Su paso por el CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) ha restado a José Félix Tezanos prestigio y credibilidad, rebajando su bien ganado bagaje como respetado maestro de sociólogos, profesor experto en materia de estructuras sociales y competente publicista de trabajos sobre proyectiva social. Ese equipaje teórico e instrumental nos lo trasladó a los que estuvimos trabajando en el departamento que él dirigía como catedrático de Sociología de la UNED. Por este motivo, vistas las circunstancias que rodean y determinan la actividad pública en Cuenca y su provincia, mendicante y de muy baja calidad, voy a analizar las patologías políticas de este territorio en el momento presente, que determinan su paralización y falta de dinamismo económico y social. Y voy a hacerlo a través de una serie de artículos específicamente redactados para la nueva etapa de la revista Los Ojos del Júcar, guiado por la metodología del citado institutor; pero complementada y más vigorosa e independiente, que han suministrado otros especialistas.
Justamente hoy (4/12/2021) ha publicado Eulalio López Cólliga su artículo de opinión número 90 en La Vanguardia de Cuenca [2], dentro de la serie de colaboraciones agrupadas alrededor de un objetivo: la hipotética marcha de la Comunidad autónoma de Castilla-La Mancha y la unión a Madrid y Guadalajara, como consecuencia del mal trato que le han dado a esta provincia los gobernantes asentados en Toledo. Lo cual ha reportado, por dejaciones y omisiones de los representantes públicos, la progresiva propagación de conmociones de desazón política difusa en una parte apreciable de la población aquí instalada.
Según ha explicado Tezanos, ese angustioso sinsabor está siendo invadido por componentes de un resentimiento crítico que se nota especialmente entre las nuevas generaciones que, en proporciones notables, entienden que no van a lograr –no están logrando– los niveles de vida y de bienestar que alcanzaron sus propios padres, debido a la quiebra de los procesos generales de movilidad social ascendente que experimentaron sus mayores desde los inicios de la revolución industrial. Movilidad ascendente que en muchos lugares ayudó a consolidar modelos de sociedad y paradigmas políticos sustentados en una conciencia social mayoritaria de pertenencia a las clases medias y de autoubicaciones políticas en un centrismo un tanto inespecífico; pero claramente anclado en posiciones de moderación y de rechazo no solo de los extremos ideológicos, sino también de las “estridencias” y las “desmesuras” políticas. Algo que se había logrado afianzar en las sociedades más avanzadas”[3].
No se alcanzan a palpar materialmente -por fortuna- entre la juventud conquense, pero si entablamos una conversación abierta y sincera con ellos, o nos adentramos en sus cuentas de Instagram, Facebook o Twitter, pronto se observa una plétora de disonancias hermanadas a los extremismos políticos que los medios de comunicación y, principalmente, las redes sociales decantan hacia un bipolarismo intransigente. Son ritmos de hostilidad patológicos que eran calificados por los especialistas en Psicología Social y los intérpretes de fenómenos de ese tipo como una parte de eso que los anglosajones llamaban “la franja lunática de la política” (lunatic fringe).
Estimo necesario aclarar y demarcar en este capítulo introductorio los elementos conceptuales más destacados que componen las “patologías de la política”. Así nadie se llamará a engaño en el momento de adjetivar hechos, déficits, senderos o veredas mal encarados o de resultados negativos, causados por los políticos que han detentado el poder en esta provincia tras la renovación democrática traída por la Constitución Española de 1978.
En esta gran barcaza navegan, en términos médicos, las enfermedades de la política; es decir, los achaques o afecciones de la misma. Así lo corroboró Antonio Alarcó [5]. Subraya este cirujano, político y catedrático español, miembro del Partido Popular, que hay personajes dentro de la política que confunden legitimidad con preparación y que creen que los votos obtenidos por el partido son un apoyo directo de los ciudadanos a su persona (es muy relativo). Además, por arte de magia, se convencen de que tienen toda la verdad en sus manos, que han sido tocados por Dios; creen que son invencibles y que sin ellos la sociedad en la que viven no podría salir adelante.
Tienen un concepto mesiánico de la vida y llegan a vanagloriarse de que por las calles les paran hasta las madres que quieren que sus hijos se saquen fotos con ellos (qué tremenda patología) y además te lo cuentan en serio.
En sus delirios, mienten de forma recurrente y acaban creyéndose sus propias mentiras. Esto lo tiene más que demostrado Eulalio López Colliga, con decenas de ejemplos que, con nombres y apellidos, viene evidenciando y poniendo contra la pared.
El neurólogo y ex ministro británico de Exteriores David Owen pasó seis años estudiando el cerebro de los líderes de la clase dirigente y los resultados que obtuvo los publicó en 2008 en el libro «En la enfermedad y en el poder». Según su análisis, hay una razón para este comportamiento y la denominó el “síndrome de Hubris”. Para Owen, cuyas conclusiones pueden trasladarse sin ningún problema a la vida pública española, el poder intoxica hasta el punto de afectar a la mente. Por esto hay que hablar y acercarse a tales políticos con las debidas reservas y guardando las distancias precisas para que no nos peguen su propio contagio. Un achaque que es muy común entre los mandamases conquenses, que siguen enredados por la hebra que heredaron de los usos y las formas políticas caciquiles del siglo XIX, y con las que no han sabido cortar, sino que las practican aún, ahora destempladamente bajo la máscara del que se conoce como “clientelismo de partido”[6].
Una exagerada confianza en sí mismos, el desprecio continuado de los consejos de quienes les rodean y el alejamiento progresivo de la realidad, son algunos de los síntomas que presentan las personas que padecen este síndrome. Son iluminados y mesiánicos que toman decisiones precipitadas y poco meditadas que, en la mayoría de los casos, perjudican al colectivo.
Si bien es cierto que esta patología no está incluida en los libros de medicina, también lo es el hecho de que, sin mucho esfuerzo, podemos encontrar entre la clase política a personas que reúnen estas características. Los expertos aseguran que este síndrome afecta sobre todo a hombres y a personas con una capacidad intelectual limitada.
Son políticos que, como les dibuja el profesor Alarcó, están arrastrados por la erótica del poder, tienen problemas para vivir sin el placer del mando; sin el poderío de hacer y deshacer a su antojo. Les gusta el poder por el poder y eso lo suelen reflejar en chóferes, guardaespaldas, etc…
Su patología les lleva a ser secuestradores de voluntades. Aunque digan lo contrario, no creen en la lealtad, sino en el servilismo de los suyos, en la devoción al jefe. «Conmigo o contra mí» o «si no te portas bien no eres de nuestro grupo», son frases clásicas de esta minoría de políticos. Sus confabulaciones enredan la organización a la que pertenecen, tienen muy poca valentía para dar la cara y suelen comprar voluntades.
Son capaces de las mayores atrocidades y, generalmente, confunden trabajar con conspirar. Son destructivos y no creativos. No dudan en autoproclamarse permanentemente, aunque la organización no lo haga, y para ello todos los medios son buenos. Introducen a la organización en deudas sin justificar, generalmente gastadas en el autobombo.
Utilizan a los desencantados y los atraen hacia ellos para reforzarse, buscar argumentos y fomentar aún más la desunión. Muchos de ellos padecen también el síndrome de Peter Pan, son inmaduros.
Suelen recurrir al victimismo cuando hablan de ellos. Dicen que son personas sencillas y no es más que una fachada para justificarse, porque sus actos trasmiten todo lo contrario. Hablan de sus orígenes y lo utilizan como un mérito propio. En lugar de dedicar el tiempo a formarse, echan a su familia la culpa de su falta de formación. Confunden la legitimidad democrática y se olvidan de que ésta sólo sirve para mejorar la vida de los ciudadanos.
JUAN ANDRÉS BUEDO
[1] Javier García Arevalillo y Luis María Huete (2014): “Las patologías del poder”, Business Review (Núm. 238) · Habilidades directivas · Septiembre 2014. https://www.harvard-deusto.com/las-patologias-del-poder.
[2] Vid. Eulalio López Cólliga (2021): “Por una Comunidad Madrid-Cuenca-Guadalajara. XC: Cuenca en el pozo”, La Vanguardia de Cuenca, 4 de diciembre de 2021. Disponible en: https://jabuedo.typepad.com/la_vanguardia_de_cuenca/2021/12/por-una-comunidad-madrid-cuenca-guadalajara-xc-cuenca-en-el-pozo-por-eulalio-l%C3%B3pez-c%C3%B3lliga.html.
[3] José Félix Tezanos (2021): “El `shock de la COVID´ y las desmesuras políticas”, Revista Temas para el debate, Nº 324, Diciembre 2021, pg. 7.
[4] Editorial, “Polarización política, medios de comunicación y pueblo católico”, ForumLibertas.com, 5 de marzo de 2019. https://www.forumlibertas.com/polarizacion-politica-medios-de-comunicacion-y-pueblo-catolico/.
[5] Antonio Alarcó (2010): Patologías de la política, en diario ABC, 15 de agosto de 2010.
[6] Vid. José Cazorla (1992): “Del clientelismo tradicional al clientelismo de partido: evolución y características”. Working Paper, Barcelona, 1992, 25 pgs.