían en esta localidad en el siglo XVII.
Nos encontramos también los “Silos de la Atalaya” o “Silos del Aljibe” que se encuentran al sur del término, próximos a Villacañas en la conocida Sierra del Romeral o del Manzano. Dependiendo de su finalidad, los silos varían en su distribución interior pero todas tenían en común una serie de elementos: siempre contaban con una rampa de acceso llamada caña, la cual estaba escalonada pero tenía una pendiente suficiente para que fuese cómoda la bajada de animales de arrastre como burros o mulas. Un vestíbulo o pasillo, desde donde partían las diferentes estancias según las necesidades de la familia, eso sí, procurando que el crecimiento fuera simétrico para una mayor estabilidad del terreno.
Cuevas en el término municipal de Lillo como Nengo, Donato, Navalcaballo, Carbonera, Melilla, Chima, Corrijón, Matilla, Juan Diez, de Gregorio, del Tio Viejo, del Tio Torines, Collado, Lozano, Dómine y Herrerillo, nos descubren formas de vida, costumbres, conocimientos y que dan testimonio de esas mismas técnicas, piedras, cales u hondonadas.
En cuanto a sistemas constructivos se refiere, la cimbia o frontal de entrada era una de las partes más difíciles por lo que la construía personal más cualificado mediante una estructura de madera que posteriormente se retiraba. Se puede decir que es la culminación de la cueva que hace que no se desmorone el hueco de entrada. Se sitúa justo encima del vestíbulo de entrada. Otro de los elementos importantes eran las luceras o lumbreras, agujeros verticales que tenían todas las estancias y que llegaban hasta la superficie y comunicaban con el exterior. Estos orificios mencionados estaban abiertos con el objetivo de ventilar todas las estancias. Y os preguntaréis, ¿no entraría el agua cuando lloviese?. El secreto es que el diámetro superior del orificio (que se encuentra en el exterior) era más pequeño que el diámetro de la parte inferior (localizado en el interior, en el techo de cada estancia) conformado así una apertura con forma de cono truncado favoreciendo la ventilación y con ello, una corriente de aire constante que impide que el agua entre.
La chimenea también era un elemento esencial ya que suministraba calor que tan necesario era en los inviernos de La Mancha. Además, su cañón elevado servía también para identificar la ubicación de la casa-cueva a largas distancias ya que al estar enterrada, era difícil de localizar.
Hoy en día estamos en un momento de la historia en el que, si quieres algo, por muy lejos que esté, lo puedes conseguir. Esto ocurre en cualquier ámbito de la vida y en la construcción no es menos. Miramos en Pinterest y elegimos encimeras de mármol blanco de Carara, producido en la zona norte de la Toscana, muebles de televisión de madera de Macassar del sur y sureste de Asia, tabiques de Placa de Yeso Laminado, técnica proveniente de Estados Unidos… Y un largo etcétera.
En cambio, la arquitectura de necesidad que se describe en este artículo, rescata unos principios que hoy en día tienen mucho valor como son la sostenibilidad y la optimización, tanto de necesidades como de recursos materiales. Pero esto no siempre fue así y toda construcción de este tipo ha tenido una primera fase de vida útil, la cual cubre una necesidad, en este caso la falta de viviendas. Después, una segunda fase de decadencia en la que empieza a “pasarse de moda” o a adquirir una connotación peyorativa haciendo que caigan en desuso y, posteriormente, en el olvido a través del abandono. Y antes de que el tiempo haga su trabajo, las que sobreviven, pasan a la tercera y última fase que suele ser la puesta en valor cuando realmente nos damos cuenta de la importancia cultural que tienen.
Somos conscientes de la desaparición de mucho patrimonio de nuestros pueblos. Por ello, que actualmente se comiencen a reconocer y proteger con herramientas jurídicas como “Bien de interés cultural” (BIC), ayuda a la preservación de este patrimonio y podamos entender mejor el entorno. Conocer estas técnicas que llevan cientos de años puliéndose y extraer lo que nos interese para adaptarlo a nuestro presente y a nuestro futuro, nos permitirá enfrentarnos a los nuevos retos que se nos presentan, tan importantes como el cambio climático.
(1)trogloditismo: trogloditismo es el modelo primigenio de asentamiento humano que consistió en acondicionar hábitats subterráneos o excavados en el terreno. Concepto extraído del libro “Los Silos de Villacañas” de Francisco Garacía Martín.
(2)inercia térmica: capacidad que tiene un cuerpo o una superficie de variar su temperatura cuando recibe del ambiente (o cede al mismo) un flujo de energía en forma de calor. (Fuente: Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial)
Vestal es una consultoría que apuesta por el fomento del turismo cultural en el medio rural.
Vestal busca recuperar aquellos saberes ancestrales en riesgo de desaparición, así como poner este patrimonio etnográfico al servicio de la población de una manera atractiva, sirviendo de cimiento para el turismo cultural y la repoblación rural.