Los ritmos, en nuestra sociedad actual, son desenfrenados. Nos levantamos y debemos salir corriendo al trabajo, recorriendo en ocasiones grandes distancias; tenemos que cuidar de los hijos, llevarlos al colegio y al sinfín de actividades extraescolares; utilizar nuestro “tiempo libre” para culturizarnos, hacer deporte o seguir formándonos, todo ello en un círculo de autoexigencia sin final. Y, como un residuo dentro de esta locura, tenemos que alimentarnos. Y, lo peor, que cocinarnos. Pero no hay nada de lo que preocuparse, el sistema ya lo tiene todo pensado: vamos al supermercado y encontramos productos precocinados que nos hacen la vida algo más llevadera. O, al menos, eso creemos.
Ese acto, a simple vista inocente, esconde una multitud de consecuencias. En salud, impacto medioambiental y desarrollo socioeconómico de una región. En nuestro día a día sobreestimulado, no podemos pararnos a reflexionar sobre ello. El modelo de producción y consumo actual ha deslocalizado al productor y al consumidor. Ya no conocemos al que ha producido lo que llevamos a nuestra mesa. Pero aún peor, ya no conocemos ni al que lo comercializa.
Producción y consumo en la Serranía de Cuenca
Esta problemática, extendida a lo largo de todo el mundo occidental, también tiene lugar en nuestra serranía. El modelo histórico, basado en la explotación de los recursos del entorno, está condenado a su desaparición. La dieta tradicional se basaba, por un lado, en la utilización de los recursos salvajes (caza, pesca y recolección de setas, frutos rojos, brotes verdes, etc.); por otro, en la explotación de aquellos recursos domesticados (huerta, cereal, corral, etc.). Todo ello dentro de un sistema de utilización de los recursos de temporada (con excepción de tipos de conserva sin impacto ambiental, como la desecación al sol) y con una comercialización de cercanía, siendo el comercio algo complementario y siempre procedente de localidades de la región.
Este sistema, sin duda, ha desaparecido. Y ello ha tenido en la comarca de la serranía un impacto social brutal, con la desaparición de productores y comercios, todo agravado por el éxodo rural. Sin embargo, unos cuantos valientes continúan. Ya se mencionó, en un artículo de hace meses, como la Asociación del Cabrito Serrano Conquense trata de poner en valor este producto, y como es apoyado para ello por el Grupo de Acción Local Prodese. Pero no sólo se queda allí. Panaderías, restaurantes, supermercados, caterings, así como productores de miel o aceite, por poner sólo algunos ejemplos, han sido apoyados por Prodese a través del Programa Leader.
Para comprender mejor este problema, hemos hablado con Irene García, de Sembria, desde donde están realizando un mapeo de las redes de producción y consumo de esta comarca. “Para entender la realidad de la serranía, tenemos que entender que hay varias patas: la producción de hortalizas, generalmente de autoconsumo, ya que la gran producción es mínima en nuestra región, por las dificultades climáticas; por otro lado, está la ganadería, un sector que se está intentando poner en valor, pero que sigue encontrando dificultades en la comercialización.”
Por tanto, encontramos problemas tanto en la parte productiva como en la de consumo, ya que es complejo casar las demandas de, por ejemplo, un restaurante, con la capacidad productiva de la región. “Es muy difícil que un restaurante genere un contrato con un productor, ante la incertidumbre de contar con el género a tiempo”, recalca Irene. Conseguir un nivel de producción que asegure que la demanda de ciertos restaurantes se cumple es, sin duda, uno de los retos de la región. Hay que conseguir generar lazos entre productores, comercializadores y consumidores. “El problema de acceso a la tierra, para aquellas personas que quieran ser productoras, es también un elemento de enorme importancia”.
Sí que existen otro tipo de consumidores que pueden suponer, sin duda, un comienzo en esta transformación de nuestro modelo: los grupos de consumo. “De hecho, la huerta de Ribatajada está metida en grupos de consumo, sus clientes principales”, destaca Irene.
A todo esto, hay que añadir el hecho de que la administración no está planificada para dar cabida a este modelo de producción y consumo, siendo crucial su implicación para modificar las trabas administrativas que puedan ir surgiendo, así como para fomentar (a través de campañas y otros métodos) un modelo de consumo que nos acerque a lo pactado en el Objetivo de Desarrollo Sostenible 12, que trata de garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles.
Iniciativas que apoya Prodese
La situación no es lo más esperanzadora posible. Pero cabría preguntarnos cuál sería si las iniciativas de desarrollo rural no hubieran estado operando en la comarca los últimos treinta años. Especialmente, el Grupo de Acción Local Prodese a través de su Programa Leader.
Durante años, han impulsado y apoyado proyectos tanto en la producción como en la segunda transformación y la comercialización. Al menos seis supermercados de la serranía han sido financiados por este programa europeo. Pero también cinco panaderías, una carnicería, una tienda, dos obradores, un catering o dos productores de miel, por destacar los más relevantes. De hecho, una de las líneas de trabajo de Prodese, dentro de este programa, es la valorización de los productos locales.
De hecho, algunos de los mostrados en el mapeo de producción y consumo local desarrollado por Sembria se han beneficiado, en algún momento, del Programa Leader. Es el caso de la Agrícola Serra Turia, que fue apoyada en 1997, en 2014 para instalar un filtro o en 2017 para instalar un depósito de gasolina para los vehículos. Es un claro ejemplo de cómo el acompañamiento ejercido por Prodese ha fomentado que una iniciativa así continúe y, de este modo, se dinamice la región conquense enclavada en el valle del Turia.
Por otro lado, en 2005 apoyó la implementación de un centro de extracción de miel en Talayuelas, Miel Laumarsol, fomentando una producción sostenible y un proceso de envasado que permite poner en valor la miel serrana.
Que todas estas iniciativas se puedan unir bajo una marca, como pudiera ser la de Serranía de Cuenca, sin duda podría significar un impulso para poner en valor el sistema productivo de la comarca, así como para generar interrelaciones entre todas ellas: un ecosistema de producción y consumo de cercanía.
Las oportunidades que podemos soñar
Con todo ello, lo que nos queda es planificar una estrategia que consiga revertir el modelo actual, transitando hacia otro en el que las personas y el medio ambiente estén en el centro. Ante un problema de tanta complejidad, las soluciones son infinitas, pero, muchas de ellas, complementarias.
“Sin duda, la primera sería la unión de productores en la Serranía, funcionando en grupo”, responde Irene al ser preguntada sobre las posibles soluciones. “A raíz de ello, podrían explorarse de manera conjunta las posibilidades de comercialización, tanto en un mercado, en la venta directa a restaurantes o en la segunda transformación de los productos”.
Si nos centramos en la venta a consumidores directamente, es necesario generar canales cortos de comercialización. La idea de un Mercado Ecológico Provincial que se establezca en la capital conquense de manera periódica, ya sea semanal, bimensual o mensual es una gran oportunidad que la administración no debería dejar escapar.
Respecto a la comercialización directa a restaurantes, unir a los productores en una especie de cooperativa, donde pudieran realizarse paquetes de producción que casen, de este modo, con la demanda de la hostelería debe ser el camino en el que trabajar. Por otro lado, la restauración debe modificar lo que ofrece al consumidor, haciendo entender que no puede comerse todo todos los días, dependiendo de la temporada y la cantidad producida.
Por último, es necesario aumentar la producción en la comarca, ya que en la actualidad es un sector productivo marginal. “El banco de tierras sería una gran alternativa, facilitando que aquellos que quieran producir tengan acceso a las mismas”, concluye Irene.
Ante un problema complejo, infinidad de soluciones. Pero una idea sí está clara. La unión hace la fuerza. Sólo unidos y en busca de un objetivo claro encontraremos el camino.
Vestal es una consultoría que apuesta por el fomento del turismo cultural en el medio rural.
Vestal busca recuperar aquellos saberes ancestrales en riesgo de desaparición, así como poner este patrimonio etnográfico al servicio de la población de una manera atractiva, sirviendo de cimiento para el turismo cultural y la repoblación rural.
Muy interesante el artículo. Yo añadiría que sería muy bueno para estas regiones abrir debates junto con las gentes del lugar, preguntándoles simplemente que querrían para su región y que soluciones ven. Y debatirlas entre todos , haciendo ver lo que podría ser posible y lo que no. Muchas personas lo tienen claro y otras no, pero por eso precisamente todas las opiniones y propuestas se deben debatir o rebatir desde la humildad de los participantes. Unos querrían más turismo porque tienen empresas, otros querrían más comercios pero que no vengan turistas que arrasen con todo. Al final se pueden llegar a cosas interesantes cuando todo el mundo participa y se siente parte del grupo y las soluciones que se tomen, y sobretodo entender porqué se toman. Todo el mundo debería participar en este debate, todo el que quiera aportar algo positivo: personas mayores, hombres y mujeres, adolescentes, niños y niñas, trabajadores, parados, discapacitados…todos tienen su punto de vista particular y hablando, desde el respeto, es cuando se consiguen esas cosas que parecían imposibles. Y no hablo solo de gentes del lugar, también el aporte de personas de otros lugares puede ser muy enriquecedor para ver qué proyectos se están realizando en otras partes de España o de Europa o de donde sea. Y ver entre todos/-as que es lo que es viable y lo que no. Una economía sostenible debe implicar a todo el mundo y a cualquier aspecto: nutrición, trabajo, ocio, futuro… Se deben tener muchos aspectos en consideración por eso se debe incluir a todo el mundo, porque las decisiones que se tomen terminan afectando a toda la comunidad. No es fácil, pero tampoco es imposible. Hay que ser optimistas y sobretodo abiertos a nuevas ideas, viejas ideas, todo cuenta y todo suma. Se puede, y la prueba es que en 2000 años, desde el imperio romano , la sociedad ha avanzado sin duda, y son “sólo” 20 generaciones…(si tomamos en cuenta 100 años por generación). Por tanto, se puede, quizá algunas soluciones no se vean en esta o en la generación siguiente, pero en algún momento se verá, y el granito de arena o la simiente hay que ponerlo en algún momento, y ahora es el mejor momento, cuánto antes se siembre, antes se cosecha. Mucho ánimo gente!
Interesantes reflexiones. Desde hace tiempo por mi trabajo quisiera recopilar variedades de frutales autóctonos de la sierra. Podríamos intentar hacer un banco de variedades para que de momento no se pierdan y posteriormente evaluar su salida comercial. Tengo terreno y posibilidades. Si conocéis a alguien interesado os agradecería que no pusierais en contacto.