Decano de los periodistas conquenses, escritor, editor y gestor cultural, José Luis Muñoz (Tetuán, Marruecos, 1943) reside en Cuenca desde 1963. Periodista titulado por la Escuela Oficial de Periodismo, antes había obtenido el título de Profesor de Magisterio, en la Escuela de esta especialidad en Ceuta. Inició los estudios de Filosofía y Letras, rama Historia, que abandonó para seguir exclusivamente los de Periodismo.
Su primera dedicación laboral le llevó al Colegio Menor “Alonso de Ojeda”, en el que ingresó como Educador (1963) pasando luego a Preceptor (1968-1969) y Director (1970-1972), alternando con estancias en el periodismo local, hasta que definitivamente se inclinó por esta profesión.
Má información sobre su trayectoria en https://olcades.es/jose-luis-munoz
Nacido en Tetuán, llegas a Cuenca con veinte años ¿Qué primeros recuerdos tienes de esta ciudad?
El primero de todos, que no olvido nunca, porque fue un impacto, me pareció una ciudad muy oscura y muy triste, pero me lo pareció por el sitio al que llegué. Yo venía en autobús, que tenía entonces el garaje y la parada en República Argentina. Era por la tarde, bajé de allí, y no había un alma por las calles, y además una iluminación pobrísima…
Pero esa fue la primera impresión. Duró poco, por fortuna, enseguida entré en el ambiente de Cuenca, me reconcilié con Cuenca. Descubrí que existía el Casco Antiguo, y eso cambió aquella primera impresión.
¿Qué te sorprendió del casco antiguo, al conocerlo, si hay alguna imagen que aún tengas?
La nieve. Porque, justamente, cuando lo descubrí, cuando me llevaron por primera vez al Casco antiguo, había nevado. Yo venía de un sitio en el que no había visto nevar nunca, Marruecos. Descubrir la nieve fue una experiencia muy curiosa.
La estructura de la ciudad antigua, con muchos puntos delicados, muchos sitios atractivos… Ahí me enganché a la Cuenca antigua y la Cuenca que yo creo que es la auténtica, porque al final, por ejemplo, lo que hay aquí abajo, las urbanizaciones, está en todas partes. Coges un bloque de Villa-Roma, lo pones en A Coruña y es lo mismo.
Licenciado Magisterio, iniciaste también la rama de Historia en filosofía y letras. Sin embargo tu claro objetivo fue el periodismo. ¿De dónde surge esta vena periodística? ¿Cuáles fueron los primeros pasos periodísticos en aquello?
Los primeros pasos fueron de jóvenes como vosotros. Más jóvenes que vosotros todavía, porque yo estaba estudiando en el bachillerato.
Entonces, con otros dos amigos, hacíamos un programa deportivo en Radio Ceuta los fines de semana. Luego empecé en el periódico de Ceuta, El Faro, a hacer entrevistas.
PERIODISTA Y EDITOR
Entre otros medios desarrollaste principalmente tu labor periodística en el Diario de Cuenca. El contexto, una dictadura. ¿Hubo censura en nuestros medios locales?
Llegó a haber censura en nuestros medios locales. En todos, pero es que la censura existía en los locales y en los no locales. Lo que pasa es que era una censura realmente sutil, en el sentido de que estabas acostumbrado, sabías que había una serie de temas que no podías tratar, como la política nacional.
Pero a nivel local, el ambiente era bastante liberado a pesar de todo. Podías meterte con el alcalde, con la diputación, con el vecino de enfrente, con quien quisieras… Aunque había unos límites, sobre todo textuales: el sexo, el erotismo, ese tipo de cosas.
Además era un periódico bastante crítico y bastante combativo, a nivel local. Insisto, en cuestiones de visión de la ciudad y la provincia. Y siempre haciendo comentarios y artículos sobre la mejora de las comunicaciones, la industria, el patrimonio, etc. Estos temas, que ahora parece que son actuales, ya estaban entonces.
En 1981, se funda la revista Olcades donde se trataban diversos temas del patrimonio cultural y natural de nuestra tierra. ¿Por qué surge Olcades y con qué objetivo?
Pues éramos media docena de personas, de jóvenes, que nos planteamos la conveniencia de hacer una publicación que recogiera una serie de temas monográficos sobre Cuenca.
Y nos lo planteamos y la sacamos adelante. Sacamos una primera serie que duró tres años, desapareció, y luego la retomamos un año más para desaparecer definitivamente.
Había que recoger eso todo el patrimonio que entonces ya estaba muy amenazado y había que recoger reportajes sobre los pueblos, las costumbres, la agricultura, la poquísima industria…
En aquel momento se vendía y tenía suscripciones, pero ahora me hace mucha ilusión cuando estoy viendo un libro o algún artículo y encuentras una referencia. Significa que algún impacto ha tenido.
Otro proyecto de envergadura fue la revista Diálogo de la Lengua, de la cual formaste parte del Consejo editorial bajo la dirección literaria de Diego Jesús Jiménez y posteriormente la dirección ¿En qué consistía Diálogo de la Lengua?
Fue un proyecto muy ambicioso y muy frustrante. Porque la revista era de ámbito nacional. Se planteaba como una revista de estudio literario. Era muy difícil de mantener porque esta sí que no se vendía. Tenía que vivir de las subvenciones y al tener que vivir de las subvenciones… fue imposible.
Diego Jesús se cansó, creo que fue el número 6 o 7, estuvo un tiempo sin salir. Y después de un tiempo de descanso, pensé que era una pena que hubiera desaparecido, así que lo reintentamos. Entonces, con el círculo de escritores de por aquí, la volvimos a poner en marcha con una dimensión más local, local-provincial. Y lo mismo, se mantuvo cinco o seis números más.
Era una obra muy importante y en una ciudad que presume de ser cultural y de tener ambiente literario.
A lo largo de toda esta época, conociste y entrevistaste a mucha gente y personajes de referencia. También estuviste incluso cerca de la figura de Fernando Zóbel, como jefe de prensa del Museo del Arte Extracto. ¿Con qué nombres te quedas de aquella Cuenca que parecía hervir culturalmente?
ya que lo has citado, yo creo que la figura de Fernando Zóbel es absolutamente fundamental en la vida de esta ciudad. Y probablemente no se valora completamente.
Zobel fue absolutamente trascendental para esta ciudad, con lo que ha significado y significa el museo. Pero aparte del museo, como persona, Zobel era un regalo. Estaba en la calle, salía a pasear por la plaza y pegaba la hebra con todo el mundo.
GESTOR CULTURAL
Al final de la década de los 80 comienza una nueva etapa, la comunicación y la gestión cultural desde las instituciones al cargo del servicio de Publicaciones en el Ayuntamiento de Cuenca desde donde se editaron la revista Ciudad de Cuenca o el periódico La Ciudad, además de numerosos libros ¿Qué diferencias y cambios trajo para un periodista trabajar desde la administración?
Pues trajo todos. De hecho, yo hasta el final, hasta que me jubilé, siempre dije que era un mal funcionario. Muy malo. Porque no conseguí cambiar las dinámicas, y creo que estuve por 24 o 25 años, pues la mecánica administrativa de verdad que es imposible.
Tuve la suerte de que se puso en marcha el teatro auditorio y me encargué de gestionarlo, pues el teatro auditorio fue durante bastante tiempo una especie de isla autónoma que como no encajaba en los modelos de la burocracia municipal, pues íbamos a nuestro aire.
Yo tenía una respuesta cuando queríamos hacer algo y la administración ponía trabas: a las 8 de esta tarde unos cuantos señores van a subir al escenario a hacer una obra de teatro y yo tengo que abrir las puertas.
Además, desde 1991 como Jefe del Servicio de Educación, Cultura y Festejos organizaste gran parte de la actividad cultural promovida por el Ayuntamiento. ¿Fue sencillo movilizar y dinamizar la ciudad culturalmente? ¿Crees que lo sigue siendo?
El auditorio yo creo que la ciudad de Cuenca lo recibió bien. Hay espectáculos que se llenan enseguida, otros que se quedan a medias y otros que son minoritarios. Tuve muy claro desde el comienzo que había cosas importantes que había que impulsar a pesar de ser minoritarias, como el jazz, con lo que monté un ciclo de jazz.
CINECLUB CHAPLIN
Cambiando un poco de tercio, este año pasado se celebró el 50 aniversario del Cineclub Chaplin, uno de los proyectos culturales más longevos de la ciudad y el cineclub más antiguo de Castilla La Mancha. Fuiste, en 1971, su primer presidente ¿Cómo y por qué surgió este proyecto?
Yo había formado parte del cine club que existía en la Asociación de Antiguos Alumnos del Instituto, cuando yo estudié, y eso me lo traje a Cuenca. Pero ahí hay un elemento personal importantísimo que se llama Fidel Cardete, que es el primer director y el que pone en marcha la Casa de Cultura, con una visión muy notable de lo que hay que hacer. La Casa de la Cultura tenía un gran salón de actos y se le ocurre dar vida a ese espacio, y nace el cineclub, entre otras cosas.
Nosotros nos encargamos de dinamizar a los aficionados del cine pagando una cuota, con lo cual resolvemos el problema que él tiene, la falta de dinero. De manera que el cineclub es autosuficiente.
Empezamos 60 o 70 socios, y se van multiplicando hasta hoy, que somos 700. Y, claro, ya estamos en un cine normal.
Uno de los proyectos referentes ha sido la Semana de Cine, la cual, tras un parón, se volvió a retomar. ¿Por qué ha desaparecido definitivamente este proyecto?
Siempre el motivo es el mismo. La primera semana de cine se puso en marcha, contando siempre con la subvención de las instituciones. Duró, creo que fueron 18 años, hasta que nos cansamos de pelear por el dinero. Es muy cansado de pelear por el dinero.
Bueno, pero después de unos cuantos años volvimos otra vez a lo mismo. Pero en este caso hubo un problema añadido. Hubo sobre todo un factor que nos desanimó: no hubo respuesta de la gente. Esa misma gente que llena el cineclub no venía a la semana. Se ve que estamos acostumbrados a una película a la semana.
CULTURA ACTIVA EN CUENCA
Ahora nos gustaría hacerte cinco preguntas breves y así poner fin a la entrevista. ¿Crees que el cine tiene futuro?
El cine que hemos conocido hasta ahora, y al que algunos nos gusta, no tiene futuro. Tiene futuro otro tipo de cine.
Como periodista, ¿está politizada la información?
Claro.
¿Crees que los conquenses conocen Cuenca?
No. No la conocen en absoluto.
Por ejemplo, mi artículo de la semana pasada en La Tribuna iba sobre Valdeolivas, su iglesia y el pantocrator de Valdeolivas. Con total seguridad es un monumento medieval que conoce sólo una minoría.
He tenido conversaciones con gente muy culta y muy amante de Cuenca que no ha visitado ni Belmonte, Uclés o las ruinas de Moya, por decir lo más tópico fuera de la Serranía Alta.
Los conquenses no conocen Cuenca suficientemente.
¿Qué transformaciones, tanto positivas como negativas, has observado en la cultura activa de Cuenca a lo largo de estos años?
Negativas no estaría muy seguro, positivas muchas: la Fundación Antonio Pérez, la colección Roberto Polo, la semana de música religiosa…
Y sin embargo en música no se han conseguido asentar otras cosas que deberían haber encontrado más seguimiento, como una orquesta profesional. Eso es un factor negativo. Hay montones de orquesta en todas las ciudades de España, la de A Coruña, la de Valencia, la de Granada…
Y lo que digo de la música se puede trasladar al teatro. El año pasado ha desaparecido la Asociación de Amigos del Teatro, porque se ha cansado de pelear con las instituciones. El teatro también necesitaría un empuje para mantener una programación estable continuada.
En definitiva, haría falta una orquesta y uno o dos grupos de teatro sólidos.
Y para terminar, en un mundo global e interconectado, desde esa vieja ciudad castellana. ¿Qué necesita contar Cuenca al mundo?
Para responder a eso, hace falta alguien con mucha imaginación. Yo soy un sujeto práctico, a pie de tierra. Cuenca necesita sobre todo definirse. Falta una idea de ciudad.
Entre todos y sobre todo los que tienen la capacidad de decir que quiere ser Cuenca. ¿Sólo turística? Porque industrial no va a ser y nudo de comunicaciones tampoco. Tiene que definirse.
Yo no sé definirla, pero sí hace falta un objetivo global, un objetivo conjunto, un objetivo imaginativo que mezcle lo que tenemos: cultura, patrimonio, gastronomía, Semana Santa, música, turismo…
Fíjate, cuando empezaba el auditorio, el Ministerio de Cultura puso en marcha una campaña e incluso hizo un folleto, muy bonito, que se titulaba: Cuenca, Ciudad para la Música. Este era un objetivo hace 40 o 50 años. La idea era vincular Cuenca con la música.
Pero es Cuenca la que tiene que definir qué es lo que Cuenca quiere ser en el mundo. Sólo una fábrica de morteruelo o algo más…
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