Grupos de hombres dirigiéndose hacia el monte, con su hacha al hombro y el morral a la espalda…
Al pensar sobre la explotación de madera, esta imagen, símbolo de la dureza de los trabajos de antaño, puebla nuestras mentes. Aquellos hacheros que, con su especial hacha conqueña, más ligera al sólo contar con un peto, cortaban los troncos para después podarlos, labrarlos y mondarlos. Tras ello, se dejaban los troncos en el picadero para que comenzaran a secar.
Después, se arrastraban con la ayuda de mulas hasta las cambras, desde donde se transportaban, ya fuera mediante carros o por vía fluvial (las famosas maderadas y sus gancheros) hasta los centros de transformación, normalmente situados en ciudades de mayor tamaño. Una vez en las carpinterías o aserraderos, se tronzaba, secaba y cepillaba la madera, hasta obtener el producto deseado.
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Esto parece de cuento, pero sólo unas décadas nos separan de esta forma de trabajo. Sin embargo, los procesos hoy son completamente diferentes, y al reflexionar sobre la extracción de la madera de nuestra serranía, son las huellas de los neumáticos de los camiones sobre el camino en lo que debemos pensar. La tecnificación ha llegado a nuestros montes y es la llave para la supervivencia de los mismos.
¿Dónde nos encontramos?
La Serranía de Cuenca es sinónimo de agua y roca caliza. Este agua labra la piedra a lo largo de la región, generando amplias vegas de cultivo. En estos espacios, dos grandes ecosistemas son los protagonistas: los pastizales y los pinares.
En cuanto al primero de ellos, los prados, han sido (y todavía lo son) la fuente de la ganadería de nuestra provincia. Refugio trashumante durante época estival, son los protagonistas de la época dorada de la ciudad de Cuenca en el siglo XVI, debido a la calidad de los productos textiles fruto de la lana merina.
Respecto a los pinares, en su mayoría pinos negrales o albares, han sido la fuente de la industria maderera potenciada principalmente a partir de mediados del siglo XIX. También han sido utilizados para el aprovechamiento de la resina. Sin embargo, aquí los protagonistas han sido sus primos, los pinares de rodeno, propios de suelos ácidos. Como ejemplo del poder de la serranía de Cuenca, destaca el municipio de Cuenca, que es el de mayor superficie forestal de toda la Unión Europea, con más de 53.000 Has. de montes ordenados.
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¿Qué se necesita?
La globalización ha sido, sin duda, una de las causas más claras del continuo declive de este sector desde mediados del siglo XX, haciendo difícil que seamos competitivos en un mercado global, existiendo países con legislaciones laborales nada protectoras con el trabajador. Hay que buscar soluciones innovadoras. Es necesario modernizar e innovar en la industria maderera.
En este campo, el papel de Prodese ha sido claro. Para ello, lo primero ha sido modernizar varios aserraderos de nuestra serranía, en Salvacañete, San Martín de Boniches, Cardenete o Mariana. Destacan los casos de Maderas Castelblanque S.L., apoyado en 1997 y 2004; y, más recientemente, el caso de Sierra Cuenca S.L., en Mariana, cuyo apoyo de Prodese fue crucial en su reanudación en el año 2014.
Pero hablar de industria maderera no debe quedarse sólo aquí. Son varios los subproductos que nuestros pinares nos ofrecen. Uno de los protagonistas de ello es sin duda el pellet, ya que muchas casas serranas cuentan con calderas para este material, sustituyendo a la estufa de leña tradicional, al ser más eficientes y seguras.
No es un negocio fácil el de la elaboración de pellets, debido a la fluctuación del mercado y la fuerte competencia. Entidades como Pellet Auténtico de Cuenca S.L., que en 2013 se encontraba en Cardenete, siguen en esta lucha. Fue en este año cuando optó a las ayudas concedidas por el Programa Leader a través de Prodese.
Otro elemento crucial es la obtención de la resina. A pesar de ser el pino negral el más común en la Serranía Alta, la aparición de manchas de rodeno, sobre todo en el Campichuelo y la Serranía Baja, es reseñable. Sin embargo, la práctica de resinación ha sido prácticamente olvidada en muchos de estos pueblos. Por ello, la formación es un asunto fundamental, habiéndose realizado, con apoyo del Grupo de Acción Local, cursos en Cardenete, Sotos o Talayuelas.
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¿Cómo nos organizamos?
Los recursos forestales no sólo incluyen la madera o la resina. El uso de pastos, los cotos de caza, la recolección micológica o los usos deportivos y culturales también son ingredientes del mismo guiso. Por ello, ordenar nuestros montes es una necesidad.
Esa ordenación busca equilibrar los aspectos ambientales, económicos y sociales de los bosques, para conservar la biodiversidad, recuperar las áreas degradadas y dinamizar económicamente las comunidades locales.
Desde el inicio del Programa Leader desde los años 90 del siglo pasado, se han apoyado un total de 21 ordenaciones en los Montes de Utilidad Pública de la Serranía de Cuenca, suponiendo una financiación total de 150.000 euros, aproximadamente.
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De esta manera, se puede optimizar la producción, y hacerla sostenible en el tiempo, al marcar límites a los distintos aprovechamientos.
¿Tenemos que seguir talando?
Los pueblos de la Serranía conquense, en otras décadas llenos de vida (y, quizás, también de miseria) están condenados a su desaparición. Como sociedad, nos hemos separado del origen de aquello que consumimos. La hoy famosa y reclamada trazabilidad de los productos antes se suplía con un ligero movimiento de cuello, observando el entorno natural que nos rodea. De ese entorno obteníamos combustible, material constructivo, medicinas y alimentos. Hoy, para conseguir lo mismo, tenemos la Repsol, el Ikea, Pfizer y el Mercadona.
Al alejarnos tanto de la naturaleza, cerrando los ojos sobre las terribles realidades que acompañan los productos que consumimos, vivir en entornos rurales deja de tener sentido. Bajo este panorama, ¿qué sentido tiene seguir talando árboles? ¿Por qué seguimos intentándolo?
Algunos se resisten a abandonar nuestros bosques, a desvincularse de nuestro entorno. Por ello, es necesario seguir aprovechándolos, y desde la administración hay que apoyarlos, pues son estas personas los que los llenan de vida y los protegen. Sin embargo, en un contexto tan complejo y competitivo, es esencial apostar por nuevas ideas y proyectos innovadores que aporten valor añadido. Saber combinar usos tradicionales con nuevos aprovechamientos, como los turísticos, es clave. Para ello necesitamos ordenar nuestros montes. Prodese ya está en ello, ahora sólo nos falta al resto tomar conciencia.
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Este reportaje forma parte del proyecto “30 años de Leader”, financiado por el Grupo de Acción Local Prodese.
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Vestal es una consultoría que apuesta por el fomento del turismo cultural en el medio rural.
Vestal busca recuperar aquellos saberes ancestrales en riesgo de desaparición, así como poner este patrimonio etnográfico al servicio de la población de una manera atractiva, sirviendo de cimiento para el turismo cultural y la repoblación rural.