Entrevista a Ana Belén Rodríguez Patiño

Entrevista a Ana Belén Rodríguez Patiño

Introducción

Ana Belén Rodríguez Patiño (Cuenca, 1970) es doctora en Historia Contemporánea (UCM) y escritora. Especialista en la Guerra Civil Española y autora de tres libros sobre La Guerra Civil en Cuenca (1936-1939), desarrolla desde hace años su faceta de novelista con títulos como Donde acaban los mapas (2013), Todo mortal (Premio Mujer al Viento 2015), Las aventuras del joven Bécquer (2016), El mensajero sin nombre (2018), Yo soy Greta Garbo (2020) y La estética de los nadadores (2020). Ha publicado también poesía (La ciudad que hay en mí, 2015), dirigido antologías de relato (Madrid en feria y Personajes de novela, 2016) y relatos cortos en La lógica del logaritmo (2018). Tiene publicado un libro sobre economía (junto a la especialista en banca, Teresa Rico), Las Cuatro Esquinas del Éxito; y artículos en prensa, libros especializados y textos en antologías literarias. Ha sido guionista, autora y directora de teatro, así como de cortometrajes documentales y de ficción, y ganado distintos premios de poesía, relato corto y novela.

A lo largo de esta entrevista, buscamos acceder a su profuso conocimiento sobre la guerra civil en nuestra ciudad y provincia, así como conocer detalles sobre su última novela.

Preguntas

Sección I: Introducción

  1. El estudio de nuestra historia ha marcado tu trayectoria profesional. Sin embargo, parte de la sociedad ha vivido y vive de espaldas a ella. ¿Por qué es importante conocer nuestra historia?

Es importante para no caer en muchos errores, y ahora estamos viviendo el ejemplo, donde predomina la ideología, pero se desconoce la Historia. Y la Historia siempre tiene cientos de matices. Te voy a contar una anécdota: cuando publiqué en Cuenca mi tesis doctoral sobre la guerra, con el tiempo llegó a mis oídos que mucha gente decía que yo era una historiadora de izquierdas, y otra gente afirmaba que yo lo era de derechas. Es decir, cada uno veía las cosas desde su propia perspectiva. Un día me escribió una escritora, Carmen Silva, diciendo que, en su visita a Cuenca había comprado mis dos libros sobre la guerra. Me decía que era la primera vez que leía sobre el tema sin advertir detrás la ideología del historiador, que le había parecido un ejercicio de moderación y objetividad.

Ser objetivo no es fácil, pero conocer bien la historia, desde todos los puntos de vista, ayuda.

  1. Hay una expresión sentenciosa que dice “La historia la escriben los vencedores” ¿Crees que somos hijos de una historia donde sólo conocemos una parte de ella?

Somos hijos de una guerra civil, que provocó una España vencedora y una España sometida. Entonces, el discurso de la historia fue uno. Hoy, los herederos de aquella España sometida se han rebelado, como es lógico, y han hecho prevalecer el suyo. Esta polaridad entre dos ideologías contrapuestas es lo que vivimos actualmente. No hemos sido capaces de desligarnos de todo ello, y tardaremos seguramente otro siglo para que no nos condicione, como pasó con otras guerras, que fracturaron al país durante décadas.

Sección II: Guerra Civil en Cuenca

  1. Dentro de esta trayectoria, sin duda destaca tu predilección sobre la Guerra Civil en Cuenca. En líneas generales, ¿cómo describirías este periodo en la provincia?

Investigué con detalle cómo la provincia de Cuenca permaneció desde el 18 de Julio de 1936 y hasta el fin de la guerra en el bando republicano. Y cómo, alejada de los frentes y determinada por situarse en el centro entre Madrid y Valencia, se fue adaptando. Estudié durante muchos años el intento de sublevación, su asentamiento como ciudad de retaguardia y la proyección que la guerra sobre la vida cotidiana de los conquenses. Y la conclusión que saqué es que, como toda guerra civil, fue una gran tragedia. A grandes rasgos, no degeneró en la violencia de otros lugares (Madrid, sin ir más lejos), pero ser la capital un núcleo pequeño, no ayudó en nada. Muy al contrario, la gente se conocía, sabía dónde vivía cada cual, su ideología, etc. Esto creó episodios de los que ningún partido o sindicato puede hoy sentirse orgulloso. Enfrentarme a los episodios de violencia en Cuenca durante la guerra fue muy duro. Te dabas cuenta cómo cualquiera cogía un fusil y se sentía importante. La vida dejó de tener valor y se mataba “por la causa” con toda naturalidad. En la provincia ocurrió igual. Lo único positivo es que no se pasó hambre, porque las huertas y tierras de labor abastecieron a las familias (a veces, a escondidas). Por otro lado, los políticos locales vivieron aquellos años mirando siempre lo que ocurría en Madrid, lo que determinó sus acciones (construcción de refugios, acogida de refugiados o de tropas, etc).

  1. Más allá de disquisiciones ideológicas, es evidente que la Segunda República Española (1931-1939) supuso un periodo de polarización social, desde las posiciones más anarquistas a las más cercanas al fascismo, cobrando gran importancia los sindicatos en el panorama social. ¿Cuál fue el papel de los movimientos sindicales durante este periodo en Cuenca?

Cuenca era, ya en los años preliminares, un torbellino anarquista. Analicé muy bien el porqué de una circunstancia tan sorprendente en una ciudad eminentemente conservadora. Confluyeron varios factores, pero el más importante es que existieron unos líderes que llevaron la voz cantante desde el principio con determinación. Hombres de marcada personalidad y muy ideologizados, que esperaban desde hacía años una oportunidad para la revolución. Me alegra que mi investigación sobre el anarquismo conquense durante esos años haya servido de base para otros trabajos de historiadores posteriores.

  1. En tu libro mencionas en varias ocasiones a la columna del Rosal, una unidad de milicias republicanas compuesta por miembros de la CNT, que luchaba en la Zona Centro. ¿Cuál fue el papel de esta columna en Cuenca? ¿Y el de uno de sus líderes, Cipriano Mera?

Durante la Guerra Civil, nombrar a la Columna del Rosal era sinónimo de terror. Esa mención quedó en la conciencia colectiva y desde siempre he escuchado en Cuenca cosas horribles de ella, casi rozando en la leyenda. Por eso fue uno de los primeros temas que abordé. Necesitaba desentrañar quiénes fueron sus integrantes y su comportamiento en Cuenca. Sobre Cipriano Mera, su importancia en los primeros días en nuestra provincia es indudable. Me sorprendió que nadie hubiera investigado sobre ello antes y me gustó hacerlo paso a paso y documento a documento, a pesar de la falta de información con la que se contaba.

  1. Las elecciones de febrero de 1936 supusieron, en cierta manera, un preludio del conflicto que se avecinaba. Curioso fue el caso de Cuenca, pues las elecciones fueron impugnadas y repetidas en abril de ese año, siendo motivo de enfrentamiento entre Franco y Jose Antonio Primo de Rivera, pues este último no quería coincidir en las mismas listas con el primero. ¿Hasta qué punto puede este episodio simbolizar enfrentamientos posteriores?

Llegado a ese momento, Cuenca ya se encontraba muy dividida ideológicamente. La CEDA y la derecha, por un lado; los partidos de la izquierda republicana, por otro. Y entre ambos, con una gran presencia en las acciones entre los trabajadores, los anarquistas de la CNT y FAI. La repetición (o segunda vuelta, según el bando que lo mencionaba) no supuso más que un escalón más en el clima de conflicto que se vivía. Pero nadie sospechó, ni siquiera en esos momentos, que Cuenca iba a sufrir la tragedia que vino.

  1. La Segunda República fue, sin duda, un periodo de grandes avances en lo que a derechos de la mujer se refiere. ¿Cuál fue su papel durante la Guerra Civil en Cuenca?

Con respecto a la mujer republicana y sindicalista, totalmente distinto al anterior, claro. Ocuparon oficinas, puestos de vigilancia, comités… Incluso su indumentaria cambió. La mujer vestida de miliciana constituyó una novedad nunca vista antes en la ciudad. En 2004, la profesora Teresa Marín Eced me encargó una serie de artículos sobre las mujeres republicanas conquenses para La Tribuna de Cuenca, donde desarrollé la actuación de mujeres destacadas entonces, muy comprometidas con su causa y hoy prácticamente olvidadas: María Pellico, Josefina, Jacinta Buenache…

  1. Al abarcar el tema de las colectivizaciones durante la Guerra Civil, es normal encontrar abundante documentación sobre las producidas en lugares de Cataluña o Aragón. Sin embargo, también en Cuenca se produjeron cambios sociales de este tipo. ¿Cómo fue este intento de revolución en nuestra provincia en unos años tan convulsos?

Yo diría que poco exitoso. La información que nos ha llegado de ellas es muy exigua, pero las diferencias políticas entre comunistas, socialistas y anarquistas impidieron que dieran frutos. Unas diferencias que eran una constante en casi todas las áreas. El resultado fue un intento de explotación comunitaria, de expropiación forzosa a sus dueños, pero sin los resultados que los comités esperaban. Y las cosechas que se producían, más que abastecer a la provincia, se enviaban a los frentes o a un Madrid ya hambriento desde el otoño de 1936.

  1. Parte de las serranías de Cuenca y Teruel fueron, en otros tiempos, “tierras de maquis”. ¿En qué consistió este conflicto prolongado entre “vencedores” y “vencidos”?

Creo que fue una manera de alargar la agonía, que conllevó mucho sufrimiento en los entornos rurales donde se desarrolló. Pensar que unos cuantos emboscados en los montes, mal armados y peor alimentados, podían hacer frente hasta derrocar a los militares franquistas que acababan de ganar la guerra, era más que utópico. Esta resistencia antifranquista estaba herida de muerte desde el inicio, aunque recibiera ayuda civil y apoyo logístico, sobre todo del comunismo clandestino y el francés. Quisieron hacerse fuertes y provocar la caída del nuevo régimen desde sus posiciones, y su lucha se alargó durante más de una década, pero terminó sucumbiendo.

  1. Recientemente, se ha conocido que se va a proceder a realizar exhumaciones de una fosa común en El Cañizar (Pajaroncillo, Cuenca), donde hubo un hospital de campaña para el frente de Teruel. ¿Qué crees que ha fallado en este país en lo que a memoria se refiere para que todavía contemos con personas en fosas comunes después de más de 80 años?

Muchas cosas, pero cicatrizar una guerra civil no es sencillo para nadie. Un historiador norteamericano decía que su país había tardado más de dos siglos en superar la Guerra de Sucesión, y que en España aún llevábamos muy poco. Estoy de acuerdo. Nadie recuerda ya las guerras carlistas, y sin embargo fueron terriblemente sangrientas, donde se heredó la división en dos bandos iniciada años atrás, y de la que fuimos herederos en el 36. La última guerra civil, aunque 80 años parezcan mucho, está muy fresca. Muchos seguimos teniendo a nuestros abuelos en fosas. El mío, que era guardia civil y fue asesinado en una “saca” por los milicianos de un pueblo de Teruel un 5 de enero, también sigue enterrado en una fosa común. Permaneció en una cuneta hasta que lo encontraron, ya acabada la guerra. Lo reconocieron por la placa metálica al cuello con su nombre y las iniciales del uniforme. Lo que quiero decir es que todos tenemos muertos en la guerra. Lo que creo que hay que hacer es no restregarlos como en el cuadro de Goya de los bastonazos. Y sacarlos de sus fosas y entregarlos a sus familias con el respeto que merecen.

  1. Leyendo la introducción de tu libro “La Guerra Civil en Cuenca”, comentas los inconvenientes que encontraste en tu investigación. Uno de ellos fue la destrucción sistemática de documentación básica, la última de ellas en la década de los 90 en la Audiencia, sólo dos días después de solicitar documentación. ¿Qué crees que sucedió? ¿Pudieron haber personas interesadas en ocultar esta información?

Fue todo muy difícil, y mi tesis se alargó hasta los nueve años, en vez de cinco, que era lo normal. Estábamos en la década de los 90 y en Cuenca nadie quería hablar de la Guerra Civil. Preguntabas y nadie recordaba nada. Después, cuando cogían confianza, comenzaban a hablar y te dabas cuenta de que lo recordaban todo. Tuve que ir en muchas ocasiones con amigos, de tendencias ideológicas muy distintas, para entrar en la memoria de muchos conquenses (los historiadores Ángel Luis López Villaverde y Fuencisla Álvarez, Rafael de la Rosa…). De igual modo, en otros momentos el hecho de residir en Madrid facilitaba las cosas. Tengo muchas anécdotas. Desde que era habitual que, antes de comenzar a hablar conmigo, me preguntaran quién era mi familia o si era de Cuenca, a no enseñarme mucha documentación en algunos archivos (o hacerlo a regañadientes), a esa anécdota de la Audiencia, que sin duda no fue fortuita… Yo acababa de terminar la universidad y preguntaba a todo el mundo abiertamente sobre la Guerra y, claro, mucha gente se asustaba. Creo que los funcionarios de la Audiencia, simplemente, no querían a ninguna mosca husmeando en la vida pasada de muchos conquenses. Hoy todo es distinto. Por fortuna, la Guerra ya no es tabú, aunque siga doliendo. Pero han tenido que pasar treinta años. Eso sí, al comenzar a trabajar aquella época pude entrevistar a muchísima gente que había sido testigo de la guerra o participado activamente en ella. Algo que ya es imposible.

Sección III: Literatura y su último libro

  1. Aparte de historiadora, en tu currículum leemos que también eres guionista, directora, poetisa y novelista. ¿Qué ha llevado a una historiadora a desarrollar una carrera tan polifacética?

La necesidad de crear. Y de probar distintos campos dentro de esa creación. El problema es que me aburría pronto en un área y pasaba a otra, y otra: cortometrajes, teatro, prensa, reseñas, investigación… A los siete años ya quería ser escritora y fantaseaba en mi casa con que llegaba a mi despacho (la salita de estar) y me ponía a escribir. A los catorce, sabía que ya no habría marcha atrás. A partir de ahí, no he dejado de escribir nunca. También tenía claro que quería ser arqueóloga, aunque luego, ya en el último año de mi carrera, me decanté por la historia contemporánea porque descubrí un período lleno de matices y de circunstancias muy vivas que nos hacen comprender el mundo actual. Así que puedo decir que he cumplido mis dos grandes vocaciones.

  1. Porque la investigación histórica impone unas normas muy estrictas, mientras que la novela te da mucha más libertad…

Muchísima, y esa fue una de las razones, o quizá la principal, me llevó a abandonar el ensayo histórico. La novela es imaginación, creación en sí misma. El ensayo es otra cosa y también mucho más rígido en su aceptación. Escribe una mala novela, y no pasará nada; pero escribe un mal libro de historia y estás muerto como historiador. 

  1. Tu última novela, “La estética de los nadadores”, se ambienta en Cuenca, en contraste con las anteriores. ¿A qué se debe este retorno a las raíces? ¿Podemos esperar nuevas creaciones en esta línea?

Hace tiempo que quería escribir algo sobre Cuenca, o ambientado en Cuenca, pero sin que pareciera un folleto turístico dentro de una novela. Por eso, las descripciones en La estética de los nadadores son sutiles, y el personaje, al ser de fuera, mira el entorno con ojos nuevos y frescos. Cuenca es un escenario perfecto para novelas de cualquier género: histórico, policíaco, de suspense… Tengo preparadas otras historias en nuestra ciudad, pero más adelante. También dependerá de la aceptación que tenga entre los lectores esta última. De momento, a la recién publicada le queda mucha vida.

  1. Para concluir: ¿se puede vivir de la literatura?

Se puede, pero no es nada fácil. El mercado está saturado y es normal que el lector se sienta tan inundado de títulos que solo lea los autores más conocidos, y aquellos a los que las grandes editoriales publicitan por todas partes. Sin duda, esto dificulta el poder vivir de escribir, pero es posible. Para ello, hay que tocar muchos palos: ofrecer talleres, ir a clubes de lectura, ferias, publicar en digital, tener visibilidad constante, etc.

Hay escritores, desconocidos para el gran público porque no salen en los medios, que viven de escribir muy dignamente gracias a las plataformas digitales. Pero hay que luchar muchísimo y de forma continuada. Aunque yo me levanto cada mañana con la ilusión de estar enamorada de mi trabajo, por duro que sea a veces y lo inestable que sea este oficio. Para mí, escribir, crear, es un ejercicio maravilloso de vida y la manera que escogí para desarrollar la mía.

Por último, quiero agradecer a Pablo Lázaro y a la revista Los ojos del Júcar el interés por mi trabajo. Sin la posibilidad de ser conocidos por los lectores, los historiadores y escritores no seríamos nada. Muchísimas gracias.

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