No hay flores sin raíces

No hay flores sin raíces

El mundo de las plantas sustenta al de los animales. No hay forma de escaparse a esta realidad. Son alimento, medicina, herramienta, hogar, y, sobre todo, oxígeno para respirar. Su polen y néctar son ancestral manantial de biodiversidad; sus ramajes y sombras, escondites donde sobrevivir, y sus frutos, el legado para otra estación más. Si alguna mente humana brillante intentara fugarse de sus dominios se vería condenada a su exterminio.

La rama evolutiva de las plantas ha conseguido mezclar magistralmente todos los ingredientes que le ofrece la naturaleza. Sus hojas han sabido extraer los etéreos jugos del cielo; sus flores dejarse llevar por los insectos y el viento; y las raíces exprimir del agua y de los minerales, sus esencias. Y es su tallo, conductor alquimista y brujo, quien une las puertas del cielo con las oscuras entrañas de la tierra. Las plantas, consejeras del aire, del agua y de la tierra, representan en su semblante lo que es nuestro planeta.

El ser humano es la imagen representada de estas plantas en un cóncavo y esperpéntico espejo. Ha pretendido, en su proceso y creencia ferviente de divinización suprema, dominar, también, todos los ecosistemas y medios, y no hay rincón ni especie que no se haya visto subyugada a este poder antinatural. Si ayer hubo un tiempo donde yacía con los pies en el suelo, hace ya cientos de primaveras que se concentró en sólo alcanzar los techos del cielo. La acumulación de riquezas, las religiones monoteístas, la explosión de las ciudades, la tecnología puntera y precisa, o el imperante capitalismo son algunas de las casualidades que causan este ascenso hacia el firmamento divino. ¡Ay, el capitalismo! Esa torre de babel, sin dios que la pare, que, se empeña en subir y subir y subir hasta una cúpula que… que no, ¡que no!, que no existe.

Y durante este proceso urbanista, capitalista y deseoso de un futuro inmediato, nos hemos ido olvidando de aquello que nos da razón de existir. Aquello que nos alimenta. Que nos protege y acompaña. Que nos levanta. Que nos prende la curiosidad de buscar la luz. Que nos define y nos hace soñar. De nuestras raíces. Más sencillo, lo que somos.

En estos tiempos agitados, impredecibles e instantáneos se nos está escapando entre las oquedades de nuestros días, aquellos saberes, agua y minerales del ser humano, que nos han nutrido durante siglos. Y no debe llevar el pensamiento sólo a aquellos oficios severos y agotadores, cunas del hambre que agotaban la juventud en un suspiro. Sino al halo que los rodeaba: los cuidados familiares y vecinales, los ritmos con cucharas, sartenes y mesas carentes de comida, las estrofas sabor a vino en las faenas, la mecha de la curiosidad prendida en los atardeceres y sus cenizas las estrellas, los aromas de las flores en las fiestas, las aves y sus migraciones, el tierno mimar a la tierra, el vivir con las estaciones, las sonrisas desdentadas de las abuelos y abuelas, los cuentos contados y recontados a la luz de una lumbre, y siempre, el recuerdo presente e imperecedero de sus muertos. Todo ello se ha perdido. Y, quizás también, lo más triste pero aún salvable, el respeto y la dignidad a estas generaciones y a estos conocimientos.

Hubo un remoto momento en que nuestros antepasados comprendieron el significado de la muerte, domesticaron las llamas del fuego, dibujaron sus vivencias en las paredes de roca y comenzaron a contar historias. Y aquellas historias se llenaban de canciones, ritmos, sonidos, palabras, risas y, sobre todo, de gentes. Eran flores insólitas a nivel evolutivo. Pétalos jamás vistos en nuestro planeta. Colores y aromas que impregnaron cada rincón de la tierra. De aquel polen y aquel pistilo, las semillas, de nuevo, de lo que hoy somos.

Entonces, ¿qué nos ha pasado? ¿Cómo han podido nuestros tallos levantar tanto el vuelo del suelo y no acordarnos de lo que somos? ¿Dónde quedan nuestras flores en forma de historias, saberes y canciones? ¿Dónde quedan nuestros muertos?

Porque, si somos quienes somos, ¿qué sería una planta si la cortarán de tajo por el tallo y la separarán de sus raíces?

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