Alberto San Juan funda la compañía Animalario a finales de los 90 con Andrés Lima y Guillermo Toledo. Desde entonces ha participado en una quincena de montajes con la compañía. Sobre todo como actor, pero también como autor y codirector. Algunos de estos montajes son: El fin de los sueños, Tren de mercancías, Pornografía Barata, Alejandro y Ana (lo que España no pudo ver del banquete de bodas de la hija del presidente), Hamelin, Marat-Sade, Argelino, Urtain, Tito Andrónico, Penumbra o El montaplatos.
Además, ha participado como actor en una veintena de películas. Entre ellas: Airbag, El otro lado de la cama, Días de fútbol, Horas de luz, Bajo las estrellas, Gente de mala calidad, La verguenza, La isla Interior, Mientras duermes, Una pistola en cada mano.
Fue nominado al Goya como mejor actor de reparto por El otro lado de la cama (2002). El 1 de febrero de 2003 presentó junto con Willy Toledo la ceremonia de la XVII edición de los Premios Goya, creada por el grupo Animalario.
Dirigió el Teatro del Barrio hasta 2018 donde estrenó obras de teatro propias como “Autorretrato de un joven capitalista español” o “El Rey”.
Ha recibido el Goya por mejor actor Bajo las estrellas (2007) y por mejor actor de reparto Sentimental (2021).
Infancia conquense
Verano de 1973. Una estrecha carretera, bordeada de mimbres, a los pies de la sierra. Y un pequeño pueblo que se abre junto al río Escabas. ¿Qué te viene a la memoria?
Mis primeros recuerdos de Cañamares no sé si son recuerdos o reconstrucciones a partir de fotos que luego he ido viendo y cosas que me han contado. Sé que íbamos en el seiscientos de mi abuela a la dehesa, que aún no había ningún camping, que una vez mi padre y mi hermana Beatriz y mi hermano Pedro, que entonces eran niños pequeños, se perdieron en la sierra y se hizo de noche y salió una caravana del pueblo, con mi abuela y su seiscientos a la cabeza, y mi hermano Pablo y yo nos quedamos en la casa y él me asustaba diciéndome que probablemente un jabalí se los habría comido. El terreno mitológico de mi infancia se sitúa más en Cañamares que en Madrid, que es donde he crecido y donde vivo.
La infancia retiene imágenes, aromas o sensaciones que son para toda la vida ¿Con qué anécdota, personaje o sensación de Cañamares de aquella época te pasa?
El mimbre, el río, los bocadillos de una barra entera de pan de mi primo Arturín, las mil pesetas que mi hermano Pablo robó a mi abuela del bolso y gastó enteras en juguetes y chucherías en las fiestas de agosto, la familia interminable -imposible recordar todos los nombres, todos los parentescos-, las historias de la infancia de mi madre, su bicicleta, su perra, sus miedos y alegrías…
Y luego, vuelta a la capital. Hijo de un ilustrador y una locutora de radio. ¿Cómo influyó la figura de tus padres para tener esas inquietudes políticas y culturales?
Mi madre y mi padre ejercen una influencia determinante en mí. Ella fue locutora y actriz en radionovelas hasta que nació su cuarto hijo, yo. Entonces, abandonó su trabajo y se dedicó a criar a sus cuatro niños. Un hecho infortunado, fruto típico de una época llena de oscuridades que se cebó especialmente con las mujeres. Estoy convencido de que nos perdimos una inmensa actriz, que, además, era una belleza excepcional. Con mi padre mantuve siempre un diálogo muy estimulante, también cuajado de silencios y desencuentros, pero cuyo poso me conforma y me hace mejor. Unos buenos padres, víctimas de la terrible estructura social en la que se criaron, pero con la valentía, generosidad y lucidez suficiente como para hacer de cortafuegos entre la educación nacional católica que ellos sufrieron y sus cuatro hijos.
Actor como modo de vida
Desde mitad de los años 90 a 2012. La compañía de teatro Animalario está en su mayor apogeo. En aquel tiempo también no paras en el cine y ruedas muchas de tus películas más exitosas. A toro pasado y salvando las diferencias, ¿qué te enseñó la cámara y que te enseñó el público?
Mi mayor escuela es la compañía Animalario. Sin duda. Mis grandes maestros son Andrés Lima, Nathalie Poza, Roberto Álamo, Guillermo Toledo, Javi Gutierrez o Luis Bermejo. El teatro es mi lugar natural. En el cine creo que nunca he encontrado mi sitio.
Y, al ponerse la bata de oficio, ¿dónde se siente más cómodo Alberto San Juan, interpretando comedia o drama?
Amo la comedia por encima de todo. Pero también me fascina el drama. No hay por qué elegir.
Luego llega El Teatro del Barrio y la aplicación de la economía social en el ámbito cultural. Vuelve la inspiración personal con obras como El Rey, Masacre, Mundo Obrero y el monólogo Autorretrato de un joven capitalista español. ¿Qué representa para ti esta etapa con la experiencia adquirida?
Un salto en mi crecimiento personal y profesional. Doy rienda suelta al deseo de dirigir y escribir de forma continuada que latía en mí desde siempre. Amparado además, por la estructura, pequeña pero muy confortable, de la cooperativa Teatro del Barrio. Con Animalario, es mi experiencia profesional más importante en la vida. Más que profesión, se trata de amor. Con el TdB o Animalario no trabajaba para ganarme el pan, que también. Lo he hecho por amor. Ahora estoy en una nueva etapa, aún no sé cuál. Participé en la creación del TdB y ejercí de director artístico del proyecto durante los primeros cuatro ó cinco años, hasta 2018 o así. Desde entonces, ya no formó parte del personal que saca adelante el trabajo diario. Ana Belén Santiago es la persona que se ocupa ahora de diseñar la programación escénica del teatro. Sigo formando parte de la cooperativa y actuando allí a menudo, pero hace ya varias temporadas que no participo en ninguna producción del TdB. Desde hace un par de años llevo una vida de titiritero, haciendo espectáculos de muy pequeño formato, sólo, con mi compañero músico Fernando Egozcue o con una banda musical formada por otros cuatro compañeros. Veremos cómo sigue la aventura.
Entre todo eso, la crisis golpeó tu trayectoria y tu vida. Dicen que la realidad supera la ficción y un tango canta que la fama es puro cuento. ¿Cómo actúa un actor reconocido y famoso en el teatro de la vida diaria ante una crisis económica?
En mi caso, la crisis me alcanzó en alguna medida. En 2012 disolvemos la empresa Animalario ahogados por líneas de crédito impagables (se sumaba a esto que nuestros impulsos artísticos empezaban a diverger, en nuestro caminar vital tomamos sendas distintas, siempre amorosamente conectadas, pero ya sin formar el grupo de trabajo en común que fuímos). Además del cierre de lo que había sido mi casa artística desde el principio, me vi con deudas, sin dinero y sin ninguna propuesta de trabajo. Ni pidiéndolo. Llamé a un buen puñado de directores de casting por entonces para ofrecerme, seguro de encontrar algo. Ingenuo de mí. Como otras veces, pero más, pasé un tiempo viviendo de préstamos hasta que empecé a hacer bolos con el primer monólogo que hice en mi vida: Autorretrato de un joven capitalista español. Hablaba de la crisis a partir de mi crisis personal haciendo un breve repaso histórico, a través de preguntas. Lo estrené en primavera de 2013. Y en diciembre de ese año abrimos el Teatro del Barrio.
Activista como sentido de la vida
La cultura como máxima expresión del ser humano. Desde Haydn o Mozart a La Voz u Operación Triunfo, la cultura en parte sigue estando a cargo de mecenas. ¿Es el arte un producto?
El capitalismo -que es el sistema que nos gobierna, no la democracia- consiste en convertir todo en mercancía: desde unos calcetines a una ópera, desde el aire que respiramos a la vida de un niño pequeño. Todo se compra y se vende, todo se mide en función de su rentabilidad económica. Una rentabilidad cuyos beneficios ni siquiera se reparten, sino que tienden a concentrarse más y más. Pero la lucha de clases, el hecho de que nacer en el norte o en el sur de la ciudad de Madrid suponga una esperanza de vida mayor o menor, por ejemplo, pasa a ser secundaria cuando se hace evidente que nos estamos cargando las condiciones que hacen posible la vida humana en el planeta Tierra, incompatibles con un sistema donde todo es mercancía. Aunque, como he leído hoy mismo que escribió un tal Raymond Williams: “ser verdaderamente radical es hacer la esperanza posible, no la desesperación convincente”. Así que habrá que contestar a la pregunta ¿cómo enfrentar el desastre sin ceder a él?.
Hay modas que parecen durar para siempre: el fútbol, los TV shows, etc. Sin embargo, como por temor a que nos volvamos adictos a ella, a la cultura le cuesta estar de moda. ¿Por qué?
Yo diría que la cultura, en un sentido amplio, es algo así como aprender a convivir. Contarnos la vida una y otra vez para aprender a vivir mejor y hacerlo divirtiéndonos. Así, si no aprendemos nada, al menos nos habremos divertido. Y con eso, ya habremos vivido mejor.
El ser humano es un animal político. Sin embargo, para los artistas, posicionarse políticamente parece ser un acto crucial. A veces, te sube al estrellato y otras te hace hundirte en las sombras. Siendo una democracia con más de 40 años de experiencia, ¿por qué no se ha normalizado el posicionamiento político?
Porque no es democracia. Es capitalismo. Y cuando la seducción no funciona, aparece la represión. Hasta el extremo que sea necesario para mantener una situación de dominio de unos sobre otros.
La sociedad se encuentra en un punto de inflexión histórico. En una entrevista a un medio de comunicación en plena pandemia de la Covid-19 mencionaste: “De esta no salimos iguales, podemos profundizar en la razón del ‘todos contra todos’ o podemos iniciar el camino de la solidaridad”. Ahora que comienza a verse la luz al final de la pandemia y analizando el panorama social, político y económico actual, ¿crees que hemos iniciado el camino de la solidaridad?
Sí, en los barrios que han organizado despensas solidarias para las familias que pasan hambre. No, en los consejos de administración de las empresas energéticas. Sí, en mucha gente que está fuera de los espacios del poder. No, en absoluto, en ninguna estructura del poder existente. No creo en asaltar y ocupar el poder. El único camino que veo es disolver el poder. Acabar con el poder de unos sobre otros y empezar a construir a partir del poder de unos con otros. Unas con otras.
Tu última actuación en Cuenca fue “Nueva York en un poeta”. Desde una región afectada por la despoblación rural, es inevitable no recordar la labor desarrollada por Lorca con la Barraca dentro del programa republicano de las Misiones Pedagógicas. ¿Crees que la educación y la cultura en el medio rural pueden ser herramientas para luchar contra la despoblación?
Sí. Particularmente, tengo el deseo de recorrer la provincia de Cuenca haciendo teatro. El llano y la sierra. Las poblaciones grandes y pequeñas. En veintiséis años girando con el teatro por toda España, sólo he actuado tres veces en la provincia que considero mi patria. Las tres en el Auditorio de la ciudad de Cuenca. Si a alguien que lee esto se le ocurre cómo montar una gira para recorrer esta provincia, por favor, que contacte conmigo.
Y, para terminar, volvemos a Cañamares ¿Qué queda de aquel niño? ¿Ha cambiado el pueblo o han cambiado sus ojos?
Cambia la mirada, claro. Literal, físicamente vamos cambiando por dentro y por fuera. Vamos siendo otros. Las células que nos componen mueren y vuelven a nacer, siendo otras. Pero, supongo, lo que vamos siendo, suma parte de lo que hemos sido. Y, con suerte, vamos acercando al ser a un estado de paz consigo mismo y con los otros, con la vida. A un estado vital de comprensión y de amor. Mi vínculo con Cañamares es real y también elegido. He pasado muchos años sin ir, voy muy poco, pero, en parte porque quiero, está en mí. Siempre.
Espacio de encuentro entre miradas donde repensar el futuro de nuestras tierras y territorios.
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