Introducción
La fundación de la Mesta en 1273 con el fin de proteger los intereses y privilegios de la oligarquía ganadera sería un hecho crucial en la historia de la península. La ganadería trashumante sería uno de los pilares fundamentales para la expansión de los reinos cristianos hacia el sur, buscando siempre los mejores agostaderos.
Sin embargo, el origen de los corrales de ganado tal y como los conocemos hoy en día quizá haya que buscarlos en los ganados estantes, los que no trashuman, y como consecuencia del avance de la agricultura a costa de la reducción de los pastos para el ganado. Esta problemática ya se menciona en 1576 -un año después de la pragmática de Felipe II que prohibía la roturación de las dehesas[1].- cuando se implementan medidas en Villa y Tierra con el objetivo de frenar el avance de la agricultura, cuya expansión en buena parte depende de la roturación de cañadas, descansaderos y corrales[2].
El abandono por parte de la Mesta de los ganados estantes, las facilidades e inacción del reino con los grandes propietarios mientras privatizan o destruyen los pastos, con el descenso en la producción lanar del reino (Caja de Leruela comenta que solo en el Partido de Cuenca había menguado de 400.000 arrobas al año a 20.000), pueden ser las razones de la atomización del ganado en corrales que buscan las zonas altas de las sierras y evitan las cañadas como en el caso de las tainas –vide infra-. Los ganados riberiegos -estantes- quedaron en peor situación que nunca, pues ni se conservaban exentos de la jurisdicción judicial de los Alcaldes del Honrado Concejo, ni participaban de sus ventajas; no tenían voto en la poderosa Asociación; no adquirían el llamado derecho de posesión; les podían ser quitadas las dehesas que llevaran en arriendo; apenas tenían defensa contra las invasiones de los Mesteños, ni contra los abusos de los Alcaldes de Cuadrilla, protegidos por el Concejo, ni contra los de los Entregadores, porque el recurso ante la Sala de Mil y Quinientas era ilusorio para pobres y aislados pastores de ovejas[3].
Por ejemplo, el número de ganaderos finos en Cuenca no varió a lo largo de dos siglos (entre 1500 y 1700), nunca más de nueve y eso contando aquellos que, aunque arraigados aquí, no residían en la capital como Fernando de Borja. Solo cinco o seis son vecinos todo el año de la ciudad[4]. Sin embargo, esto no indica que únicamente fueran los grandes propietarios los dueños totales del ganado, pues apoderados, mayorales y pastores de las grandes cabañas trashumantes, e incluso pequeños propietarios independientes, poseen en mayor o menor medida merinos que marchan ahorrados o acogidos en las grandes cabañas trashumantes[5]. Algo parecido ocurre con la producción ganadera en las tainas: si bien había varios grandes propietarios de dichos corrales, otros pequeños productores poseían la propiedad de los mismos y evitaban pagar arrendamientos. Siempre en cada pueblo había uno o varios de estos ganaderos que sobresalían con respecto al resto por su mayor riqueza en ganados y ejercían esa función de aglutinadores de parte de los lanares de la población[6].
Los corrales están alejados de los centros de población más próximos, pues estos eran usados por pastores para dormir precisamente por la lejanía a aquellos. Esto además permitía que se situaran fuera de las zonas potencialmente agrícolas: las zonas altas de los términos municipales no solían estar roturadas, por lo que se dedicaba íntegramente a los pastos para ganado. Y estas zonas altas, sobre todo en la España caliza, presentan unas características muy específicas: la ausencia de grandes procesos edafológicos debido a las propiedades fisicoquímicas y climáticas de la zona, que no permiten la formación de suelos amplios y ricos a estas altitudes, lo que las hace inviables para la agricultura y aprovechables para la ganadería.
Un caso de estudio: las tainas de Olmeda del Rey y Las Valeras
En la zona de la Serranía Baja conquense a los corrales de ganado se les llama tainas. A pesar de tener unas características determinadas e identificativas por aquello del funcionalismo de la arquitectura vernácula, el uso y funcionalidad es semejante al del resto de construcciones pastoriles de otras áreas. Etimológicamente, taina parece venir del latín tignum, viga o madero[7], probablemente en referencia a los entramados de las techumbres del cobertizo del corral.
Que en el término de Olmeda del Rey -Olmeda de las Valeras por entonces-, no había ganado lanar fino lo confirma el Catastro del Marqués de la Ensenada (1752), pues únicamente mantienen sus vecinos como tres mil y ochocientas cavezas de ganado lanar churro; cuatrocientas de cabrío […][8]. A finales del siglo XIX comienzan los deslindes de las vías pecuarias para definir los límites de estas. En el Diccionario de Madoz (1845-1850), la información sobre Olmeda del Rey es mucho más escueta, comentándose únicamente en el caso de la ganadería que es lanar[9]. En los libros de amillaramientos sitos en el Archivo Provincial de Cuenca, pero también escaneados y consultables en la página web FamilySearch[10], indican la propiedad de las tainas en el término municipal de Olmeda del Rey desde 1818.
La construcción de las primeras tainas tal y como las conocemos quizá se deba a la expulsión de los ganados estantes de los privilegios de la Mesta en 1604. Los ganados estantes son aquellos que no abandonan su jurisdicción, en oposición al trashumante, también llamado cañariego o transterminante. Cuando Caja de Leruela escribe acerca del problema económico que atraviesa España en la primera mitad del siglo XVII, da cuenta de que los ganados estantes son cuatro veces más numerosos que los no estantes -es decir, trashumantes-. El ganado estante es el que se encarga de la labranza, fijan la población a los lugares, abastecen al reino y lo asegura[11]. Hace el autor una mención retrospectiva a la ganadería trashumante muy interesante: bajo su sombra pasan y pastan ganados y pastores, como si fuera con cada rebaño una escolta de soldados, como cuando se hacía en tiempos pasados, cuando había moros, y los acompañaban de un lugar a otro haciéndoles escolta, para que pasasen asegurados y sesteaban y yacían debajo del amparo de los señores de castillos y lugares -de que proceden los derechos de pasajes y castillerías que todavía perduran-[12]. Acto seguido diagnostica el principal problema de la caída de la ganadería española: los cierres y rompimientos de dehesas y pastos comunes por parte de los propietarios, y pide que de nuevo se declaren de labrantía las tierras que antes del 18 de enero de 1575 lo eran, cuando entró en vigor la pragmática de Felipe II que prohibía la roturación de las dehesas. Indica también que los poderosos han introducido el arrendamiento de los agostaderos en sus tierras y rastrojos para que nadie los goce sino ellos, que los pueden pagar. Esto, evidentemente, deja en muy mal lugar a los pequeños ganados estantes que habitan cerca de los agostaderos; pero, por otro lado, favorece a la Mesta y sus ganados no estantes, que tienen libre paso y pasto guardando solamente las cinco cosas vedadas que son panes, viñas, huertas, prados de guadaña y dehesas boyales de marca, coteadas y auténticas[13].
En cuanto al régimen de propiedad de los corrales en esta área y a pesar de desconocer su antigüedad a través de estudios históricos más profundos, podemos inferir en relación a lo mencionado en el caso de Villa y Tierra, que en la Edad Media y -por lo menos- hasta el siglo XVI, estos formarían parte de los concejos de las villas o de la Mesta propiamente. Sin embargo, en los Libros de Amillaramientos vemos que la propiedad de los corrales ya ha pasado a manos privadas y, hoy en día, a pesar del abandono del uso ganadero, la atomización en la propiedad ha aumentado aún más. Es interesante mencionar el método de pago por el arrendamiento de estas infraestructuras, como se diagnostica en el caso del estudio etnográfico realizado en Villalba del Rey (Cuenca). El pago se basaba únicamente en el estiércol producido por los ovicápridos, y que era fundamental para el abono de las parcelas cultivables circundantes[14].
DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
Repasando la bibliografía castellana, notificaremos que existe una enorme brecha entre las publicaciones que estudian la trashumancia en contraposición a la escasez de referencias a la ganadería estante y sus construcciones asociadas. De hecho, en ocasiones, se estudian algunas de ellas como relativas a la ganadería trashumante cuando en realidad se trata de corrales o chozos de pastores locales y estantes. Es por ello que, en el caso de los estudios etnográficos, etnoarqueológicos o antropológicos, debemos dejar de poner el foco sobre el papel de La Mesta para estudiar la ganadería del Antiguo Régimen y comenzar a valorar la importancia de esos pastores y ganados locales que nunca llegaron a formar parte del poder establecido y que, de hecho, sufrieron su acoso.
Por otro lado, es interesante buscar el origen de los corrales, tinadas, tainas o cualquiera que sea el nombre que reciban, en aquél abandono de los ganados estantes por parte de La Mesta y que denota el carácter cada vez más oligárquico y privilegiado del concejo.
Además, el imparable avance de la agricultura desde el siglo XVI tiene un impacto esencial en el retroceso de la ganadería extensiva castellana y que llega incluso hasta nuestros días.
[1] Caja de Leruela, M. (1631). Restauración de la abundancia de España, o prestantísimo, único y fácil reparo de su carestía general. Madrid.
[2] Olmos Herguedas, E. (1995): “Ganadería ovina y arquitectura popular en los límites de la antigua comunidad de Villa y Tierra de Cuéllar. Chozos y corralizas en Cogeces del Monte”. Revista de folklore. 177. Obra Social y Cultural de Caja España, Fuente Dorada, 6-7, Valladolid.
[3] Cos Gayón, F. (1869). La Mesta. Revista de España, IX y X. 1869, pp. 329-266 y 5-39.
[4] Vicente Legazpi, M. L. 1997. La ganadería en la provincia de Cuenca en el siglo XVIII. Tesis doctoral. Universidad Autónoma de Madrid. P. 824.
[5] Ibidem. P. 812.
[6] Ibidem. P. 820.
[7] Guadalajara, E. (2022): “El vocablo paridera y sus sinónimos”. Los Ojos del Júcar: https://losojos.es/tierra-y-memoria/el-vocablo-paridera-y-sus-sinonimos/.
[8] Ensenada, Catastro de, (1752). Olmeda junto a las Valeras, p. 601. PARES. (https://pares.mcu.es/Catastro/servlets/ImageServlet).
[9] Madoz, P. (1845-1850). Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Tomo XII: 249.
[10] FamilySearch: https://www.familysearch.org/tree/overview?cid=PC00038613&keyword=family%20tree&gad_source=1
[11] Caja de Leruela, M. (1631). Restauración de la abundancia de España, o prestantísimo, único y fácil reparo de su carestía general. Madrid.
[12] Ibidem, pp. 86-87.
[13] Ibidem.
[14] Domínguez-Solera, S.D., et al. (2024): “Introducción etnoarqueológica a las chozas pastoriles de Villalba del Rey (Alcarria Conquense)”. Colegio Profesional de la Educación. Castilla-La Mancha.