A línea: Nuestro origen

A línea: Nuestro origen

Siete jóvenes arquitectas terminamos el pasado mes de julio nuestra etapa de aprendizaje en la universidad. Nuestros seis años en la Escuela de Arquitectura de Toledo y Universidad de Castilla-La Mancha finalizaron con la defensa pública de nuestros PFC (Proyecto Final de Carrera). Nuestro último proyecto académico o, mejor dicho, nuestro primer proyecto como arquitectas. Siete proyectos que, situados en el Golfo de Nápoles y en Toledo, reflejan nuestra manera común de entender la arquitectura, el diseño, la ciudad y el paisaje. Todos ellos con un modo común de hacer y abordar la arquitectura a través del análisis global y el dibujo.

Dibujo del Golfo de Nápoles y reconocimiento del lugar. Fuente: Marta Millanes Sánchez y Eva María Díaz Sánchez.

Un proyecto de arquitectura comienza con un dibujo donde se representa una idea que será construida (o no) y que pretende ser acertada.  Aunque, sin duda alguna, el origen de un proyecto recae en el lugar y al mirarlo con detenimiento nos dará las claves para actuar tras un estudio preciso de lo ya existente: trama urbana, vegetación, soleamiento, materiales, tradición y cultura. Solo así la intervención mirará y estará vinculada a estas características que forman tanto el entorno más próximo como el paisaje general del lugar.

Existen muchas maneras de conocer un lugar, no solamente desde el plano, sino también desde otras perspectivas históricas, literarias o populares. Incluso en lugares cercanos puede haber grandes diferencias, como puede ocurrir entre pueblos vecinos de La Mancha. 

En cuanto al desarrollo de la idea, quizás, no toda la información recabada tiene la misma relevancia para el proyecto. Sin embargo, la mirada distraída de la persona que ha estudiado el paisaje hará que siempre tenga en el subconsciente los detalles que hacen único cada lugar y el proyecto surgirá como nacido del sitio. O incluso no surgirá, porque no-actuar también es una decisión de proyecto posible.

La arquitectura debe dialogar con su contexto, debe atender a lo que subyace. La manera en que se establece ese diálogo depende de la intención del proyecto, es decir, aquello sobre lo que este pone atención. Se encuentra la intención cuando se decide sobre qué se quiere hablar. Normalmente es lo que sugiere el lugar tras estudiarlo, tras identificar sus problemas, sus virtudes y sus necesidades.

Es mediante el dibujo intencionado, objetivo y subjetivo a partes iguales, del lugar como se descubre lo que subyace, aquello que no se ve pero que le da valor. Si la arquitectura se fundamenta en un concepto que pertenece al lugar es más fácil que esté en consonancia con él.

Ante un mismo lugar y unas mismas condiciones existen muchas maneras diferentes de responder. Ya que es, sobre estas decisiones, sobre las que más influye de manera inconsciente la intención del arquitecto, la memoria y la experiencia. La arquitectura aparece entre la razón y los sueños, entre el estudio objetivo y la sensibilidad de aquel que lo estudia.

Cuando la arquitectura recoge la esencia de su emplazamiento y la hace suya, tiene la capacidad de potenciar la identidad del sitio donde se proyecta. Se convierte en atemporal, una arquitectura que podría haber estado siempre allí.

Lo atemporal sobrevive a lo largo de la historia de un lugar, y esto se puede observar muy bien en la ciudad. Porque en la ciudad, siempre cambiante, se produce un proceso de estratificación donde las nuevas estructuras se superponen a las antiguas y aquello que es atemporal envejece mejor y se presta a ser completado, reutilizado o resignificado antes que invadido o eliminado.

La arquitectura popular y vernácula que se ha construido tradicionalmente en nuestros pueblos y ciudades era una arquitectura que se resolvía con materiales y recursos del lugar, proyectada para siempre y sin perseguir modas pasajeras. Se generaba una identidad de lugar reconocible y coherente independientemente de las variaciones y los añadidos que cada intervención individual pudiese tener. Estos ejemplos son nuestro mayor referente para volver a hacer arquitectura del lugar, sostenible y atemporal.

La ciudad como lugar del conocimiento. “La Ciudad Análoga”, lámina de Aldo Rossi para la Bienal de Venecia, 1976. Fuente: Aldo Rossi con Eraldo Consolascio, Bruno Reichlin e Fabio Reinhart, La Città Analoga, progetto utopico per la XXXVII Mostra Internazionale di Arte della Biennale di Venezia, 1976. Composizione architettonica, s.d.

El lugar y el proyecto se encuentran mediante el dibujo. Por ello, durante este proceso es conveniente el uso del lápiz y de la mano, para así, poder desarrollar un proyecto con sensibilidad y escala precisa, que atienda a su entorno y responda a sus necesidades y condicionantes.

Un dibujo es una experiencia, un proceso de ida y vuelta. Desde el primer dibujo se comienza pensando con un lápiz y sobre un papel en blanco, si es un papel de croquis mucho mejor. Un croquis de idea, un dibujo técnico, acotado, escrito, dibujado por capas, a línea continua y con línea de puntos, dibujado con mina 2H para proyección y 2B para sección, pasando por HB, a escala de grises o a color, con líneas rectas, paralelas y curvas, retícula guía, comando orto, escuadra y cartabón, en formato A4, A0, vertical, horizontal, modulado, con texturas de sombra y luz, texturas cerámicas, de piedra, encofrados, curvas de nivel, especies de vegetación en alzado y planta, tipo de papel, gramaje, rótulos, elección de escala gráfica, escaneados, variaciones, copias impresas, reducciones…  Estas son las posibilidades de un dibujo.

Un dibujo complejo, que no difícil, en el que se tienen en cuenta todas las partes que intervienen, obliga a pensar la arquitectura de manera global. Desde la escala del paisaje o la ciudad hasta la escala del pomo de la puerta, teniendo en cuenta a quien la va a vivir y disfrutar. La representación en perspectiva axonométrica es un ejemplo de representación general que permite volcar todas las capas de información en un solo dibujo complejo. Que a diferencia de las representaciones 3d o realidad virtual, requiere de un proceso mental de selección de la información a representar para que el usuario pueda de verdad entender, y aún imaginar, cómo va a ser el nuevo lugar.

El uso de las herramientas gráficas que nos ofrecen los ordenadores para el dibujo, sin descartar su utilidad, para algunos arquitectos son más efectivas en etapas posteriores del proceso. Esto es debido a que, al comienzo las herramientas informáticas pueden delimitar demasiado pronto los límites de actuación de las propuestas o elementos fundamentales para tener en cuenta en el posterior desarrollo del proyecto.

Si se analiza, se piensa y se dibuja con sensibilidad, la arquitectura que resulte será sensible. Plantas, secciones, alzados, axonométricas, perspectivas, collages, esquemas… Todos los mecanismos de representación posibles encaminan el proyecto hacia su resultado final más acertado si cada trazo está pensado y es verdaderamente intencionado. A lápiz o a ordenador, porque sí, un dibujo a mano puede ser un dibujo a ordenador si se hace con la misma sensibilidad. El lápiz y el ordenador son únicamente el medio para llevar a cabo el proceso de dibujo. La diferencia no está en la herramienta, sino en la mano pensante que la utiliza.

En el inicio del pensamiento del proyecto la mano se dirige, incluso a veces de forma inconsciente, a lo que nos preocupa, a los encuentros con el lugar o a los espacios que serán fundamentales.

Ricardo Flores y Eva Prats, en su libro “Pensado a mano” apuntan a esta idea:

Como herramienta de observación y registro del tiempo, el dibujo nos enseñó a superponer diferentes épocas en un mismo documento, haciéndolas convivir…”.  (AA.VV: Miquel Adrià, Eva Prats, Ricardo Flores, Juan José Lahuerta, Adrià Goula, Joan Enric Prats, Cesc Segura, Manuel De Solà-Morales, Manuel Arguijo, Carlota Coloma, Adrià Lahuerta, Soraya Smithson Miralda, Toni Casares, Pensado a mano. La arquitectura de Flores & Prats, 2º edición, Editorial Arquine, 2020).

El dibujo a mano permite realmente que el pensamiento sobre una idea fluya a favor del proyecto. Dibujando a mano es como hemos disfrutado y aprendido a ser arquitectas.

No podemos concluir mejor que con las bonitas palabras que nos ha dedicado nuestra profesora, arquitecta conquense, Carmen Mota:

Estos días, desde el Museo Nacional del Prado es el pintor Fernando Zóbel, íntimamente ligado a Cuenca, quien nos recuerda: “Para saber pintar; primero hay que saber ver. Y a ver se aprende”.

Y en la enseñanza de la mirada- tan necesaria para pintar como para proyectar- se reivindica desde su creación la Escuela de Arquitectura de Toledo, la Escuela de Arquitectura regional. Eva María Díaz, Marta Millanes, Celia Peces, Celia Espadas, Isabel Delgado, Marina Baeza y Sandra Fernández son arquitectas desde hace años porque entendieron pronto algo tan sustancial, quizá ya lo sabían. Quienes han tutorizado sus trabajos- los Paz y Cal, Lola Sánchez o los hermanos Gil Guinea- enseñan con la misma honestidad con la que ejercen. Sé que ellas presumirán, ya lo hacen, de la Escuela que contempló, satisfecha, su proceso.

Siete arquitectas castellanomanchegas de 24 años proyectan desde el lugar, entendiendo del mismo lo tangible y lo intangible, lo físico y lo inmaterial, lo prosaico y lo poético. En la era del render, la producción precipitada y la confusión entre el precio y el valor, disfrutémoslo, divulguémoslo y, sobre todo, entendamos su importancia.

Bibliografía

  • AA.VV: Miquel Adrià, Eva Prats, Ricardo Flores, Juan José Lahuerta, Adrià Goula, Joan Enric Prats, Cesc Segura, Manuel De Solà-Morales, Manuel Arguijo, Carlota Coloma, Adrià Lahuerta, Soraya Smithson Miralda, Toni Casares, Pensado a mano. La arquitectura de Flores & Prats, 2º edición, Editorial Arquine, 2020.
  • Aldo Rossi con Eraldo Consolascio, Bruno Reichlin e Fabio Reinhart, La Città Analoga, progetto utopico per la XXXVII Mostra Internazionale di Arte della Biennale di Venezia, 1976. Composizione architettonica, s.d.

Autoría

Marina Baeza de la Granja, Isabel Delgado Crespo, Eva María Díaz Sánchez, Celia Espadas Alonso-Barajas, Sandra Fernández Ruiz, Marta Millanes Sánchez, Celia Peces Martín y Carmen Mota Utanda.

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