DIAGNÓSTICO
Hace no muchos meses, el vicepresidente segundo del Gobierno y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030 (sí, me refiero a Pablo Iglesias, no nos alarmemos) despertó cierta polémica con unas declaraciones sobre las consecuencias sociales de la pandemia actual: “Este virus no entiende de territorios pero sí de clases sociales”. Más allá de que alguno tenga un resorte automático ante cualquier afirmación del líder de Podemos, es más que evidente la veracidad de dicha declaración. La enfermedad no entiende de fronteras, pero los factores sociales derivados de la exclusión y la precariedad favorecen sin duda su propagación. En definitiva, si eres una persona pobre tienes más probabilidad de contagiarte. El hacinamiento familiar o una atención sanitaria primaria pública nada comparable con la privada son, sin duda, alguno de los factores relevantes que justifican dicha afirmación. El hecho de trabajar en negro, y por tanto carecer de derechos laborales, tampoco ayuda (véase el caso de los temporeros).
Ahora bien, una vez que esto está sobre la mesa, si queremos hacer algo por solucionarlo debemos identificar a esos colectivos vulnerables, de cara a proponer políticas o proyectos que aminoren las desigualdades sociales. Hay varios ejes sobre los que fijarse para identificar estos colectivos. Voy a centrarme en cuatro de ellos: la edad, el sexo, el clivaje campo-ciudad y la racialización (representada en nuestra provincia fundamentalmente por los inmigrantes y el pueblo gitano).
La edad. España tiene el dudoso honor de ser el país de la eurozona con mayor desempleo juvenil, con un 39,61% en el segundo trimestre de 2020 (INE, 2020). Castilla-La Mancha no es una excepción nacional, llegando al 40,26%. Es más que evidente que este sector poblacional es uno de los grandes perjudicados de las crisis económicas sufridas en los últimos años, a pesar de tener un nivel formativo superior al de sus progenitores. Y no sólo eso, lo peor es que este sector sufre una de las mayores lacras de nuestra sociedad: el precariado. Vamos, que si tienes la suerte de trabajar, es probable que sigas siendo pobre. Todo ello gracias a falsas becas y falsos autónomos que no sólo perjudican al trabajador, sino que además debilitan enormemente nuestro Estado del Bienestar.
Los mayores no sufren un destino mucho mejor. Es cierto que la tasa de desempleo de los mayores de 55 años es inferior, pero su posibilidad de ser contratados a esa edad es realmente baja, entre otras cosas por su falta de digitalización.
Adentrándonos en el segundo eje, el sexo, la desigualdad es evidente. No sólo presentan las mujeres mayor tasa de desempleo en todos los tramos generacionales, sino que el salario medio es inferior al de sus compañeros. La brecha salarial es una realidad en nuestro país, preocupantemente agudizada a medida que hablamos de personas de mayor edad. Sólo tenemos que pensar en muchas de nuestras abuelas, que a pesar de haber trabajado toda su vida como campesinas (además del cuidado de la casa y los hijos), reciben una mísera pensión de viudedad una vez sus cónyuges han fallecido.
Esto nos lleva al tercer punto, las diferencias entre el campo y la ciudad. La falta de servicios y educación en el entorno rural supone una clara desventaja con los nacidos en la urbe. Además de ello, la devaluación de las actividades agrícolas y la concentración industrial en torno a las ciudades han dejado a muchos de nuestros pueblos en la estacada, y con ello a sus habitantes. Sólo un cambio profundo en nuestro modelo productivo (cuando no vital) podría contrarrestar esta tendencia en el medio-largo plazo.
Por último, la racialización. En concreto, la racialización de la pobreza (por centrarse en una de las desigualdades). Los inmigrantes (ya sean latinoamericanos, africanos o del este de Europa) no sólo sufren discriminación social por causa de su raza, si no que también económica, pues son de manera sistémica explotados por empresarios sin escrúpulos que se aprovechan de su necesidad para obtener más beneficio, en muchas ocasiones trabajando sin regularización, con lo que ello supone en cuanto a falta de servicios (sanitarios, educativos, etc.). Curioso que muchos de esos empresarios opten por opciones políticas xenófobas (por no decir directamente racistas). Pero dejemos ese asunto, pues necesitaría un número entero de la revista para ello. Al mismo tiempo, cuando en España hablamos de discriminación racial, debemos tener en cuenta siempre al pueblo gitano, con una población aproximada de 750.000 personas en nuestro país, algo más de un 1,5% de la población total. Menos de un 2% de los niños y niñas gitanas llega a la universidad. Mucho más no hay que decir para definir una realidad que todos conocemos. La discriminación de este colectivo ha sido una constante en todas las aulas.
Por tanto, tenemos los grupos sociales más perjudicados, debido fundamentalmente a su diferenciación sobre lo normativo: hombre blanco urbanita de mediana edad. A los ya mencionados deberían añadirse otros debidos a comportamientos sociales no aceptados, como el caso de los exreclusos o aquellas personas con problemas de drogadicción. Es fundamental elaborar proyectos y estrategias de inclusión sociolaboral de estos colectivos. Por desgracia, en demasiadas ocasiones el Estado del Bienestar no llega adecuadamente a los más vulnerables. Por eso existen las ONG, para paliar la negligencia del Estado. Valoremos las que encontramos en nuestra provincia.
ASOCIACIÓN COLOMBINE-CLM
Así aparecen iniciativas como la Asociación Colombine-CLM, una asociación sin ánimo de lucro y no gubernamental fundada en 2005, con sede en Cuenca. Hablando con el equipo que forma esta organización, aseguran que “desde Colombine trabajamos con colectivos en situación de vulnerabilidad, intentando fomentar el empoderamiento, autonomía y emprendimiento sociolaboral de las personas”. Para ello, “abogamos por el fomento de los proyectos de economía social y responsable, especialmente de aquellos que visibilicen la labor del medio rural“. En definitiva, se centran en la inclusión sociolaboral de los colectivos más vulnerables, conociendo la realidad de nuestra región. Por ello, la alfabetización digital de mujeres en el medio rural es uno de los principales objetivos de esta iniciativa.
El término de inclusión sociolaboral es fundamental para entender la tarea de estas organizaciones, pues buscan desarrollar estrategias y herramientas para que cada usuario participe activamente en su entorno social y laboral. Para ello, la elaboración de talleres formativos en habilidades concretas que pudiera demandar el mercado de trabajo en su entorno (por ejemplo, la formación digital) es elemental. También brindar apoyo social y psicológico, como pretende realizar Colombine a través del proyecto “Soledad en Grupo“. Todo ello de la mano de ciertas instituciones que apoyan este tipo de iniciativas (a mi juicio, de manera insuficiente y a modo de parche).
Por todo ello, desde 2010 la Asociación Colombine forma parte de la Red Araña, cuya misión comparte, fomentando la inclusión sociolaboral y el emprendimiento social, comprometido con su entorno, que permita el acceso al mercado de trabajo a aquellas personas con mayores dificultades. Dentro de esta red desarrollan varios programas, como “Aulas TIC”, “Adelante Rural” o el “Programa Brújula”, destinado a orientar laboralmente a personas con drogodependencia.
En definitiva, se trata de una iniciativa que, a fin de cuentas, cubre una necesidad social. Una necesidad en forma de personas que se acercan a su oficina en busca de ayuda que, según sus trabajadoras, “han aumentado hasta en un 30% a raíz de la pandemia”. Más allá de apoyar y fomentar este tipo de iniciativas, nos deberían hacer reflexionar: ¿Qué modelo de sociedad hemos configurado para que el trabajo de ONGs como Colombine sea indispensable?
CONCLUSIÓN
Desde luego un modelo en el que, a día de hoy, no entramos todas. Trabajemos por un futuro en el que sí entremos, donde las capacidades de todas las personas supongan un valor. Un futuro donde la utilidad de un trabajo no se mida por el beneficio económico que supone para unos pocos, sino por el valor que otorga a muchos. Demos rienda suelta a nuestra creatividad. Desalienémonos, si acaso este término existe.
Hay que configurar un modelo basado en la Economía Social y Solidaria, donde nadie se quede atrás. Podremos discutir en qué debe consistir ese modelo, pero es innegable que uno como el actual, que deja deliberadamente a grandes segmentos de la sociedad a la deriva, no es el idóneo. El Estado no es capaz de llegar a solucionar los problemas de esta gente (ya sea por falta de capacidad o de voluntad), por lo que surgen organizaciones de la sociedad civil para paliar esta deficiencia.
Por ello, cuando salga Pablo Iglesias (¡Alerta, que viene el diablo!) y se le ocurra decir que necesitamos un Ingreso Mínimo Vital para contener, aunque sea mínimamente, estas injusticias, no salgamos a la calle a protestar contra él, sino que salgamos para exigirle que esas intenciones se cumplan de manera efectiva.
Totalmente de acuerdo.Lo que pasa con Pablo Iglesias es que la gente se ha hartado de sus lecciones de moral que, luego no se han visto reflejadas en su comportamiento personal .Por eso, cualquier comentario o norma que salga de él se pone en entredicho. Pero es verdad que tenemos que movilizarnos para que las buenas ideas se pongan en práctica vengan de quien vengan.