Hoy es 14 de abril de 2022. Y Cuenca se tiñe de morado. Un año más, después de dos años de espera, la Semana Santa vuelve a nuestras calles.
También es el Día de la República. ¿Será por esta coincidencia por lo que en Cuenca parece que no hay republicanos? ¿Que sólo unos pocos seguimos empeñados en recordar lo que sucedió hace 91 años?
Mientras celebramos este jueves santo, entre el fervor religioso, la emoción de la tradición y la borrachera a base de resolis para afrontar la noche de turbas, se nos está olvidando algo muy importante. Aquel día de 1931 nuestros ancestros decidieron que era hora de gobernarse a ellos mismos. Una de las mayores pulsiones democráticas de la historia de nuestro país.
La monarquía, también la que aún arrastramos en nuestros días, no es una institución democrática. Este hecho, tan obvio, no debería ser elemento de debate. Para dejarlo claro, he decidido buscar esta palabra, democracia, en la RAE. La primera acepción, “sistema político en el cual la soberanía reside en el pueblo, que la ejerce directamente o por medio de representantes”, ya parece incompatible con el hecho de que la jefatura del estado recaiga en alguien por mera herencia, sin que los ciudadanos podamos decidir. Por otro lado, otra definición nos recuerda que la democracia es la “forma de sociedad que reconoce y respeta como valores esenciales la libertad y la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley”. Nuestra Constitución hace inviolable la figura del rey (véase lo sucedido con el emérito). Algo no encaja.
En fin, que o eres demócrata, y por tanto republicano, o defiendes la monarquía. Perdonen la simplificación, pero en términos dicotómicos no hay punto intermedio. Y no sólo por los casos de corrupción que rodean la monarquía (lo raro sería lo contrario, tratándose de un institución con total impunidad). Ser republicano es algo que debería estar unido a cualquier persona que se autodenomine como demócrata.
Las cornetas y los tambores ya se escuchan. El incienso se huele. Las manchas de cera se observan en la piedra. Y los pasos gobiernan nuestra ciudad. La mitad de los conquenses, en las filas. La otra, en los bares, esperando el paso de la procesión. Es un día festivo en la ciudad, tenemos que disfrutarlo. Pero no deberíamos olvidar lo que significa el día 14 de abril. Esperemos que algún año se tiñan las calles de morado, pero acompañado de rojo y amarillo.