Enfoque hacia una soberanía alimentaria

Enfoque hacia una soberanía alimentaria

Con el actual sistema globalizado en que vivimos, la opción de tener al alcance gastronomías internacionales, desde la italiana, pasando por la coreana, china o mexicana, no sorprende a ninguna. Ir al supermercado y disponer de tomates, más o menos sabrosos, eso sí; durante todo el año es la rutina de muchas de nosotras. En las grandes ciudades cada vez es más fácil desconectarse de una cadena y estacionalidades que parecen no tener repercusión en la forma en que consumimos, y, por tanto, comemos.
Sin embargo, ¿nos hemos parado a pensar sobre la repercusión que hoy en día tiene el actual modelo alimentario? ¿somos conocedoras del impacto medioambiental, político y cultural que tiene este actual sistema? ¿tomamos las decisiones en base a una tradición cultural, ancestral y comunitaria? O, por el contrario, ¿existe un sistema violento que nos induce a alimentarnos y, por consiguiente, producir de cierta manera?
Todas estas preguntas fueron las que acuñaron en la década de los 90 del siglo pasado el término soberanía alimentaria.

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¿Qué es la soberanía alimentaria?

Si nos vamos a la definición emitida por la Vía Campesina1, la soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles, producidos de forma sostenible y ecológica. Es su, nuestro derecho a decidir nuestro propio sistema alimentario y productivo, mediante métodos agroecológicos que respeten el contexto cultural, climático y geográfico de cada región. (La Vía Campesina, 2023)

La soberanía alimentaria, por lo tanto, traspasa la atención a lo que tradicionalmente se ha dado al beneficio económico, colocándolo en el bienestar de las en las comunidades y pueblos, por encima de a los mercados financieros y especuladores agroalimentarios. El principio de soberanía alimentaria se basa en los principios de solidaridad, colectividad y justicia social. La soberanía alimentaria defiende además los intereses de las futuras generaciones, en consonancia con el principio de comunidad y responsabilidad intergeneracional. (Rabasa, 2018).

La soberanía alimentaria es esencial para asegurar que las comunidades locales puedan mantener prácticas agrícolas tradicionales y sostenibles, y que puedan resistir las presiones de los mercados globales, que a menudo promueven la agricultura intensiva y la homogeneización de cultivos. Este actual sistema alimentario mercantilizado promueve la pérdida de biodiversidad, y, por consecuente, de cultivos. Es llamativo cómo hoy en día puedes cultivar los mismos cereales en latitudes completamente opuestas en el globo, con técnicas avanzadas y el uso de invernaderos, por ejemplo.

Un ejemplo significativo, el cultivo de aguacates o mangos en Málaga. Debido también a esta mercantilización masiva en el sector agrícola, las exportaciones intercontinentales están a la orden del día, como es el caso de naranjas en Países Bajos traídas de Perú.

Aquí me surgen varias preguntas, la primera, quizás más obvia, ¿es necesario? El hecho de que podamos, gracias al uso de la tecnología de destinar infinidad de recursos para plantar cualquier alimento independientemente de las condiciones, exportar masivamente, o incurrir en ganadería intensiva para aumentar la productividad, ¿legitima la práctica?

Con la irrupción de las redes sociales, las dietas y tendencias alimentarias se han homogeneizado, y, por tanto, los cultivos. La demanda a nivel global se ha concentrado, lo cual tiene impacto en las exportaciones internacionales, el incurrimiento en ganadería intensiva, con su respectivo impacto medioambiental y ético; y la pérdida masiva de biodiversidad que acarrea.

La agricultura y ganadería extensivas son nocivas para el medio ambiente y la biodiversidad, puesto que el impacto medioambiental que ellas generan es enorme. Algunos estudios ya miden el alcance de la agricultura intensiva, y señalan que esta práctica es culpable del 80% de la deforestación mundial. (EOS Data Analytics, 2024). Además, la agricultura y ganadería intensivas provocan la degradación de los suelos donde se practican, el uso masivo de pesticidas y demás tóxicos para el entorno, a apropiación de tierras y el desplazamiento forzado de comunidades, junto con otros efectos. (Amigos de la Tierra).

En contraposición a esta tendencia, la incorporación de prácticas acordes con la soberanía alimentaria puede suponer una alternativa más sostenible y coherente.

¿Hay alternativa…?

La soberanía alimentaria promueve la justicia social y económica, ya que busca equilibrar el poder entre los productores y productoras de alimentos, las comunidades locales y las corporaciones. Nos da el relevo a nosotras, consumidoras, a reclamar nuestras elecciones, a exigir sistemas más justos, equitativos y respetables con el medio ambiente.

Actualmente estoy viviendo en Valencia, un gran ejemplo de cómo la tradición y la innovación conviven cada día; cómo la defensa del territorio frente al sistema mercantilizado y turismo masificado chocan.

Esta dualidad también existe en el sistema agroalimentario valenciano. Frente a las grandes superficies homogeneizadoras, los monocultivos y macro granjas siguen persistiendo la figura de la L’Horta valenciana.

L’Horta valenciana es el resultado de la defensa de unas tradiciones y costumbres en torno a la ciudad de Valencia y unos 120km2 alrededor. Esta horta combina huertos muy fértiles, junto con los famosos campos de naranjos, así como olivares y viñedos. Pequeños/as y medianos/as agricultores siguen apostando por los huertos extensivos. Los arrozales, chufa, de donde más adelante se extrae para obtener horchata y plantaciones de verduras y hortalizas autóctonas rinden homenaje a la geografía local, apostando por una agricultura sostenible y contraria a un sistema capitalista que oprime a los y las agricultoras locales.

Es muy interesante este ejemplo en la defensa de la soberanía alimentaria, ya que puede responder perfectamente al dilema al que consumidoras nos encontramos. Sí que existe una alternativa al consumo. L’horta se erige como una mezcla entre la herencia de saberes de antaño, de patrimonio cultural e histórico; al mismo tiempo que se adapta a un contexto social, económico y político cambiante. No por ello se rinde ante el sistema mercantilizado, sino que se posiciona como un punto de resistencia y lugar de espacio a demandas de una sociedad civil valenciana movilizada, que se reapropia de su propio espacio agrícola.

Mapa de usos del suelo en l'Horta de València el 2009 (según SIOSE). Se distinguen cuatro usos principales: suelo urbano continuo (edificación compacta con edificaciones altas); suelo urbano discontinuo (edificación extensiva con urbanizaciones); suelo industrial y comercial; y suelo de huerta. La comarca de l'Horta suma, según SIOSE (2009) 33.250 ha de suelo artificial y 7.000 ha de suelo urbano. (Càtedra L'Horta de València: Patrimoni, Vida, Futur Sostenible Universitat de València) Fuente: Càtedra L'Horta de València: Patrimoni, Vida, Futur Sostenible. Universitat de València.

Conclusión

Con todo esto, ¿hay esperanza? En mi opinión diré que sí, hay parcial esperanza. L’Horta y otras muchas iniciativas interesantes2 pueden servirnos como inspiración hacia la movilización y colectivización de espacios comunes para destinar a la alimentación. Esta autogestión y respeto por la tierra y territorios pueden, en menor y mayor escala, seguir abogando por la defensa de los Derechos Humanos y el conocimiento y acercamiento hacia nuestras tierras. Ahora bien, la defensa y protección de esta biodiversidad y estacionalidad que nos ha alimentado y nutrido solo podrá darse desde la educación y sensibilización ciudadanas, desplazando al beneficio económico como el principal aliciente del sistema y mercados agrícolas.
La difusión del cariño y respeto a nuestras tradiciones, en definitiva, hacia una mirada viva y consciente a nuestros sistemas alimentarios actuales.

(1) La Vía Campesina, fundada en 1993, es “un movimiento internacional que reúne a millones de campesinxs* trabajadorxs sin tierra, indígenas, pastorxs, pescadorxs, trabajadorxs agrícolas migrantes, pequeñxs y medianxs agricultorxs, mujeres rurales y jóvenes campesinxs de todo el mundo. La Vía Campesina defiende la agricultura campesina a través de la Soberanía Alimentaria. Se basa en los principios de unidad y solidaridad.” Su página web: https://viacampesina.org/es/

(2) La organización española Justicia Alimentaria, que desde 1987 aboga por la defensa de la soberanía alimentaria, entre otras. Enlace a su página web: https://justiciaalimentaria.org/

Bibliografía

• Amigos de la Tierra. (s.f.). Impactos de la agricultura y ganadería industrial. Obtenido de Soberanía alimentaria: https://www.tierra.org/impactos-de-la-agricultura-industrial/

• Càtedra L’Horta de València: Patrimoni, Vida, Futur Sostenible Universitat de València. (s.f.). Ciutat vs. Horta. Obtenido de Càtedra L’Horta de València: Patrimoni, Vida, Futur Sostenible: https://www.uv.es/catedra-horta-valencia/ca/historia-paisatge-horta/paisatge-horta/ciutat-vs-hor

• EOS Data Analytics. (25 de Septiembre de 2024). La Agricultura Intensiva y Sus Consecuencias. Obtenido de https://eos.com/es/blog/agricultura-intensiva/#:~:text=La%20agricultura%20intensiva%20provoca%20la,80%25%20de%20la%20deforestaci%C3%B3n%20mundial.

• Justicia Alimentaria (2024) ¿Qué hacemos? Obtenido de: https://justiciaalimentaria.org/

• La Vía Campesina. (Diciembre de 2023). Soberanía Alimentaria desde la perspectiva de La Vía Campesina. Obtenido de https://viacampesina.org/es/soberania-alimentaria-desde-la-perspectiva-de-la-via-campesina/

• Rabasa, F. (2018). Kultur Sobirania Alimentària. Entrevista a Francisco Mata Rabasa. Vol 5 Nº9. Obtenido de Plataforma per la Sobirania Alimentària del País Valencià.

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