Hace unos cinco años, conocí a un hombre que, por amor a su pueblo —una pequeña aldea que, en breve, iba a ser inundada por un pantano—, decidió recopilar las labores y más de seiscientas herramientas que, desde tiempo inmemorial, habían sido el sustento de sus vecinos; tallarlas en miniatura por las noches, al salir del trabajo, a navaja —tal como le enseñaron los pastores con los que lo mandaban siendo niño, de zagal—; y publicarlas en un libro que, sin más ayuda que la de su familia, su mujer y su hijo, costeó con sus ahorros, con los que contrató los servicios de una diseñadora y una imprenta. Luego, lo difundió en todos los espacios donde le fue posible. Todo para evitar que la memoria de su hogar y sus antepasados se perdiese para siempre bajo las aguas.
Aquel hombre era José María Tejado y aquel día acababa de sembrarse la semilla de una idea que, en enero de 2023, brotaría con el nombre de La Zamarra.
No fue la única. Desde que, en 2003, comencé a involucrarme en estas cuestiones con la publicación de mis primeros artículos en una revista cultural que, con mucho mérito, se editaba en la sierra de Cameros, El Serradero, he conocido a muchas otras personas que trabajan mucho y muy bien por el mundo rural, pero que, por falta de ayuda y de formación o experiencia en cuestiones clave como la comunicación o la relación con las Administraciones públicas o los medios, ven limitados su alcance y sus logros. Incluso, en algunos casos, ni siquiera llegan a desarrollarse o no pasan de ser ideas tan buenas como inviables.
Nuestro mundo, tan frenético, tan estresante, tan pendiente del dinero, de la rentabilidad económica y del cortísimo plazo, da pocas oportunidades a estos proyectos. Incluso ahora, en una época en que lo rural está de moda y los políticos se fijan en los pueblos —a veces para beneficiarlos, otras para beneficiarse—, muchos siguen viendo en la cultura un negocio. A diferencia de lo que ocurre con muchas empresas culturales, al tejido asociativo y a la sociedad civil, imprescindibles para el desarrollo rural, se les sigue pidiendo, cuando no exigiendo, que construyan su futuro solo con su pasión y con la épica del voluntarismo. La realidad es que todos tenemos nuestros trabajos, nuestras familias y nuestras obligaciones. No son pocas las buenas intenciones que, pudiendo tener un impacto muy positivo y provechoso, acaban decayendo por falta de apoyo.
Por eso nació La Zamarra. Una plataforma de activismo cultural y para el desarrollo rural cuya vocación es arropar a quienes defienden y promueven nuestro mundo rural recuperando y difundiendo su memoria, su patrimonio y su cultura.
Una filosofía centrada en las personas, en su participación y en la cooperación con colectivos e instituciones para crear futuro desde la comunidad
La filosofía que impulsa a La Zamarra se resume en el convencimiento de que las personas y asociaciones que dan vida a nuestro mundo rural tienen derecho a participar en la construcción de su futuro y de que, a través de la cooperación leal entre sí y con las instituciones y los medios de comunicación, así como de la creación de una cultura que trascienda las limitaciones de lo local para hacernos sentir parte de una comunidad más grande, seremos capaces de lograr un desarrollo auténtico y pleno, social, económico y demográfico.
Humanismo. Nuestra vocación es arropar a las personas que viven y trabajan durante todo el año en y por el mundo rural, que vertebran el territorio, revitalizan nuestros pueblos y aldeas, preservan su memoria y protegen su patrimonio natural y cultural.
Participación. Queremos lograr que estas personas y asociaciones sean parte activa de la creación cultural y de las dinámicas de desarrollo socioeconómico. Entendemos la cultura como un valor fundamental para el desarrollo rural desde una perspectiva activa, es decir, como algo que se crea y que debe nacer desde dentro de lo rural.
Cooperación. Nuestro proyecto se basa en la creación de redes de ayuda mutua y colaboración con otros agentes culturales y de desarrollo, colectivos, instituciones…, con el objetivo de crear sinergias, servir de potente altavoz con la sociedad y mediar con las Administraciones públicas, las empresas y los medios de comunicación con mucha más fuerza.
Comunidad. Creemos firmemente que, para lograr un desarrollo rural real, es necesario crear una cultura que potencie la autoestima y el sentido de pertenecer a una comunidad de personas más allá de los límites administrativos locales y localistas de los ayuntamientos para potenciar las capacidades económicas, demográficas y sociales a nivel comarcal y regional, y así viabilizar proyectos transformadores y con futuro a largo plazo.
Cinco ejes de acción, incontables proyectos por desarrollar
Resulta imposible transmitir en breves líneas la profundidad de los proyectos en los que La Zamarra está involucrada, sobre todo porque, detrás de cada uno, son muchas las personas implicadas, con su ilusión y su trabajo desinteresado.
Cinco son nuestras áreas fundamentales de acción: la producción editorial; la organización de eventos culturales; la investigación; la protección, consolidación y restauración del patrimonio, y la creación de infraestructuras culturales.
Además, hubo tres proyectos previos a la existencia como tal de La Zamarra que fueron sus precursores inmediatos y explican lo que hemos construido después.
El primero fue el libro El camino del Iregua, que recoge un viaje a pie de más de doscientos cincuenta kilómetros por los pueblos, las aldeas y los despoblados del valle del Iregua y de la sierra del Camero Nuevo. Un viaje que tuve la inmensa suerte de poder realizar en la primavera de 2017 para dar a conocer la historia y la intrahistoria de esta comarca y de sus gentes.
El segundo, una investigación sobre los últimos vecinos de la aldea de Los Molinos de Ortigosa, expropiada y demolida en los años cuarenta para la construcción del embalse González Lacasa. Muchas horas de búsqueda y conversación con familias a uno y otro lado del océano que cristalizaron en el libro La voz de los desterrados, publicado por la editorial Pepitas de calabaza en 2022.
Y el tercero consistió en promover la recuperación de la fiesta de San Lorenzo del despoblado de Oteruelo de Ocón, el 10 de agosto de 2022. Para ello, se impulsó a los jóvenes de la vecina localidad de Aldealobos a organizar un paseo y merienda junto a los restos de sus casas, lo que fue un éxito de participación y marcó el inicio de todo un movimiento reivindicativo, que hoy sigue en marcha, para lograr la recuperación y difusión de la memoria y el patrimonio de Oteruelo.
De hecho, este año hemos celebrado la tercera edición de esta fiesta tras su reinstauración. Se está limpiando a veredas el entorno y hemos logrado, mediando entre los vecinos, el Ayuntamiento de Ocón, el Gobierno de La Rioja y la Diócesis de Calahorra, que el Museo de La Rioja haya permitido la vuelta al valle de la talla del patrón del lugar, san Lorenzo, cincuenta años después de que, en 1974, la Diputación Provincial de Logroño ordenase su incautación para evitar un posible expolio.
Nuestra primera inclinación fue la editorial. Por eso, porque conocemos lo duro que puede llegar a ser este sector, valoramos y agradecemos aún más el mérito de un medio como Los Ojos de la Tierra. Toda una inspiración.
En abril de 2023, publicamos nuestro primer libro: Colodras. Teatro para activar el mundo rural, de Virginia Muela, directora de la compañía teatral La Colodra, de Villoslada de Cameros. Después, dos poemarios: Una palmera se levanta desde un huerto invisible, de Ernesto Suárez, y Versos anfibios, antología en la que participaron grandes poetas como Jesús Vicente Aguirre, Angelita Álvarez, Sonia Andújar, Carmen Beltrán, Enrique Cabezón, Concha de Marco, Adrián Pérez Castillo, José Luis Pérez Pastor y Sonia San Román. Ambos en coedición con Ediciones del 4 de agosto y presentados en sendos recitales del festival de poesía Agosto Clandestino: uno en Oteruelo y el otro pisando el lecho del pantano de Pajares.
Y es que los pantanos y sus consecuencias son parte de nuestra esencia. Nuestro primer acto público fue la mesa redonda «La Rioja sumergida», celebrada en el Ateneo Riojano el 23 de marzo de 2023 con la participación de Luis Vicente Elías, Carlos Muntión y Antonio González.
De hecho, el pantano de Pajares está centrando dos de nuestros esfuerzos actuales: una investigación apoyada por el Instituto de Estudios Riojanos sobre las dos aldeas afectadas por su construcción, Pajares y San Andrés, y la reedición del libro Rastros. Etnografía de la Sierra.
Rastros. El libro de José María Tejado que abre este artículo.
Cerraremos así ese círculo, pero seguirán abiertos muchos otros, que merecen su oportunidad y el apoyo de la sociedad agradecida.
Ahí nos tendrán. A su lado.