¿AGRICULTURA VS. NATURALEZA?
En 1798, Thomas Robert Malthus escribía su “Ensayo sobre el principio de la población”. En él, exponía que el incremento poblacional iba a superar con creces el incremento de la producción de alimentos. Por tanto, se llegaría a un punto donde habría demasiadas personas para poder alimentarlas. No entraré en las soluciones que proponía este economista, demasiado clasistas para poder soportarlas.
La cuestión es que, en cierta manera, erró en sus cálculos. Supuso un crecimiento de población muy elevado, sin tener en cuenta la regresión poblacional que está sufriendo Occidente las últimas décadas, y sin hablar de que uno de los grandes problemas es de distribución, no de producción. Y, por supuesto, no tenía ni idea de lo que se avecinaría un siglo y medio después: la Revolución Verde.
Norman Borlaug, considerado padre de la agricultura moderna, fue el artífice principal de esta revolución. La misma supuso un importante incremento de la producción agrícola a partir de la década de 1960, al adoptar nuevas prácticas y métodos de cultivo (mecanización, riego, etc.), así como introducir semillas híbridas más resistentes a climas extremos y a las plagas. Su intención fue buena, pues no era otro su objetivo que el de paliar el hambre en el mundo. De hecho, hay gente que le considera responsable de haber salvado más de 1000 millones de vidas humanas. Recibió el Premio Nobel de la Paz en 1970.
Sin embargo, pronto se empezaron a notar las consecuencias negativas de esta revolución. Como casi todos los eventos de “progreso” que ha vivido la humanidad desde la Revolución Industrial, se llevaron a cabo sin medir todas las consecuencias. A fin de cuentas, ese problema es de la siguiente generación. De entre las más llamativas, podrían destacar el envenenamiento y destrucción de ecosistemas (debido a los abonos químicos y los monocultivos), la degradación de los suelos (al abandonar el abono orgánico) o la contaminación del agua (en gran medida por el riego excesivo y la adopción de un modelo de ganadería industrial intensivo). Y, por supuesto, contribuyendo enormemente al cambio climático, suponiendo más del 25% de emisiones totales de CO2, el 60% de las emisiones de metano y el 80% de las emisiones de óxido nitroso (todos ellos potentes gases de efecto invernadero), según Ecologistas en Acción.
Además, este cambio no ha conseguido acabar con el hambre en el mundo. De hecho, en grandes segmentos poblacionales ha supuesto una mayor pobreza, al tener el agricultor que comprar la semilla y los fertilizantes, haciéndolo totalmente dependiente del exterior. Según la FAO, en el año 2015 había algo más de 690 millones de personas en el mundo que sufrían hambre. Esta cifra se prevé que aumente en los próximos años, llegando a 820 millones en el año 2030. Algo hay que cambiar en nuestro modelo productivo para solucionar esto. Pero debemos hacerlo sin destrozar nuestro planeta, aprender de los errores del pasado. Quizás la respuesta está en un reparto justo y en la observación de la naturaleza…
Así, en contraposición a la corriente dominante, en 1975 se publica “La revolución de una brizna de paja”, donde se expone el concepto de Agricultura Natural, desarrollado por el científico, agricultor y filósofo Masanobu Fukuoka. La esencia del método de Fukuoka es reproducir las condiciones naturales tan fielmente como sea posible de modo que el suelo se enriquezca progresivamente y la calidad de los alimentos cultivados aumente sin ningún esfuerzo añadido. Los principios de trabajo se basan en una filosofía del no hacer (Wu Wei), o más exactamente no intervenir o forzar las cosas: no arar, no eliminar malas hierbas ni usar herbicidas, no usar pesticidas, no podar, no usar abonos ni fertilizantes y en su lugar usar bolas de arcilla (nendo dango). De esa manera, busca cooperar con la naturaleza, no “mejorarla”, llegando a tener resultados muy positivos, tal y como puede leerse en el propio libro.
Y con esta filosofía llegamos a la Permacultura, concepto desarrollado por Bill Mollison en 1978. Un sistema consistente en el diseño basado en la naturaleza, utilizando todo su potencial a nuestro favor, respetando y cuidando a la tierra y a las personas. Captar la energía correctamente o usar y valorar la biodiversidad son algunos de los rasgos que definen esta práctica (que va más allá de lo estrictamente agrícola). El ejemplo de la gallina es bastante clarificador. Macrogranjas actuales sólo verán la utilidad de su carne o sus huevos. Sin embargo, desde el punto de vista permacultural, sus usos son varios, como el forrajeo, el abono natural o el control de plagas.
En definitiva, otra propuesta, más amigable con la sociedad y la naturaleza, y que en muchas ocasiones da resultados mucho mejores que los del modelo de agricultura imperante. Pero implica reflexionar sobre nuestro modelo de sociedad. Resulta que hay gente en nuestra provincia que ya lo está haciendo, concretamente en Barajas de Melo: Rhizobium.
RHIZOBIUM
Rhizobium es un proyecto que ofrece alternativas a esta agricultura industrial, basado en el diseño, la producción y la educación. Creado por Helena Sánchez y Enrique Llanes al regresar a España después de vivir en Canadá, echó finalmente sus raíces en este pequeño pueblo alcarreño con tintes manchegos. Era 2016 cuando encontraron a un señor con el que pactaron una cesión de sus tierras a cambio de reformar el molino de 1480 que había en ellas.
La iniciativa, tal y como puede observarse en su web, tiene por objeto “contribuir a la transformación de nuestros espacios de vida, nuestra manera de producir y consumir alimentos y nuestras interacciones con el entorno”. Todo ello lo hacen desde la Permacultura, observando las interacciones que ocurren en la naturaleza y fomentándolas. La Permacultura es una integradora de disciplinas, desde la bioconstrucción, la agroecología o la forestería. “Los 12 principios éticos que constituyen esta filosofía son una de las razones por las que decidimos emprender un proyecto así”, asegura Enrique.
“Cultivamos el suelo, no una planta” podría ser una de las máximas de proyectos permaculturales como Rhizobium. Y es que no se trata simplemente de obtener un producto de carácter inmediato, sino de mejorar el suelo con cada uso para aumentar la productividad año a año. Así es como producen lo que venden a través de sus cestas agroecológicas, que pueden adquirirse en rhizobium.org o en establecimientos de la capital como CooperaNatura, donde también se pueden encontrar alimentos de otros productores agroecológicos de la provincia.
Desarrollan multitud de cursos y talleres para que cualquiera pueda acercarse a conocer con mayor profundidad en qué consiste este tipo de agricultura, o bien para ampliar su conocimiento del medio natural en general. También hacen asesorías a proyectos similares, así como estudios y, por supuesto, activismo en contra de las macrogranjas.
La micología es, para este proyecto, otro de sus pilares. Pocos alimentos pueden servir como mejor metáfora para describir una de las máximas de la Permacultura: no existe el desecho, simplemente el recurso para algo nuevo. El Bosque Alimentario es otra de sus grandes ideas. Se trata de un bosque permanente con especies arbóreas, arbustivas y herbáceas que proporcionan alimentos “imitando” las funciones de un bosque natural. Se busca generar sinergias entre las especies, dando lugar a un microclima que es autosuficiente una vez consolidado, generando una gran cantidad de comida.
Por último, entre su incansable actividad, también destaca la puesta en marcha junto a otros actores (como Pedro de Verona, entrevistado por este medio) del proyecto Pueblos Cooperactivos, que pretendía “fomentar y facilitar sinergias entre repobladores ya asentados así como nuevos repobladores, compartiendo información, recursos y conocimientos que ayuden a fijar población”. También buscaba apostar por la digitalización del medio rural, así como una rebaja fiscal de los negocios que allí se instalaran. “Por desgracia, una vez que Pedro perdió la alcaldía, el proyecto quedó congelado”, se lamenta Enrique. Al final, lo de siempre: gente sin casa, casas sin gente.
¿ESTAMOS PREPARADOS PARA EL CAMBIO?
El concepto Permacultura proviene de la contracción de “agricultura permanente”, pero también de “cultura permanente”. Y ese es el fin último de esta práctica y filosofía. Conseguir un modelo de sociedad que no hipoteque el futuro de aquellos que vendrán, que no luche con nuestro entorno, sino que trabaje junto a él.
Empezaba este artículo planteando la supuesta dicotomía entre naturaleza y agricultura, haciéndonos imaginar la primera de ellas como al león de Nemea que sólo Heracles fue capaz de vencer (¿será quizás el tecno-optimismo nuestro héroe particular en esta pelea?). La Permacultura nos enseña que el problema no está en quién gane, sino en la misma idea de plantearlo como conceptos contrapuestos. Están destinados a caminar en la misma dirección. Veamos la naturaleza como a nuestra aliada, observándola o reproduciendo todo su potencial. Cuidar nuestro entorno y a nuestra gente (lo cual va irremediablemente de la mano) es lo que debería marcar los pasos de una comunidad sana.
Hagamos que nuestra sociedad abandone su arrogancia, y entienda que hay saberes tradicionales de gran valor y efectividad. Que algo no sea monetariamente positivo no significa que no sea productivo. Además, “ese tipo de afirmaciones en torno al beneficio suelen dejar de lado los costes sociales, sanitarios y medioambientales, igual que al tratar el concepto de productividad no se tiene en cuenta la diversidad que produce un campo como el nuestro”, nos decía Enrique. Quizás hasta que no entendamos esto no estaremos preparados para el cambio.
<<Recogí un manojo de paja de enfrente de una de las cabañas y dije: “Con sólo esta paja puede empezar una revolución”. […] Esta paja nos parece pequeña y ligera, y la mayoría de la gente no sabe cuánto pesa en realidad. Si la gente supiera el valor real de esta paja podría iniciarse una revolución humana con la fuerza suficiente para mover el país y el mundo.>>
“La revolución de una brizna de paja”, Masanobu Fukuoka
Para saber más
- FAO, FIDA, OMS, PMA y UNICEF (2020): “Versión resumida de El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2020. Transformación de los sistemas alimentarios para que promuevan dietas asequibles y saludables”. Roma, FAO.
- Fukuoka, M (1975): “La revolución de una brizna de paja”.
- Mollison, B. & Slay, R.M. (1991): “Introducción a la Permacultura”. Tarigari, Australia.