La serie de entrevistas Tropiezos literarios es un espacio para pensar y reflexionar sobre la literatura conversando con autores y autoras de nuestra provincia y región. Queremos exponer las cuestiones nucleares en torno a la creación literaria, así como conocer a los autores que escriben y se expresan en nuestra tierra, sus intereses e inquietudes.
Nacido en Belmonte (1979), Rafael Escobar Sánchez es poeta. Además, combina la creación con la docencia, ya que desde 2003 es profesor de secundaria. Ganador en 2005 del primer premio de Certamen de Jóvenes Artistas de Castilla-La Mancha en la modalidad de poesía. Fue seleccionado para Inmaduros, antología de joven poesía manchega a cargo de Jesús Maroto. En 2009 resultó ganador del XXV Premio de Poesía Joaquín Benito de Lucas por su obra Todo el mundo debería ser apedreado. Desde entonces, sigue escribiendo y publicando poesía: Repartir los huesos y Caridad y claridad (2012), Cerca de la herida (2014) y Sino a quien conmigo va (2017). En la editorial Tigres de Papel ha publicado, además de estos dos últimos poemarios, el más reciente Lover, Lover, Lover, publicado en 2021.
¿Por qué escribes? ¿Qué es lo que te motivó para empezar a escribir?
En mi caso hay algo fundamental, que es el tiempo libre. Tenemos un trabajo con muchas miserias, pero no esa precisamente. Entonces, para empezar, el tiempo para poder hacerlo. Si tuviera tiempo solo para leer o solo para escribir, yo leería. La lectura considero que está muy por encima de la escritura, pero por suerte tengo tiempo para las dos cosas.
Para mí la escritura tiene mucho que ver con la necesidad expresiva, la necesidad de catarsis o de liberación de cosas que me preocupan o me emocionan. Y luego, en el fondo, es un hábito de vida. Cuando llevas mucho tiempo escribiendo, la vida y la escritura van juntas. En resumen, el tiempo, la necesidad y una manera de estar en la vida tan válida como otra cualquiera.
¿Cómo se hace para generar ese hábito?
Es profundamente inconsciente. Sale solo. Es cierto que desde pequeño tienes que coger esa afición, pero una vez la vas viviendo la pasión por la escritura sale sola. Te pasa incluso cuando no quieres. Tienes una vivencia feliz y quieres estar en ella, y sin embargo no puedes porque hay una parte de ti que se ha fugado y está pensando cómo puede convertir eso en materia literaria.
También creo mucho en la literatura como oficio y como trabajo: hay que ponerse. No creo mucho en la inspiración. Sí, la inspiración existe, pero puede darte como mucho tres versos. Los demás te los tienes que currar. No me gustan la mitología de la inspiración ni del talento.
¿Cómo haces para compatibilizar un trabajo como el de profesor con el de la escritura?
Disciplina. No es una palabra bonita cuando hablamos de arte, pero es así. En mi caso, yo entre semana no puedo escribir porque, o estamos haciendo algo de trabajo o estamos pensando en una tarea doméstica, incluso cuando tienes tiempo no estás centrado. Yo tengo que escribir durante el fin de semana, tener una tarde entera, sin ninguna ocupación, o durante las vacaciones. Umbral hablaba con desprecio de los escritores de fin de semana, pero desgraciadamente a algunos no nos queda otro remedio.
Has terminado recientemente de escribir una novela, que he tenido el placer de poder leer antes de su publicación, cuyo prólogo me ha parecido particularmente inspirador para quien se quiera dedicar a la escritura. Allí dices que escribiendo esta novela te has dado cuenta de que no eres un narrador. ¿En qué momento se da cuenta uno de ello?
Es curioso porque yo empecé a escribir de pequeño pero escribía cuentos; tenía mucha facilidad para que se me ocurrieran historias y siempre he pensado que sería narrador. Me encantaban los animales y pensaba que iba a ser veterinario, lo de profesor ya vino después, así que escribía fábulas y cuentos sobre animales, pero en la adolescencia, con la cantidad de traumas y problemas que la acompañan, cambié de género. Entonces dejaron de ocurrírseme historias y lo que quería contar eran estados de ánimo. Mi necesidad expresiva había cambiado. A partir de ahí he estado escribiendo exclusivamente poesía.
La novela surgió durante la pandemia aunque era un proyecto de muy atrás. Nació en parte de un complejo. Porque con lo que me gustan las novelas, y todas las novelas que he leído, pensaba que me iba a morir sin haber escrito una, así que dije bueno me voy a atrever.
Y esto que decía en el prólogo es porque esta novela para mí ha sido fácil entre comillas de escribir, porque se parece mucho a un libro de poemas. Es escritura fragmentaria. Los capítulos son como poemas en prosa. El lenguaje es lírico. Pero no es una novela con planteamiento, nudo y desenlace, creo que esa capacidad la he perdido. No me gusta especialmente el género de la novela negra o policiaca, pero admiro profundamente a los escritores con la capacidad para inventarse una historia, desarrollarla, jugar con la tensión, porque creo que eso yo no soy capaz de hacerlo.
¿Dirías entonces que la poesía es más emocional, en el sentido de que aparece de forma impulsiva?
Efectivamente. La poesía se puede escribir a ratos, a rachas. Por eso se ha dicho siempre que la novela es un género burgués, ya que requieres oficio, dedicación, más disciplina, un horario; la poesía se puede escribir más a salto de mata, según te va viniendo.
¿Sigues manteniendo esa inclinación hacia la poesía que surgió en la adolescencia?
Sí, tengo la misma necesidad expresiva. Aunque sí es cierto que la novela, ha sido como una vuelta a los orígenes. Ahora he vuelto a los poemas, pero tengo en mente una narración, me gustaría escribir un libro de cuentos; ahora me ha surgido otra vez la inquietud de narrar, después de muchos años.
¿Cómo haces para componer un poemario si tu escritura es fragmentaria?
Mis poemarios están muy desestructurados. Es de lo que menos me gusta de mis poemarios. Me gustan muchos esos poetas que elaboran un libro de verdad, en los que hay una línea estructural, estilística o temática, que le va dando coherencia a los poemas. Eso me ha gustado siempre mucho, pero los míos son muy dispersos, parece que un poema trata de una cosa y otro de otra. Con excepción del último (Lover, lover, lover, Tigres de Papel, 2021) en el que al tratar del amor, al menos hay una temática común, pero en general me cuesta mucho estructurar los libros.
Otra de las curiosidades que encontré en este prólogo de tu novela es lo que llamas el síndrome de Natalia Ginzburg. ¿Puedes explicarnos en qué consiste?
Justo ahora estoy leyendo a Ginzburg. Es una autora italiana, de Palermo, que tuvo una vida muy dura, esposa de un escritor italiano, íntimo amigo de Pavesse, al que asesinaron los fascistas. Ella decía en un libro de ensayos, Las pequeñas virtudes, que solo sabía contar su propia vida. En definitiva es eso, yo no soy capaz de contar una historia ajena a mí, no tengo imaginación; sé contar lo que vivo, lo que experimento, lo que siento y eso es lo que hago en mi literatura.
He sido capaz de narrar esta novela precisamente por eso, porque se trata de mi vida, mi pueblo, mi familia. El día que me toque inventarme yo una historia igual no voy a ser capaz.
¿Para futuros proyectos tienes intención de seguir escribiendo sobre tu mundo y tus experiencias entonces?
Sí, pero por fatalidad, no por elección. Me gustaría escribir una novela histórica o algo así, pero no sé si va a ser posible.
En Filosofía se suele decir que todo lo relevante ya lo dijeron los griegos. ¿Crees que en la literatura pasa igual?
Sí, creo que la experimentación y la vanguardia están prácticamente trilladas. De hecho, la vanguardia del siglo XX ni siquiera es tal, muchas de las cosas que se consideraban vanguardia ya las habían hecho antes Cervantes o Shakespeare. Las claves de la literatura ya no están en la originalidad, sino en la honestidad, en la sinceridad, en que lo que cuentes sea una verdad íntima. Y en la calidad, desde luego, pero la originalidad es un poco utópica. No creo en absoluto en el poeta como visionario.
Como ávido lector, ¿estás al tanto del panorama de la poesía en España?
Es una tarea imposible. El mundo de la poesía es un mundo en el que ha desaparecido la frontera entre el emisor y el receptor. El que lee poesía es porque es poeta. Hay en España como tres mil poetas que escriben tres mil libros al año para ser leídos por esos mismos tres mil poetas, en un círculo endogámico, infinito. Es imposible. Conoces más lo que sale en las editoriales más relevantes, pero porque tienen más presencia en televisión o en las librerías, pero en el mundo de las editoriales independientes en el que yo me muevo, te puedes perder.
¿Es posible ver una característica común en esta poesía o es muy heterogénea?
No hay ahora mismo una tendencia. Hace años sí, se hablaba de la poesía de la experiencia, más coloquial, frente a la literatura del silencio, más filosófica. Los alumnos me lo preguntan: ¿en qué movimiento literario estamos ahora? Yo les digo siempre, en todos. Eso es la posmodernidad: toda la historia del arte y la cultura operando al mismo tiempo, a lo bestia.
Seguramente este el momento de la historia en que más personas escriben y se dedican a la escritura, profesionalmente o no. Esto creo que es debido en primer lugar a la mejora en la calidad de la educación, pero pienso que más importante ha sido la aparición de nuevos formatos y estrategias editoriales. Ya que por un lado, publicar en una gran editorial es misión imposible, pero por otro lado, nunca ha sido tan fácil publicar. ¿Qué opinión tienes de dos fenómenos editoriales actualmente tan de moda como la autoedición y la impresión bajo demanda? ¿Has valorado publicar bajo alguna de estas dos formas?
No he publicado en esos formatos porque en poesía no me ha hecho falta hasta ahora buscar un editor. Pero con la novela lo tengo mucho más crudo, porque no conozco el mundo, así que me quedaría mandarlo a una editorial o presentarme a un premio a ver si tengo suerte. Pero llegado el caso me parece que la autoedición es una buena salida, siempre que se acuerden unas condiciones razonables.
Parece que la publicación se ha convertido en un fetiche, y esto es algo que ha sabido leer muy bien el mercado. ¿Se ha mercantilizado la afición por la escritura en el momento en que Amazon, por un módico precio, permite publicar tu obra?
En buena medida sí. Además, publicar y escribir son fenómenos opuestos. De hecho la historia de la poesía española está llena de poetas inéditos. Piensa en Garcilaso de la Vega. Fray Luis de León. Quevedo. Góngora. Ni uno solo de ellos publicó sus poemas en vida. Sus contemporáneos murieron sin conocer su poesía. Emily Dickinson, la mayor poeta de su tiempo, guardaba todos sus poemas en cajones de su casa. Ha surgido el falso prejuicio de que para ser escritor hay que publicar, y no tiene nada que ver.
Escribe mientras estés vivo que cuando estés muerto ya te publicarán.
Sí, es que además publicar no es trabajo del escritor. Creo que por un lado está el trabajo del escritor y por otro el trabajo del lector. El trabajo del escritor es escribir lo mejor que pueda, pero todo lo que sea la recepción de tu obra no es responsabilidad tuya. Tú escribiendo tienes que desentenderte de eso. Porque si no lo haces te bloqueas, no escribes y se acabó tu carrera literaria.
¿Qué es Naúfragos? ¿Qué perseguís con este proyecto?
El origen de Náufragos estuvo en una experiencia estupenda. En Priego, pueblo de Diego Jesús Jiménez, el poeta más importante de Cuenca en el siglo XX, aunque no el más popular, siempre será más conocido Federico Muelas, pero por razones extraliterarias. Había en Priego todos los años unas jornadas de conferencias sobre poesía contemporánea de mucha calidad pues el propio Diego Jesús se ocupaba de traer a los ponentes. Surgió hace años la idea de hacerle un complemento literario y poético. Ahí surgió el proyecto de Náufragos. Desgraciadamente las jornadas en Priego desaparecieron por falta de financiación. Náufragos ha sobrevivido pero con mucha precariedad y muy pocos medios. Hemos alcanzado nueve ediciones con mucho esfuerzo, nos hemos constituido como asociación para ver si de esa manera funcionamos mejor, pero el principal problema que tenemos es económico.
Náufragos consiste principalmente en recitales poéticos. También hacemos presentaciones de libros, alguna actividad externa como conciertos, y luego tenemos la costumbre de lo que llamamos el poeta de cierre, de más edad, de más trayectoria. Este año ha cerrado el recital Pablo Guerrero, cantautor madrileño, famoso durante la transición, que ha venido a recitar una versión de sus poemas completos que acaba de editar hace poco.
¿Piensas que Cuenca es una ciudad de escritores? ¿Podrías recomendarnos algunos de ellos que no deberíamos dejar de leer?
Tengo que recomendar faltamente a los que conozco, claro. Sé que en el ámbito de la novela mucha gente está haciendo cosas interesantes. Por ejemplo, dentro de la novela negra he leído a Alberto Val, que es un autor que vale mucho. Soco Cordente, fallecida recientemente, era muy buena y con una proyección fuera de Cuenca. Tanto Paco Mora, José Ángel García, Ángel Luis Luján, son poetas de mucha talla. Algunos de ellos son poetas y críticos. Ángel Luis Luján es uno de los mejores críticos de poesía que hay en España. Así que sí, la salud literaria de Cuenca es buena.